El «führer» en el Maxim Rock y el fantasma de la colonización cultural

por Marcos Adrián Alemán Alonso

El lugar es el Maxim Rock, local habanero popular entre los jóvenes, que acoge con frecuencia concurridos conciertos y noches temáticas. El evento es una fiesta por Noche de Brujas o Halloween, y los organizadores están a punto de anunciar el ganador del concurso de disfraces por popularidad. Los competidores son: una pareja tenebrosa, un sujeto encapuchado sacado de un videojuego, y… ¿un oficial de las SS[1]?

Entre aplausos, el uniformado con banda roja es presentado como «el führer». Tras votaciones a voces, el animador toma el micrófono y pronuncia las siguientes palabras: «Damas y caballeros, es un placer para mí anunciar que esta noche en el Maxim Rock ha ganado… ¡Alemania!»

El joven «führer» habanero da un paso al frente y con marcialidad realiza un saludo nazi en medio del escenario. Muchos asistentes lo imitan. El público enloquece de euforia. Yo no doy crédito a lo que veo en la pantalla.

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Aquí estamos otra vez: otro Halloween, otra sorpresa. Luego de un año de espera, nuestros creativos jóvenes nos han regalado otro episodio surrealista con motivo de estas fechas tan señaladas.

Luego de la polémica nacional tras los disfraces del KKK en Holguín hace exactamente doce meses, un joven, esta vez en La Habana y en el marco de un concierto temático celebrado en el Maxim Rock el pasado 28 de octubre, decidió acudir a la cita anual con un uniforme completo de la infame organización hitleriana Schutzstaffel —en español, Escuadras de Protección—, más conocida por su abreviatura SS.

A pesar del entusiasmo que parecía reinar en el evento por esta inusual ocurrencia, cuando el hecho trascendió a través de las redes sociales la indignación de varios usuarios no se hizo esperar. El escándalo llegó rápidamente hasta el Instituto Cubano de la Música (ICM), que al día siguiente publicó una nota en la cual anunció la decisión de «cerrar, de manera inmediata, el Centro Cultural Maxim Rock, hasta tanto se esclarezcan los hechos, se hagan los análisis correspondientes y se tomen las medidas disciplinarias con cada uno de los responsables», por la «incapacidad de la institución» para prever lo ocurrido con el disfraz «nazifascista». Más adelante en la nota, el ICM afirmó que el suceso «vuelve a poner sobre la mesa el tema de los peligros de la colonización cultural».

Por otro lado, ese mismo día apareció en Cubadebate un texto titulado Halloween en Cuba: apología al nazismo, que achacó lo sucedido a la permisividad de las instituciones frente a estas manifestaciones. El problema —señala— «tiene que ver con la educación, la enseñanza de la historia y la formación de valores en las nuevas generaciones», y el hecho «viola flagrantemente la política cultural de la Revolución Cubana».

En el mencionado artículo, a pesar de comentar que no se trata de un ataque a la celebración en Halloween en Cuba, acto seguido el autor se toma el trabajo de aclarar que, y cito: «creemos que no hay forma de prohibir ni detener esta práctica». Ya cerca del final, pocas líneas más abajo, el autor hace referencia, tal y como hizo el ICM en su nota, a la importancia del debate sobre la «colonización cultural».

Entre fantasmas: la colonización cultural

La figura de la colonización cultural ha sido utilizada en el pasado para atacar la celebración de Halloween en la Isla. Sin embargo, considerar la festividad como un elemento colonial de manera total y apriorística constituye una simplificación excesiva, especialmente si tenemos en cuenta los dinamismos propios de la cultura, que incluso en las mismas coordenadas geográficas puede manifestarse de forma distinta en diferentes generaciones y grupos poblacionales.

En ese sentido, el problema no está en los disfraces. No es una novedad para nadie que «el miedo a lo foráneo» ha sido una máxima que en distintos momentos de la historia de Cuba ha signado el actuar de las instituciones culturales oficiales. Bajo este argumento se han cometido no pocos extremismos e injusticias. Por otro lado, se han descuidado festividades populares «autóctonas» con una gran carga cultural y lúdica —las parrandas en las ciudades, por citar un ejemplo—, cosa que no ha sucedido con otras «tradiciones» de una connotación más política y solemne.

Por otro lado, la globalización ha traído de forma inevitable expresiones culturales novedosas para nuestro contexto. Algunas de estas, incluso, estuvieron presentes en algún momento de nuestro pasado, pero habían sido parcialmente abandonadas o relegadas al espacio privado —tal es el caso de la Navidad—, y a pesar de esto, a su llegada fueron recibidas con entusiasmo y curiosidad.

En estas condiciones, la popularidad de Halloween, sobre todo ayudada por el cine, los dibujos animados, y más recientemente el internet, no sorprende en lo absoluto. A pesar de haberse originado en un contexto específico, la Noche de Brujas se ha convertido en un fenómeno global, que ha trascendido fronteras y que es celebrado en todas las latitudes, conviviendo en no pocos casos con las culturas locales.

Halloween en Cuba

Jóvenes celebrando Halloween en Cuba. Foto: Alma de Cuba.

Ese chovinismo ciego, que incluso tolerando la festividad no pierde la oportunidad de mirarla con recelo, es el que entorpece en primer lugar un abordaje serio del impacto cultural de Halloween en Cuba, tratando la cuestión desde el punto de vista educativo y divulgativo como un elefante invisible —aunque extrañamente incómodo— en la habitación.

Lo antes dicho lleva a la negativa institucional de abordar abiertamente el fenómeno y, en consecuencia, a la imposibilidad de educar y establecer un diálogo horizontal al respecto que quizá, de haber tenido lugar, hubiera reducido la probabilidad de que ocurrieran sucesos como los recientes.

Para poder normar, que al parecer es la prioridad estatal, lo primero es reconocer y aceptar la existencia de esa realidad cultural e integrarla, en lugar de rechazar lo foráneo por mero reflejo, relegándolo por completo a la periferia institucional. Demonizar sin matices una festividad como Halloween, muy al estilo de un extremista religioso repugnado por lo «profano» de sus premisas, es casi tan irresponsable como vestirse de un personaje controversial. De hecho, lo segundo puede ser una consecuencia previsible de lo primero.

El otro espectro: el «führer» caribeño

A pesar de la desproporcionada reacción entre los portavoces de la «correcta cultura», la cuestión del disfraz también nos aporta claves interesantes sobre los procesos de transformación que están ocurriendo entre los más jóvenes a través de internet, y en su forma de entender la comedia.

Basta dar una mirada rápida a las reacciones en redes sociales para notar que, de forma opuesta a la respuesta oficial, una parte nada despreciable de los usuarios jóvenes ha considerado que el disfraz era algo satírico, de humor negro, una burla al régimen nazi o simplemente un disfraz especialmente travieso. Por lo anterior, para muchos de ellos la censura al «führer» puede ser considerado como una afrenta contra la libre expresión.

Ejemplo de reacción generada al cierre del Maxim Rock

Ejemplo de reacción generada al cierre del Maxim Rock

Sin embargo, como ya he tratado anteriormente con motivo del Halloween pasado, el humor negro o cualquier pieza humorística en general, no se agota únicamente en las intenciones del emisor o el contenido explícito que contiene. En la era de la post-ironía la transgresión se confunde entre la sátira y lo genuino, por lo tanto, la reproducción de ciertos discursos y mensajes podría influir en la propagación del odio y el extremismo, incluso, si las intenciones eran originalmente irónicas.

La sobrecogedora imagen de todo un auditorio elevando sus brazos extendidos en un saludo fascista colectivo podría provocar que lo que tal vez inició como un juego, o una transgresión juvenil, se convierta en un vector peligroso si es instrumentalizado. La presumible inocencia de los autores no hace que las posibles consecuencias desaparezcan. Además, normalizar el uso casual de la iconografía fascista es algo delicado, teniendo en cuenta el contexto actual en el que nos encontramos con una guerra que ha avivado tanto el sionismo como el antisemitismo.

Disfraz que generó la polémica

Por otro lado, si bien en Cuba no ha sido el único país en el que la Noche de Brujas se ha prestado para resucitar símbolos del nazismo[2], la manera de la que ocurrieron los sucesos en nuestra capital habla de un verdadero desconocimiento de la historia, no ya por el joven disfrazado, sino por el animador mismo, al presentar a Alemania como vencedora de la competición. Esto resulta especialmente cuestionable, pues hasta el dia de hoy esa nación carga con vergüenza el peso y la sombra de los horrores de su pasado, y está incluso prohibido por ley portar la iconografía del nazismo. Pero claro, si es por las risas, todo está justificado, ¿no?

No puedo evitar recordar un pasaje de la película alemana Ha vuelto (2015), en la cual Hitler reaparece en la Berlín de la actualidad y comienza su nueva carrera hacia el poder a través de los medios de comunicación, bajo la fachada de ser un humorista imitador de sí mismo. En una escena, una anciana judía lo reconoce y comienza a gritar, convencida de que se trata del verdadero. Su nieta, sin saber la identidad real del dictador, intenta explicarle que es comedia, algo satírico, a lo que la señora, con rencor en la mirada, responde: «Se ve igual que antes, dice las mismas cosas que antes, y en ese entonces la gente también se rio».

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Lo sucedido la noche del concierto de Halloween en el Maxim Rock encierra muchas más aristas de las que podríamos encontrar con una simple mirada, y es por eso que hemos de ser cautelosos ante aproximaciones vagas o facilistas.

El cierre hasta nuevo aviso del local, que es el principal bastión del rock en la capital y uno de los pocos espacios que existen en la institucionalidad estatal para sus aficionados, parece una medida exagerada teniendo en cuenta lo puntual de lo ocurrido. La medida, justificada con la «política cultural de la Revolución», priva por el momento a los rockeros habaneros de uno de sus lugares de preferencia, y, de mantenerse por mucho tiempo, los forzará en lo adelante a organizar sus actividades cada vez más al margen de las instituciones estatales.

Maxim Rock / Foto: Facebook

Maxim Rock / Foto: Facebook

En cuanto al «führer caribeño», probablemente estará riéndose de lo ocurrido. Si sus intenciones eran buenas o malas, o si fue una inocente «bromita», realmente no afecta el contenido de su mensaje; su actitud igual de irresponsable que la de de los organizadores del evento al lidiar con el asunto, parte de un profundo desconocimiento de sus posibles consecuencias. No obstante, sería apresurado afirmar que actuaron de mala fe, y más en una época en la cual el humor con esas características es constante en el escenario donde la mayoría de los jóvenes cubanos se mueven gran parte del día: internet.

No todo humor es inofensivo, y no toda ofensa es necesariamente humor. Las nuevas generaciones traen nuevas formas de entender lo satírico, y no queda más opción que investigar y comprender mejor como se estructuran los nuevos discursos y relaciones en sus diferentes comunidades, que al final van generando sus propias pautas culturales. Es a través del reconocimiento y análisis profundo de esa realidad que podremos evitar que dichas pautas lleven, ante la indiferencia, a la reproducción de mensajes discriminatorios y de odio, de los cuales el nazismo hace parte.

Al final, el problema de base sigue sin tratarse, y no es otro que la completa desconexión de ciertas instituciones estatales, habitualmente reacias al diálogo abierto, con la realidad cultural de los más jóvenes, y la consecuente falta de investigación y debate público sobre el tema.

No todo puede resolverse criticando la «permisividad», y la «educación por castigos» no ha resultado precisamente inclusiva, y menos aún, efectiva. Repetir las viejas técnicas de cerrar los locales tras un incidente singular, rehuir de lo foráneo, nominar culpables puntuales y la toma de represalias, no hará desaparecer el elefante fantasma en la habitación.

Más «educación», a secas, tampoco es la solución. Si la enseñanza de la Historia continúa desde un enfoque meramente descriptivo, memorístico e impositivo —eso sin contar los sesgos ideológicos—, no contribuirá mucho al desarrollo de un pensamiento integral sobre la complejidad de los procesos que intervienen en el devenir humano. Menos aún impedirá que, motivados por su naturaleza inquieta, los jóvenes se hagan eco de todo aquello que consideren como suficientemente transgresor para representar una muestra auténtica de autodeterminación.

Prohibir sin mayor explicación que la ideológica, en este caso, podría llevar a que el führer salga del disfraz para convertirse en un símbolo de la libre expresión y el humor, para una juventud que siente su espacio exclusivo invadido por una «autoridad cultural» que, desde la incomprensión, intenta decirle qué es colonialista y qué no.

Si algo queda claro luego de esto es que —a tono con la temática del disfraz— poner un parche y mirar hacia otro lado dista mucho de ser la «solución final».

Notas

[1]Las SS, Schutzstaffel o «Escuadras de Protección» fue organización militar y política que durante el Estado nazi se hizo cargo de la seguridad, la identificación del origen étnico, la política de establecimiento demográfico, y la recopilación y el análisis de información de inteligencia. Controlaban las fuerzas policiales alemanas y el sistema de los campos de concentración. Además, concibieron e implementaron planes diseñados para reestructurar la composición étnica de Europa oriental y la Unión Soviética.

[2] Esto no ha ocurrido solo en Cuba, y la tolerancia no ha sido mucho mayor. A modo de contraste, apenas al día siguiente de lo acontecido en el Maxim Rock se hizo viral una noticia procedente de Argentina en la que un joven fue repudiado por los asistentes y expulsado de una fiesta por ir disfrazado de Adolf Hitler.

 

11 comentarios

Gerardo Francisco 31 octubre 2023 - 1:10 PM

Coincido plenamente con lo escrito por Marcos Adrian. Las causas que originan hechos como este, no se pueden resolver con la nota del Instituto Cubano de la musica, ni con el cierre del local, ni con las sanciones que de seguro le harán a los responsables del evento. Como nos tienen acostumbrados las instituciones culturales cubanas, actúan siempre sobre los hechos pero no se preocupan de eliminar las causas. Culpar a la colonización cultural es echarle la culpa a alguien externo y no reconocer los errores del sistema de educación y la desatención de las instituciones culturales que han priorizado la batalla ideológica sobre la educación formal e integral.
Con el pretexto de la colonización cultural y el diversiones ideológico, nos prohibieron la música de los Beatles y los conjuntos musicales norteamericanos de los años 60, luego nos prohibieron los árboles de Navidad, recuerdo las disposiciones de Machado Ventura a los militantes del PCC cuando producto del turismo se comenzaron a celebrar las navidades en los hoteles. Por eso no me extraña que en esta ocasión el comunicado del ICM, plantea
el antisemitismo, contradictorio con la posición de Cuba al culpar a Israel en el conflicto árabe actual. Mientras no se reconozcan y analicen críticamente y se resuelvan las causas que originan hechos como este, continuarán sucediendo y el resultado será como hasta ahora, buscar un chico expiatorio para tapar a los verdaderos responsables.

Jagger Zayas Querol 31 octubre 2023 - 7:36 PM

Concuerdo con la falta de profundidad y análisis serio de la problemática de la globalización cultural para poder educar a las generaciones sobre los valores humanos, éticos y morales y en particular a los jóvenes, más parecidos a su tiempo que a sus padres. Hasta ahí, concuerdo.
Sin embargo, en no pocos países la legislación prohíbe el culto a las imágenes y manifestaciones que divulguen o ensalcen los antivalores que históricamente han degradado a la especie humana como el racismo, el Aparthied, el nazi fascismo, el antisemitismo, la fobia contra lo musulmán, la violencia contra la mujer, o contra las orientaciones sexuales no hetero normativas, o contra las minorías indigenas y originarias.
La legislación también debe establecer esos límites que el entusiasmo o la superficialidad no deben traspasar.

Seydel Monestina Ortega 1 noviembre 2023 - 12:16 AM

Muy buen texto…mi parte preferida… Para poder normar, que al parecer es la prioridad estatal, lo primero es reconocer y aceptar la existencia de esa realidad cultural e integrarla, en lugar de rechazar lo foráneo por mero reflejo, relegándolo por completo a la periferia institucional. Demonizar sin matices una festividad como Halloween, muy al estilo de un extremista religioso repugnado por lo «profano» de sus premisas, es casi tan irresponsable como vestirse de un personaje controversial. De hecho, lo segundo puede ser una consecuencia previsible de lo primero. En Cuba hay un divorcio total entre institución y población, no hay una simbiosis entre ambos, cero consenso, el ordeno y mando esta siempre muy presente en la memoria colectiva de quienes dirigen las instituciones en Cuba no sólo en la cultura más bien este actuar se aprecia en casi todo. Falta capacidad, falta una estructura q permita entendimiento, es como si siempre vieran una parte y no el conjunto, de ahí tanto malestar q se genera.
Gracias por el texto.
Saludos.
6del.

Manolo 2 noviembre 2023 - 4:44 AM

El mal gusto al escoger el disfraz es evidente, porque hay cosas con las que no se juega.
Pero ¿apología?
Me pregunto ¿si ese sujeto en lugar de nazi, se “disfraza” de Che Guevara, las autoridades lo tomarían como una apología o como una burla?
En cuanto a Halloween, creo que debe prohibirse por ley esa fiesta extranjerizante. No la necesitamos. Ya tenemos “domingos rojos, primeros de mayo, espartaquiadas juveniles y pizarras humanas.

Andrés 31 octubre 2023 - 8:18 PM

Estoy de acuerdo con tus conclusiones Adrián. La falta de diálogo y debate democrático en general llevan buena carga de responsabilidad en todo esto. Creo además que se han tomado muchas cosas por sentado sin explorar en lo profundo la evolución, muchas veces preocupante, que han experimentado muchas zonas de la sociedad cubana, y el impacto que montones de patologías sociales, el racismo siendo la más familiar, han tenido en el comportamiento e ideario de una buena parte de la población. Muchos de estos asuntos han sido ignorados hasta recientemente. Y aún hoy no existe un diálogo abierto respecto a estas cosas.

Definitivamente se trata de un agravio terrible, censurable en todos los órdenes. Esto, visto así, no tiene discusión, es una afrenta incontrovertible. La exaltación de simbología fascista es algo prohibido en muchos países, incluyendo Alemania. Sin embargo nada de esto ha evitado que se haya propagado el neonazismo en muchas zonas del mundo industrializado, incluyendo Alemania, dónde la formación política de ultraderecha, AFD, se ha convertido en la tercera fuerza política de esta república federal, y en la primera fuerza en ciertas regiones del este del país, paradógicamente, la zona perteneciente a la antigua RDA. La cosa es que la prohibición, si bien pertinente en algunos casos, resuelve poco en si misma. Por este camino se pierden los límites fácilmente. Si algo espero hayamos aprendido en nuestro país es que las prohibiciones no ayudan. Es el debate crítico y abierto el que ayuda.

Y cuando nos ponemos a profundizar, encontramos que el hecho de que en una Cuba dónde a un par de descerebrados se les ha ocurrido vestirse de KKK o de nazis en esta celebración revela probablemente muchísima ignorancia en primer lugar. Pero además, probablemente haya causas más profundas en nuestro propio devenir, en las cuales debamos escudrinar. Por un lado la ignorancia refleja los perturbadores niveles de despolitización en Cuba que, como tu apuntas, tienen mucho que ver con la práctica de ensenar una historia sedimentada y sin matices, lo cual por una parte contribuye al desinterés con estos temas. Todo esto contribuye a crear la sensación de que la hisoria no es necesaria. También, en mi opinión, creo que está el hecho de que la sociedad cubana ha vivido en determinadas zonas de confort moral que no han ayudado mucho. En la Cuba revolucionaria se quiso imponer un sólo modelo moral. Esto es algo que creo muy perjudicial pues contribuye a la intolerancia, reduce los chances del debate plural y crea la falsa percepción de haber llegado a la meta en términos morales. Los revolucionarios cubanos, según esta idea, habían finalmente resuelto milenios de debates filosósico-morales, pues el marxismo-leninismo era la clave, y podían jactarse por tanto de saber lo bueno y lo malo, de saber qué es el arte y qué no lo es, de saber qué es lo moral y qué no lo es, qué es lo justo y qué no lo es, etc. Esto nos llevó a un clima de extrema marcialidad moral, que sólo aceptaba miras estrechas y terminó en injusticias múltiples, desde el mismo principio de la revolución. Al mismo tiempo que creaban centros de investigación científica excelentes y formaban montones de especialistas andaban enviando gente para las UMAP y castigango a los “desviados”, los cuales un verdadero revolucionario siempre sabría identificar. La historia de nuestro devenir ha demostrado cuán falso e injusto fue todo esto. Pero nunca ha habido un serio debate sobre el asunto.

El pueblo cubano del periodo post-revolucionario creció educado en esta percepción, y mientras los tiempos no fueron los peores, durante la década del 1980s, las grietas que iba creando en el ideario psico-social no eran visibles. Pero cualquier adulto, que fue crio en la época, te podrá asegurar que una cosa era lo que tus padres hablaban en público, y una muy distinta era lo que te decían y ensenaban en privado. En los 1990s, cuando estalló la crisis económica, entonces se empezaron a ver mejor las contradicciones entre discurso público y privado, pero nada de esto era nuevo; las cosas no vienen de la nada. Sin embargo, el debate que tuvo lugar en la época, cuyo tono no ha cambiado sustancialmente desde entonces, siguió enfatizando la idea de la lucha contra agentes distorsionadores de “nuestra moral y valores”, cómo si nosotros tuviéramos la llave. Para el gobierno y sus instituciones seguía existiendo una única moral y un único todo, que, por supueszo, nosotros poseíamos. Esto es lo más parecido que existe a los discursos de las formaciones políticas conservadores en el mundo contemporáneo, muchas de las cuales son incapaces de entender la naturaleza dinámica y evolutiva de los conflictos morales y prefieren anquilosarse en una sola percepción, ahistórica por definición. Pues esa era la naturaleza de la defensa de la sociedad socialista cubana que se propagó: conservadora hasta el tuétano. Esto debería haber causado una crisis colectiva de disonancia cognitiva, pero se resolvió con pan y circo (cuando había). En lo privado, la gente podía seguir regodeándose con el galán de turno de la telenovela y podía seguir desarrollando sus expectativas, en mi opinión, reaccionarias en muchos aspectos, y al mismo tiempo seguir repitiendo el mantra público de nuestros valores, el cual es consistente con el conservadurismo individual.

Para estar seguros, la gente tiene derecho a elegir y creer lo que desee, pero el problema es que no hubo intercambio crítico. No nos se ocupamos de someter a escrutinio la naturaleza de estos valores. De hecho, en Cuba se ha penalizado el debate plural. Se estancó todo, se paralizó. Nadie vio la necesidad de meter la cuchara en la sopa, pues estaban seguros de que de ahí saldrían pedazos de carne, viandas y otras bellezas nutritivas. Pero hoy, cuando finalmente no nos va quedando más alternativa que meter la cuchara nos damos cuenta que en realidad lo que hay son grillos y moscas. Toda una podredumbre que se ha ido acumulando, fermentando y sedimentando por debajo del radar. Es obvio que muchos hoy, tan confiados como estaban en su mantra público de superioridad moral, no puedan explicarse cómo semejantes distorsiones han ocurrido. Sin embargo, si observamos bien encontraremos rastros claros. Por ejemplo, recuerdo muchas de las perturbadoras opiniones, salidas del público, sobre la idea de la obligatoriedad del trabajo en el marco del debate constitucional del 2018. Esto fue en un artículo de Cubadebate, por lo tanto se trataba en su mayoría de gente que comulgaba con el gobierno y con la idea de moralidad socialista defendida por el gobierno. En este foro se proponían nociones coercitivas y primitivas del individuo que ignoraban la vocación, las circunstancias, la motivación personal, o simplemente el derecho de actuar de acuerdo a los propios principios. Particularmente la cuestión coercitiva tenía, en mi opinión, evidentes visos filofascistas. Y la gente lo decía sin sonrrojo y con claro convencimiento pues, de cierta manera, era lo que el estado había hecho (UMAP, ley del vago de los 1970s, etc). Otro ejemplo: cualquiera podrá dar fe de los comentarios racistas, misóginos, homófobos, etc, que se hacían en nuestras casas, en reuniones de amigos, entre militantes del partido, etc. Usted podía ser el más racista del lugar, pero todo se mantenía en orden si públicamente repetía la coletilla de nuestros valores y moral y todo lo demás. Doble moral y simulación on steroids… Otro ejemplo: seguramente recordaremos, muy recientemente, cómo el estado que habla a nombre de socialismo la emprendió en contra de un joven cubano que portaba un cartel donde decía “Socialismo si, represión no”. Es una debacle. Y nos sorprendemos cuando a un imbécil se le ocurre vestirse de nazi en un concurso de disfraces? Y nos sorprende que a uno aún más imbécil se le ocurre premiarlo, en los predios de una institución estatal?

Hoy, cuando los comentadores públicos hablan de cerrar puertas contra la colonización mental y cosas por el estilo, hablan como si fuéramos los cubanos una banda de gente manipulable e incapaz de establecer juicios razonados. Pareciera que somos una cohorte de pobres diablos a merced de una avalancha mediática indetenible. Lo más triste es que es muy probable que esto sea en lo que décadas de parálisis intelectual nos han convertido. Pero, en todo caso, haber llegado a este punto no es por culpa de Halloween. Un acontecimiento puede coincidir en tiempo y espacio con la existencia de otro, pero uno no necesariamente es la causa del otro. Cierto, esta inusitada propagación de Halloween coincide con la era de la catastrófica, y en declive, globalización neoliberal, pero ni siquiera aquí ha sido todo nocivo. Las ideas, modos y costumbres siempre se han transmitido y re-adaptado, en todas las épocas. El sincretismo cultural es un fenómeno de la historia humana y adoptar una práctica nueva no es necesariamente símbolo de subyugación o dominio cultural, sino también puede significar coexistencia, reconocimiento de valores comunes en la aparente diversidad, ecumenismo, etc. Pero cuando alguien cree que existe un set de valores estático e inamobilble no puede estar preparado para discernir entre cuales valores son afines o no pues cualquier cosa es de alarma.

Creo que una mejor forma de lidiar con estos asuntos es ventilarlos públicamente, desde el discernimiento plural, y con mente abierta en términos de que es lo que representa a nuestros valores y cultura, pues en este asunto de creación de valores la historia muestra que el mundo es un lugar fluido. Pero para eso necesitamos libertad de expresión… y no hay. Naturalmente, se podría discutir sobre Halloween y su impacto, pero creo que, al menos en este caso, Halloween es el hombre de paja, el objetivo falso.

Andrés 1 noviembre 2023 - 4:02 AM

Caramba yo hablando de ignorancia y al mismo tiempo dejando faltas de ortografía por el camino. Me disculpo por estos gazapos, resultado de la premura y el horario. Algunos son evidente resultado de un teclazo mal dado y no los menciono, pero otros son imperdonables: en el párrafo final se escribe “inamovible” en lugar de “inamobible” (se me cruzaron el inglés y el castellano).

aida castillo canani 1 noviembre 2023 - 12:39 PM

No sé que decir, soy de otra generación, tengo 69 años, pero creo en un mundo justo, igualitario, humanizado y creo también que la ideología es fundamental en las personas, es tu guía, tu brújula…deberían ver que está pasando con la formación de los chicos, el individualismo, que encierra el culto solo al derecho y no al deber, es la ideología del mundo capitalista que deshumaniza a las personas, desarma la conciencia y el internet es uno de sus vehículos. y llegó para no irse…prohibir no es el camino…si el diálogo y la tolerancia

Ida 2 noviembre 2023 - 6:27 PM

Muy bueno tu comentario. Sería muy bueno que se enseñara en Cuba lo que significó Hitler y el fascismo para el mundo entero. Cuantos millones de personas pasaron por cámaras de gas, crematorios, etc. La falta de conocimientos de la historia del mundo a veces hace que se cometan ese tipo de errores; es posible que esa persona que llevaba ese traje no tenga ni idea de lo que significa y si lo sabe, es una terrorista. Gracias!!!!

Jose Antonio Valdes Martinez 8 noviembre 2023 - 6:42 AM

En Halloween se representan figuras malévolas como brujas,ogros ,etc ,si lo vez desde ese punto de vista el disfraz de nazi en ese sentido fue el ganador,si fuera un disfraz de algún personaje positivo digamos Teresa de Calcuta, Einstein,Martí, etc, entonces si se podría considerar una burla o falta de respeto .

Marcos Prawl 4 noviembre 2023 - 7:31 PM

Me parece que es un buen punto de vista. Se agradece el análisis serio y respetuoso.

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