A lo que me refiero cuando digo taxi

por Jorge Bacallao Guerra
taxi

Veo venir un taxi. No, veo venir algo que podría ser un taxi. Me preparo: acelero el ritmo de respiración, sacudo levemente las manos. Chequeo los posibles rivales y evalúo sus posiciones relativas. Hay tres señoras que vienen juntas; esas pierden conmigo, que ando solo. El tipo de la maleta grande también está en desventaja. Aun así, extiende la mano con el índice en alto y le da dos vueltas al antebrazo (está queriendo decir: voy hasta la rotonda de la Ciudad Deportiva). El taxi (confirmado, es un taxi) amaga con acudir y enseguida siento la sensación inconfundible que provoca la adrenalina. Me solidarizo por décimas de segundo con cada pirata que intentó un abordaje alguna vez. «Vamos, que tú puedes», me digo para darme fuerzas.

Así más o menos, empiezan cada día mis mañanas: aventura. Y la aventura para un día está bien, pero en dosis muy altas estresa y como cualquier caballero Jedi sabe, el stress lleva a la ira, la ira lleva al odio y el odio te conduce al lado oscuro.

En casi cualquier parte del mundo un taxi es un vehículo con chofer y taxímetro. Aquí en Cuba, para calificar un taxi, habría que agregar una lista de identificadores bien extensa y variopinta. Y suavizar lo del taxímetro, porque sería demasiado pedir.

Puede utilizar gasolina, petróleo o combustible doméstico entubado (léase, gas de balita). No hay distinción de marcas, modelos o fechas: puede ser un Audi del año, un Fiat Polaco o un Plymouth Fury del 58. Puede ser por fuera un jeep Willis y por dentro un Lada, o por fuera un Lada y por dentro un Volkswagen escarabajo. La variedad tiende a infinito, como sucede con la vertiente musical del asunto, que también se antoja estocástica. Puedes encontrarte reggaetón, ópera o incluso Radio Reloj, y si tienes suerte, puede hasta tocarte un chofer que cante.

Hay cosas que sí están claras. Por ejemplo, la primera frase del chofer va a ser invariablemente una de estas dos opciones: «Socio, no me vayas a tirar la puerta» o «Amigo, tíreme la puerta bien duro». También es una verdad establecida que los pasajeros prefieren ventanilla. Algunos matarían por ella, y la mayoría miente con tal de obtenerla, con la clásica frase: «Pasa tú, que yo me quedo…» y que en realidad quiere decir: «Pasa tú, que yo me quedo con la ventanilla».

La suerte es que en el mundo, en ocasiones, la justicia se manifiesta de manera imprevista, y el taxista, con tal de ganar un poquito más, coloca en el asiento trasero a cinco personas. No es posible, usted dirá. Lo es. No es magia, es ciencia. Se emplea el método del zipper humano: el primero se inclina hacia adelante, el segundo hacia atrás, el tercero hacia adelante, y así sucesivamente. La naturaleza misma del procedimiento hace que la persona que tanto luchó por la ventanilla, no la disfrute, pues está inclinada hacia adelante y hacia un lado (la persona, no la ventanilla), porque el asiento trasero se hunde en el medio, los cuerpos cambian de nivel y las cabezas se acercan.

Los pasajeros están tan apretados en el asiento trasero que si se durmieran soñarían lo mismo. El pasajero más incómodo es —adivine quién— el de la ventanilla, que para mantener el equilibrio debe colocarse bajo el brazo la puerta del auto (pura justicia).

Desafiando la lógica, esa situación de incomodidad a los cubanos los pone conversadores. Comparten experiencias, opiniones y defienden a ultranza puntos de vista sobre cualquier tema: precios del agro, efectos del calor, posibles finales de las telenovelas en transmisión, si Cristiano Ronaldo es mejor que Messi y un largo etcétera. Estas conversaciones se solapan, se cruzan, se imbrican, se atan y desatan, desafiando la capacidad de concentración y el intelecto. Cada pasajero-orador intenta que su criterio prevalezca y la mejor herramienta es casi siempre aumentar los decibeles, en detrimento de la calidad del argumento. Todo esto, recuerde siempre, con reggaetón de fondo. Hay quien no soporta la tensión y claudica, o explota. Se baja, tira la puerta y grita: «Deja que llegue el último capítulo de la novela para que veas que Messi sí se queda con Cristiano».

Otro detalle sorprendente es que el taxista, chofer o botero, nunca revela para donde va. Es como si pertenecieran a una secta que tiene como ordenanza primera no divulgar el destino. Muchos optan por no responder y otros, por una versión mejorada del cuento de La Buena Pipa. No me crea, haga la prueba. ¿Chofe, para dónde va? ¿Para dónde vas tú? ¿Pero no me puede decir para dónde va?  ¿Para dónde vas tú? ¿Pero usted va a cambiar la ruta por mí?  ¿Para dónde vas tú? y así sucesivamente…Repito: no me crea, pruebe.

Confieso que he estudiado detalladamente cómo dirigirme al taxista para maximizar la probabilidad de que me lleve. He sido víctima de respuestas crueles y desenfadadas. Una vez pregunté: Chofe, ¿41 y 42? Me gritó: ¡83! Y aceleró. Y otra vez: Chofer, ¿Víbora? Y tú, ¡Anaconda! Así que he aprendido, en materia de taxis, a dosificar la educación formal. Pedir de favor que te dejen donde puedan, puede significar bajarte un par de buenos kilómetros después de donde tenías planeado. Tengo algunas estrategias que funcionan, y las comparto con usted.

  • Súbase al taxi primero y después pregunte para dónde va. Siempre habrá tiempo de bajarse en caso de que no le convenga.
  • No deseche un vehículo por incómodo. El siguiente podría no pasar nunca. En buen cubano: la luz de adelante es la que alumbra.
  • Espere lo mejor y prepárese para lo peor. No se asombre de nada. La ventanilla puede que no suba, que no baje, o que no exista. La puerta puede que no cierre, o que no abra. Usted tranquilo. Que nada le empañe la sonrisa.

El tema es profundo y espinoso. Se quedan muchísimas cosas por decir. Yo, por mi parte, después de escribir esta líneas voy acostarme temprano y a descansar, que mañana me espera un día complicado.  Uno de esos días que empieza tratando de subirme a donde usted ya seguro se imagina.

5 comentarios

Manuel Figueredo 26 agosto 2023 - 8:43 AM

Buena la narrativa y la vivencia. A veces pienso que yo no viví en esa parte del planeta, pero tengo que asumir que sí. Trato de no recordar , porque entre más recuerdo más me amargo la vida. Feliz Sábado para todas y todos.

Yasser 26 agosto 2023 - 2:12 PM

Sin perder la costumbre, narrativa adictiva que no sabes cuando acaba la comedia y comienza el drama. Muy bueno el cuento. Nosotros los cubanos necesitamos más textos como estos. Felicitaciones.

José Vázquez 26 agosto 2023 - 6:38 PM

Brillante!!!
Es cierto todo y coincido que falta mucho en ese tema. Por ejemplo…” Las secuelas conductuales en ambientes ajenos”:
La primera vez que viajé al exterior paré un taxi… Que paran!!!
Metí la cabeza por la ventanilla al mejor estilo cubano y le pregunté, también por el reflejo condicionado de ser cubano:”Chófer va para”…?
En ese momento me sentí más incómodo que E.T. montado en la bicicleta: “Yo voy para donde UD diga, caballero”…. Fué la primera vez que fui caballero!!!!

Alejandro 26 agosto 2023 - 8:22 PM

Genial como siempre.

haha75 IVI 27 agosto 2023 - 6:32 AM

Triste realidad, por desgracia, tratada con mucho humor.
El hecho es que La Habana tenía una red de tranvías muy buena (http://www.tramz.com/cu/hb/hbm2.html) hasta 1952, cuando la empresa privada que la gestionaba decidió que ya no ganaba suficiente dinero y la cerró.
Se puede culpar a la gestión comunista de la isla, pero fue una decisión puramente capitalista, tomada mucho antes de que Fidel Castro llegara al poder…

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