Monte…

por Eduardo Del LLano
monte

En abril de 2004 empezamos el proyecto Sex Machine. Frank Delgado me había sugerido filmar algún cuento breve con una cámara que acababa de agenciarse, una Sony de 1 CCD que cabía en su mano. Yo recién había escrito Monte Rouge, una historia satírica acerca de ciertos Servicios de Seguridad que visitan a un ciudadano proclive a criticar al gobierno, le anuncian que ocultarán micrófonos en su casa, le piden que los ayude a escoger una habitación apropiada, que resulta ser el baño por razones acústicas, y le orientan que en lo adelante haga allí sus críticas. Sin retratar exactamente el modus operandi de la Seguridad Cubana —el presupuesto inicial era demasiado absurdo—, de alguna manera pretendía desacralizar una zona de la realidad de la que solo se hablaba, en televisión o cine, en términos épicos. Era una buena historia, que por otra parte no requería sino de tres actores y una locación.

Nada más llamarlo, se sumó Luis Alberto García, y ahí fue cuando la cosa empezó verdaderamente a parecer real. Yo interpretaría el personaje menos conspicuo, de manera que faltaba un tercer actor; le ofrecí el papel a tres figuras conocidas, que declinaron involucrarse por razones que prefiero no juzgar, hasta que, a tres días de la fecha de rodaje convenida, Luis Alberto llamó a Néstor Jiménez y le dijo «esto es así: no hay dinero, la historia está en candela, no tenemos tampoco recursos, le ofrecimos el papel a fulano y mengano, pero no pueden o no quieren o no se atreven. Va a dirigir Eduardo, que cuenta con experiencia como guionista, pero no como realizador. La filmación es en tres días y tienes que venir por tus medios. ¿Estás adentro?» y Néstor, sin dudarlo un segundo, dijo «Claro».

 Fijamos el rodaje para el sábado 15 de mayo. Ensayamos un par de veces en la sala de mi apartamento en el Vedado. Frank, que fungía como productor, había conseguido una buena locación, una casa enorme en Playa. Hasta allá fuimos Raúl Pérez Ureta y yo (Raúl, uno de los mejores directores de fotografía de América Latina, con quien yo había trabajado como guionista en varios proyectos, socio y además, por entonces, vecino mío) e hicimos un croquis de los emplazamientos de cámara y el movimiento escénico. El día antes del rodaje, Frank se apea con una noticia terrible: la persona que ofrecía el apartamento se había arrepentido, estaba involucrada en trámites de salida del país y no quería llamar la atención, y ahora tenía miedo de que acceder a que se filmara una película independiente en su casa fuera una manera de señalarse. Fuimos otra vez Raúl y yo a varios sitios, incluida la vivienda del propio Frank en el reparto Flores, pero nada nos convenía.

 A las ocho de la noche, con el rodaje a la mañana siguiente, Raúl me pregunta si no podría ser en mi apartamento. Yo estaba recién divorciado, apenas si me hablaba con la madre de Eva, mi hija pequeña, y ese fin de semana me tocaba quedarme con la niña. Llamé a la madre y le rogué que cambiáramos turnos. Rogué mucho y muy rápido; accedió. Luego faltaba convencer a mis padres —vivía con ellos— que igual transigieron a regañadientes, más impresionados por el hecho de tener en casa a Luis Alberto y Néstor, que por su fe en mi valía como director. Fe que, por otra parte, ni siquiera yo tenía. Había dirigido el grupo NOS-Y-OTROS durante varios años, escrito y montado muchas piezas con ellos, y escribí varios guiones para Daniel Díaz Torres, Gerardo Chijona y Fernando Pérez, pero en mi vida había dirigido cine. Eso, a los cuarenta y dos años, y con semejantes actores confiando en mí. Vaya, que el sábado por la mañana podría ocurrir cualquier cosa.                

 El rodaje me obligó a aprender sobre la marcha. Todo el mundo excepto yo sabía lo que estaba haciendo, pero fueron tan amables de actuar, como si en verdad los dirigiera. En fin, un poco sí que lo hice, y no solo a los actores. El plano secuencia en que Nicanor critica al agente Rodríguez y este le replica dando una vuelta completa en torno a la mesa fue una idea mía en la que insistí, a pesar de que Luis Alberto, por ejemplo, no lo veía de ese modo, y resultó además muy difícil de filmar, en un espacio tan chico, sin revelar parte de la arboladura técnica (aun así se ve un filito de un soporte de luces, que puede ser cualquier cosa, y el reflejo del micrófono boom en el cristal de la ventana, que no puede ser sino el reflejo del micrófono boom en el cristal de la ventana). Con todo, creo que es uno de los planos más interesantes del corto.

 Empezamos por la escena en la entrada del apartamento, por más de una razón. Eran los únicos planos a rodar fuera de territorio privado, lo que implicaba que cierto vecino lenguaraz podía interesarse por los diálogos y poner mala la cosa. El tipo, de hecho, pasó por allí, pero supongo que reconocer a Luis Alberto y Néstor le resultó suficiente.

 La filmación tomó dos días. Como era en mi casa, mis padres y yo tuvimos que compartir cama la noche del sábado al domingo con muebles y maletas que fueron removidos de sus sitios y no volvieron a ellos hasta el final del segundo día. El domingo por la mañana había una gran marcha popular, por algún motivo patriótico de esos, de manera que no conseguimos empezar a las diez como planificamos sino a la una, que fue cuando Luis Alberto pudo llegar sorteando las calles llenas de gente y guaguas. Néstor se bloqueó con uno de los parlamentos y tardamos cosa de dos horas en conseguir que lo dijera a mi gusto y sobre todo al suyo, filmando su texto por frases y trozos de frases. Después, al editar, quedó perfecto, pero la verdad es que fue un momento de angustia, pues estábamos obligados a terminar antes de que se fuera la luz del sol y no teníamos dinero ni posibilidades de hacer un tercer llamado el lunes.

 Yo estaba muy nervioso, no solo por dirigir una película por primera vez en mi vida, sino por atreverme a debutar como actor al lado de dos de los mejores. Salió bien, creo, no tanto por mis virtudes histriónicas como porque en el corto hablo bastante poco.

 Terminamos el rodaje a eso de las siete. Estaba feliz. En un mes y algo tenía un viaje a Austria; decidí ocuparme de la posproducción a mi regreso. Para empezar, no conocía a ningún editor, y todo el mundo me hablaba de que esa gente cobraba caro. Por el momento, yo era feliz con esos dos casseticos miniDV que guardé en una gaveta. Aquello había costado la fabulosa suma de quinientos dólares, abonados por Frank y por mí, y dos días de trabajo. Pero allí estaba, potencialmente, mi película.

4 comentarios

Eddy 27 agosto 2023 - 8:55 AM

Un relato muuuuy bien contado.

Eduardo del Llano 28 agosto 2023 - 9:54 AM

Yo lo conozco de primera mano.

Livio Delgado 27 agosto 2023 - 10:16 AM

Lo he vuelto a ver en Youtube, filmado en el año 2004, tremenda luz, salí de Cuba en el 2002 y claramente hablaba mal del gobierno, bueno hablo mal del gobierno, pero tremendos cog……. tiene usted compadre y una imaginacion para hacer este guión envidiable.
El otro día vi nuevamente Fresa y Chocolate, increíble cómo en el tiempo temas y formas de decir son tan actuales, bueno tendría que volver a ver Memorias o La muerte de un Burocrata. “Isla detenida en el tiempo” en un tiempo que nada se detiene.
En ocasiones, muchas, no coincido con sus criterios y posteos pero esa serie de cuentos cortos de Nicanor y sus guiones me obligan a reconsiderarlo reiteradamente.

Aldo 27 agosto 2023 - 11:09 AM

Absolutamente ídem.

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