La agenda de temas que están en el centro de las desavenencias sino-norteamericanas a la que me referí en un texto anterior es muy amplia y puede dividirse en dos grandes categorías: enfrentamientos geopolíticos, de seguridad y diplomáticos; y disputas económicas, comerciales y tecnológicas. Para dialogar sobre esos temas con sus contrapartes chinos el presidente Joe Biden envió a Beijing a fines de junio y principios de julio a dos de sus más importantes colaboradores, el canciller Antony Blinken y la secretaria del Tesoro Janet Yellen.

Blinken reunido con Xi Jinping / Tomada de CNN en Español
Blinken tuvo la tarea de enfocarse en los primeros, con especial énfasis en la situación de Taiwán, mientras Yellen lo hizo en los segundos, especialmente en la dimensión tecnológica de la producción, comercio e inversiones. Desde un punto de vista imparcial y objetivo, todo parecería indicar que estos últimos son más complejos, y no tienen una fácil solución. Están marcados, además, por lo que Ryan Hass, exfuncionario de la administración Obama, ha definido en su obra Stronger: Adapting America’s China Strategy in an Age of Competitive Interdependence, como «interdependencia competitiva».
Por añadidura, en la relación sino-norteamericana los temas económicos, comerciales y tecnológicos, y los geopolíticos, de seguridad y diplomáticos se transversalizan, interrelacionan y convergen en una cuestión central: la manufactura, comercio y uso de microprocesadores o «chips», cuyo principal productor mundial es Taiwán, pero forman parte de las cadenas de valor chinas y estadounidenses en el sector tecnológico, con derrames hacia otros países y regiones,[1] además de ser utilizados para fabricar el armamento moderno de la mayor parte de los ejércitos del mundo. De ahí que un autor haya bautizado el tema como «The Chips War», o «La Guerra de los Chips».

Tomada de Expansión
La misión de Blinken en Beijing: reinicio de los diálogos diplomáticos
El secretario de Estado norteamericano tenía una tarea difícil en el plano diplomático. Ante todo, porque para la segunda década del nuevo siglo ya las relaciones se habían deteriorado ostensiblemente. Al terminar el segundo mandato de Barack Obama en 2016, Washington había perdido toda esperanza de que fuera a funcionar su estrategia de cooptar a China para su modelo y alianza mediante el compromiso constructivo. Se decidió cambiar la estrategia de «subversión por comercio», por otra que enfatizaría la defensa agresiva de los intereses norteamericanos. De ahí que, a pesar de la interdependencia de la economía de ambos países, Donald Trump le impusiera al gigante asiático numerosas medidas coercitivas unilaterales, so pretexto de que Beijing seguía políticas arancelarias y comerciales discriminatorias contra Estados Unidos. China rechazó esta acusación y respondió en consecuencia.
Fue esta la situación recibida por Joe Biden cuando asumió la presidencia. Aunque supuestamente buscó un acercamiento a China y una reducción de las tensiones, su mentalidad de «guerra fría» lo impulsó a adoptar una posición «dura». Quería demostrar que Trump no le ganaría en acometividad. Si este último gobernó con la divisa de «hacer Estados Unidos grande otra vez» en el terreno internacional, el demócrata proclamó que «America is Back» (Estados Unidos está de vuelta). Había que adoptar un discurso agresivo hacia los adversarios. En esas condiciones Blinken inició su gestión al frente de la diplomacia norteamericana en enero de 2021.
No es extraño que el primer intento de diálogo entre altos funcionarios de la administración Biden, liderados por Antony Blinken personalmente, con sus contrapartes chinas desembocara en un agrio intercambio de recriminaciones en marzo de 2021, en Anchorage, Alaska. Después de esa arrancada en falso, no hubo mayores oportunidades de negociaciones diplomáticas directas hasta que Xi Jinping y Joe Biden se encontraron en Bali, Indonesia, en noviembre de 2022 en el marco de la Cumbre del G20 y acordaron relanzar el diálogo comenzando por una visita del canciller a Beijing.

Joe Biden y Xi Jinping / Tomada de La Tercera
Por el contrario, antes de la Cumbre un hecho enturbió aún más las relaciones: la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes y correligionaria del presidente, Nancy Pelosi, a Taiwán en agosto de 2022. Era un año de elecciones en Estados Unidos y es posible que la iniciativa tuviera que ver más con los avatares de la campaña. Pero en términos prácticos podía ser interpretada como un desafío a los acuerdos entre ambos países por los cuales Washington aceptaba la tradicional posición de que hay «una sola China» ―por dichos acuerdos, el gobierno norteamericano se había comprometido a no estimular la independencia de Taiwán. La reacción de Beijing fue la esperada: calificar la visita como una provocación y contrarrestarla con maniobras navales en los alrededores de la Isla.
Como se apuntó, la visita de Blinken estuvo originalmente fijada para febrero de 2023 pero fue cancelada por la parte norteamericana a raíz del incidente de los llamados «globos espías». La reacción de la administración Biden, que incluyó además atacar y destruir uno de estos en aguas internacionales cerca de la costa este de Estados Unidos, fue desproporcionada, según consideraron algunos especialistas. El incidente provocó varias demandas de congresistas y senadores republicanos de que se reaccionara con energía ante el hecho, y al parecer, este fue el factor desencadenante de la actuación excesiva. Se confirmó, asimismo, que el tema chino estará en la agenda política electoral doméstica en el ciclo que concluirá en comicios generales el 5 de noviembre de 2024.
En abril de 2023 ocurrió algo similar cuando el nuevo presidente de la Cámara, el republicano Kevin McCarthy, se entrevistó con la jefa de Estado de Taiwán, Tsai Ing-wen, quien pasó por territorio norteamericano en tránsito para una visita oficial a Centroamérica, donde algunos países mantienen relaciones oficiales con el gobierno de ese territorio asiático. Nuevamente dicha acción fue calificada de provocadora por China, que, además, programó maniobras navales en el entorno de Taiwán.

Tomada de The Conversation
Aunque Blinken estuvo sólo dos días en Beijing, logró sostener reuniones con los dos principales funcionarios que se ocupan de la política exterior: el canciller Qin Gang y el consejero de Estado para las relaciones internacionales, Wang Yi. En total, fueron casi 10 horas de reuniones que el comunicado oficial norteamericano calificó de «cándidas, substantivas, y constructivas». Fue recibido, además, por el presidente Xi Jinping durante 35 minutos.
El comunicado oficial del Departamento de Estado enfatizó la importancia de mantener canales de diálogo y que la competencia entre ambos países no se convirtiera en un conflicto. No obstante, lo más significativo lo dijo el propio Blinken en su conferencia de prensa en Beijing, en la cual dejó clara la posición oficial norteamericana a favor de «una sola China», el no apoyo a la independencia de Taiwán y la necesidad de preservar el «el statu quo que ha servido para mantener la paz y la estabilidad a través del Estrecho durante décadas».
Por otro lado, todo parece indicar que durante la visita, China reiteró su compromiso de no suministrar equipamiento letal a la Federación Rusa en su conflicto con Ucrania, punto importante para la parte norteamericana.

Tomada de Prensa Latina
Aunque no faltaron críticas al gobierno de Xi por la conducción de maniobras militares en zonas aledañas a su territorio; a la situación de los derechos humanos en Xinjiang, el Tibet y Hong Kong; a la detención de ciudadanos estadounidenses en su territorio, y a otros asuntos escabrosos, el concepto más utilizado por el diplomático norteamericano fue el de «estabilizar» una relación perturbada. Para ello, según Blinken, se acordó intensificar los contactos entre altos funcionarios de ambos países, y anunció la invitación a Washington a sus dos contrapartes: Qin Gang y Wang Yi. Sin embargo, señaló que había quedado pendiente la propuesta de que los intercambios se extendieran al terreno militar.
Un punto interesante de la conferencia de prensa fue cuando se le preguntó al jefe de la diplomacia norteamericana qué pensaba de la expansión del bloque BRICS, a lo que respondió: «hace tiempo que hemos apoyado la posición de que cualquier país debería poder asociarse libremente con otros países en cualquier grupo que así deseen; es algo sobre lo cual tenemos una posición muy firme desde hace tiempo».
El gobierno chino, en dos comunicados distintos, enfatizó que el deterioro de la relación se debía a las tergiversaciones de las posiciones de Beijing e instó a Washington a modificar su posición y buscar el entendimiento. Remarcó que el tema de Taiwán estaba en «el centro del centro» de sus intereses. Y subrayó, asimismo, que China no aspira a una hegemonía mundial y sólo quiere una relación constructiva y mutuamente beneficiosa con Estados Unidos.
La supuesta «base de espionaje» china en Cuba
En el comunicado oficial del vocero del Departamento de Estado se mencionó el asunto artificialmente creado en medios norteamericanos poco antes de la visita sobre la supuesta existencia de una base de espionaje y un centro de entrenamiento chinos en territorio cubano.
Varios elementos de esta información indican que fue una provocación encaminada a crearle obstáculos a Blinken en su intento de sostener un dialogo diplomático constructivo con China. A continuación, los enumero:
- El tratamiento en los medios norteamericanos, especialmente en el Wall Street Journal y que se le dio seguimiento especialmente por congresistas y senadores republicanos.
- La actitud inicial vacilante de los voceros oficiales del ejecutivo (Casa Blanca y Departamento de Defensa) que se contradijeron en varias ocasiones, para al final decir que se conocía que esa instalación llevaba en Cuba varios años, a lo cual no era ajena la anterior administración republicana.
- La clara desmentida de China y Cuba. Expertos en temas cubanos llamaron la atención sobre la rápida reacción de la Isla, no usual en casos similares.
- El reportaje de un medio de prensa occidental que investigó sobre el terreno y no encontró indicios de que existiera algo tan siniestro como lo alegado.
A contrapelo de las negativas rotundas de La Habana y Beijing, las protestas norteamericanas tienen muy poco de creíbles y confiables, y mucho menos de que son legítimas sus «preocupaciones» en diálogos con la parte china. O con la parte cubana, si se produjeron.
Ante todo, tanto Cuba como China son Estados soberanos que pueden establecer relaciones en cualquier terreno según sus intereses. Ya lo dijo el propio Blinken en la conferencia de prensa en Beijing antes mencionada.
En segundo lugar, Estados Unidos sigue políticas hostiles hacia ambos países, los considera adversarios y hasta enemigos. Por tanto, estaría más que justificada la adopción de medidas defensivas.
En tercer lugar, parecería paradójico y hasta contradictorio que Washington se preocupe por acciones como estas, cuando dispone de un gigantesco aparato de espionaje de todo tipo a lo largo y ancho del planeta.
Una vez más, como argumentó recientemente William Leogrande, Cuba termina siendo un daño colateral de un conflicto de Estados Unidos con otra gran potencia. La administración Biden demostró debilidad en no dar la respuesta lógica: aquí no hay nada nuevo.
La visita de Yellen y la interdependencia competitiva.
A principios de su acceso al cargo de secretaria del Tesoro, Janet Yellen tenía una posición negativa sobre las relaciones con China, y así lo dijo en las audiencias de aprobación para esa responsabilidad. Sin embargo, andando el tiempo, iría moderándose.
Como se sabe, inicialmente la administración Biden pareció seguir los pasos del expresidente Trump, rehusando modificar las tarifas y sanciones que este había impuesto para evitar el incremento del acceso chino a inversiones y tecnologías norteamericanas. China no se había quedado cruzada de brazos y respondió aplicando a su vez tarifas a la empresa norteamericana Micron, la mayor exportadora de superconductores al gigante asiático.

Secretaria de del Tesoro Janet Yellen junto al viceprimer ministro chino He Lifeng / Tomada de La Jornada
El deterioro de las relaciones, no sólo afectó la posición comercial de Estados Unidos en un mercado tan importante como el chino, sino que redujo considerablemente las posibilidades de apalancamiento de la diplomacia norteamericana con un aliado fundamental de Rusia en medio de una guerra como la que lleva a cabo Moscú en Ucrania, en la cual Washington ha invertido tanto y cuyo desenlace está lejos de percibirse como favorable a la OTAN y a sus aliados europeos.
Resultaría imposible detallar todos los aspectos de las negociaciones de 10 horas que Yellen llevó a cabo con sus contrapartes chinas. Ya es un éxito para la diplomacia económica norteamericana que la secretaria del Tesoro visitara a Beijing y se reuniese con el nuevo equipo al que el presidente Xi Jinping le ha encargado los temas económicos, encabezados por el vice primer ministro He Lifeng, en el cargo desde marzo de este año.
Por otra parte, todo parece indicar que Yellen logró convencer a sus interlocutores de que el titulado «desacoplamiento» (decoupling) de la economía norteamericana y la china no es un objetivo de la actual administración. Este concepto apareció con mucha fuerza en 2020 cuando la administración Trump argumentó que sus sanciones contra China buscaban tal «desacople». Ello no sólo fue considerado amenazante por la parte china, sino que tuvo repercusiones negativas en Europa, donde la presidente de la Comisión Europea, Ursula Van Den Leyden, sostuvo que Bruselas no buscaría el «desacople» pero sí estaría interesada en un proceso de eliminación de riesgos (derisking). La administración Biden, ni corta ni perezosa, aceptó este ajuste y es el argumento que la secretaria llevó a Beijing, a pesar de que muchos observadores chinos consideran que el derisking implica un «desacople» furtivo.

Tomada de Economic Times
En su conferencia de prensa final al terminar las conversaciones en Beijing el 8 de julio, Yellen adoptó un tono constructivo sin ocultar las muy significativas diferencias; en adición, afirmó que «el mundo es suficientemente amplio para que nuestros dos países florezcan. Ambas naciones tienen la obligación de manejar la relación responsablemente: encontrar una forma de convivir y compartir en la prosperidad global».
Los intercambios sino-norteamericanos en el terreno del comercio, del desarrollo económico y del progreso tecnológico demostraron que son más beneficiosos los argumentos favorables a una distensión diplomática, y así lo han argumentado especialistas como Ryan Hass (citado anteriormente por su concepto de interdependencia competitiva) y Stephen Roach, autor de Accidental Conflict: America, China and the Clash of False Narratives.
Ese fue el objetivo fundamental de Blinken y de Yellen como lo fue también el de John Kerry, el enviado especial del presidente Biden para el cambio climático, quien estuvo en Beijing del 16 al 19 de julio para reabrir el diálogo con sus contrapartes chinos. En ese tono habría de incluirse la visita y recibimiento paralelos de Henry Kissinger ―partidario también del entendimiento diplomático con la nación asiática―, quien a sus 100 años se movió desde Nueva York para entrevistarse con Xi Jinping.

Henry Kissinger junto a Xi Jinping / Tomada de France24
Sin embargo, el 18 de julio próximo pasado uno de los columnistas habituales de The New York Times, Carlos Lozada, se refirió a que en años recientes se habían publicado una serie de libros, incluida una novela, que daban por sentado la guerra entre Estados Unidos y China.
En contraste, especialistas chinos vinculados a la alta dirección del país, aunque con cierta cautela, no han ocultado su satisfacción con esta reanudación de los diálogos. Un ejemplo muy significativo es el artículo «Any change in China Policy?» de Dong Chunling, subdirector del Centro de Estudios sobre una Visión Holística de la Seguridad Nacional, parte del CICIR (Institutos Chinos para las Relaciones Internacionales Contemporáneas), influyente tanque pensante vinculado al Ministerio de Seguridad del Estado en Beijing, aparecido en el sitio web China US Focus. De acuerdo con el doctor Dong, «tales interacciones de alto nivel con China, así como el discurso de Yellen sobre relaciones sino-norteamericanas, han enviado un mensaje significativo de reajuste táctico en la política de Estados Unidos hacia China».
Aunque, agregó: «Sin embargo, no se ha producido un ajuste sustancial en la estrategia macro norteamericana hacia China. Como resultado, no ha habido un cambio fundamental en el estado de “confusión estratégica”, que se manifiesta en políticas contradictorias y caóticas hacia China. La relación todavía enfrenta serios riesgos y retos para poder avanzar».
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En sentido estricto, algo cambió con las visitas de Blinken y Yellen a Beijing: se ha reanudado el diálogo entre ambos países. Y este no es un logro menor para ninguno de los dos gobiernos.
Mas como señalan casi todos los observadores, eso no quiere decir que se hayan resuelto las desavenencias, que seguramente continuarán con la llamada «Guerra de los Chips», y Taiwán en el centro de las contradicciones.
Otro asunto espinoso que continuará siéndolo es la colaboración de ambos gobiernos en las negociaciones globales sobre el cambio climático.
La administración Biden tiene que estar satisfecha, pues podría haber amainado el deterioro de las relaciones y la posibilidad de un conflicto armado que involucre a las dos potencias puede haberse alejado. Esto le quita presión geopolítica cuando necesita concentrar todos sus esfuerzos en lograr imponer su agenda en el conflicto ruso-ucraniano.
Para China, en este contexto, es difícil que Washington le imponga nuevas sanciones. Sin olvidar que la actitud norteamericana hacia Taiwán puede cambiar en un santiamén.
El año próximo hay elecciones generales en Estados Unidos y el Partido Republicano no ha ocultado su pretensión de usar lo que califica como una «debilidad» de Biden ante el «expansionismo» de Beijing como punto de propaganda para socavar el prestigio del presidente de cara a la reelección.
Para Cuba, un deshielo en las relaciones sino-norteamericanas sería una buena noticia, aunque no significaría automáticamente la mejoría de los vínculos con Washington. Esos dependen de otros factores, incluida la evidente asimetría de poder con el vecino del norte
[1] Recientemente, dos relevantes tanques pensantes estadounidenses han producido estudios de colectivos de especialistas del más alto nivel en los cuales se abordan estos temas: U.S. Taiwan Relations in a New Era: Responding to a More Assertive China, Independent Task Force Report No. 81, Council on Foreign Relations, New York, junio de 2023; y Silicon Triangle: The United States, Taiwan, China and Global Semiconductor Security, Hoover Institution & Asia Society Center on U.S.-China Relations, Hoover Institution Press, Stanford, California, 2023.
2 comentarios
Un análisis con mucha inclinación y siempre con una palmadita hacia el gobierno , que en su día, ayudó a crear. Hoy no hablamos del perfido y malévolo ” bloqueo ” yanqui, ya hasta me extraña no oír esas palabras.
Empezamos el lunes con una de cal.
Los problemas que tiene Chipre
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