Antes de que la película terminara, yo quería cambiar de especie, renunciar a mi humanidad como quien renuncia a un carnet o un cargo público. No me pondría muy exigente: me conformaría con volverme un lagarto o un tapir, cualquier cosa antes que este sapiens, algunos de cuyos exponentes más brillantes, tras realizar una prueba en el desierto de la nueva y horrenda arma que han inventado (sin estar completamente seguros de que la reacción en cadena no pueda rebasar los límites previstos y acabar con el planeta) se atienen de todos modos al plan original de lanzarla días más tarde sobre una ciudad japonesa cundida de civiles. Y que luego de hacerlo aplauden su propio éxito sosteniendo una banderita americana.
La película de Nolan es una obra maestra en varios niveles. Para empezar, la puesta en escena. La alternancia de primerísimos planos con otros generales de Nuevo México que provocan vértigo; las narraciones en blanco y negro y en color, tan eficaces que uno casi toma la primera por documental; las fantasías y eventuales alucinaciones del protagonista, que sueña despierto con átomos que colisionan y ráfagas de luz que lo destruyen todo; la minuciosidad de los detalles de escenografía, maquillaje y vestuario, son elementos que nos hacen creer, incluso participar. Y no es una participación cómoda, de quien ve gente linda consagrada a cosas hermosas: de pronto estamos involucrados en eventos que hicieron descender la espada de Damocles mucho más cerca de nuestras cabezas.
Sigamos con la banda sonora. Nolan echa mano, cómo no, a los crescendos musicales, pero también y con no menor efectividad a golpes, palmadas, ruidos blancos… y al silencio, a ese doloroso silencio emparentado con la desnudez. Estamos ante un relato de tres horas de duración, pletóricas de diálogos en interiores, y este es uno de esos casos en que, como nos enseñó alguna telenovela brasileña, vale todo.
En tercer lugar, las actuaciones. Robert Downey Jr va a la cabeza del elenco, entregando el gramaje perfecto de cada matiz, de cada emoción subterránea de esa criatura calculadora que le correspondió encarnar; Cillian Murphy es un acierto, no sólo por el parecido físico con el personaje real, sino porque la gelidez reptiliana de su mirada, que parece decirnos que Oppenheimer ya viene de vuelta de todo, consigue no obstante transmitir fragilidad, duda y remordimiento en los momentos adecuados. Uno comprueba una vez más lo esencial de seleccionar al actor correcto y no sólo al más guapo, famoso o incluso mejor técnicamente. Emily Blunt y Matt Damon establecen los contrapuntos perfectos, tal vez rozando aquí y allá el estereotipo en el caso del último. Gary Oldman es un mejor Harry Truman que el propio Truman. Y hablando de estereotipos, no me gusta ese Einstein.
Sin embargo, todo eso no sería más que una muestra del maduro know how de Nolan, si no fuera por la pertinencia del tema, vaya, del mensaje de la película. Estamos ante una revisitación afortunada del viejo y candente dilema de la responsabilidad del científico ante la ciencia y el desarrollo tecnológico, por un lado, y las consecuencias del uso de sus hallazgos por manos irresponsables. (Dije científico, pero podría decir artista, deportista, obrero o, desde luego, soldado que cumple órdenes).
Del hechizo del éxito tras muchos años de trabajo, que obnubila la percepción de lo que de él puede derivar. Uno siente horror por la facilidad con que nos atenemos a una narrativa justificatoria y sesgamos la información a conveniencia.
La energía nuclear, la manipulación del genoma humano, y ahora el pujante debut de la inteligencia artificial, demuestran cuán jodidos podemos estar. Tesla hablaba de un arma tan poderosa que, al existir, automáticamente acabaría con todas las guerras, pues nadie se atrevería a utilizarla. Bueno, Tesla era un optimista. Es cierto que los frutos del proyecto Manhattan sólo se usaron dos veces contra seres humanos, en agosto de 1945, pero visto lo visto podrían volver a entrar en acción mañana mismo. Todos esos avances tecnológicos tienen su lado positivo, quién lo duda, pero también un enorme potencial destructor. En el caso de la inteligencia artificial, puede que un día la llave del Infierno no esté más en nuestras manos.
Estoy seguro de que Robert Oppenheimer fue un gran tipo, que sintió remordimientos al comprobar el horror de Hiroshima y Nagasaki y se opuso al desarrollo de la bomba H; que siempre admitió su curiosidad y sus relaciones con comunistas en plena guerra fría aunque luego sus ideas políticas tomaran otro rumbo. No dudo de su condición de científico genial, con talento y empuje, que lo llevaron a dirigir Los Álamos, a cohesionar un puñado de mentes brillantes hacia un objetivo. Nadie es perfecto, nadie muere sin tener algo de qué arrepentirse.
De la misma manera, ninguna nación es El Bueno de la película, no esta de estreno, sino aquella mayor en que vivimos todos y que a veces parece abocada a un final inesperado y abierto; ningún país es ese Héroe absoluto cuyas acciones siempre tienden al mejoramiento humano (yo jamás he creído que USA lo sea, pero hay mucha gente olvidadiza que sí abraza ese oportuno relato). Pero, como dije al principio de estas líneas, ver la obra más reciente de Christopher Nolan me hizo sentir como a los personajes del brevísimo cuento de Monterroso:
¿No habrá una especie aparte de la humana -dijo ella enfurecida arrojando el periódico al bote de la basura- a la cual poder pasarse?
¿Y por qué no a la humana? -dijo él.
13 comentarios
Veré la película…
Muchas gracias por las coordenadas, veré la película, pero ya sé que bicho quiero ser: un dinosaurio de los que habitaban el abrevadero de Daina Chaviano.
Felicidades Eduardo , exquisita critica o reseña , me gusto tanto como la pelicula , ojala muchos habitantes humanos del planeta se animen y tengan la posibilidad de verla
Se nota hasta donde quiere llegar el autor del presente artículo. Me recuerdo cuando el abogado le dice al presidente del tribunal :
A mí me basta señor Presidente.
He oído muchos comentarios sobre la película, espero cuando tenga la oportunidad irla a disfrutar, desde luego no puede faltar la
Coca-Cola y la Rosita de Maíz 🍿🌽.
Un excelente Domingo para todas y todos.
No he visto la película así que la parte artística del film no puedo valorarla, más cuando estamos frente a una obra de ficción con tema histórico tan subjetivamente delicado. Ahora, sobre la responsabilidad de un científico en el campo de creación y desarrollo, siendo los hechos enmarcados en medio del desarrollo de la guerra mundial más devastadora, hasta el momento y lo aclaro porque siempre hay maneras creativas de superarse en el comportamiento humano la historia lo ha demostrado, la correcta ubicación histórica de los hechos es sumamente importante.
Creo es imprescindible enmarcar la carrera científica por el desarrollo de la energía nuclear, militarmente con la creación de la bomba atómica y civilmente la fusión nuclear para crear un reactor nuclear de energía, estaba llevándose por dos grupos de científicos, uno Alemanes bajo el nazismo de Hitler y en EU por otro grupo de científicos americanos, que ambos bando se conocían, se espiaban ampliamente y hasta cierto punto también compartían información.
Es conocido el error público del cálculo de la llamada masa crítica del científico Alemán Werner Heisenberg uno de los líderes del proyecto por la parte alemana y del que durante muchos años subsistió la duda acerca de si este proyecto fracasó por impericia de parte de sus integrantes o porque Heisenberg y sus colaboradores se dieron cuenta de lo que Hitler podría haber hecho con una bomba atómica.
Wikipedia resume ese episodio y remarca que,
“Al final de la guerra en Europa como parte de la Operación Epsilon, Heisenberg junto con otros nueve científicos, incluyendo a Otto Hahn, Carl Friedrich von Weizsäcker y Max von Laue, fue internado en una casa de campo llamada Farm Hall en la campiña inglesa. Esta casa tenía micrófonos ocultos que grababan todas las conversaciones de los prisioneros. El 6 de agosto de 1945, a las seis de la tarde, Heisenberg y los demás científicos alemanes escucharon un informe de radio de la BBC sobre la bomba atómica de Hiroshima. A la noche siguiente, Heisenberg dio una charla a sus compañeros, a manera de informe, que incluía un estimado aproximadamente correcto de la masa crítica y de uranio-235 necesarios, además de características del diseño de la bomba. El hecho de que Heisenberg hubiera podido hacer estos cálculos en menos de dos días, le da credibilidad a su afirmación de que la razón por la que no sabía cuál era la masa crítica necesaria para una bomba atómica durante la guerra, se debía única y exclusivamente al hecho que no había intentado seriamente resolver el problema.”
Espero ver la película en pantalla grande en estos días.
Buen domingo para todos.
Necesitamos un Heisenberg en la presidencia
[…] Publicado el 30 julio, 2023 por cubanuestraeu Oppenheimer […]
¿Cuántos millones de muertes no han evitado hasta el presente aquellas dos bombas nucleares? El desconocimiento de la historia de la humanidad es el origen de comentarios tan desafortunados como los expresados por Eduardo del Llano en esta crítica cinematográfica.
¿De veras usted cree que la muerte de 246 mil personas civiles inmediatamente, más las que han muerto por las secuelas de esas bombas, está justificada? ¿Hay algo que justifique tal monstruosidad?
Aún si ya la capitulación japonesa no hubiese sido inminente, como lo era en ese momento, NO HAY NADA QUE JUSTIFIQUE SEMEJANTE SALVAJADA.
La utilización de la bomba atómica, aunque le dió a USA un arma de presión para imponerse como hegemón del mundo, le quitó y le quita la fuerza moral para condenar a cualquiera por crímenes de guerra o de cualquier tipo. Y eso que aún no se habían llegado a episodios peores, como Abu Grahib, por ejemplo.
La irresponsabilidad ha marcado el descenso de USA. Nunca se ha logrado, a base del miedo, conservar el poder eternamente.
Truman prefirió matar un cuarto de millón de japoneses a perder medio ejército tratando de tomar las islas. Sin embargo Japón se rinde a USA sobre todo por la cercanía del Ejército Rojo, que ya había entrado en la Manchuria. Lo mejor que hicieron, pues hoy serían quizá una especie de Norcorea flotante. Veinte años después del genocidio, exportaban maquinaria a medio mundo. La política americana de no aislar a los perdedores de la guerra fue espectacular para todos. Cosas de la vida. Otros hemos recibido solo ráfagas ideológicas de una filosofía absurda y 64 años después hacemos menos azúcar que en 1850… No sé qué castigo fue peor la verdad. Saludos
Con deseos de ver la película después de haber leído la crítica.
entonces tendremos que esperar la irreversibilidad del cambio climático para darnos cuenta que los sistemas de producción y consumo ideados por los humanos nos lleven a la desaparición como especie
Oppenheimer es como una ópera wagneriana, imponente, trepidante y espectacular en sus detalles y contrapunteos. Sus protagonistas, con seguridad, estarán pisando la alfombra roja el próximo año. Pero en lo personal se me hizo un pelín larga y sobrecargada de detalles técnicos. Un poco más y salgo con la receta para hacer una bomba atómica casera.
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