Ayer vi una película que me tuvo la noche en vela. Se trata del film Quiero hacer una película, realizada por Yimit Ramírez y un equipo de intrépidos cineastas cubanos.
No estoy en condiciones ahora mismo de escribir una crítica de la película. Sobre todo porque es tan compleja, inteligente y original que para hacerlo necesitaría una segunda visión. Ello, sin embargo, no me impide pensar que mi futuro como cineasta, y el de tantos otros que como yo se han lanzado o han sido lanzados al vacío en el momento en que estaban alcanzando su definición mejor, depende de la suerte que corra este excepcional debut de Ramírez.
Quiero hacer una película es una obra fundamentalmente transgresora y, como tal, un ejercicio de libertad y coraje extremos. No hace falta vivir en Cuba ni conocer personalmente a Yimit (como es mi caso), para comprender que su film es el manifiesto de su honestidad como artista y, de paso, el manifiesto de toda una generación de cubanos. No quiero ser hiperbólico, pero no hallo otra obra en la filmografía nacional —institucional e/o independiente— que en ese sentido la iguale.
Yimit nos ha regalado, sin aspavientos ni falsas poetizaciones, un film que es émulo del Sin aliento de Jean Luc Godard, uno de los puntos de arranque de la Nueva Ola Francesa. Jugando con los dos términos más usados por el poder cultural y la crítica posrevolucionarios, siempre apurados en precisar un «deber ser» para el cine nacional, este film es responsablemente irresponsable.
Ramírez relata en su primer largometraje una emocionante historia de amor. Los que no lo comprendan así y prefieran clasificarlo como un film políticamente inconveniente o una película porno, tienen en la rutina múltiples razones para hacerlo. No hay tampoco en el cine nacional una historia de amor (o de amistad) que no haya necesitado de coartadas ideológicas, moralistas o aleccionadoras, para justificar su esencia romántica.
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Con menos de lo logrado por Ramírez en QHUP, ha llegado el franco-argentino Gaspar Noé más de una vez al «olimpo» de Cannes, y con ello ha logrado espacios universales para un cine más innovador y arriesgado, tanto desde el punto de vista conceptual como formal.
Pero sucede que el contexto en que tiene lugar el film es la Cuba de hoy, repleta de problemas, contradicciones, polarizaciones; una realidad que se antoja a muchos como laberinto sin salida. Ocurre además que uno de los personajes de la historia, el coprotagónico antihéroe, tiene criterios negativos acerca del «apóstol de la patria». Y acontece, por último, que el antihéroe, en su pasión por filmar lo que pasa a su alrededor, sorprende a cubanos exteriorizando opiniones controversiales durante acontecimientos reales, como la visita de Obama, el concierto de los Rolling Stones, o el anuncio de la muerte de Fidel Castro en un acto público.
Todos esos elementos han sido suficientes para condenar el filme al ostracismo y, lo más probable, para convertir a Yimit en un apestado. Al parecer, nuestros promotores culturales ignoran una máxima elemental: una obra no se «clasifica» por los «bocadillos» que diga un personaje. Parecen olvidar también que un Balzac monárquico fue considerado por Marx como el más perfecto de los historiadores. Así, en lugar de celebrar su nacimiento, las instituciones oficiales cubanas han decidido condenar la obra fílmica más importante de la reciente producción nacional a la muerte.
En la otra orilla, en la segunda ciudad más poblada de cubanos, la cinta hasta ahora está sufriendo el mismo castigo. En tiempos en que yo era el director artístico del Teatro Tower, de Miami, el film y sus autores hubieran gozado de una premier por todo lo alto y una amplia exhibición comercial. Así se hizo con otra obra notable, Santa y Andrés, de Carlos Lechuga.
Tal vez las causas del silencio miamense sean la pandemia de Covid-19, o el recrudecimiento de la sanciones contra la población cubana, que pica y se extiende. Ojalá no sea que el Festival de Cine y el Teatro Tower, ambos bajo las alas del Miami Dade College, prefieran ahora promover panfletos políticos sin mérito artístico para satisfacer los gustos y sensibilidades de la parte del exilio cubano que aún maneja el timón ideológico de la ciudad.
¿Qué diría Martí si se enterara que por preservar su honra se está impidiendo al público cubano disfrutar la mejor actuación femenina que el cine nacional ha dado en toda su historia? ¿Qué diría si supiera que una decisión por parte de enajenados promotores le está cegando el camino al más original de los cineastas del momento?

¿Qué diría Martí si se enterara que por preservar su honra se está impidiendo al público cubano disfrutar la mejor actuación femenina que el cine nacional ha dado en toda su historia?
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El pistoletazo de la censura no solo atraviesa la obra censurada, traspasa de lado a lado el alma de su creador. Lo digo por experiencia. Es una herida que rara vez sana.
Ayer, cuando estaba a media película, sentí miedo. Miedo al vacío en que pueden terminar nuestras vidas. Y detuve la película. Me levanté y fui a tomar un poco de agua. Estaba sin aliento, como en el título de Godard. Y sentí envidia, una envidia desgarradora. Yimit, en noventa minutos cargados de sugerencias sutiles, sabiduría dramatúrgica, acuciosa dirección de actores y desbordado coraje, sin pretenderlo, me había enseñado lo que debía haber sabido desde siempre: que jugándose el todo por el todo es como único se conquista ese misterio que se llama arte.
Como el resentimiento, la envidia es un sentimiento inevitable. Pero ninguna envidia es sana. Por tanto, lo único que nos queda por hacer, a mí y a todos los que se han sentido sacudidos por el film de Ramírez, es ponernos los electrodos y darnos un electroshock; digo, si aún estamos a tiempo.
A veces por las tardes, cuando escribo el guión que supuestamente me llevará de regreso al cine de ficción, tengo la sensación de que, más que un acto de creación, es una sesión de terapia. Después de ver Quiero hacer una película, no puedo sin embargo conceder un segundo más a ese pesimismo. Si necesito verdaderamente volver a filmar, lo tengo que hacer aunque deba esconderme como Tony, el personaje del film, debajo de una cama.
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Parafraseo de nuevo (y pido perdón si parece una lección): una república no se funda como un campamento, una república no crece pidiéndole a sus artistas que usen uniformes, una república perece si se oscurecen las pantallas del arte.
Gracias, Yimit Ramírez. Gracias Neisy Alpízar. Gracias, Tony Alonso. Por robarme el corazón.
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¿Dónde ver QHUP?
Festival de Cine INSTAR: I want to make a movie
12 comentarios
Le deseo que tenga éxitos en sus empeños, pero apures que el tiempo se termina. Saludos.
Quiero ver esa peli. Lei la sinopsis. Ja ja ja ja. Fascinante argumento. ¿Alguna idea de como conseguirla?
Saludos
Solo puedo agradecer y tomarme un vasito de agua, mi corazoncito cleptómano se agita! Gracias, gracias!
La censura se nos parece al periodo enfermiso e inmoral de la inquisición…
Leyendo esto dan ganas de ver la película, pero me echa para atrás que al parecer no haya tenido aceptación en el público general.
Manuel, Perdone que le responda con una pregunta:
¿Cómo puede tener aceptación del público si no ha tenido exhibición comercial, es decir, para el público en general.
Me entró curiosidad después de leer esto y fuí al sitio de festhometv a ver la película. Leer las alabanzas a esta película de alguien que se formó con los mejores directores del cine cubano, y que además es el director de una de mis películas favoritas elevaron mis expectativas a lo más alto. Pero madre mía, que decepción, puro narcisismo, lenta, aburrida. El morbo del sexo, de alegrarse por la muerte de Fidel Castro y de hablar un poco de sandeces sobre Martí es lo único que impide quedarse dormido. En fin, que perdí mi noche de viernes.
El futuro del pueblo cubano mientras este gobierno continúe pululando a sus anchas será de mucha más miseria y horror
Será en todo no solo en el cine cubano
La cultura,la economía , la esperanza y la política en Cuba están corrompidas, apestan. Y que me perdonen los excelentes intelectuales y cubanos decentes, que todavía, a pesar de las circunstancias, se mantienen virtuosos y dignos compatriotas.
CARTA DE JOSÉ MARTÍ A MÁXIMO GÓMEZ
New York, octubre 20, 1884
Sr. Gral. Máximo Gómez
N.Y.
Distinguido General y amigo:
Salí en la mañana del sábado de la casa de Ud. con una impresión tan penosa, que he querido dejarla reposar dos días, para que la resolución que ella, unida a otras anteriores, me inspirase, no fuera resultado de una ofuscación pasajera, o excesivo celo en la defensa de cosas que no quisiera ver yo jamás atacadas, –sino obra de meditación madura: –¡qué pena me da tener que decir estas cosas a un hombre a quien creo sincero y bueno, y en quien existen cualidades notables para llegar a ser verdaderamente grande!– Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que Ud. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente: y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta, y más grave y difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, embellecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo.
Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento: –y cuando en los trabajos preparatorios de una revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer servir todos los recursos de fe y de guerra que levante este espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General?: ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron Uds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra?– Si la guerra es posible, y los nobles y legítimos prestigios que vienen de ella, es porque antes existe, trabajado con mucho dolor, el espíritu que la reclama y hace necesaria: -y a ese espíritu hay que atender, y a ese espíritu hay que mostrar, en todo acto público y privado, el más profundo respeto; –porque tal como es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de gloria o de poder, aunque por ella exponga la vida. El dar la vida constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente.
Ya lo veo a Ud. afligido, porque entiendo que Ud. procede de buena fe en todo lo que emprende, y cree de veras, que lo que hace, como que se siente inspirado de un motivo puro, es el único modo bueno de hacer que hay en sus empresas. Pero con la mayor sinceridad se pueden cometer los más grandes errores; y es preciso que, a despecho de toda consideración de orden secundario la verdad adusta, que no debe conocer amigos, salga al paso de todo lo que considere un peligro, y ponga en su puesto las cosas graves, antes de que lleven ya un camino tan adelantado que no tengan remedio. Domine Ud., Gral,. esta pena, como dominé yo el sábado el asombro y disgusto con que oí un inoportuno arranque de Ud., y una curiosa conversación que provocó a propósito de él el Gral. Maceo, en la que quiso– ¡locura mayor!–darme a entender que debíamos considerar la guerra de Cuba como una propiedad exclusiva de Ud., en la que nadie puede poner pensamiento ni obra sin cometer profanación, y la cual ha de dejarse, si se la quiere ayudar, servil y ciegamente en sus manos. –¡No: no por Dios!: –¿pretender sofocar el pensamiento, aun antes de verse, como se verán Uds. mañana, al frente de un pueblo entusiasmado y agradecido, con todos los arreos de la victoria? La patria no es de nadie: y si es de alguien, será, y esto sólo en espíritu, de quien la sirva con mayor desprendimiento e inteligencia.
A una guerra, emprendida en obediencia a los mandatos del país, en consulta con los representantes de sus intereses, en unión con la mayor cantidad de elementos amigos que pueda lograrse; –a una guerra así, que venía yo creyendo –porque así se la pinté en una carta mía de hace tres años que tuvo de Ud. hermosa respuesta– que era la que Ud. ahora se ofrecía a dirigir; –a una guerra así el alma entera he dado, porque ella salvará a mi pueblo; –pero a lo que en aquella conversación se me dio a entender, a una aventura personal, emprendida hábilmente en una hora oportuna, en que los propósitos particulares de los caudillos pueden confundirse con las ideas gloriosas que los hacen posibles; a una campaña emprendida como una empresa privada, sin mostrar más respeto al espíritu patriótico que la permite, que aquel indispensable, aunque muy sumiso a veces, que la astucia aconseja, para atraerse las personas o los elementos que pueden ser de utilidad en un sentido u otro; a una carrera de armas, por más que fuese brillante y grandiosa, y haya de ser coronada con el éxito–, y sea personalmente honrado el que la capitanee; –a una campaña que no dé desde su primer acto vivo, desde sus primeros movimientos de preparación, muestras de que se la intenta como un servicio al país, y no como una invasión despótica; –a una tentativa armada que no vaya pública, declarada, sincera y únicamente movida del propósito de poner a su remate en manos del país, agradecido de antemano a sus servidores, las libertades públicas; a una guerra de baja raíz y temibles fines cualesquiera que sean su magnitud y condiciones de éxito –y no se me oculta que tendría hoy muchas –no prestaré yo jamás mi apoyo. –Valga mi apoyo lo que valga, y yo sé que él, que viene de una decisión indomable de ser absolutamente honrado, vale por eso oro puro, –yo no se lo prestaré jamás.
¿Cómo, General, emprender misiones, atraerme afectos, aprovechar los que ya tengo, convencer a hombres eminentes, deshelar voluntades, con estos miedos y dudas en el alma? –Desisto, pues, de todos los trabajos activos que había comenzado a echar sobre mis hombros.
Y no me tenga a mal, General, que le haya escrito estas razones. Lo tengo por hombre noble, y merece Ud. que se le haga pensar. Muy grande puede llegar a ser Ud., –y puede no llegar a serlo. Respetar a un pueblo que nos ama y espera de nosotros, es la mayor grandeza. Servirse de sus dolores y entusiasmos en provecho propio, sería la mayor ignominia.– Es verdad, Gral., que desde Honduras me habían dicho que alrededor de Ud. se movían acaso intrigas, que envenenaban, sin que Ud. lo sintiese, su corazón sencillo; que se aprovechaban de sus bondades, sus impresiones y sus hábitos para apartar a Ud. de cuantos hallase en su camino que le acompañasen en sus labores con cariño, y le ayudaran a librarse de los obstáculos que se fueran ofreciendo –a un engrandecimiento a que tiene Ud. derechos naturales.– Pero yo confieso que no tengo ni voluntad ni paciencia para andar husmeando intrigas, ni deshaciéndolas. Yo estoy por encima de todo eso. Yo no sirvo más que al deber, y con éste, seré siempre bastante poderoso.
¿Se ha acercado a Ud. alguien, Gral., con un afecto más caluroso que aquél con que lo apreté en mis brazos desde el primer día en que le vi? ¿Ha sentido Ud. en muchos esta fatal abundancia de corazón que me dañaría tanto en mi vida, si necesitase yo andar ocultando mis propósitos para favorecer ambicioncillas femeniles de hoy o esperanzas de mañana? Pues después de todo lo que he escrito, y releo cuidadosamente, y confirmo, a Ud., lleno de méritos, creo que lo quiero: –a la guerra que en estos instantes me parece que, por error de forma acaso, está Ud. representando, –no-.
Queda estimándole y sirviéndole
JOSÉ MARTÍ
Al leer esto siempre me quedo con la misma sensacion; me hubiese gustado escuchar que dijo, y como lo dijo, Gomez para motivar esta respuesta. La actuacion de Gomez, posterior al triunfo, no deja dudas con relacion a sus ambiciones personales; rechazo el poder cuando se le servia en bandeja de plata y jamas pidio o tomo nada para si o para los suyos, vaya diferencia con otros “caudillitos” contemporaneos y posteriores.
Bueno. Hay gente peor. Si China gana esta guerra, tendremos que aprender a hablar mandarin. Afortunadamente, yo no estare vivo para quejarme y leer los vitores de Cubadabate
Gracias
Yo vi la semana pasada esta película en el Festival de Cine Instar (en la plataforma festhome) sin tener ni una sola noticia previa de esta, y me impactó exactamente su arrojo, su originalidad y la fascinante capacidad de lograr hacernos creer que, más que ficción, es como un documental casero. Yo solo soy una simple consumidora de cine, una cinéfila por puro gusto, no una experta; así que desde ese gusto debo decir que, en su artesanía, su naturalismo, su subversiva honestidad, su valentía y sus actuaciones, esta me parece una de las películas cubanas más brillantes de los últimos tiempos.
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