La polémica en torno al tema «José Martí y el socialismo» —aunque podría enunciarse con otros términos similares— tiene larga data. Se han emitido múltiples opiniones al respecto, y entre ellas las menos rigurosas expresan que «los» marxistas cubanos pretenden hacer del Apóstol un pensador socialista; sería más acertado si se dijera que «algunos» lo han intentado, y lo intentan, pues hallamos criterios de reconocidos pensadores de dicha tendencia que manifiestan opiniones en sentido contrario.
Carlos Rafael Rodríguez afirmó — poseedor de una notable obra teórica— que «Hurgar en el gran hombre para extraerle una supuesta veta socialista, imaginar cuál sería su postura si tuviera que abordar los problemas que hoy nos cercan, es plausible, pero artificial»[1]. En otro texto esclarece: «No hay que confundir —como se ha hecho alguna vez— entre este Martí radical revolucionario y un Martí socialista. Entre el socialismo y Martí hay una distancia histórica que él mismo no podía vencer»[2].
El intelectual comunista antes citado también precisó que «hacia fines de 1887, según algunos analistas han podido determinar, encontramos una nueva vertiente en el pensamiento social y radical de José Martí. Pero nunca llega al socialismo», lo que no resta validez y vigencia a su ideario revolucionario: «Nos basta el Martí hasta donde llegó, para considerarlo cada vez más nuestro héroe, nuestro guiador, nuestro compañero y nuestro contemporáneo»[3].
Otro célebre militante comunista cubano, Blas Roca —quien llegó a ser secretario general del Partido Socialista Popular— analizó la necesidad de situar al Maestro «en su tiempo, en las peculiares condiciones en que se formó su liderato revolucionario», y concluyó: «Esto es tanto más necesario cuanto que observamos a menudo la tendencia a utilizar las proposiciones del pasado como fórmulas enteramente aplicables a los problemas y necesidades del presente» [4].

Foto: Wendy Pérez Breijo
Ese deleznable presentismo histórico le ha atribuido a Martí una concepción de de la organización política para organizar la guerra, la cual no concuerda con sus objetivos para Cuba, ni con sus circunstancias históricas, sino con las de principios del siglo XX, cuando Lenin propuso la construcción del socialismo en medio del enfrentamiento a la Rusia zarista.
Juan Marinello, poeta y ensayista, relevante intelectual comunista, al referirse a quienes suponen similitudes del Partido Revolucionario Cubano con el ideado del marxista ruso expresó: «Toda equiparación y equivalencia son, desde luego, inválidas, ya que el pensamiento orientador y la naturaleza de los propósitos fueron muy distintos» [5].
Tengamos en cuenta, además, la valoración al respecto del militante del republicano Partido Socialista Popular, Carlos Rafael Rodríguez: «Sólo cuando aparecieron en el escenario histórico los bolcheviques bajo la jefatura de Lenin y Stalin (en 1905, diez años después de morir Martí), se planteó la tesis de la hegemonía proletaria en la revolución democrático-burguesa y su transformación en revolución socialista» [6].
Además de tenerse en cuenta tales afirmaciones, debe precisarse el término socialismo a que nos referimos, pues el concepto ha tenido interpretaciones disímiles en diversas etapas de la historia de las ideas político-sociales. Generalmente se obvia este aspecto, y se da por sobrentendido que nos referimos a los momentos actuales, lo que no contribuye a la comprensión de las valoraciones de Martí en su época, lo cual será tema de análisis para un próximo texto [7].
En el presente, a más de seis lustros de la desaparición del denominado «socialismo real» en la Unión Soviética y otros países europeos, deben tenerse presentes los errores, carencias y deficiencias que condujeron a su extinción, pues el conocimiento de aquellas experiencias negativas puede contribuir a evitar su repetición si se intentaran estructurar formas de organización social mejores que las actualmente existentes, con la finalidad de satisfacer las necesidades materiales y espirituales de los seres humanos.
Un contacto con tal propósito, que superaría errores y acercaría la posibilidad de un mundo mejor, muestra como condición indispensable la práctica de la democracia participativa, base esencial de una nueva sociedad, lo que implica la elección mediante el voto popular de todas las personas que han de desempeñar cargos de dirección, la plena participación ciudadana en la conducción del país, el control popular sobre las instituciones y los organismos del Estado, con total exclusión del autoritarismo y el burocratismo.
Ha de implementarse la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción, en coexistencia con las propiedades mixta, cooperativa y personal, así como la redistribución equitativa, principalmente mediante adecuados sistemas de salud y de un sistema de educación que propicie el conocimiento profundo de la historia y la cultura del país, y del mundo, base consciente de la defensa de la soberanía nacional y fundamento del antiimperialismo y la solidaridad.
Se enfrentará toda forma de desigualdad y discriminación, con similares oportunidades para el ascenso personal, así como la autonomía de las instituciones sociales y culturales que propicie la actuación consciente de los seres humanos con pleno dominio de su presente y la confianza en el mejoramiento constante de las condiciones de existencia, alcanzadas por el esfuerzo de los individuos como parte de la colectividad, lo que garantizaría la emancipación humana [8].

Foto: Wendy Pérez Breijo
A una nueva sociedad así concebida tiene mucho que aportar el pensamiento martiano, que estaría en el centro de sustentación del logro de la plenitud de los seres humanos, pues «las Repúblicas se hacen de hombres», (OC, t. 6, p. 209) capaces de pensar por sí mismos, de valorar las circunstancias en que desarrollan sus actividades, y decidir por sí, con el despliegue sin ataduras de sus potencialidades como miembros de la patria de todos [9].
Breve epílogo
Lo expuesto sobre una de las formas posibles de concebir la sociedad debe ser un objetivo alcanzable e inaplazable, pues urge reencauzar la nación cubana ante los propósitos imperiales estadounidenses, una de cuyas manifestaciones más asfixiantes en la actualidad son las medidas unilaterales coercitivas, bloqueo, embargo o como prefiera denominársele, pues no se trata de calificativos, sino del enorme peligro tantas veces invocado, aunque ha de tenerse en cuenta que forma parte indivisible de la política del país norteño con respecto a Cuba y , por tanto, no desaparecerá por acuerdos de las naciones del mundo, sino debe asumirse como una constante de la ecuación político-económica en la búsqueda de soluciones en nuestro país, desde nuestro país, y para nuestro país.
Estas soluciones deben hallarse con el esfuerzo concertado de todas las mentes y las potencialidades, sin exclusión alguna, de todos los cubanos que sientan el peligro que amenaza a la patria, radiquen dentro o fuera del territorio isleño. Tengamos presente que ningún proceso político-social de carácter popular está exento de contradicciones internas que pueden conducirlo a transformaciones negativas, a su debilitamiento por falta de cohesión, o al retroceso en caso de perder el apoyo de las amplias masas del país. Es irracional pensar que existen realidades inamovibles, eternas.
No se trata de una observación tendenciosa, pues el propio Fidel Castro advirtió al respecto, en un discurso apenas mencionado: «¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?» Y afirmaba: «Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, y sería culpa nuestra».[10]
La existencia de peligros internos y externos impone fundar «un pueblo real y de métodos nuevos”, (OC, t. 1, p. 319) como expresó Martí. Sólo la plena participación de aquel, mediante la aplicación de estos, dará la garantía para conjurar la potencia centrífuga generada por la frustración y el desaliento, manejables en todas las épocas por los elementos capaces de convertirlos en parálisis o en accionar desacertado. El Maestro advirtió que «las primeras repúblicas americanas» habían caído en las disensiones y el autoritarismo «por la falta de intervención popular y de los hábitos democráticos en su organización». (OC, t. 1, p. 458)
Recordemos, siempre, que el Maestro advirtió sobre el futuro incierto tras el triunfo sobre el colonialismo: «Aquí nos encararíamos, vigilantes, contra los que […] no vieran en la campaña de independencia el modo de devolver a todos los cubanos sus derechos, sino de ejercitar derechos especiales, y señorío vejatorio, sobre algún número de cubanos». (OC, t. 2, p. 480)
[1] Carlos Rafael Rodríguez: José Martí, guía y compañero, La Habana, 1979, p. 11.
[2] Ibídem, p. 44.
[3] Ibídem, la primera cita de p. 82, y la siguiente de p. 85-86.
[4] Blas Roca: Siete enfoques marxistas sobre José Martí, La Habana, p. 45 y 40, respectivamente.
[5] Juan Marinello: “El Partido Revolucionario Cubano, creación ejemplar de José MartÍ”, en su Dieciocho ensayos martianos, La Habana, 1980, p. 358.
[6] C. R. Rodríguez: ob. cit., p. 20.
[7] Se titulará “José Martí y los socialismos: ¿confusión u opción?”
[8] Se han sintetizado aspectos esenciales enunciados por Fernando Martínez Heredia: En el horno de los 90, La Habana, 2005, p. 111-115, 129, 131 y 134; Alfredo Guevara: Dialogar, dialogar (Escuchar, enseñar, afirmar, aprender), La Habana, 2013, p. 34-35, 75-78 y 234-235; Rafael Hernández: Mirar a Cuba. Ensayo sobre cultura y sociedad civil, La Habana, 1999, p. 97-110; Georg Lukács: El hombre y la democracia, Buenos Aires, Biblioteca Virtual OMEGALFA, Users/corre/OneDrive/Destop/LUKACS,%20G/Lukacs,%20G.%20el-hombre-y-la-democracia.pdf, p. 72-81; y E. P. Thompson: Democracia y socialismo, México : UAM, 2017.Users/corre/OneDrive/Desktop/Thompson,%20E.P.-democracia-y-socialismo.pdf, p. 127-161, 233-241.
[9] Martí expresó: “El primer deber de un hombre es pensar por sí mismo”. (OC, t. 19, p. 381) Y: “la primera libertad, base de todas, es la de la mente”. (OC, t. 12, p. 348)
[10] Fidel Castro: Discurso pronunciado el 17 de noviembre de 2005, La Habana, 2005, p. 50-51, 58 y 60.
6 comentarios
“La Futura Esclavitud” (1884) Revista La America, no hay que romancear con Martí y el socialismo, ahí está claro. Era un liberal pragmático en toda su regla
Coincido con usted, y con Carlos Rafael que a José Marti hay que evaluarlo en su tiempo, pero lo que ha hecho la revolución es presentarlo como socialista. Desde el inicio Fidel lo presentó como el autor intelectual del asalto al Moncada, sentando las bases del trabajo político ideológico que vendria después. Fidel sabía que el pueblo cubano es eminentemente martiano y utilizar la figura y el ideario martiano sumaria a su nueva campaña a la casi totalidad del pueblo, como sucedió.
En las escuelas, nos han presentado a un Marti socialista y para ello se han basado en un fragmento del Maestro ante la muerte de Karl Marx cuando escribió:
“Como se puso al lado de los débiles merece honor” pero no hablan de que en ese mismo artículo Marti escribió ” Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso asentimiento de unos hombres en provecho de otros.” Más adelante continúa ; ” Karl Marx estudio los modos de asentar el mundo sobre nuevas bases y despertó a los dormidos y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. Pero anduvo de prisa y un tanto en la sombra sin ver que no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de mujer en el hogar.” Tomado del periódico La Nación del 13 y 16 de Mayo de 1883. Buenos Aires.
Al analizar todo el escrito se evidencia que una cosa es darle el honor por estar al lado de los débiles y otra es decir que por eso era socialista.
Para ello me baso en un artículo escrito por Marti en la revista Universal de México el 12 de octubre de 1875, titulado La verdadera igualdad, donde comienza diciendo ” Las cuestiones graves no se resuelven con teorías preconcebidas. La conciliación es garantía de la paz, y lo son de acierto el severo examen y prudencia.” En este escrito el Apóstol analiza la importancia de la publicacion del periodico El Proletario y plantea: ” La publicación de Castillo Velazco es sumamente necesaria, porque tiende a explicar a la clase obrera la verdadera igualdad. Se dice a los obreros que su libertad consiste en ejercer un dominio vengativo sobre sus patronos. Castillo Velazco va a explicarles que ser hombre es algo más que ser siervo de aduladores de oficio; va a predicarles con su hermosa palabra la doctrina de la digna conciliacion.” Con esto queda claro que Marti no apoyaba el levantamiento obrero, sino que era partidario de lograr una digna conciliacion entre los obreros y los patronos, porque había analizado el necesario desarrollo de la industria durante su estancia en Nueva York.
La política ideológica del Partido Comunista de Cuba, y algunos escritores plegados al sistema actual del gobierno, nos han tratado de presentar a un Martí Socialista o al menos partidario del Socialismo. Recientemente el periodico Granma publicó un editorial el 5 de mayo pasado firmado por Yusuan Palacio Ortega titulado “No habría socialismo sin Martí y Marx. La poca cultura del actual director del Centro de Estudio Martiano, lo lleva a repetir las consignas al pie de letra que pone el departamento ideológico del PCC desconociendo que ese mismo día hace 128 años Martí discutía con Gómez y Maceo en la Mejorana abogando por un gobierno civil y no militar. Para desgracia de los cubanos hoy rige en Cuba un gobierno militar que habla del ideario martiano pero lo violan continuamente. Para demostrar la manipulación basta mencionar los fragmentos de “Cartas de Martí” pág. 385-92 de las “Obras Completas” Vol.15 Europa. La Habana: Ciencias Sociales. 1991. Titulado “Heber Spencer.”
En dicho articulo Martí no solo critica la tendencia socialista del mencionado naturalista, filósofo y antropólogo inglés, quien fuera un fiel exponente de la teoría evolucionista junto a Charles Darwin, acuñando la expresión “supervivencia del más apto”, sino que nos demuestra desde hace dos siglos que el socialismo como sistema es un fracaso.
Pero dejemos que sea el propio Martí quien nos diga ahora, los defectos del socialismo que avizoró hace 139 años y que, si los que gobiernan hoy nuestro país lo hubieran tenido en cuenta, el destino y desarrollo de Cuba seria otro.
Así el “Maestro” dejó plasmada su opinión en lo que tituló, y cito:
“La Futura Esclavitud se llama este tratado de Herbert Spencer. Esa futura esclavitud, que a manera de ciudadano griego que contaba para poco con la gente baja, estudia Spencer, es el socialismo. Todavía se conserva empinada y como en ropas de lord la literatura inglesa; y este desdén y señorío, que le dan originalidad y carácter, la privan, en cambio, de aquella más deseable influencia universal a que por la profundidad de su pensamiento y melodiosa forma tuviera derecho. Quien no comulga en el altar de los hombres, es justamente desconocido por ellos.
¿Cómo vendrá a ser el socialismo, ni cómo éste ha de ser una nueva esclavitud? Juzga Spencer como victorias crecientes de la idea socialista, y concesiones débiles de los buscadores de popularidad, esa nobilísima tendencia, precisamente para hacer innecesario el socialismo, nacida de todos los pensadores generosos que ven como el justo descontento de las clases llanas les lleva a desear mejoras radicales y violentas, y no hallan más modo natural de curar el daño de raíz que quitar motivo al descontento. Pero esto ha de hacerse de manera que no se trueque el alivio de los pobres en fomento de los holgazanes; y a esto sí hay que encaminar las leyes que tratan del alivio, y no a dejar a la gente humilde con todas sus razones de revuelta.
So pretexto de socorrer a los pobres –dice Spencer– sácanse tantos tributos, que se convierte en pobres a los que no lo son. La ley que estableció el socorro de los pobres por parroquias hizo mayor el número de pobres. La ley que creó cierta prima a las madres de hijos ilegítimos, fue causa de que los hombres prefiriesen para esposas estas mujeres a las jóvenes honestas, porque aquellas les traían la prima en dote. Si los pobres se habitúan a pedirlo todo al Estado, cesarán a poco de hacer esfuerzo alguno por su subsistencia, a menos que no se los allane proporcionándoles labores el Estado. Ya se auxilia a los pobres en mil formas. Ahora se quiere que el gobierno les construya edificios. Se pide que así como el gobierno posee el telégrafo y el correo, posea los ferrocarriles. El día en que el Estado se haga constructor, cree Spencer que, como que los edificadores sacarán menos provecho de las casas, no fabricarán, y vendrá a ser el fabricante único el Estado; el cual argumento, aunque viene de arguyente formidable, no se tiene bien sobre sus pies. Y el día en que se convierta el Estado en dueño de los ferrocarriles, usurpará todas las industrias relacionadas con estos, y se entrará a rivalizar con toda la muchedumbre diversa de industriales; el cual raciocinio, no menos que el otro, tambalea, porque las empresas de ferrocarriles son pocas y muy contadas, que por sí mismas elaboran los materiales que usan. Y todas esas intervenciones del Estado las juzga Herbert Spencer como causadas por la marea que sube, e impuestas por la gentualla que las pide, como si el loabilísimo y sensato deseo de dar a los pobres casa limpia, que sanea a la par el cuerpo y la mente, no hubiera nacido en los rangos mismos de la gente culta, sin la idea indigna de cortejar voluntades populares; y como si esa otra tentativa de dar los ferrocarriles al Estado no tuviera, con varios inconvenientes, altos fines moralizadores; tales como el de ir dando de baja los juegos corruptores de la bolsa, y no fuese alimentada en diversos países, a un mismo tiempo, entre gentes que no andan por cierto en tabernas ni tugurios.
Teme Spencer, no sin fundamento, que al llegar a ser tan varia, activa y dominante la acción del Estado, habría este de imponer considerables cargas a la parte de la nación trabajadora en provecho de la parte páupera. Y es verdad que si llegare la benevolencia a tal punto que los páuperos no necesitasen trabajar para vivir —a lo cual jamás podrán llegar—, se iría debilitando la acción individual, y gravando la condición de los tenedores de alguna riqueza, sin bastar por eso a acallar las necesidades y apetitos de los que no la tienen. Teme además el cúmulo de leyes adicionales, y cada vez más extensas, que la regulación de las leyes anteriores de páuperos causa; pero esto viene de que se quieren legislar las formas del mal, y curarlo en sus manifestaciones; cuando en lo que hay que curarlo es en su base, la cual está en el enlodamiento, agusanamiento y podredumbre en que viven las gentes bajas de las grandes poblaciones, y de cuya miseria —con costo que no alejaría por cierto del mercado a constructores de casas de más rico estilo, y sin los riesgos que Spencer exagera— pueden sin duda ayudar mucho a sacarles las casas limpias, artísticas, luminosas y aireadas que con razón se trata de dar a los trabajadores, por cuanto el espíritu humano tiene tendencia natural a la bondad y a la cultura, y en presencia de lo alto, se alza, y en la de lo limpio, se limpia. A más que, con dar casas baratas a los pobres, trátase sólo de darles habitaciones buenas por el mismo precio que hoy pagan por infectas casucas.
Puesto sobre estas bases fijas, a que dan en la política inglesa cierta mayor solidez las demandas exageradas de los radicales y de la Federación Democrática, construye Spencer el edificio venidero, de veras tenebroso, y semejante al de los peruanos antes de la conquista y al de la Galia cuando la decadencia de Roma, en cuyas épocas todo lo recibía el ciudadano del Estado, en compensación del trabajo que para el Estado hacía el ciudadano.
Henry George anda predicando la justicia de que la tierra pase a ser propiedad de la nación; y la Federación Democrática anhela la formación de “ejércitos industriales y agrícolas conducidos por el Estado”. Gravando con más cargas, para atender a las nuevas demandas, las tierras de poco rendimiento, vendrá a ser nulo el de estas, y a tener menos frutos la nación, a quien en definitiva todo viene de la tierra, y a necesitarse que el Estado organice el cultivo forzoso. Semejantes empresas aumentarían de terrible manera la cantidad de empleados públicos, ya excesiva. Con cada nueva función, vendría una casta nueva de funcionarios. Ya en Inglaterra, como en casi todas partes, se gusta demasiado de ocupar puestos públicos, tenidos como más distinguidos que cualesquiera otros, y en los cuales se logra remuneración amplia y cierta por un trabajo relativamente escaso; con lo cual claro está que el nervio nacional se pierde. ¡Mal va un pueblo de gente oficinista!
Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio. El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que pluguiese al Estado asignarle, puesto que a este, sobre quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquellos. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo. Y como los funcionarios son seres humanos, y por tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran poder, apoyados por todos los que aprovechasen o esperasen aprovechar de los abusos, y por aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos el terror, prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de distribución oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo de los quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la autoridad y osadía del genio, y las astucias del vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana. “De mala humanidad —dice Spencer— no pueden hacerse buenas instituciones.” La miseria pública será, pues, con semejante socialismo a que todo parece tender en Inglaterra, palpable y grande. El funcionarismo autocrático abusará de la plebe cansada y trabajadora. Lamentable será, y general, la servidumbre.
Y en todo este estudio apunta Herbert Spencer las consecuencias posibles de la acumulación de funciones en el Estado, que vendrían a dar en esa dolorosa y menguada esclavitud; pero no señala con igual energía, al echar en cara a los páuperos su abandono e ignominia, los modos naturales de equilibrar la riqueza pública dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que ha de mantener naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos que se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde pasean hoscos y erguidos otros seres humanos que con las rentas de un año de sus propiedades pueden cubrir a toda Inglaterra de guineas.
Nosotros diríamos a la política: ¡Yerra, pero consuela! Que el que consuela, nunca yerra.
La América, Nueva York, abril de 1884.” fin de la cita.
Después de haber leído este artículo de nuestro José Martí, ¿hay alguien que pueda sostener la idea de un Martí socialista?
Pero, más aún; ¿ Hay alguien que pueda afirmar que el socialismo no es un fracaso, después de haber leído la critica del Apóstol, la cual denominó “la futura esclavitud”?
Con todo el respeto por sus años, dejemos a los que ya no están en sus tiempos históricos que vivieron, las interpretaciones tardías y perfiladas por intereses políticos de los lideres es parte del oportunismo que tanto ha acompañado el discurso de la revolución Cubana. Hoy es creo más importante entender y debatir que piensa, como actúa, como logra desayunar, almorzar y comer un joven Cubano llamado Jose Marti que vive hoy en algún lugar de la isla, que teorizar con interpretar lo que dijo un Jose Marti que vivió buena parte de su corta vida, 42 años, en el exilio forzoso. Tendrá algún resultado a futuro seguir pensando hacia adelante con las vista siempre puesta en el pasado, esa historia que muchas veces, demasiadas diría yo, son las bases de las decisiones de los máximos lideres actuales de “la Continuidad” y que han llevado a Cuba a este calamitoso estado económico y social actual, ahí es donde veo yo “el peligro que amenaza a la patria” que usted menciona, seguir posponiendo la participación en el poder de diferentes opciones políticas y diferentes visiones económicas todas debatibles y validas, y con ello seguirá arrastrando el país a una salida violenta para nada aconsejable
Creo que después de este ejercicio teórico de indudable enriquecimiento intelectual, sería bueno y de gran utilidad escribir sobre Cuba y el socialismo, y tratar de hallar un consenso sobre si nuestro país es o ha sido alguna vez socialista, a fin de saber qué se está defendiendo y si vale la pena hacerlo. Sería provechoso analizar también si la Cuba en que vivimos es realmente martiana.
Muy de acuerdo Ibrahim.
Cuba y Martí están ligados por la historia y nada ni nadie lo puede evitar, desconocer la historia es desconocer el pasado, es no saber nuestros orígenes y cometer los mismos errores. El problema comienza cuando nos ha tergiversado y manipulado la verdadera historia y por no tener acceso a las fuentes originales nos han enajenado la mente.Hablar del socialismo cubano es perder el tiempo. Me recuerdo de una frase de Raúl Castro en uno de sus discursos cuando dijo ” aquí haremos el socialismo que nos de la gana” por eso Cuba está como está. Y aunque no le guste a Livio Delgado debo volver a la historia para recordar otra frase de Marti cuando le escribió la carta al General Máximo Gómez diciéndole que ” No se funda un país como se manda a un ejército” Ese es el principal error del socialismo cubano que está lleno de caprichos y la democracia está amordazada. El socialismo como sistema no ha funcionado en ninguno de los países. La República Democrática sí. Ojalá los cubanos tuvieran la oportunidad de ejercer sus derechos a la libre expresión en el Parlamento. Ojalá los miembros de la Asamblea no fueran designados sino elegidos por su Municipio donde viven trabajan e inter actúan. Es imposible que una persona del Vedado sea electo por otra provincia o municipio o nombrados por la Asamblea municipal. Ojalá se elimine votar por todos en lugar de hacerlo de forma individual. En fin que “Ojalá pase algo” que borre de pronto el sistema arcaico e ineficiente que rige hoy en la isla. Esa es la gran tarea del pueblo cubano.
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