Congreso, cena de blanco, castigos y más

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La prensa que no llega

El XI Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) es noticia esta semana.

La cita comenzó el 2 de noviembre y concluyó al día siguiente con la presencia del presidente Miguel Díaz-Canel, además de otros altos funcionarios del gobierno.

En los debates se reconoció la «crisis del modelo de prensa cubano». En particular, la falta de credibilidad, el éxodo de profesionales y la urgencia de que los medios tengan una economía sostenible.

Díaz-Canel aseguró en su intervención que el gobierno impulsará, como parte de sus políticas de comunicación social y desarrollo digital, «el proyecto de perfeccionamiento de la prensa».

Esto significa que a pesar de tantas propuestas teóricas y normativas para renovar el periodismo cubano, cada vez se hace más evidente la caducidad del modelo de prensa partidista. Periodistas y públicos reclaman una prensa más profesional y comprometida con las agendas ciudadanas.

Por otro lado, el sector de la comunicación no ha estado exento de la crisis que viven las organizaciones estatales: exiguos salarios que pierden su poder de compra ante la inflación, exceso de burocratismo, malas condiciones laborales, verticalismo… No es de extrañar entonces que muchos profesionales hayan decidido salirse de las redacciones y probar suerte en otros empleos o fuera del país.

Opinamos que este congreso de la Upec, como ha ocurrido en anteriores ocasiones, permitió un debate bastante sincero sobre la situación actual del periodismo cubano; sin embargo, no basta con señalar recurrentemente los problemas obvios de los medios estatales si las causas estructurales que los provocan se mantienen intactas. Es el ciclo sin fin de la serpiente que se muerde la cola.

La prensa estatal, si quiere ser realmente una prensa pública, necesita modificar su subordinación al Partido Comunista de Cuba y transitar a un modelo autónomo, sin supervisiones excesivas, que privilegie el servicio a la ciudadanía.

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Castigo o advertencia

En la semana que concluyó también fue noticia la polémica provocada por el joven que usó como disfraz un uniforme de las SS nazi en el centro cultural Maxim Rock, de La Habana.

El Instituto Cubano de la Música decidió cerrar el sitio hasta que se esclareciera lo que calificó de «deleznable suceso».

A lo largo de la semana prosperó la discusión sobre el incidente y algunos detalles fueron saliendo a la luz. Una revista cubana sobre rock logró entrevistar a la persona que provocó tanto revuelo con su vestimenta: «Me resulta sumamente sorprendente la enorme controversia generada en torno a mi disfraz. Si te soy sincero, elegí esa opción porque el espíritu de Halloween implica representar la maldad», dijo.

Aunque la revista protegió su identidad, finalmente trascendió a los medios no estatales que se trata de Josué Forcelledo, un estudiante de educación artística residente en la provincia de Mayabeque.

Finalmente, el 3 de noviembre el Instituto Cubano de la Música anunció la reapertura del centro cultural, después de expulsar al subdirector de la Agencia Cubana de Rock y a dos especialistas. Otros cuatro funcionarios fueron sancionados con medidas menos drásticas.

Esto significa que el hecho causó tanto repudio en las autoridades culturales cubanas no solo porque se interpretó como una apología al nazismo, sino por el contexto en el que trascendió. No es la primera vez que la fiesta de Halloween es criticada por la prensa estatal por considerarla una práctica extranjera impuesta. El término de «colonización cultural» volvió a sobresalir en el comunicado del Instituto Cubano de la Música, sin que quedara claro si la «violación de las directivas para la programación cultural» fue el disfraz en sí o el hecho de celebrar Halloween.

Nuestra opinión es que, si bien puede ser preocupante la banalización de algo tan serio como el nazismo, el castigo no puede ser la única forma de evitar que actos similares ocurran. La mayoría de los jóvenes que estaban en el lugar, y no vieron nada ofensivo en el disfraz, seguirán pensando exactamente igual.

La política cultural y educativa debe buscar la reflexión profunda que promueva un sujeto crítico capaz de comprender las complejidades de fenómenos como el fascismo, que no murió con el suicidio de Hitler y la disolución de las SS. Las medidas anunciadas hasta ahora no parecen aportar mucho en este sentido.

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Mariel, 10 años después

Es noticia que la Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM) cumple 10 años. El aniversario fue celebrado con un acto al que asistieron el expresidente  Raúl Castro y el actual mandatario Miguel Díaz-Canel.

La presencia de Raúl Castro, que sólo acude a señalados eventos, significa que el gobierno cubano sigue atribuyendo un papel central a la ZEDM en su proyecto económico, a pesar de que las expectativas iniciales no se han cumplido.

Opinamos que despertar el potencial del Mariel requerirá una política más abierta, menos normativa, que la implementada hasta ahora. Según expertos, la ZEDM ha recibido inversiones 25 veces menores a las aspiraciones que se tenían en 2013.

Inspirada en experiencias de China, la ZEDM ha tenido que sobrevivir en una Cuba descapitalizada, donde, además de las sanciones de EE. UU., las autoridades demoran en otorgar licencias y desestimulan a numerosos inversores. Así no fue como lo hizo China.

 

La Cena de Blanco, otra vez

También fue noticia que La Habana volverá a ser sede, este 11 de noviembre, del evento Dîner en Blanc (Cena de Blanco), un peculiar banquete que se ha celebrado en muchos países desde 1988 e involucra a miles de personas.

Se trata de una cena de lujo con más de 350 invitados todos vestidos de blanco que deben reservar previamente su participación. Los platos y bebidas costarán desde 65 USD y 18 USD respectivamente, y sobre el precio de inscripción circulan varias cifras en medios no estatales que rondan entre los 140 USD y los 170 USD.

El evento ya había tenido su sede en La Habana en abril de 2019, y a diferencia de la actual edición, fue incluso reseñado por medios oficiales en la Isla. Ahora involucrará a empresas estatales y privadas junto a agrupaciones insignias como Van Van.

Esto significa que Cuba sigue haciendo alianzas con organizaciones y grupos extranjeros influyentes para atraer grandes eventos que puedan captar turismo, sector por el que apuestan las estrategias de gobierno para reanimar la economía.

No obstante, el acontecimiento no ha estado exento de polémica, y medios afiliados a la oposición han criticado la realización una cena opulenta en un país que atraviesa una crisis de seguridad alimentaria.

Otros usuarios en redes sociales, incluso cercanos a la postura del Estado cubano, también han expresado su molestia por el «halo burgués» que envuelve la actividad y se han preguntado qué cabida debería tener en un país declarado socialista.

Nuestra opinión es que cancelar la cena no tendrá ningún efecto sobre la crisis alimentaria que vive la Isla. Por otro lado, el evento ha sido celebrado en otros países en los cuales también una franja de la población tiene restringido el acceso a los alimentos, sin que haya provocado esa oleada de críticas.

Lo que sí debiera exigirse en todo momento es transparencia a las empresas estatales involucradas sobre la redistribución de los beneficios de estos grandes eventos y cuánto de lo recaudado se invierte en medidas para superar la crisis.  

Sobre el «peligro» de darles cabida a narrativas burguesas en un Estado declarado socialista y que ha hecho del anticapitalismo su principal bandera política, cabría preguntarse qué posibilidad tiene un modelo socialista «puro» de sobrevivir en un mundo —y un mercado— dominado por las lógicas del capital. Tal vez lo que se deba cambiar sea el discurso.

2 COMENTARIOS

  1. 1. Que hace un jefe de estado en una reunión del gremio de la prensa, prometiendo además reformarla?

    2. Me alegro que no haya sido clausurado el Maxim Rock, no hubiera tenido sentido. Sin embargo, en mi respetuosa opinión, el estudiante de educación artística necesita informarse sobre Halloween.

    3. El hecho de que la ZEDM no haya dado los resultados esperados no es una sorpresa. Atraer inversión extranjera, lo cual no es necesariamente una tabla de salvación, va más allá de las rebajas fiscales, de los períodos de gracia y de exprimir al país para pagar la deuda externa. Ciertamente, demoras innecesarias en otorgar licencias deberían ser reducidas al máximo posible. Pero, haciendo todo esto, si acaso, atraerán a los chinchaleros y nunca ganaremos verdadera soberanía monetaria. Nadie va a venir a ponernos las superindustrias de alta tecnología en la mano. El alto valor agregado y la alta tecnología los tenemos que poner nosotros, y cuando un inversor se percata del potencial, entonces viene y hace la cola que tenga que hacer porque le interesa. Por supuesto, esto lleva funcionarios estatales visionarios, dinámicos y pro-activos con un serio programa de industrialización y con mente abierta (como en Corea del Sur, Singapur, China o países nórdicos) y lleva además una mano de obra calificada y con la relativa libertad de aportar ideas, que pueda absorber lo mejor del conocimiento mundial y que pueda regresar y aplicarlo, encontrar oidos creativos, mentes abiertas. Una buena parte de esa mano de obra existe, pero no está en Cuba, y el gobierno no tiene idea de cómo inspirarlos. No sé si le interesa siquiera. Tampoco quiere escuchar la opinión de nadie, a menos que no sea cubano. Y los jóvenes calificados que nos quedan se van o se marchitan o temen opinar ( y yo no los culparía por esto). No es una sorpresa que la ZEDM no haya dado los resultados esperados.

    4. No creo que se necesite evitar la entrada de narrativas burguesas en el estado cubano, pues creo que nunca se han ido. Una cosa es el discurso público, nunca sometido al libre escrutinio y al debate democrático, y otra cosa son las espectativas privadas de los miembros de los cuerpos públicos. Estas últimas no tienen siempre que necesariamente oponerse al espíritu público. Existen en todos lados funcionarios públicos con ganas hacer avanzar a sus países, pero a juzgar por la forma que han tomado las propuestas de actualización y ordenamiento monetario en nuestra isla, es plausible inferir un tipo de visión encartonada sobre la dicotomía socialismo/capitalismo. Muy pocos de los políticos cubanos de la isla ha vivido largo tiempo en otros países, y mucho menos captado los matices de otras formaciones socioeconómicas. En mi opinión, creo que no es necesario aferrarse a un socialismo «puro», pues eso no existe. Hay diversos proyectos que han llevado el brazalete y han sido, y son, muy distintos entre sí. Lo mismo ocurre con las economías capitalistas. Si los funcionarios cubanos de la isla creen que su visión, en mi criterio cuasi-estalinista, del socialismo es la única que existe, y además nos han hecho creer esto a todos los cubanos, entonces no hay futuro posible para proyecto socialista alguno en Cuba. Si los funcionarios cubanos creen que sobrevivir en un mundo dónde reine el mercado significa empobrecer a los más pobres, desfavorecer a los pensionados, etc (todo lo que Alina ha venido denunciando), entonces tampoco va existir un mercado funcional en Cuba, pues no habrían aprendido nada de la debacle neoliberal, junto con sus consecuencias sociopolíticas (fascismo por todas partes) que presenciamos en vivo y en directo estos dias en todo el mundo, particularmente, aunque no exclusivamente, en el mundo industrial desarrollado del atlántico norte. Es como si anduviéramos aplicando lo que pasa fuera de Cuba con retardo, totalmente desfasados, retrasados respecto a las circunstancias. Ahora que ya el mundo entero sabe que ningún jueguito al lujo va a resolver algo, probablemente todo lo contrario, es cuando el gobierno cubano decide jugar a la desigualdad. Ciertamente, el anuncio de una cena como esa bajo las condiciones del país puede insultar a unos cuantos, y con razón. Sin embargo, en lo que a mi respecta, no creo que la cena y su exclusividad, a pesar de estar mal situadas, sean necesariamente el problema. El problema, en mi criterio, es que me parece que no saben hacer otra cosa.

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