Una mezcla indiscutible de orgullo y tristeza se ha apoderado de mí en los últimos tiempos: si bien disfruto hasta la médula de los rendimientos de deportistas cubanos, en cualquier latitud que rubriquen sus hazañas, me duele que cada vez más esos performances, aunque tienen un sello de cubanía, no representen a la tierra que los vio nacer y esculpirse como atletas de alto rendimiento.
Así, en esa encrucijada de sensaciones, vi el debut y éxito rotundo como profesional del boxeador Andy Cruz sobre el rocoso mexicano Juan Carlos Burgos, para hacerse de la faja de las 135 libras de la Federación Internacional de Boxeo (FIB); celebré el nocao técnico de Robeisy Ramírez en Tokio sobre el japonés Satoshi Shimizu en el quinto round para retener su corona de la Organización mundial de Boxeo.
Clavé los pinchos en la pista con la misma cadencia que lo hizo Roger Valentín Iribarne para detener los relojes en Polonia en 13.21 segundos, tope personal en los 110 metros con vallas, y, más recientemente, vitoreé a dos de los mayores talentos naturales que ha dado el voleibol cubano en su historia: Melissa Vargas y Wilfredo León, proclamados actualmente campeones de la Liga de las Naciones, con notorio protagonismo para Turquía y Polonia, países por los cuales se han nacionalizado, respectivamente.

Melissa Vargas se erigió como la jugadora más valiosa de Turquía al computar 65 puntos en el segmento final de la Liga de las Naciones de voleibol. Foto: FIVB.
De hecho, los rendimientos más recientes en el voleibol, el atletismo y el boxeo, han vuelto a activar las alarmas reflexivas sobre una realidad a la que considero hay que enfrentar de una vez: la ausencia de estrategias del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder) para retener el talento deportivo.
Estamos hablando de atemperarnos a la realidad del vínculo entre los deportistas y sus respectivas selecciones nacionales en cualquier disciplina, a tono con el desarrollo de la práctica deportiva, con clubes y ligas como principales vitrinas, nichos de preparación y crecimiento, generalmente en aquellos escenarios que ofrezcan mejores condiciones a los atletas para acompañar su evolución.
Este fenómeno, con antecedentes en el fútbol, se acrecentó exponencialmente tras la irrupción del Dream Team de baloncesto de los Estados Unidos, en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, y dio lugar a una transnacionalización deportiva que, si bien tuvo referentes más sólidos en las disciplinas colectivas, en la actualidad se ha extendido a casi todos los deportes, con expresión desde edades más tempranas y un volumen cada vez mayor de atletas nacionalizados extranjeros, por disímiles vías.

Asley González aparece en el puesto 30 del ranking de clasificación olímpica en los 100 kilogramos, muy cerca de conseguirlo en representación de Rumanía. Foto: IJF
Cuba aún se resiste a aceptar tan imponentes realidades. A veces me pregunto si es por no volver la espalda al paradigma de pensamiento sobre el que se construyó un modelo de deporte entendido como derecho de todo el pueblo tras el 1ro de enero de 1959; si es por tozudez de las máximas autoridades deportivas de la nación, o si es por temor a continuar perdiendo efectivos de considerable calidad, una vez abiertas por completo las puertas a ese fenómeno de transnacionalización deportiva.
Hurgando en el panorama cubano vemos que dicha transnacionalización ha estado acentuada con numerosos casos exitosos a lo largo de más de tres décadas, y que van desde el lanzador René Arocha, los basquetbolistas Andrés Guibert y Lázaro Borrell, y la esgrimista Taymí Chappé, hasta recientemente los triplistas Pedro Pablo Pichardo, Yordan y Andy Díaz, la discóbola Denia Caballero, los luchadores Frank Chamizo, Yasmani Acosta y Abraham Conyedo, los boxeadores Robeisy Ramírez, Javier Ibáñez y Loren Berto Alfonso o el judoca Asley González, por mencionar a algunos de los más connotados.

El luchador del estilo libre Frank Chamizo (74kg) ha obtenido un bronce olímpico y cuatro preseas en Campeonatos mundiales defendiendo los colores de Italia. Foto: Eurosport.
Tales ejemplos conjugan resultados, infraestructura de entrenamiento, opciones de competición de alto nivel y saberes de ciencia aplicada al deporte, superiores a las que poseían en Cuba; además de ser muy publicitados en medios de comunicación y redes sociales, lo cual le confiere un matiz aún mayor de reconocimiento entre las generaciones de atletas más jóvenes.
Asimismo, es oportuno introducir otros elementos:
- Los estándares de competitividad cada vez más altos y la cantidad elevan la exigencia sobre los deportistas, incidiendo de manera negativa en su salud, en no pocos casos.
- La creciente mercantilización del deporte conlleva a una sobrevaloración económica, por encima de la lógica deportiva y en detrimento de ella. Un ejemplo lo constituye la presión de los patrocinadores para que quienes estén bajo su amparo obtengan resultados que rentabilicen su inversión a corto plazo.
- La carencia de una visión integral por parte de las instituciones deportivas nacionales e internacionales para lograr un balance entre las distintas esferas que intervienen en la gestión deportiva.
Tales cuestiones no deben desestimarse al dimensionar esos otros horizontes, y el impulso de muchos atletas para seguir rutas similares, máxime cuando puede acortarse el ciclo de esplendor del deporte en cuestión.
Un deportista afortunado puede mantenerse en un nivel top de rendimiento entre dos y tres ciclos olímpicos. No todos los días atestiguamos a súper dotados de la actividad del músculo como Mijaín López o Idalys Ortiz, con más de tres lustros instalados en la meca del Olimpo deportivo.

León, otro portento del voly cubano perdido, fue crucial en el accionar de Polonia para coronarse en la liga de las Naciones. Foto: FIVB.
Entre prácticas imprecisas, un paso hacia adelante y… ¿dos hacia atrás?
El pasado 29 de junio el Inder anunció la eliminación de la repatriación como requisito indispensable para que deportistas cubanos residentes en el exterior pudiesen participar en campeonatos nacionales o eventos auspiciados por dicho organismo. Muchos alegan que la medida se concretó a raíz de múltiples debates sobre casos en el béisbol, pero en definitiva, la institución manifestó que las restantes comisiones nacionales debían actualizar los reglamentos de sus certámenes en aras de implementarla por igual.
A esta iniciativa de las máximas autoridades deportivas cubanas se han sumado otros movimientos que, desde el punto de vista individual, han estado intentando diferentes federaciones como las de voleibol, baloncesto, balonmano y atletismo, con el afán de aglutinar todo el talento antillano desperdigado por disímiles latitudes, y conformar selecciones competitivas capaces de pujar en escenarios cualitativamente superiores.
Es importante destacar que los involucrados no han estado exentos de desencuentros o criterios difusos y alejados de variables sólidas de calidad, en cuanto a la integración de selecciones nacionales. Lo mismo sucede con los juicios que predominan en el discurso de instituciones deportivas cuando algún atleta manifiesta su intención de retornar a representar nuestros combinados patrios.
El caso más importante y reciente lo hallamos en la partida hacia tierras portuguesas del talentoso saltador de longitud Juan Miguel Echevarría, quien busca rubricar un contrato profesional con algún Club luso, sin que esto implique dejar de representar a la Mayor de las Antillas.

La progresión de Iribarne desde su llegada al Benfica ha sido indiscutible. Con sus 13.21 se coloca en puesto 17 entre los mejores vallistas de la actual temporada. Foto: Record.
También se comentó sobre presuntas negociaciones que sostienen el vallista corto Roger Valentín Iribarne y el velocista Reynier Mena, ambos al amparo del Club Benfica luso para volver a representar a Cuba en eventos internacionales, ante la inminencia del Mundial de Atletismo que acogerá Budapest entre los próximos 19 y 27 de agosto. Sin embargo, tanto Mena como Iribarne desmintieron tales rumores.
Del otro lado de la balanza hay que colocar la ausencia de una política certera para manejar esta situación, con estándares generales aplicables a cada federación, y que sea capaz de establecer pautas para flexibilizar las regulaciones existentes. Una política, por tanto, cuya aprobación pase por un debate que genere consensos, inclusive en las comisiones del Parlamento cubano —que en su reciente periodo de sesiones no arrojó muchas luces sobre esta y otras cuestiones medulares, relacionadas no solo con el deporte, sino también con la vida actual y futura de la nación.
Conozco de casos que han pedido volver a defender la camiseta de las cuatro letras. Muchos de ellos, incluso, han sido rechazados al interior de esas federaciones «vanguardistas» sin una razón convincente, o solo por la reticencia a borrar un estigma que en algún momento pesó sobre el deportista en cuestión. Basta con señalar los casos de los basquetbolistas Reynaldo García y Howard Saint Ross, o los voleibolistas Fernando Hernández, Leandro Macías, David Fiel e Isbel Mesa, quienes intentaron negociar con la Federación cubana, infructuosamente.
En este entramado también pudiera jugar un rol más determinante la política de contratación de deportistas cubanos en el exterior. Si bien los números denotaron un crecimiento al cierre de 2021 respecto al año precedente, el de mayor impacto de la Covid-19, considero que puede ganarse en eficacia y esclarecer muchas cuestiones asociadas a la representación de nuestros deportistas, tanto desde el punto de vista jurídico —en lo que a sus contratos se refiere—, como a la jerarquización de los posibles escenarios de desempeño.
Es cierto que cada caso relacionado con la retención del talento deportivo en Cuba tiene sus particularidades, como sucede en otras esferas de la sociedad, donde tampoco hay estrategias para no perder a quienes ostentan las mejores habilidades.
En ese sentido, cuestiono que de cara a su pelea por el título mundial en Japón, Robeisy Ramírez haya recibido una comunicación de la embajada cubana prohibiéndole interpretar el himno nacional y usar la bandera o alguna prenda alegórica a esta.
Siempre he defendido la idea de que aglutinar, aunar y confluir es mejor que dividir, segmentar, marginar o desechar. Por eso, y por ese sentimiento de nacionalismo, defensa de la patria o de los colores del país que formó y vio crecer a sus atletas, me gustaría patentar en algún momento un cambio de pensamiento y acciones con respecto a la retención del talento y las estrategias para materializarlo.
De esta manera el orgullo será total, y millones de cubanos, desde cualquier parte del mundo y libres de prejuicios o estigmas, podremos disfrutar de los pinchos de Mena o Iribarne, los remates de otros portentosos voleibolistas, los jabs de Andy, Yoenlis o Robeisy, y los jonrones de José Adolis, Soler, Yordan, así como de tantos otros.
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6 comentarios
Cuando en un país de manera obligada se mezclan la política con el deporte , irremediablemente tienen que ocurrir esas cosas. Para un deportista lo más importante es tener una mente sana .
Mientras tengan un mejor futuro en el exterior como lavaplatos o parqueadores, que como medallistas en Cuba, eso seguirá ocurrienso.
Mientras las personas a cargo de ciertas políticas se consideren dueños de los destinos ese sueño de normalización de la nación con sus hijos, sera solo eso, un sueño regulado a voluntad escrotal; y desgraciadamente casi siempre con motivación de la retribución a los capataces y dueños de las finquitas chiquitas y grandes. Eso viene pasando desde hace mucho, lo mismo con deportistas que con profesionales. Ejemplos de pensamiento posesivo troglodita y jurásico desgraciadamente sobran. Pero también sobran profesionales y deportistas que no están dispuestos a pagar autos de lujo y casas residenciales a sus dueños- jefes siendo ellos merecedores primero.
No hay que ser especialista deportivo para llamar las cosas por su nombre. Los atletas se van porque en Cuba no encuentran desarrollo, ni la debida atención y el reconocimiento al esfuerzo y al talento deportivo. Si talento porque aunque no.lo quieran reconocer el boxeador Ramirez con sus hechos demostró tener más valentía y sensatez política que quien se le ocurrió dar la orden que no podía ni cantar el himno de su patria ni usar la bandera, como si el himno fuese propiedad del gobierno o la bandera fuese propiedad personal de alguien. En lugar de tantas imbecilidades de los funcionarios que dirigen hoy el país debían ponerse a tono con la historia.
Bien dicho,Gerardo Francisco.
Excelentemente escrito como siempre y desnudando problemas MEDULARES!!! Bravo👌👏🏽
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