Nuestro presente constituirá la historia de nuestro futuro. Todos los seres de este mundo formamos parte de ella, de sus giros y volteretas, que en fin no son caprichos de dioses, sino el producto de las leyes y principios que rigen al hombre, a la naturaleza y la sociedad. Mas, existen algunos que tuvieron en su presente la oportunidad de ser testigos de grandes hechos históricos o poseyeron la dicha de conocer a hombres que cambiarían la historia del mundo para siempre. Un niño cubano de once años, de nombre Orlando González Cuesta, junto con otros seis pioneros experimentó el regocijo de viajar a Chile y estrechar sus manos con las de Salvador Allende, de palpar en vida al primer presidente marxista que democráticamente alcanzó el poder.
Después de transcurrir 39 años del viaje a ese hermano pueblo que constituyó la primera visita de pioneros cubanos a tierras latinoamericanas, Orlando nos cuenta acerca de la génesis del viaje: “Todo comenzó en el año1971 cuando mi grupo de 6to grado de la escuela José Martí, en Colón, visita Varadero. Allí nos encontramos con Mario Vallejo, gerente de la Industria Azucarera Nacional Sociedad Anónima (IANSA) de Chile. Él entabla una conversación con todos los muchachos del grupo y queda sorprendido por la madurez de nuestros pensamientos. Nuestra plática fue la más extensa, dialogamos sobre el sistema de funcionamiento de la organización de pioneros y ambos ganamos simpatía uno por el otro. Él prometió mandarme sellos y libros de su patria. Estos regalos los recibí poco tiempo después, junto con una carta que me explicaba sus intenciones de lograr un intercambio entre pioneros cubanos que fueran hijos de obreros azucareros y niños chilenos. Además, transmitía sus deseos de que yo también visitara su país como invitado principal, a pesar de no proceder de una familia obrero- azucarera.
Cuando Orlando habla sobre la materialización final del sueño de Vallejo, le expreso cierto halago: “Tienes el mérito de haber constituido el principal inspirador de ese fraternal encuentro”, lo cual refuta con modestia: “El viaje no se realizó gracias a mí, sino a dos gobiernos que en determinadas circunstancias históricas, se proponían lograr una sociedad más justa. En el Chile de Pinochet y la Cuba de Batista esa reunión amistosa hubiera sido imposible de efectuarse.”
Los mejores recuerdos llevan latente en sí mismos las emociones que experimentamos cuando en un tiempo pasado los vivimos realmente. El niño que fuera antes Orlando se asoma tras un par de ojos alegres, como queriendo salir del rostro con bigotes y cabellera plateada que lo esconde. Haciendo retroceder su mente al pasado, Orlando evoca cada momento vivido en la tierra de O`Higgins:
“Nuestra delegación de pioneros, formada por 4 niñas y tres varones, llegó a Chile el 16 de abril de 1972. Una vez allí fuimos recibidos por niños y dirigentes de ese país y poco después nos reunimos con el embajador cubano Mario García Incháustegui. Luego tuvimos el honor de presenciar un discurso del canciller de la dignidad Raúl Roa, que participaba en una reunión de la Agencia de la ONU para el Desarrollo. Horas después, recorrimos en un viaje itinerante diversos centros estudiantiles, de trabajo y recreativos de Valparaíso, Cerro Placeres, Conchalí, entre otros. Al día siguiente sucedió uno de los hechos más gratificantes de mi vida, pues saludé personalmente a Salvador Allende. El encuentro con el primer mandatario chileno se efectuó en el Palacio de la Moneda, donde nos obsequió ponchos, huasas y bellos libros. Nosotros le ofrendamos Discos con la segunda Declaración de la Habana, fotografías de Fidel junto a él y objetos artesanales cubanos.”
Al interrogarlo sobre las características de la situación económica, política y social que pudo percibir en esa etapa en Chile responde:” la condiciones en la que encontré a ese país significaron para mí un impactante golpe. A pesar de los esfuerzos del programa de la Unidad Popular (coalición de partidos políticos de izquierda y partidos socialistas chilenos) para ayudar a los más oprimidos, existían zonas de extrema pobreza, sin embargo, habían otras de mucha opulencia. Por otra parte las manifestaciones de la oposición sacudían a la nación. Había lugares, como la cuidad de Concepción, por los que teníamos que transitar de forma encubierta, debido a marchas y huelgas violentas organizadas por partidos de la derecha.”
Sobre sus apreciaciones acerca del nivel de manejo de la información por parte de los medios de prensa oficialistas y su influencia en la caída del gobierno democrático de Allende, este hombre de pensamiento profundo afirma: “Muchos periódicos y publicaciones chilenas obraban para desinformar a las masas y confundirlos. Recuerdo que durante mi estancia leí en un periódico conservador una nota informativa de título:” Ahora los cubanos envían espías a Chile disfrazados de niños”. Los chilenos veían a los cubanos como personas bárbaras, pues otro incidente prueba de ello es la pregunta dirigida hacia nosotros que si en Cuba a los niños de familias contrarias a Fidel, los enviaban a Rusia para la confección de latas de carne.”
El 11 de septiembre de 1973 los pueblos de América toda vieron ahogarse en sangre y sufrimiento una esperanza de cambio y un cubanito de solo 13 años lloró sin consuelo, porque sabía que tras la muerte de Salvador Allende el porvenir de Chile sería aciago y doloroso.
“Cuando conocí la noticia me encontraba en un campamento de trabajo productivo en Jagüey Grande, por supuesto no tenía a mis padres al lado y estaba deseoso de verlos para llorar con ellos, dialogar sobre las causas que condujeron a ese golpe y sobre las consecuencias que traería para Chile y América. Tenía cierta noción de lo que pasaría, porque si cuando Allende era presidente, la oposición tenía tanto poder, después de su muerte reinaría la desdicha, el sufrimiento y la muerte. No podía creer que ese hombre de carácter jovial, digno, sencillo humilde no existiera más físicamente.”
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