Ya es casi mediodía. Llevo cuarenta minutos en la parada esperando el milagro del transporte público. Sí, porque quién lo duda, que una guagua aparezca y te puedas montar en ella, es un milagro en toda regla. Hoy decidí que debía salir en busca de algo para comer. Pasé toda la mañana dando vueltas por la ciudad, y el panorama aterrador de las grandes colas casi me hizo desistir de mi propósito. Casi.
El hambre es una mala palabra con el don de la tragedia, así que me involucré en una de esas colas. Después de ver que en las dos horas y algo que estuve allí apenas habían entrado seis o siete personas, y haciendo un poco de cálculo elemental, viendo la multitud que tenía por delante, desistí con resignación. Estar todo el día parado al sol, o sentado en la acera como un perro triste, no me hacía ninguna gracia, más cuando había la posibilidad de no alcanzar el paquete de muslos de pollo que allí vendían.
Y seguí en la búsqueda infinita y paciente, no de la sabiduría ni del bienestar del espíritu, sino del básico sustento que te ayuda a ir tirando. Y es que el asunto de la comida es una cosa seria. Puedo pasar días lavándome la boca sin crema dental, bañándome con una lasca de jabón llevada hasta la miseria misma, reciclando a más no poder el pomito de desodorante que sientes como si te mirara con lástima cada vez que intentas resucitar su contenido.
Hay escaseces tolerables hasta cierto punto cuando no te queda más remedio, pero no puedes pasarte quince días o un mes sin comer, a no ser que una fe poderosa te lleve a una huelga de hambre por una buena causa. Pero eso no me toca a mí, no tengo madera de héroe.
Y seguí mi caminata. Salí de la casa a eso de las siete. A las diez de la mañana todavía daba vueltas de aquí para allá, y solo pensaba que para la cena no tendría con qué acompañar el fufú de plátano. Sí, fufú de plátano, o es que no sabes que el arroz de la tan llevada y traída canasta básica normada no da ni para quince días, y que el arroz liberado desapareció por completo. Gracias que ha habido plátano todos estos meses, no ha faltado. Es raro, porque no he oído de ningún sobrecumplimiento en las noticias.
En fin, bien que dicen que la esperanza es lo último que se pierde, que nunca es tarde cuando la dicha llega, que a mal tiempo, buena cara, que la suerte es loca y a cualquiera le toca… así que me encontré con uno de esos establecimientos de fachada insignificante, y al que se suele ignorar en tiempos de crisis, al menos acá en Cuba: una carnicería. Claro que no había ningún cárnico en oferta, por algo se ignora su existencia en tiempos de crisis.
Y no me pregunten por qué se le sigue llamando carnicería. Supongo porque la costumbre es más fuerte que el amor. Croqueta conformada… 50 ctvos, decía la tablilla de ofertas, ¡y sin cola! ¿Pueden creerlo? Cincuenta croquetas, pálidas y derrengadas (no se me ocurre otra palabra) cayeron en mi jabita de nailon y salí de allí raudo y veloz, con la moral en alto y los pies adoloridos de caminar.
Y ahora estoy aquí en la parada, hace cuarenta y pico de minutos, esperando la guagua para regresar a casa. Con la pequeña alegría de cincuenta croquetas en la jabita de nailon, dentro de la mochila (esos pequeños sueños que ayudan a vivir). Estoy cansado, hambriento, con un calor que ni el demonio en los mil infiernos. Y por más que le doy vueltas, solo una idea persiste con la misma tenacidad del sol que me hace sudar a chorros.
¿Cuánto tiempo he invertido en busca de algo para comer? ¿Cuántas horas que pude haber empleado en concebir nuevas ideas, nuevos proyectos de vida? Horas y horas que pude haber usado en mejores propósitos, horas enteras invertidas en cincuenta croquetas anémicas que al tercer o cuarto día empiezan a echarse a perder.
Entonces me vienen a la memoria todas las horas desperdiciadas desde mi niñez: actos políticos de “reafirmación revolucionaria”, castigados bajo el sol mientras algún funcionario daba su discurso oportunamente ubicado bajo la sombra, caminatas en conmemoración de alguna fecha histórica, las sacrosantas escuelas al campo (todavía me pregunto qué podía aportar a la producción un puñado de muchachos a los que nos importaba un rábano lo que íbamos a hacer allí). Las becas masivas en el campo, que le quitaban a la familia el papel que debía tener en la formación de los hijos.
También me vienen al recuerdo aquellas grandes movilizaciones agrícolas, especialmente una en la que estuve, que justo en el momento en que íbamos a almorzar, después de pasar la mañana pegados al surco, aparece un fulano del partido a reunirse con nosotros: hora y pico duró la perorata, y nosotros ahí, sudorosos, hambrientos, queriendo despellejar vivo al inoportuno visitante. También los mítines, las reuniones, las marchas, las tribunas… ¿Y para qué? Tantas horas retenidas, tantos días y meses malgastados, tanto tiempo secuestrado, ¿a dónde fueron a parar? ¿De qué sirvió tanto derroche inútil?
Yo solo sé que llevo mes y pico lavándome la boca sin pasta dental, que ya casi no me acuerdo de lo que es un baño decente con un jabón de verdad, y que hoy para la cena tengo plátano y croqueta. Poco me importa de quién sea la culpa. Es como dice la canción, es todo el tiempo perdiendo el tiempo.
22 comentarios
“Entonces me vienen a la memoria todas las horas desperdiciadas desde mi niñez: actos políticos de “reafirmación revolucionaria”, castigados bajo el sol mientras algún funcionario daba su discurso oportunamente ubicado bajo la sombra, caminatas en conmemoración de alguna fecha histórica…”
Ahí está una de las causas fundamentales de la Economía mediocre que tenemos al día de hoy. Se pierde mas tiempo en transporte, reuniones inútiles de todo tipo y colas que en trabajar.
Así nos va!
Este señor deja fuera de su comentario la pandemia
En casi el mundo entero hay pandemia pero esas colas solo se ven aquí!!! Y el autor tiene razón…se ha perdido mucho tiempo en basura…por suerte yo he tenido luz larga en eso, hace más de 20 años que no voy a ninguna movilización o marcha o mitin o como le quieran llamar…
Los “grupos anticoleros” no han dado los resultados que esperaba el gobierno cubano: las colas continúan y el comercio informal es imparable
Y de verdad creen que pueden soslayar la ley Oferta – Demanda?
Si no hay producto, el poco que aparece alimentará el mercado negro…ya verá
Es increible como se le va la vida a la gente en cuba.
Poco me importa de quién sea la culpa.
Seria bueno que le importara. Resignarse a la miseria es más duro que la miseria misma. Es, incluso, prolongarla más en el tiempo.
A usted y a todos nuestros compatriotas en la isla les van a seguir bombardeando con llamados a la “resistencia”. Al menos pregúntese qué es lo que hay que resistir y para qué, si vale la pena insistir en un “proyecto” fracasado al que solo le queda rogar a los miembros de la sociedad que se aprieten el cinturón para mantener en el poder a una muy reducida élite de gobernantes que viven como reyes frente a un pueblo colmado de necesidades básicas y con hambre.
Han pasado 61 años y está más que claro que los gobernantes cubanos no saben cómo desatar el nudo que ellos mismos hicieron.
Pobre pueblo cubano. Somos el mejor ejemplo de lo que significa la indefensión aprendida. Esos señores nos han quitado hasta el amor y el orgullo propios.
Horrible.
Y yo me pregunto,de donde sacan el tiempo el ejército de 22 mil personas que cuidan las colas, esas personas no trabajan,todos son jubilados,reciben un salario por cuidar,ellos no tienen que hacer colas,no es más productivo mandar esas 22 mil personas a sembrar piñas o calabazas.
Terminará todo esto algún día? Vueltas y más vueltas, y sabemos que este sistema no funciona, ni aquí ni en ningún lugar!
Las colas son un magnífico ejemplo de cómo la libertad conduce a una mayor eficacia económica. No me refiero a la existencia de colas cuando no hay libertad económica sino a la prohibición de los coleros.
Una persona hace cola en lugar de otra y le cobra por hacerlo. Eso demuestra que a una le sobra tiempo y a otra le falta. Entonces por un puro principio de eficacia económica es mejor que la persona a la que le sobra tiempo haga la cola. Eso permitirá que la persona a la que le falta tiempo lo emplee en actividades más productivas.
Con todo respeto, amigo Manuel*, ¿no será que la eficacia económica pasa por la eficiencia productiva y la inexistencia de las colas?
En Cuba están penalizados los acaparadores cuando en otros premian al que compra mucho.
Saludos.
Habría que definir qué es un “acaparador”. Lo digo porque comprar cuando algo es barato para venderlo cuando es caro conduce a una mayor eficacia económica ya que sirve para amortiguar las oscilaciones de precios.
En los países capitalistas el precio del pan es prácticamente constante durante todo el año. Parece poco lógico, ya que cuando se cosecha el trigo el precio debería de caer en picado por la enorme abundancia de trigo. Y justo antes de la cosecha el precio del pan debería de ser altísimo por la escasez de trigo.
No sucede así porque hay empresas que compran el trigo durante la cosecha cuando es barato, y de ese modo hacen que suba su precio. Estas empresas almacenan el trigo y lo venden cuando es caro, de modo que inundan el mercado cuando sube el precio y hacen que este baje. Tu dirías que esas empresas son “acaparadoras”. Yo digo que ejercen una función social de almacenamiento —que no es gratis— y estabilizan el precio del pan.
También hay empresas que almacenan cantidades enormes de petróleo cuando está barato. Y gracias a ellas disponemos de un stock que se libera cuando el petróleo sube de precio y así ayudan a mitigar su subida.
En los países capitalistas apenas hay colas porque los precios son realistas. Cuando un producto escasea su precio sube y solo se distribuye a quien tenga dinero para comprarlo. Se objetará que es injusto. Solo al principio, ya que el precio alto es una señal que manda el mercado para que se aumente la producción, una producción que al aumentar la oferta hace que baje el precio.
Si bloqueamos ese mecanismo regulador, tal como se hace en Cuba, terminamos con colas largas en el mejor de los casos. O, contradictoriamente, con precios más altos que en el capitalismo.
La persecución de los coleros en Cuba responde a la buena intención de unos dirigentes que no saben ni entienden cómo funciona la economía real.
100% de acuerdo con su comentario, Manuel*. Nada que objetar.
Saludos.
Genial, parece tan simple verdad Manuel, es pura lógica y sentido común, el menos común de los sentidos por demás, simplemente fijarse un poco, entender y aceptar como se mueven las cosas para no perder el tiempo en crear falsas expectativas e ir a la cause de los problemas. Pues el tiempo sigue corriendo y de verdad no se si algún día los que nunca entienden y mucho menos tienen la posición de aceptar lo que muchos pensamos se debe hacer, entenderán algo tan simple pero al mismo tiempo tan demoledor, como que se les paso su tiempo.
+1000%
Manuel, le felicito, en muy pocas palabras ha explicado Ud. la ley de la oferta y la demanda y como se forman los precios y se mantienen los productos todo el año sin grandes modificaciones en sus precios.
Ha sido una vida dura y triste durante muchos, muchos años. No lo supimos de jóvenes, cuando entramos en los asuntos de la vida. Ahora no sabemos cómo salir y se nos van los últimos años. Sólo pienso en los nuevos jóvenes. Qué será de ellos?
Cuanto tiempo ha pasado o se ha perdido es un buen tema a debatir
Buena crónica y me alegro verka publicada en este espacio, como otras tantas sin que te etiqueten de tantas cosas. Es la realdad a la que hay que buscar soluciones reales porque la gente lo necesita y merece desde hace años. Desde siempre. Saludos
Esa crónica la puede escribir cualquier cubano que resida en Cuba, es una fotografía de nuestra vida actual, es la consecuencia de 61 años de un régimen que se aferra en la “continuidad” de un modelo fracasado a escala mundial, el estalinismo, copiado de la Unión Soviética donde duró 72 años y solo sirvió para retornar al capitalismo, porque es en esos países que se llaman a sí mismos “socialistas” o “comunistas”, sin ser ni lo uno y mucho menos lo otro, donde la población comprende las bondades del capitalismo que supuestamente estos regímenes dicen que van a superar con un modelo que no es otro que el Capitalismo Monopolista de Estado, con partido único y el estado propietario de casi todos los medios de producción y el pueblo sin libertades políticas, económicas y sociales.
Yo por ejemplo, lo tengo bien contabilizado. En mi caso en 31 años desperdicié, o sea deje de disfrutar, estudiar, compartir, 66,960 horas. Horas perdidas en colas, asambleas inacabables, para no solucionar absolutamente nada, escuchar discursos obligatorios en el trabajo, de las metas a cumplir, asambleas de producción, para escuchar que sobrecumplieron la producción de cebolla y hace mas de 60 años que no hay cebolla, asambleas para asignar equipos electrodomésticos a los trabajadores vanguardias, asignar quién tenía el honor de ir a construir a las microbrigadas, para después de terminada la construcción, otra asamblea para asistir a una bronca de campeonato a la hora de asignar las viviendas . Lo triste es, que la historia es la misma y se repetirá por los años hasta que el cuerpo resista.
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