El Santiago de nosotros, los normales

por Néster Núñez
Santiago

He amanecido entre las nubes y el sueño no acaba. Las últimas dos horas las pasé despierto, mirando por la ventanilla del avión las bellezas de Cuba, la isla nuestra. El país de nosotros, los normales. Del chofer de guagua, del científico, del guajiro que madruga, del dueño de una pequeña empresa, del que emigró hace años y de la familia completa que espera el parole para terminar de irse. Las cuchillas de la Sierra Maestra no se detienen en la orilla del mar: bajan hacia la profundidad del Caribe, aunque no las vemos. Santiago de Cuba está cerca.

Desde hace 25 años no visitaba la ciudad. Tuve una novia allí durante mi época universitaria. En 1997 subimos al Turquino con mucha ilusión, mucha hambre de aventuras y mucha hambre, sin metáforas. Esta vez no tengo a nadie cuya espera me ilusione. Voy sin expectativas. Por gusto, literalmente, a hablar con cubanos, a hacer fotos, a dejarme sorprender por lo que sea que encuentre. La amiga con quien viajo pide hacernos una selfie con el avión de Cubana de fondo. Recogemos la maleta en la estera. El taxi nos cobra poco más de 2 000 pesos desde el aeropuerto hasta el parque Céspedes, en el centro de la ciudad. El alquiler será una ganga absoluta: 300 diarios. Es un viernes de junio y son las 11 de la mañana. Imaginen el cielo azul y el redondel que echa fuego desde la esquina del dibujo. Tocamos el timbre de la casa.

Santiago

Foto: Néster Núñez

– Buenas, mucho gusto… ¿La habitación tiene aire acondicionado?

El boulevard de Enramadas arde todavía, a las cuatro de la tarde. Quiero tomar prú. El recuerdo que tengo de esta bebida es avinagrado. Frío, pero no muy agradable. Indago en un negocio particular. Solo tienen refrescos, maltas y cervezas enlatadas, un poco por debajo de los 200 pesos, similar a Matanzas y La Habana. Un señor de camisa roja, cubeta en mano, nos señala:

– ¿Españoles?

Santiago de Cuba

Foto: Néster Núñez

Es la primera vez que nos confunden. Vendrán otras. Algunos se nos acercarán a pedir dinero o, al menos, un jabón. También nos propondrán tabacos, ron Santiago, hasta un trío y marihuana. Después de enterarse de que somos cubanos normales con cámaras fotográficas, otro acento y piel un poco más blanca, nos hablarán con familiaridad. Quieren saber y nosotros también: «¿Cómo está la cosa en Santiago?»

Le compro una «cuerúa» al señor de la camisa roja. Es una especie de tortica, polvorón o mantecado con complejo de chicle. Hay que masticar mucho para que se desintegre. Un sabor como para no repetir. Ocupa un gran lugar en el estómago. Por el exceso de bicarbonato de sodio en su composición, intuyo de inmediato que no me va a caer mal.  Pago los veinte pesos y salgo a buscar un líquido barato… Se muere de sed la tía. Dale un vaso de agua fría…

Santiago de Cuba

Foto: Néster Núñez

Nos desviamos de Enramadas a medio camino, huyendo del reflejo del sol en los adoquines. Llegamos a la Plaza Dolores. La sala de conciertos en un extremo, una taberna, el preuniversitario más allá, y árboles. Muchos santiagueros descansan en los banquitos coloniales, en esa especie de paseo íntimo, cercano, quizás por la densidad de las sombras. Bajo los toldos de una cafetería pedimos agua natural embotellada y café, a 50 pesos. Allí esperamos a que el sol aflojara, antes de continuar camino.

Plaza dolores Santiago

Plaza Dolores / Foto: Néster Núñez

El agua de Santiago no me gusta: no me quita la sed y me deja en la garganta cierto sabor a tierra. Con el café, lo mismo. No sé qué tiene. Tal vez lo tuestan demasiado para lo que estoy acostumbrado. Los precios no son muy distintos a los que conozco. Mipymes, restaurantes, pizzerías… hay para todos los gustos. Las más caras y concurridas entre los negocios de la zona céntrica, los que están en el boom, pertenecen a JG, según comentan. Es el hijo de alguien «importante». Tengo grabadas cerca de quince conversaciones informales con gente de a pie, de la calle. Una buena parte de ellos sacan a colación el tema, sin envidia ni orgullo. Lo mencionan como algo que no debería suceder; como si el país estuviese dejando de ser de todos para ser de unos pocos con ciertos privilegios.

Santiago de Cuba

Foto: Néster Núñez

– El que no tiene dinero para invertir está embarcado, nagüe -me dice un hombre que vende, en formatos de varios tamaños, aceite de coco, aceite de tiburón para los pulmones y bolas de chocolate puro. Compro el pomo mediano de aceite de coco, a 130 pesos, para el pelo de mi hija. Y dos bolas de chocolate pensando que era cacao, a 150 cada una-. Yo, por ejemplo, compré una nevera en 50 mil pesos -y señala un saco de pomos vacíos (a los pomos de refresco de un litro y medio en Matanzas le decimos pepino; en Santiago los conocen por balita)-. Ahora me busco 1 000 pesos un día sí y un día no, vendiendo hielo.

Salimos de la zona más turística para adentrarnos en el Tibolí. La bahía allá abajo; las montañas de fondo; las casas más pobres. Un señor nos ve sudando y nos propone cervezas a 150 pesos. Está sentado en una escalera, al lado de una casita del tamaño de un garaje. Vive ahí con su esposa. El ciclón Sandy le tumbó la casa hace más de diez años. Toda la vida trabajó en la refinería de petróleo y ahora es jubilado. La casa nueva quedó a la altura del arquitrabe. El Estado nunca le dio las tejas de cinc para el techo. La falta de atención es una queja que sale espontánea en muchas conversaciones. En Santiago, el Sandy es un dolor que no desaparece del recuerdo, sea cual sea el barrio que visites.

Santiago de Cuba

Foto: Néster Núñez

Desentendidos de todo, unos muchachos juegan a las bolas, a las canicas, cerca de la estación de policía que Frank País y los suyos atacaron aquel 30 de noviembre, cuando se suponía que Fidel y los otros expedicionarios estaban desembarcando del Granma. Escuché hablar de Frank con mucho afecto. En Santiago los sentimientos suben y bajan, como las lomas, en dependencia del muerto que menciones.

Por fin bajamos a la Alameda, al pequeño malecón, a esa zona hermosa con olor a mar, a frituras, a sudor de gente normal que se divierte y sufre. Ahí están las chimeneas y el humo de las industrias. Un joven me dice que trabajó en la construcción de la fábrica de cemento, amarrando las cabillas para luego fundir los cimientos. Fue antes de la pandemia. Le prometieron 12 mil pesos de salario al mes. Lo contrató una empresa radicada en Camagüey. La mitad de los trabajadores eran de esa provincia; la otra mitad, de oriente. Había discriminación, me cuenta.

Santiago de Cuba

Foro: Néster Núñez

De almuerzo daban unas croquetas crudas, menos el día que Díaz Canel pasó por allí, que les dieron un bistecito de macho (puerco) y no trabajaron. Los enviaron a lo último del terreno con cualquier cuento increíble. Él se quedó con ganas de contarle al presidente la verdad, «como te la estoy contando a ti ahora».

– El salario nunca pasó de 1 200 pesos, aunque formé las broncas que formé. La económica decía que la empresa no había cumplido los planes, que no había estimulación, y yo la única cuenta que sacaba era la cantidad de toneladas de cabillas que había amarrado en ese mes. La parte mía yo sí la había cumplido bajo tremendo sol día a día, nagüe. Por eso me cambié para el turno de noche.

Y porque de noche era otra cosa: se podía robar. El hombre no lo dice con esa palabra, pero es eso. Todos estaban confabulados para ponerle corazón al asunto. Para resistir, luchar y vencer, como buenos santiagueros indómitos que se levantan contra las injusticias. Después lo dejó por el precio moral que pagaba: su padre y su abuelo nunca le enseñaron eso.

Santiago

Foto: Néster Núñez

Cuba es un país hermoso, mírese por donde se mire. Solo hay que entenderlo. Si le pregunto a la niña que se ha subido sobre el nombre del país, quizá diga que Cuba la hace volar, o que le da miedo. El que se metió dentro de la U podría decirme, en medio de risas, que esto es un hueco sin salida. Pero no abro mi boca. Solo observo.   

El sol se pone por fin detrás de las montañas. Me iré de Santiago con mucho amor y con una duda elástica como la cuerúa que le compré al hombre normal de camisa roja: La Sierra, ese pedazo de Patria, ¿a cuáles de nosotros contempla orgullosa?

No es tan simple como lanzar la pregunta al viento. Mejor, que cada uno se responda.  

Santiago

Foto: Néster Núñez

8 comentarios

Livio Delgado 8 julio 2023 - 10:48 AM

Muy buena su última foto, de concurso o portada de revista tematica. Hace muchisimos años que no visitó la tierra caliente del oriente Cubano, fue en la época en que el bloque socialista implosionaba y los rusos socialistas nos dejaban colgados de la brocha, ahora vendrán los rusos capitalistas a imponer sus oligarquías y arrasar con lo poco que va quedando, creo que nuevamente los que gobiernan apuestan al caballo equivocado, apostaría por la capacidad y el ingenio que los cubanos demuestran al salir de Cuba, no hace falta que nos den clases, solo oportunidades y veremos.
Tengan todos un buen fin de semana.

Diosmel Rodriguez 8 julio 2023 - 2:09 PM

Yo diría el Santiago de Cuba de los menos iguales que otros, donde un país que no era de nadie ahora se está convirtiendo el país de los herederos del poder.

mepiamo 8 julio 2023 - 3:51 PM

Estos son cubiches improvisadores a quienes sólo les importa el truco que los llevará hasta el fin de esta semana. En la próxima semana inventarán otro truco para lograr lo mismo.

Manuel Figueredo 8 julio 2023 - 11:11 AM

Me llama la atención la ultima pregunta lanzada al aire y que como dices cada cual se la debe de contestar, pues bien : La Patria contemplará orgullosa a aquellos ciudadanos que luchen por librarse del yugo que lo oprime.
¡ Morir por La Patria es Vivir. !

Gema B. 8 julio 2023 - 11:41 AM

Yo siempre entendí a Santiago como la esencia de Cuba, como un líquido muy concentrado de cubanidad. Tuve la suerte de poder visitarla varias veces y siempre me lograba enamorar. La vi con ojos de cubana y después la viví como turista. Me has hecho recordarla con tu artículo, excelente como siempre, me has hecho volverla a caminar. El Oriente Cubano siempre ha sido mi zona preferida de Cuba y, a mi entender, si no has estado ahí, realmente no conoces la Isla. Gracias Nester.

Mayo 8 julio 2023 - 2:25 PM

Muy buen testimonio. Muy real, perfectamente redactado con una descripción que no necesita imagen para ver y sentir a través de la palabra. 👏💟👏

Hubert 8 julio 2023 - 10:41 PM

Se escribe Tivolí, con V, estimado autor.

Luis 10 julio 2023 - 9:25 AM

Recientemente visite Santiago, una de las cosas que me llamo la atención, fue que vi mucha gente de mi generation 60+ y quizas mas jóvenes con un alto grado de apatia y resignacion, ni siquiera están pensando en emigrar, solo sobrevir. Los negocios privados que visite si me dieron la impresión de tener deseos de trabajar y progresar.

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