Ernst Lubitsch (1892-1947) y Billy Wilder (1906-2002). Alemán el primero y austriaco el segundo, ambos de ascendencia judía, ambos nacionalizados norteamericanos, están entre mis directores favoritos. Aunque no se dedicaron sólo a la comedia, nadie ha superado la elegancia de las suyas. La brillantez de los diálogos, la audacia y el ingenio con que repetidamente burlaron el código Hays, la limpieza y originalidad de sus líneas argumentales son de esos modelos que uno intenta seguir con la incómoda certeza de que jamás conseguirá, siquiera, acercárseles.
Ninotchka (1939), The shop around the corner (1940), To be or not to be (1942) y Heaven can wait (1943) son, a mi juicio, lo que nadie debería perderse de Lubitsch, sin que eso signifique que no tenga otras piezas extraordinarias (That uncertain feeling, de 1941, por ejemplo). En Heaven can wait, con Don Ameche y la bellísima Gene Tierney, un anciano Henry van Cleve (Ameche) rememora su vida. Durante un pasaje de su infancia, el chico tiene un escarabajo en una cajita, y quiere presumir ante una niña que le gusta:
Ella: ¿Un escarabajo?
Él: (mostrándoselo) ¿Te gusta?
Ella: Claro que sí.
Él: Te lo regalo (se lo entrega).
Ella. Gracias… pero no sé si hago bien en aceptarlo.
Él: Si no lo quieres…
Ella: No dije que no. Dije “no sé”.
Él: No te preocupes. Igual tengo otro.
Ella: ¿Otro escarabajo?
Él: Ajá… (se lo muestra).
Ella: Qué lindo. Pero se va a sentir muy solo, el pobre… ¿Sabes lo que pienso? Creo que quiere estar con el mío.
Él: ¿Qué? ¿También quieres este?
Ella: ¿Crees que soy de esas que se quedarían con el último escarabajo de un niño?
Él: Está bien. Quédatelo (se lo entrega).
Ella: Gracias, Henry. Si quieres, puedes acompañarme hasta la esquina.
Él (adulto, en off): Desde ese momento, algo me quedó muy claro: para conquistar a una chica, es necesario tener muchos escarabajos.
En la sátira antinazi To be or not to be –de la cual acá se conoció además el remake de 1983, con Mel Brooks- un joven teniente va al camerino de la gran diva a la que adora (Carole Lombard), y cuando ella –casada pero coqueta- le pregunta qué hace él, el militar contesta que pilota un bombardero, y:
Él: Puedo soltar tres toneladas de dinamita en dos minutos.
Ella: (embelesada) ¿De verdad?
Él: ¿Le interesa?
Ella: Claro que sí.
Él: Quizás diga que no, pero me arriesgaré. ¿Me permitiría mostrarle mi avión?
Ella: Quizás.
Él: ¿Cuándo puedo venir a buscarla?
Ella: Mañana a las 2 en mi casa. No, en el aeropuerto.
Él: Adiós. Espero me perdone si le he hablado con un poco de torpeza, pero es la primera vez que hablo con una actriz.
Ella: Teniente, es la primera vez que conozco a un hombre que puede soltar tres toneladas de explosivos en dos minutos.
En Ninotchka, ingeniosísimo alegato anticomunista -y la primera vez que Greta Garbo rió en pantalla- la agente soviética Ninotchka (Garbo) es cortejada por un elegante burgués parisino (Melvyn Douglas). En un ambiente romántico, la severa bolchevique le cuenta que estuvo en la guerra:
Ella: Era sargento de la Tercera Brigada de caballería. ¿Quiere ver mi herida?
Él: (fascinado) Me encantaría.
Ella: (tras mostrarle una herida… en la nuca) Un lancero polaco. Tenía dieciséis años.
Él: Pobre, pobre Ninotchka.
Ella: No sienta lástima por mí, sino por el lancero polaco. Yo sigo viva.
Él: ¿Qué tipo de mujer es usted?
Ella: Sólo lo que ve. Una pieza pequeña en la gran rueda de la evolución.
Él: Es la pieza más adorable que haya visto. Ninotchka, déjeme confesarle algo. Nunca soñé que sentiría esto por un sargento…
Billy Wilder, joven refugiado que escapara del antisemitismo nazi, fue uno de los guionistas de Ninotchka: su talento no había pasado desapercibido para Lubitsch. Pronto comenzó a dirigir sus propias películas. En The major and the minor (1942), Susan Applegate (Ginger Rogers), una pelirroja bastante crecidita, se hace pasar por una niña de doce años para poder comprar un ticket de tren a un precio más barato; en el tren conoce a un oficial, un Mayor que la toma bajo su protección y la lleva consigo a la Academia Militar, donde todos los cadetes se enamoran de ella, que por su parte se ha prendado del Mayor… Así presentó sus credenciales el joven Wilder, rozando todo el tiempo la incorrección y la consecuente censura.
Aunque realizó dramas de notable éxito y trascendencia en la historia del cine (Double indemnity de 1944, Sunset Boulevard de 1950, Ace in the hole de 1951, Stalag 17 de 1953, Sabrina de 1954), fueron sus comedias las que me convirtieron en un fan; destacaré, entre otras, The seven year itch (1955) con Marilyn Monroe, donde encontramos la famosa escena en que a Marilyn se le levanta la falda al detenerse sobre una reja de ventilación; Some like it hot (1959) también con Marilyn, y unos Tony Curtis y Jack Lemmon que se pasan casi toda la película travestidos; The apartment (1960), donde Jack Lemmon interpreta a un opaco empleado que vive solo y presta su apartamento a sus jefes para que maten la jugada con sus amantes, y brilla una juvenil Shirley McLaine.
Volvería a la carga con Irma la douce (1963), de nuevo con Lemmon y la McLaine, encarnando en esta ocasión a una prostituta parisina; Kiss me stupid (1964) con Kim Novak y un osado juego de infidelidades consentidas; la curiosa The private life of Sherlock Holmes (1970), donde se insinúa la posibilidad de un pasado homosexual del detective, y The front page (1974), sátira sobre la prensa amarilla con Jack Lemmon y Walter Matthau, remake de His girl Friday (1940), de Howard Hawks.
Una breve muestra del arte del austriaco. La legendaria escena de la falda de Marilyn fue parcialmente censurada por la oficina Hays, que consideró ciertas líneas demasiado atrevidas. Transcribo aquí los diálogos sin cortar, como fueron escritos por Wilder y George Axelrod; el fragmento censurado va en negritas. Richard (Tom Ewell) y la chica (Marilyn) acaban de salir del cine, de ver Creature from the Black Lagoon, la película de Jack Arnold de 1954:
Ella: ¿No le ha gustado la película? A mí sí. Pero es una pena que el monstruo acabe así.
Él: ¿Lo siente? ¿Qué quería, que se casara con la chica?
Ella: Da la impresión de ser malo, pero en el fondo no lo es. Le faltaba un poco de afecto. Es decir, saberse amado, deseado, necesitado…
Él: Qué interesante punto de vista.
Ella: (sobre la rejilla) ¿Nota la brisa del Metro? (pasa el tren) ¡Qué sensación!
Él: Refresca los tobillos, ¿verdad? ¿Qué quiere que hagamos?
Ella: No lo sé. Es tarde.
Él: No tanto.
Ella: Mañana es mi gran día. Debería dormir.
Él: ¿Qué pasa?
Ella: Trabajo en las TV. ¿Recuerda? La hora Dazzledent. Oh, aquí sopla otra vez (vuelve a levantarse su falda) ¡Este era más fresco! Debía de ser un expreso… ¿No le gustaría llevar faldas? ¡Qué lástima que lleve pantalones!
Él: No está mal. Pasta Dazzledent. Nunca la he probado.
Ella: Debería hacerlo. Es excelente. Yo también la uso.
Él: ¿Es propaganda?
Ella: Es como amigo. Vale unos centavos más, pero ocho de cada diez higienistas dentales…
Él: Ahora habla como un anuncio. Si me fiara de todos…
Ella: Puede creerme. ¡Cada palabra!
Él: ¿Qué dice en el programa? “Mis besos siguen frescos gracias al Dazzledent compacto”. Tonterías.
Ella: ¡Es la verdad! Se lo demostraré (lo besa) ¿Qué le parece?
Él: He recuperado mi fe en la publicidad americana. Sin embargo, antes de cambiar de marca, quiero certeza absoluta (la besa).
La habilidad para sugerir, para dejar entrever un número de significados apenas ocultos tras lo que se dice, no sólo por mor de la censura sino como un desafío a la inteligencia del espectador, es muy difícil de alcanzar para el guionista profesional. ¡Resulta tan fácil pasarse, ceder a la tentación de decir lo obvio! En este sentido, cada película de Lubitsch y Wilder puede servir como lección de sobriedad y sutileza.
Para terminar, la famosa anécdota del funeral de Lubitsch. William Wyler y Billy Wilder, abatidos, comentan: «Nos hemos quedado sin Lubitsch». «Peor aún, nos hemos quedado sin las películas de Lubitsch».
9 comentarios
¿Fue su educación alemana? La historia cuenta que Ernst Lubitsch fue especialmente duro con su estrella femenina Gene Tierney durante el rodaje de “Heaven can wait”
Se te puede acusar de todo, excepto ignorancia. He visto algunas de esas películas. Dice Marilyn que se puso doble blumers para esa escena del tren en Lexington y las 40s. Ahí comenzó el divorcio con Joe di Maggio.
En verdad, tampoco hay mucho de lo que se me pueda acusar. Excepto los ignorantes, claro.
Ciertamente Eduardo, ambos fueron grandes artistas del cine. Yo agregaría a Otto Preminger (que terminó la última película de Lubitsch, al este morir en 1947), y quién dirigió “Laura”, dónde la Tierney, después de sufrirlo amargamente, terminó poniéndolo en su lugar, lo cual terminó en una excelente relación de trabajo entre ambos. A mi, en lo personal, de Lubitsch, también me gusta mucho “Heaven can wait”; por alguna razón, la idea de que su fallecida esposa y su abuelo lo esperan en el infierno me sorprendió cuando vi el filme por primera vez.
De Wilder me gustan mucho “One, two, three” , con un James Cagney que se introduce en la comedia con un éxito increible, un género en el que este normalmente no incurría. También me fascina “Ace in the hole”, el primer trabajo de Wilder como productor , director y guionista; y con un, en mi opinión, interesante Kirk Douglas. Sin embargo, ninguno de estos dos filmes de Wilder alcanzó exito comercial o de crítica en su tiempo, aunque en el primero Cagney se llevó las palmas y al segundo le fue bastante bien en Venecia, además de recibir una nominación al Oscar por mejor guión. Pero, y una vez más demostrando que sólo la posteridad decide, ambos han sido rehabilitados posteriormente (quién vea “Ace in the hole” hoy se dará cuenta de la vigencia del filme, además de su excelente factura: este es mi criterio). Algo similar ocurrió con “Kiss me stupid”, acusada de vulgar por la prensa especializada y por los guerreros morales (quién sabe, a lo mejor estarían castigando sutilmente a Kim Novak por su relación con Sammy Davis Jr.). Hoy muchos ven a este último filme como una obra maestra de la comedia.
Coincido contigo en el hecho de que ambos cineastas, también Preminger, son expertos en sátira sofisticada, siempre habilidosa para coquetear con los temas prohibidos por el código Hays, pero demasiado brillantes, y sutiles, como para ser detectados. Sin embargo, aún así, al menos en el caso de Wider, una buena parte, no todo, de su mérito ha venido después. Creo que es la naturaleza del artista en relación con su creación. Dice lo que piensa y la posteridad decide, no necesariamente el presente. Por eso creo que, además de criticar e intercambiar, hay que dejar hablar y hacer. Creo que nadie sabe lo que es el arte de antemano.
Correción: La anécdota de Tierney es con Lubitsch y su modo de trabajo tiránico (Heaven can wait) y no con Preminger. Lapsus
Gracias por tu comentario. No mencioné a Preminger y otros directores relevantes pues quería centrarme en la comedia como base del trabajo de Lubitsch y Wilder.
Hace unos meses, hablando de comedia, Broadway lanzó un musical basado en el original “Some like it hot” de Wilder, que, entre otras modificaciones de la misma naturaleza, cambia la frase final con la intención de llevar la obra a los estándares actuales de la política de género. En lugar del “nobody´s perfect” que Osgood da como respuesta a Daphne, cuando esta le revela, después de muchos ditirambos, que ella es realmente un hombre disfrazado, en la versión del musical la respuesta es ” You´re perfect”.
Creo que esta versión trata de llamar la atención, lo cual es entendible, sobre la complicada, y a ratos trágica, historia de aquel Hollywood dorado y la forma en que la comunidad LGBTQ+ era representada. Los sesgos eran evidentes y ciertamente el filme, mirado superficialmente, entra en esa categoría. Sin embargo, a pesar de que una crítica en este sentido puede tener su mérito, una mirada más detenida, cómo tú seguramente conoces, revela que este final, lejos de ser un sesgo, es subversivo en sí mismo; al menos así yo lo veo. Más allá del hecho de que a Osgood, en el filme original, no parece interesarle que Daphne es un hombre, lo cual generó serios enconos en el sector conservador, está el hecho de que el guión fue, hasta dónde sé, deliberadamente producido sin buscar la aprobación del código Hays, haciéndose eco del avance progresista, en términos morales, que avizoraba la época (1959, la fecha del filme). Es, en mi opinión, una obra maestra de la comedia con serios ingredientes shakespeareanos: vestuario elaborado, cruce de identidades, de clase y de género, llena de doble sentido, etc. Algunos historiadores creen que el exitazo de este filme fue el principio del fin del código (finalmente abolido en 1968).
Sin embargo, creo que el intento de Broadway de recalibrar la historia para audiencias contemporáneas, a través de un tratamiento más sensible y cuidadoso de una comedia de hombres vestidos de mujer, destruye la deliberada ambiguedad del guión y lo convierte casi en una fábula política acorde a la moral de la política de la identidad actual. Creo, en lo personal, que a pesar de ser un intento justo de reevaluación, esta versión es, al final, un gran desacierto que destruye la celebración de la sofisticada ambivalencia y la elocuencia con que Joe y Jerry generan sus diversas identidades, y destruye la coherencia del final respecto a la historia. No creo que este final hace justicia a Wilder. Habría que preguntarse si es un homenaje o una crítica al artista.
Por otra parte, esta reinterpretación, aunque defectuosa en mi opinión, es legítima pues parte de sus propios presupuestos ideológicos para contar su propia historia. Es inevitable enmarcarse en un entorno ó época y es inevitable tomar partido por algo, pero no es suficiente en la creación artística. De cualquier modo, creo que habrá que esperar a ver que opina la posteridad. de este musical, cuando la política que lo sostiene ya no esté de moda. Como quiera que sea, creo que el hecho de que este filme molestó a los conservadores seis décadas atrás y también a la woke culture (sin intención peyorativa) seis décadas después es un testamento de la capacidad de reinterpretación que,en lo personal, opino debe caracterizar a cualquier gran obra, pues demuestra su influencia más allá del momento de su creación.
Estoy de acuerdo: tienen derecho a hacer esa versión, pero me parece ridículo y oportunista.
corrección : ) Era medianoche por acá.
Los comentarios están cerrados.