Lenguaje sucio en la corriente

por Alfredo Prieto
Lenguaje

-I-

De un tiempo a esta parte ciertos medios estadounidenses vienen abordando eventualmente el stock de palabras sucias que emplea el presidente Joe Biden ante situaciones de derrota, pérdida o frustración. Fuck them [cágate en ellos] es una de ellas y What the hell [qué carajo] otra. En cuanto a su segunda al mando, Kamala Harris, dicen que su expresión favorita en esos casos es son of a bitch [hijo de puta]. La oposición republicana se ha despachado ante esos informes, acusándolos a ambos de falta de finesse…

Obviamente un caso de mala memoria, como diría Heberto Padilla. Esto no es nuevo, ni mucho menos exclusivo de los demócratas. En una sociedad que históricamente ha cultivado el lenguaje políticamente correcto, y hasta los eufemismos, las palabras ofensivas y las conductas sociales consideradas inapropiadas han venido subiendo de tono también de un tiempo a esta parte.

Dirigiéndose a su vicepresidente Dick Cheney, una vez George W. Bush llamó asshole —eso que en España se conoce como gilipoyas y en Cuba como comemierda— a un periodista del New York Times cuando los micrófonos estaban abiertos. El mismo Biden le dio a Obama sus parabienes por su primer triunfo electoral diciéndole al oído: this is a fucking deal [este es un jodido trato], expresión que salió al aire porque los micrófonos, de nuevo, estaban abiertos.

Poco tiempo después, en 2010 los manifestantes del Tea Party —que tomaron su nombre de los sucesos de la bahía de Boston, cuando los estadounidenses protagonizaron la desobediencia civil frente al poder colonial británico—, cogieron a la reforma de salud impulsada por el presidente Obama, bautizada peyorativamente Obamacare por los republicanos, como uno de sus pivotes para hacer sus tánganas en lugares públicos. Aprobarla, decían entonces, marcaría el inicio de un Armagedón que terminaría con las libertades individuales de los estadounidenses —algo que, hasta el día de hoy, ciertamente, no ha ocurrido.

Lo cierto es que en medio de aquel ambiente tan emocional como polarizado, el Tea Party quedó grabado en las primeras planas de los medios al gritarle a un congresista demócrata saliendo del Capitolio palabrotas como faggot —voy a traducirla como homosexual, pero es bastante más dura— y expresiones racistas —esa que se conoce como the N[igger] Word, asociada a los linchamientos— contra un legislador afroamericano que fue escupido solamente por votar a favor del plan de Obama. 

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El Tea Party en Boston. (Foto: NPR)

No mucho después, la irrupción del populismo trumpista marcó un punto de inflexión en estos dominios, un hecho sin precedentes en la política estadounidense. Uno de sus resortes consiste en la idea de que sus representantes, en especial el presidente entonces electo, no son políticos tradicionales y por consiguiente hablan como el «pueblo llano», evidentemente una manipulación, toda vez que la idea de pueblo no se restringe en modo alguno a marginales y desclasados.

Se trata, sin embargo, de una manera casi infalible a la hora de conectarse con esas bases y, sobre todo, de tratar de sumar votos mediante la empatía. Como lo ha resumido recientemente un joven lingüista:

La derecha que ha votado por Trump y que insiste en respaldarlo se inscribe en una ideología de la lengua completamente diferente, según la cual el léxico tabuizado de uso político no posee un valor moral intrínseco. Las vulgaridades del presidente se entienden como meros marcadores de un estilo espontáneo y familiar, alejado de las convenciones del habla de los políticos estadounidenses tradicionales.

De este modo, Trump establece una ética donde la espontaneidad de lo soez es comprendida como transparencia, conjugándose con otros elementos de su performance hipermasculina. Para quienes apoyan al presidente, voces como pussy, cunt y, posiblemente, nigger, no son, en el sentido más literal, solo insultos; son manifestaciones de honestidad, coherentes con el modo de expresarse de un hombre extrovertido, poseedor de autoridad y carácter.

Escribe más adelante:

A pocos días de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 […] cobró relevancia pública un registro en video del año 2005 en el que Trump describía cuán fácil era para él «agarrar [a las mujeres] por el toto» («grab them by the pussy»). Esta grabación causó estupor e indignación en los medios y a lo largo y ancho de todo el espectro político en tanto el comentario en cuestión no solo comportaba una admisión de conducta sexual abusiva […] sino también una vulgaridad y una violencia anteriormente impensables de presentar verbalmente en público.

Y observa:

Este suceso señaló un nuevo momento cultural cuando se mencionó por primera vez la palabra pussy en virtualmente todos los medios de comunicación de Estados Unidos, tradicionalmente cuidadosos con el tipo de lenguaje que utilizan. Este evento marcó una nueva etapa en la relación entre el tabú y el espacio público que prosigue hasta hoy.

En efecto, una remisión sumaria a los discursos del ex presidente en los mítines políticos y entrevistas arrojaría el empleo sistemático de expresiones y frases como las siguientes: Our country is going to hell [Nuestro país se está yendo al carajo], What the hell are we doing? [¿Qué carajo estamos haciendo?], You bet your ass [Pueden apostarse el culo], I don’t give a damn [Me importa un carajo], They’re ripping the shit out of the scene [Están sacando la mierda de la escena].

Todo eso, y más, ocurre porque corresponde a un momento de crisis en la racionalidad occidental y en las reglas de urbanidad hasta ahora vigentes. Las políticas de la ira, como les llaman los propios medios, han tomado de entonces a acá un inusitado perfil público, junto al deterioro de las normas tradicionales del debate político, lo cual indica que el chancleteo se ha vuelto un hecho bastante socorrido en la cultura anglo, ya de por sí bastante mal hablada en el ámbito de lo privado/cotidiano.

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«Si no te gusta mi bandera, puedes besar mi culo rebelde». (Foto: Pit Stop Shirt Shop)

Por lo antes mencionado, los republicanos han llevado la mayor parte en ese sparring debido a estrategias discursivas que, además, se sustentan en el miedo al cambio como mecanismo psicológico. Y en gritar bien alto, como en el cuento: ¡lobo, lobo!. Lo primero ha llevado a catalogar de «criminales» y «violadores» a los mexicanos que han pasado la frontera irregularmente. Y el detalle consiste en que las palabras, como decía Zoroastro, no caen en el vacío. Tienen un impacto social que, en este caso, sirve de reforzamiento al racismo y al supremacismo blanco convencionales.

El problema, sin embargo, va más allá. Estados Unidos ha tenido históricamente la capacidad de exportar de manera exitosa modelos culturales. Y este «modelo» particular se ha visto asistido, además, por la omnipresencia de las redes sociales, crecientemente caracterizadas por una invasión de la marginalidad que opera como una gran mancha de petróleo sobre el mar.

La escatología, en una palabra, serpentea para todas partes, incluyendo Miami y La Habana.

-II-

En mayo de 2021 tuvo lugar un suceso hasta entonces inédito en la cultura cubana. Durante un juego de béisbol entre Cuba y Venezuela, llevado a cabo en el BallPark Stadium de West Palm Beach como parte del Preolímpico de las Américas, unos espectadores cubanos aparecieron en TV portando un cartel con la palabra «singao» aplicada al presidente de la Isla, Miguel Díaz-Canel.

Fue el inicio de un proceso que tuvo como uno de sus predios fundamentales las redes sociales y en particular plataformas como Facebook y Twitter. A partir de ahí, o más bien de manera paralela, accionó la propaganda comercial, que para no variar se encargaría de fijarlo en el imaginario local mediante prendas de vestir y otros objetos típicos de ese ámbito.

Más tarde la expresión rompió el velo del enclave e hizo su debut en la cultura anglo, en este caso mediante Mia Khalifa, una ex actriz porno de origen libanés que frente a las cámaras llegó a romper récords de visualización en el sitio Pornhub. Y, por supuesto, también reverberó en la Isla. Primero durante la trasmisión misma del juego por el Canal Tele Rebelde y después durante las manifestaciones del 11 de julio, una expresión adicional de la porosidad Miami-Habana en la época de Internet, el Paquete y la Antena.

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El juego en West Palm Beach. (Foto: Captura de TV)

Ese mismo mes, durante la transmisión de los Premios Juventud 2021, el reguetonero puertorriqueño Farruko apareció en el escenario con una camiseta con la bandera cubana y el lema de marras en el pecho. La cadena Univisión censuró la mitad inferior del pulóver con la palabra sucia, lo cual no gustó a muchos espectadores, que consideraron el gesto «de mal gusto».

Los conductores del programa explicaron a la mañana siguiente que habían censurado la palabra porque expresiones de esa naturaleza estaban sujetas a regulaciones de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC por sus siglas en inglés) y no deseaban quebrantar la ley. «No es que no estemos de acuerdo con el mensaje —aclararon por las dudas— es que la palabra como tal no puede aparecer en la televisión y es una regla que se aplica a cualquier cadena de televisión».

Como se sabe, las llamadas malas palabras son casi todas metáforas. De acuerdo con Manuel Moreno Fraginals, el verbo «singar» entró al léxico de la Isla en el siglo XVII, durante el apogeo de La Habana marinera y dadora de servicios a las flotas que iban y venían de la Metrópoli. Denota originalmente, como lo recoge la Real Academia de la Lengua (RAE), la acción de «remar con un remo armado en la popa de una embarcación manejado de tal modo que produzca un movimiento de avance».

Y ese mismo origen marinero lo tienen palabras como «fletera» —al inicio una chalupa que daba servicios a las naos surtas en el puerto habanero—, hoy, sin embargo, desplazada por el vocablo «jinetera» para designar a una prostituta.

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Farruko. (Foto: Remezcla)

La expresión «singao» implica, fundamentalmente, cualidad moral. Se trata de un improperio que puede interpretarse de varias maneras, pero que alude a una persona de acciones desagradables, malvada, ruin y vil, colindante o idéntica a hp. Pero también contiene, por lo antes visto, connotaciones sexuales. Anotemos entonces la siguiente: un hombre sexualmente penetrado por un falo. Una yegua, como en el cuento de Norberto Fuentes en Condenados de Condado.

-III-

«Pingú» es otra palabreja del cubaneo, derivada esta vez de «pinga» (pene). De nuevo, una metáfora: «vara larga o percha» por miembro viril. Define la RAE: «Percha, por lo común de metro y medio de longitud, que sirve para conducir al hombro toda carga que se puede llevar colgada en las dos extremidades del palo».

Anotemos esta segunda propuesta: para los cubanos, tener un miembro viril tan grande como una percha es sinónimo de valentía.

Uno de los primeros usos políticos que conozco de esta palabra se remite a la campaña presidencial 2020, en la que seguidores miamenses de Donald Trump le aplicaron a este último un calificativo probablemente inmerecido en su literalidad: «Trump es un pingú». Uno de sus difusores sociales fue el ex lanzador de los Yanquis de Nueva York, Orlando «el Duque» Hernández, quien para no variar se hizo retratar en un campo de golf con un mocho de tabaco en la boca y con la frasecilla grabada en su gorra.

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Orlando «el Duque» Hernández. (Foto: Instagram)

Pero si el suceso de West Palm Beach lo protagonizó una masa vociferante, las protestas del 11 julio en las calles cubanas no se quedaron atrás. Hubo disfemismos para todos los gustos: de un lado, coros de «singao» en el campo opositor, y de otro, «pingú» en el oficialista. Una de estas últimas manifestaciones del «pingú» se documentó en la Isla de la Juventud —por cierto, en medio de niños y adolescentes que participaban en la tángana.

Después, otra vez como para no variar, en la Isla aparecieron celebridades —en este caso, no en los predios del deporte sino de la música— que figuraron en las redes sociales exhibiendo pulóveres con la palabra. Uno de ellos, Arnaldo Rodríguez, director de El Talismán, quien estampó su persona en el Parque Central habanero al lado de una muchacha rubia con nasobuco y el letrero aludido. Y últimamente ha hecho lo mismo Gerardo Hernández, uno de los ex miembros de la Red Avispa y actual coordinador de los CDR.

En ambos casos, los de aquí y los de allá, lo común es la presencia de usos marginales condicionados/reciclados por el populismo trumpista. Constituyen, sobre todo, evidencias de una relación ancilar, mimética y subordinada de la Isla con el referente miamense, que acaba imponiendo sus códigos. El proceso de reguetonización de lo político, como propongo llamarle a partir de ahora a esta nueva estulticia emocional de dos caras, discurre entonces de Norte a Sur, de arriba abajo, pero insertándose en códigos culturales prexistentes que comparten ambas orillas.

En «Breves alcances sobre el léxico tabú y algunos de sus aspectos glotopolíticos en la era Trump», el lingüista citado al inicio apunta:

En la tierra que orgullosamente proclama ser el hogar de los libres, cuya noción de libertad de expresión es fundamental para su identidad política y su praxis social, han surgido en los últimos años nuevos modos de producción y difusión de signos a través de los medios digitales, en particular los de carácter móvil, donde los límites de lo admisible, de lo vulgar y de lo ético están en constante desplazamiento, alcanzando a un público receptor de tamaño masivo a una velocidad cercana a la inmediatez. Trump se ha valido de estos medios y, de algún modo, los ha usado para posicionarse políticamente…

Y más adelante:

En vez de llevar a la normalización de este tipo de lenguaje, la reiteración constante del léxico tabuizado y su aparente banalización termina reforzando la preeminencia simbólica del tabú sexual, escatólogico y religioso. En la era Trump, como nunca antes, impera un sentimiento de saturación. Todo se impregna de la marca violenta de la ofensa verbal.

De eso se trata, en efecto. Pero también de una cultura falocéntrica y machista sobremanera simplona, aplastada por el peso de una tradición palurda de la que difícilmente podrá sacudirse.

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Arnaldo Rodríguez, director de El Talismán, en el Parque Central. (Foto: Facebook)

14 comentarios

El inagotable, Orlando J Martinez 18 agosto 2022 - 6:40 AM

What the hell no es qué carajo como dice la Joven Cuba, sino que rayos o que demonios. WHAT THE F… seria lo grosero. Pero a mi, me tienen ahi baneado. ¡What the f…!

Esteban 18 agosto 2022 - 7:42 AM

No estoy seguro que el Puesto a Dedo sea un ping*. Después de todo él no salió a reprimir con sus manos el 11-J. Llegó a San Antonio de los Baños rodeado de un enorme aparato de seguridad y aún así se veía bastante nervioso y aconejado.
De lo que no cabe duda alguna es que es un sing**, pues el pueblo de Cuba le importa un bledo y todo lo que hace es para darle continuidad a un sistema/modelo tan fracasado y fallido como él mismo, el gobierno que supuestamente encabeza y los dos dictadores que le antecedieron.
Y ya que el artículo habla de los sucesos del 11-J aprovecho para decir bien alto: PATRIA Y VIDA. LIBERTAD PARA LOS PRESOS POLÍTICOS DE LA DICTADURA. VIVA CUBA LIBRE.

Eva 20 agosto 2022 - 9:34 PM

Los sinónimos de sing.. para el pueblo demacrado cansado y obstinado de Cuba son criminales, cobardes ,ladrones, sinverguenzas, ignorantes , oportunistas , mentirosos , cínicos.
Abajo la dictadura diabólica que tiene a Cuba de mendiga y en una miserable sobrevivencia que supera los límites de lo soportable

Manuel Figueredo 18 agosto 2022 - 8:45 AM

No estoy de acuerdo con el lenguaje sucio, vulgar, pero en el caso que nos ocupa con el puesto a dedos la palabra
Sin… Se la merece, porque quién dió la orden de combate para masacrar a su pueblo, el calificativo le encaja como anillo al dedo. Es sencillamente eso y mucho más.

eduardo carmelo cusidor 18 agosto 2022 - 10:58 AM

Hace ya bastantes años cursaba mi 7mo grado Secundaria, pues nos pusieron a hacerle una cartica al entonces presidente Richard Nixon. El mensaje era que mientras mas ofendiera, mientras mas lenguaje ofensivo pudieramos disponer, asi era mejor. Nos acostumbraron y este señor de la gorra y la barba sin duda en ello fue tambien un maestro. Coincido plenamente en que para reclamar derechos no es necesario emplear ese lenguaje, pero aca en Cuba ello se ha convertido casi en un dogma, todos gritamos y ofendemos. A veces es inevitable y sobre todo cuando alguien con una responsabilidad sobre su pueblo expone publicamente haber dado una orden donde mas alla del lenguaje la agresión estaba justificada incluso entre los que solo pidieron libertad para el pueblo de manera pacifica.

Bernardo Pi 18 agosto 2022 - 11:25 AM

Interesante articulo. Para mi no hay buenas ni malas palabras sino pobreza de vocabulario y un mal uso de ellas. Me viene a la mente uno de los hombres mas cultos de la República y a la vez uno de los mas mal hablados; Raul Roa. Capaz de llamarle “hijo de puta” al enviado de Pinochet en la ONU y después, ante las criticas recibidas, citar la pagina del libro en que Don Quijote lo dice.

Nina 18 agosto 2022 - 11:46 AM

Las “malas palabras” son las expresión más elocuente del lenguaje lo dijo la lingüista YO

Raul Sobrino 18 agosto 2022 - 2:49 PM

Hay que ser chuma (sin S), mucho más aún cuando es del todos conocido que el gobierno cubano emplea la chusmeria en todos los niveles políticos, convencido de que es muy efectiva, sobre todo cuando tienen que silenciar con ruidos y agresiones a alguien que los esté denunciando. De hecho los cubanos son las personas más chusma que existen en todo el mundo gracias a la política de resingamiento de la que siempre se ha valido nuestro gobierno.

Leo de la Torriente 18 agosto 2022 - 1:37 PM

Solo acotar que “Diaz Canel Singao” fue acuñado por Al2 el Aldeano y Silvio Liam Rodríguez (Silvito el Libre), en el tema DIAZK lanzado en 2019, incluso antes del citado juego de beisbol ya en Twitter se había movido la etiqueta

Sanson 18 agosto 2022 - 5:03 PM

No obstante creo que hay que llamar al pan, pan y al singao, singao. No queda de otra.
Aunque a algunos se les arrugue la nariz por eso.

Eva 20 agosto 2022 - 9:13 PM

👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏

Alejandro 1 18 agosto 2022 - 7:17 PM

1980 fue un año muy pródigo en groserías de todo tipo, pero al parecer en esa época no molestaba y muchos aplaudían. Quizás los mismos que ahora se sonrojan cuando las escuchan en bocas de la oposición.

Eva 20 agosto 2022 - 4:25 PM

No hay nada que describa mejor la sociedad y suciedad cubana , la inmoralidad de los desgobernantes su violencia y su incompetencia y falta de conocimientos éticos en cada circo que montan para que el miedo y el terror sigan siendo el escudo que los mantenga en el poder y poder seguir disfrutando de privilegios inmerecidos a costa de los bienes del pueblo . Los cubanos , el pueblo , en cada circo que montan, cuando se lanza a las calles con los reclamos de libertad y pidiendo que dimitan (sea con el vocabulario que sea )se expresan a la medida de una decadencia moral y falta de educación , de norte a sur de este a oeste en todos los ámbitos de la degradada sociedad cubana y suciedad! en que está sumido el país .
La humillación más grande es comprobar que estamos siendo sometidos por gente baja e ignorante que se cree que un diploma y una bolsa de pedazos de pollo AMERICANO van a contener la ira y la dignidad de todo un pueblo cansado de estar pisoteado y robado durante 63 años de dictadura ladrona , cínica, represora y mentírosa

Eva 20 agosto 2022 - 9:25 PM

Toda vulgaridad y falta de buena educación es reflejo de la realidad y la depauperación de los valores morales de quienes desgobiernan Cuba, y sus brigadas de harapientos, de represores golpeadores alteradores del orden de familias que con valor defienden sus derechos cívicos esenciales y son vulneradas y violentadas por fuerzas represores chusmas de barrios insalubres, que por una haba con pedazos de pollo vociferan frente a las casas de los que no quieren quedarse atrapados en el miedo y el silencio ( lo peor es que atacan con el respaldo de quienes deberían impedirlo y mantener el orden , respetando la convivencia y La Paz
Esa chusma ignorante es la representación de lo que tienen en el alma tan sucia como la mentira de continuidad que pregonan mientras don violentos crimínales mentirosos y ladrones
Usan el poder para reprimir a todo el que con valor se atreve a gritar Libertad y váyanse entreguen el poder que NO SIRVEN PARA SERVIR . Se sirven de la demagogia para mantener esclavizados al pueblo y vivir como magnates cuando no tienen un ápice de cultura política y sentimientos humanos . No saben hablar y pronunciar bien el idioma español , tan bello y tan rico , porque son ignorantes yo a veces creo que son más dis capacitados que los enfermos del cromosoma 21
La enfermedad que los corroe el odio y la corrupción ( sin cura) hay que extirparles el poder inmerecido que tiene a Cuba y a tantos cubanos avergonzados y en la miseria total
Infladores de la inflación y mafiosos descerebrados

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