La república en el programa del Partido Revolucionario Cubano

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Para que las ideas democráticas de José Martí se transformaran en realidades, Cuba debía ser independiente. El primer paso en esta dirección fue la creación del Partido Revolucionario Cubano, que orientaría su labor de acuerdo con el programa republicano delineado desde tiempo atrás, uno de cuyos principios aparece en el discurso conocido como «Con todos, y para el bien de todos» [1], palabras que sintetizaban propósitos esenciales.

Con todos los integrantes de la nación debía alcanzarse la libertad de la patria. Solo quedarían excluidos quienes se opusieran a la independencia o se apartaran por intereses espurios. El bien de todos es un objetivo programático que no alude solo al bienestar material, sino también a la plena realización espiritual del individuo y la colectividad [2].

El Partido fue estructurado como organización política, con una rama militar indispensable para fomentar la contienda. Se fundó «para poner la república sincera en la guerra, de modo que ya en la guerra vaya, e impere naturalmente, por poder incontrastable, después de la guerra». (OC, t. 1, p. 388)

Esta doble función se establece en las «Bases». En sus ocho artículos se hace el llamado al enfrentamiento bélico en siete ocasiones, y se precisa que la finalidad de la contienda era asegurar «en la paz y el trabajo la felicidad de los habitantes de la Isla» y desarrollar «un pueblo nuevo y de sincera democracia». (OC, t. 1, p. 279-280)

Para evitar el peligro de posibles desviaciones se introdujeron prácticas hasta entonces desconocidas: la elección de todos los funcionarios, el deber de la Delegación de rendir cuentas de su labor anualmente y del empleo de los fondos recaudados, el derecho a deponer a los dirigentes, de incluir reformas a las «Bases» y los «Estatutos», (OC, t. 1, p. 282 y 283) así como procedimientos para fiscalizar la actuación de los funcionarios y someter al ejecutivo a «la revisión continua de sus actos» [3].

La práctica cotidiana de estos procedimientos iría formando a los futuros ciudadanos. Sería una escuela de democracia participativa y de ejercicio de los derechos y deberes fundamentales. El Delegado incitaba a las organizaciones de base para que no se presentara el «deseo vago de la independencia», (OC, t. 2, p. 93) sino que pedía congregar a los afiliados «para pensar en estas cosas, para cultivar este ideal». (Epistolario, t. III, p. 495)

Marti rejas
Foto: Wendy Pérez Breijo

Mediante el diálogo y el debate se formarían nuevos valores y se revertirían determinadas ideas prevalecientes en la sociedad, como la discriminación y la represión a la libertad de pensamiento.

El antirracismo era un factor político imprescindible para la unidad nacional en un pueblo formado por variadas mezclas de seres humanos, con una infinita gama de matices en el color de la piel. Martí sentenció: «Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de razas». (OC, t. 6, p. 22)

Uno de los más deleznables procederes que debía enfrentarse era la represión colonialista contra las manifestaciones de diferencias con la política oficial. Por el contrario, Martí insistía en respetar las opiniones disímiles: «El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos […] es en mí fanatismo». (OC, t. 3, p. 166)

La actitud crítica y la proposición de correctivos a las desviaciones, errores y peligros contribuirían al mejoramiento humano, a la potenciación de lo mejor del ciudadano, a lograr «el pleno goce individual de los derechos legítimos del hombre». (OC, t. 3, p. 139)

Error gravísimo sería la imitación de modelos foráneos. El objetivo era la independencia absoluta, tanto del dominio español como de cualquier otra potencia. Para lograrlo se reunirían los elementos necesarios «sin compromisos inmorales con pueblo u hombre alguno», ni atraerse cualquier enemistad, a fin de cumplir los deberes difíciles «que su situación geográfica le señala». (OC, t. 1, p. 279-280)

Ante la creencia, generalizada entonces, de que Estados Unidos era un país libre de los males y defectos propios de cualquier otra sociedad, Martí consideró un deber demostrar que las ansias imperiales y las tendencias antidemocráticas del país norteño eran deficiencias de su sistema de gobierno, sustentado en el poder de la riqueza: «La tiranía acorralada en lo político, reaparece en lo comercial. Este país industrial tiene un tirano industrial». (OC, 10, 84-85)

Se perdían, aceleradamente, las virtudes democráticas. Las corporaciones «sacan triunfantes en las contiendas del sufragio a los que hacen las leyes para su provecho, y las aplican en beneficio de los que los encumbran o pagan» [4]. En el país norteño no existía la democracia concebida por el Apóstol, quien tampoco la encontró en la República Española de 1873, ni en Guatemala y Venezuela, países donde residió.

Las soluciones cubanas no se hallaban en las democracias establecidas de acuerdo con los modelos liberales conocidos, como tampoco en los de otros ordenamientos republicanos concebidos en teoría. No deben atribuírsele a Martí concepciones ideológicas que le son ajenas [5]. La República de Cuba debía ser absolutamente independiente, libre, democrática y justa.

REFERENCIAS

[1] José Martí: Obras Completas, La Habana, 1963-1973, t. 4, p. 279. (En adelante, esta obra será citada con las siglas OC.)  

[2] Ver Medardo Vitier: «Doctrina social. III», en Valoraciones, Universidad Central de Las Villas, 1960, t. I.

[3] José Martí: Epistolario, La Habana, 1993, tomo III, p. 103. (En lo sucesivo será citado como Epistolario.)

[4] José Martí: Otras crónicas de Nueva York, La Habana, 1983, p.21.

[5] Este asunto será abordado en el siguiente tema: José Martí y las ideas socialistas.

2 COMENTARIOS

  1. Según el autor, Martí pensaba que «Las soluciones cubanas no se hallaban en las democracias establecidas de acuerdo con los modelos liberales conocidos, como tampoco en los de otros ordenamientos republicanos concebidos en teoría»…eso era en 1892… Las ideas martianas eran de Martí, y valga la redundancia. Nadie- ni Martí- es o puede ser “ese sol del mundo moral”. Leámoslo con espíritu libre y crítico, respeto debido. Pero por favor no más idolatrías. Precisamente porque así, sin el fardo maldito, fatídico, de las idolatrías es la única manera honesta de pensar y querer a Martí.

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Ibrahim Hidalgo Paz
Ibrahim Hidalgo Paz
Doctor de Ciencias Históricas e Investigador. Premio Nacional de Historia 2009. Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2020.

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