Acostumbrados como estábamos a un humor de estirpe costumbrista, arraigado en la tradición del vernáculo y la picaresca, o bien con masivas dosis de sátira política, no es de extrañar que cuando, allá por los años ochenta, irrumpió en los hogares cubanos la sitcom Man about the house (Un hombre en casa), el humor que rezumaba no satisfizo el paladar de todos. A fuer de justos, había otras razones además de las diferencias entre el ingenio británico y el latino: para empezar, la realidad que reflejaba la serie nos era esencialmente ajena.
Man about the house, producida por Thames Television (con la célebre fanfarria y logo corporativo a que nos habituaron esta y otras series como The Benny Hill Show) se exhibió en su país de origen entre 1973 y 1976, y la acción era más o menos contemporánea; es decir, se desarrollaba en esa misma Inglaterra marcada por la estética pop y la (contra)cultura hippie emergidas durante la década precedente, y todavía enfrentada al conservadurismo y la hostilidad con que el sistema social había visto a los Beatles, los Stones y las minifaldas. Un hombre y dos mujeres comparten piso en un Londres efervescente y a un tiempo adormilado, el Londres en que los humoristas de Monty Python se venían cebando con su extraordinario Flying Circus (y contra cuyas ínfulas los Sex Pistols, por la misma época, también enunciaron un par de objeciones).
¿Recuerdan a los personajes? Él, Robin Tripp (Richard O´Sullivan), estudiante de cocina de gustos refinados pero siempre con el dinero justo; ellas, Chrissy (Paula Wilcox) y la rubia Jo (Sally Thomsett), enfocada la primera, desvaída la segunda. Robin flirteaba sin descanso con Chrissy, a quien no le desagradaban las atenciones y movidas del galán pero tampoco lo dejaba avanzar mucho; Jo era la peor cocinera concebible, lo que suscitaba el resignado sarcasmo de Robin. Por si fuera poco, tenían de caseros a George Roper (Brian Murphy), un hombrecillo tan poco solidario como desmañado, y a su esposa Mildred (Yootha Joyce), poco agraciada, cordial y sexualmente insatisfecha. Para sortear los atávicos prejuicios del señor Roper, tienen que decir que Robin es gay…
Mildred se queja de su patética vida sexual. George responde: Esto no fue siempre así, Mildred. ¿Recuerdas cuando nos casamos? En esa época, jeje, hacíamos cosas… casi todos los meses…
Mucha gente recuerda con más simpatía el humor básico de Benny Hill (centrado en equívocos eróticos con mujeres ligeras de ropa, cosificadas, y en cocotazos a un viejo calvo) que la elegancia con que se construían cada capítulo y cada temporada con las peripecias de Robin y su pandilla. En Un hombre en casa, las muchachas no aparecían como animalitos tontos sin otro objetivo que la caza de un marido adinerado y la consecuente felicidad doméstica, los hombres no eran necesariamente guapos ni triunfadores ni lo controlaban todo, solo creían hacerlo; la sátira social era evidente, y el ingenio de los diálogos, en mi opinión, no haría sonrojar al Oscar Wilde de The importance of being Earnest. En cambio, no se necesita mucha inteligencia para reírse cuando en la calle alguien tropieza y se cae.
Para la Cuba de los ochenta, el fresco social que presentaba Man… era absolutamente exótico: hombres y mujeres jóvenes conviviendo sin mantener relaciones íntimas, el alquiler de un piso como mecanismo habitual para encontrar sitio, recogida de firmas para presentar una queja al Ayuntamiento, comprar discos de grupos de rock e incluso ir a verlos en vivo… Por otra parte, aunque los enredos y peripecias en cada episodio eran comprensibles en conjunto, ciertas referencias y los continuos rejuegos idiomáticos con que se expresaban los personajes (doblados al español) dejaban perdido a más de un espectador, que tenía que volverse hacia el familiar más cercano y preguntar «¿qué fue lo que dijo, chico?» Con todo, fue muy popular. Y después de emitida la sitcom de marras, algunas series cubanas del género empezaron a acusar préstamos evidentes, aunque no siempre bien digeridos (Si no fuera por mamá, Tito el taxista)…
Considerada en la actualidad un clásico entre las comedias televisivas de situaciones, Man about the house, junto a las obras de Monty Python, Woody Allen, Tricicle y Les Luthiers devino material de estudio para los humoristas que empezamos a trabajar en esa década y que incorporamos esos modelos en mayor o menor medida: sin rechazar ni mucho menos la tradición criolla, abrimos los ojos a otros derroteros, otras fórmulas para construir una historia humorística verosímil, con personajes de carne y hueso. Y no solo resultó trascendente para nosotros: en todo el mundo su éxito fue tal que luego vinieron los spin-off, George & Mildred (o Los Roper, 1976), con la familia Fourmile, sus inolvidables vecinos, y Robin´s nest (El nido de Robin, 1977) donde el suyo era el único personaje original que se mantenía. Incluso hubo un par de largometrajes para cine: el primero, que conservaba el título de la sitcom, dirigido por John Robins en 1974, esto es, en pleno pico de popularidad de la serie, y George & Mildred (1980) de Peter Frazer-Jones.
Aquí va una confesión: yo, como Robin pero todavía con menos posibilidades, estaba enamorado de Chrissy, hasta el punto de que cada vez que en mis cuentos y novelas aparece una mujer extranjera, suele llamarse así. Hace un tiempo me puse a buscar información sobre los actores. Resulta que tanto O´Sullivan como la Thomsett se retiraron de la actuación, ella antes de finalizar los setenta, él a comienzos de los noventa. Paula Wilcox siguió en la interpretación, aunque con poco éxito. Yootha Joyce murió en 1980, poco después de concluido el rodaje de la película. Increíblemente, Brian Murphy, el bueno de George Roper, sigue vivo al día de hoy, a la friolera de 91 años…
Un amigo de Robin conduce su coche a toda prisa, con aquel y las chicas en calidad de pasajeros aterrados. Alguien suplica que se detenga y los deje bajarse. Chrissy replica: ¡No! Dentro del coche es el único sitio en que estamos seguros de que no puede atropellarnos…
5 comentarios
Para mí la serie es genial,me gusta mucho el humor inglés,en ocaciones entro en Youtube y miro algunos capítulos de Un hombre en casa,pero para mí la mejor es Hotel Fawlty con John Cleese de Monty Phyton y Andrew Sachs en el personaje se Manuel,un camarero de Barcelona.
De verdad que tú te crees un intelectual de vanguardia para andar criticando a todo y a todos. Qué has hecho tú si no pujos intrascendentes? No me fastidies.
Yo también te quiero, muñeca…
Este “El hombre de la casa” realiza un viaje nostálgico a un hogar cubano, mezclando el humor británico con la realidad única de Cuba. La disonancia cultural se convierte en parte del encanto, brindando a los espectadores una ventana al mundo de Cuba. Extranjero porque es emocionante. Destaca la sutil crítica de las normas sociales y el diálogo testimonial y muestran que el buen humor trasciende las barreras geográficas. Además, ¿quién no está enamorado de Chrissy? Es una joya de la televisión que todavía resuena en la memoria de quienes la descubrieron hace tantos años.
Era muy joven cuando todos éstos personajes llegaron y agradecí la diferencia, el ingenio de los diálogos, la visualidad de hombres y mujeres alejados de los estereotipos más al uso establecidos por el cine norteamericano.
Considero de que el doblaje nunca es una buena solución pero no puedo olvidar la voz y la forma meliflua y afectada del hablar de Mildred, es este caso dieron en el clavo al igual que con la risita tonta de George. Fue otra manera de provocar la risa sin chistes gruesos, vulgares o forzadas referencias. Para mi un aliento fresco, distinto y lo que no entendía lo averiguaba y así aprendí una buena cantidad de cosas sobre la cultura inglesa antes de la llegada de Google y aún se usaban las enciclopedias.
No soy especialista en el tema y se me escapan las clasificaciones…Humor blanco?_ pues si, y bien!
Muchas gracias al autor, por este convocar a la memoria.
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