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Historia

Revalorización de acontecimientos, figuras y procesos de nuestra historia

Intelectuales

«Palabras» no solo a los intelectuales

por Alexei Padilla Herrera 23 junio 2021
escrito por Alexei Padilla Herrera

En el primer lunes de la primavera de 1959, el periódico Revolución circuló un suplemento que, en sus dos años y siete meses de existencia, se convirtió en una de las publicaciones culturales más vanguardistas de América Latina.  Codirigido por los escritores Guillermo Cabrera Infante y Pablo Armando Fernández, junto al pintor Raúl Martínez, desde su primera edición Lunes de Revolución visibilizó la diversidad [y las contradicciones] política, ideológica y estética existente en los diferentes actores y grupos del campo cultural comprometidos con la revolución triunfante.

El semanario acogió académicos, escritores y artistas que, si bien apoyaron el proceso, no ocultaban sus críticas a determinados aspectos de la construcción del socialismo en la Unión Soviética y sus satélites europeos. Buena parte de sus «dardos» fueron dirigidos especialmente a la política cultural de Moscú, para disgusto de la dirección del veterano Partido Socialista Popular (PSP), embajador informal del Kremlin en Cuba.

La diversidad de concepciones sobre el arte y la cultura que convergieron en Lunes, sus críticas al dogmático marxismo soviético y algunos textos considerados anticomunistas, provocaron tensiones entre diferentes segmentos de la intelectualidad insular.

Lunes de Revolución, sin embargo, continuó navegando en turbulentas aguas hasta encallar en la polémica generada por el estreno de un documental de apenas trece minutos —número maldito—, que cometió el «desatino» de registrar el desparpajo nocturno en los alrededores del puerto habanero. Sus escenas en blanco y negro, según los censores, contrariaban la imagen que debía proyectar un país en revolución.

Dirigido por Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, el cortometraje PM se exhibió en la TV Revolución, que junto a Ediciones R, fue otro de los emprendimientos mediáticos concebidos por Carlos Franqui, director del periódico Revolución. En mayo de 1961, la comisión que analizaba y clasificaba los filmes producidos e importados al país, prohibió la exhibición del cortometraje tras determinar que atacaba los intereses del pueblo y de la Revolución.

Desde su columna en el periódico Hoy, la intelectual comunista Mirta Aguirre expuso que la interdicción del corto se justificaba ya que este le hacía el juego a la contrarrevolución. Por su parte, Alfredo Guevara, director-fundador del ICAIC, consideró que el filme mostraba el peor de los mundos (prostitución, alcoholismo, drogas, etc.), algo incompatible con aquellos tiempos del naciente cine revolucionario, financiado por el Estado para más señas.

La agitación generada por tal fallo se prolongó durante semanas. Además de numerosos artículos a favor y en contra, alrededor de doscientos intelectuales y artistas firmaron una declaración colectiva pidiendo el levantamiento de la censura.

La polémica sobre cuáles deberían ser los principios rectores de la política cultural de la Revolución Cubana alcanzó un nivel tan alto que, a ojos del gobierno, amenazaba la unidad del campo cultural. El 30 de junio de 1961, en un intento por contener las desavenencias, Fidel Castro pronunció, en la tercera y última de una serie de reuniones en la Biblioteca Nacional, el discurso que pasó a la posteridad como Palabras a los intelectuales.

A pocas semanas de la victoria en Playa Girón, y en momentos en que la unidad era garantía de resistencia y continuidad de la Revolución, Fidel trazó los límites de las libertades de creación y expresión. De acuerdo con el dirigente cubano, el grado de libertad del que artistas e intelectuales gozarían, dependería de su identificación y apoyo a los principios, la ideología y las políticas implementadas por el Gobierno Revolucionario en las más diversas áreas.

Así las cosas, los incondicionales al proceso percibirían mayores posibilidades para desarrollar su trabajo creativo, mientras que los no dispuestos a entregarlo todo en favor de la construcción socialista, verían aparecer, y se preocuparían, por las restricciones impuestas a la libertad de creación y expresión.

Seguidamente definió, de forma ambigua, los criterios de inclusión-exclusión que rigen hasta hoy, no solo las políticas cultural y de comunicación social en el país, sino también las relaciones entre el Partido-Estado-Gobierno, la sociedad civil y los ciudadanos:

«(…) dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de Ia Revolución de ser y de existir, nadie. Por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la Nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella».

En un solo párrafo, tan breve como potente, se estableció la primacía de los derechos de la Revolución —el Estado— sobre el ejercicio de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos.

Es muy probable que las decenas de personas que tuvieron el privilegio de escuchar directamente al líder de la Revolución, no percibieran la relación entre las palabras pronunciadas aquella tarde de junio y la conferencia impartida por Blas Roca en el programa Universidad Popular, transmitido el 11 de septiembre de 1960.[1]

Intelectuales (2)

Blas Roca

Durante poco más de una hora, el secretario general del PSP explicó a la teleaudiencia la forma en que el marxismo soviético definía el concepto de libertad, su alcance y funciones en el socialismo. Después de remontarse a la Constitución francesa de 1791, para criticar el carácter abstracto de los derechos civiles y políticos allí reconocidos, Roca argumentó que la sintonía entre los intereses individuales y la actividad de cada ciudadano en defensa de la Revolución era necesaria para sentirse libre en la nueva sociedad que se construía.

En el intento de potabilizar uno de los principales dogmas del marxismo soviético, el dirigente comunista expuso la necesidad del dominio adecuado de las leyes que regían el desarrollo histórico, lo que sugeriría la limitación de los derechos civiles y políticos —burgueses— que pudieran retardar el inevitable triunfo del socialismo en el mundo.

Los dogmas defendidos por Blas Roca justificaban la subordinación de los derechos ciudadanos, de la actividad científica, la educación y la producción de bienes simbólicos, a los objetivos definidos por la vanguardia revolucionaria. De la aceptación y sometimiento a las leyes del desarrollo histórico dependería la libertad que percibiesen los ciudadanos. De esta forma, la libertad estaba asociada a la concordancia con la ideología de la Revolución, la disciplina y la participación en las tareas encomendadas por la dirección del país.

El profesor e investigador Fernando Martínez Heredia expresó en 2016 que la primacía de la Revolución implicó el derecho a controlar la actividad intelectual y la libertad de expresión siempre que fuera necesario. En su análisis consideraba un contexto específico, caracterizado por amenazas reales y constantes de detener y destruir el proceso, inclusive, por medio del magnicidio de sus dirigentes.[2]

No obstante, las limitaciones de los derechos ciudadanos dejaron de ser una cuestión coyuntural para convertirse en una práctica inherente al régimen político cubano, lo que fue codificado en la Constitución de 1976.

Esas restricciones responderían, entre otros factores, a la necesidad de preservación del Estado, a una cultura política secular que pondera la beligerancia en lugar del diálogo y la intolerancia en detrimento del respeto a la diversidad de ideas; a la adopción del marxismo-leninismo como ideología de Estado y al denominado síndrome de plaza sitiada, generado por el diferendo Estados Unidos-Cuba.

Uno de los fragmentos más interesantes del referido discurso de Fidel Castro es donde se acuña la legitimidad de la censura por parte de las autoridades revolucionarias. Para Fidel, la importancia del cine y la televisión para la educación y la formación ideológica del pueblo ameritaba que el gobierno regulara, revisara y fiscalizara las películas que serían exhibidas.

En una época en que los procesos de comunicación se concebían desde la óptica de los modelos transmisivos —para los cuales los receptores eran pasivos, acríticos y manipulables por los mensajes difundidos desde los medios—, el dirigente cubano concebía al pueblo, al menos en aquel discurso, no como sujeto de la Revolución, sino como objeto de la misma, y advirtió que los que no actuaran pensando en «la gran masa explotada» que esperaba ser redimida, carecían de «actitud revolucionaria».

La reivindicación del control estatal sobre los medios de comunicación, la defensa de la censura y la necesidad de que los artistas e intelectuales — incluyendo a los periodistas—, se convirtieran en militantes de la Revolución; se asientan en una concepción instrumentalista del arte, la literatura, la educación y la comunicación social. Una perspectiva que si bien era afín a las prioridades inmediatas del proyecto revolucionario, nunca ha contribuido a la necesaria autorregulación de los medios de prensa cubanos ni a elevar la calidad del periodismo, como reconoció el periodista y profesor Julio García Luis.

Los intercambios de representantes del campo cultural cubano con la dirigencia de la Revolución, intentaron reducir las fricciones entre los artistas intelectuales nucleados en Lunes de Revolución (que recibieron el apoyo de Haydée Santamaría, presidenta de Casa de las Américas), el ICAIC y el Consejo Nacional de Cultura, con motivo de la censura del documental PM.

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Alfredo Guevara y Haydee Santamaría (Foto: Fernando Lezcano/Granma)

No obstante, Palabras a los intelectuales también denotó los desafíos de los dirigentes cubanos para lidiar con la diversidad y el disenso ideológico, estético y político en una sociedad civil conformada por creadores que concebían el arte con y para la Revolución, pero sin subordinarla al poder político ni convertirla en mera propaganda partidista.

Artistas e intelectuales se veían a sí mismos como sujetos activos, dispuestos a contribuir con sus conocimientos al proceso de cambios, no por arrogancia o complejo de superioridad, sino porque entendían el arte, la Revolución y la relación entre ellas desde perspectivas que diferían con la de los políticos y militantes.

Sería deshonesto afirmar que Palabras a los intelectuales fue tan solo el anuncio-oda a la censura oficial y a la coerción de la libertad de expresión. Allí se presentaron las líneas generales de una política cultural que, entre otros aspectos, socializó el acceso a la cultura de la mayoría de los ciudadanos y regularizó la formación artística de miles de niños, adolescentes y jóvenes de origen humilde en las Escuelas Nacionales de Arte, conservatorios e instituciones culturales. Una generación formada por hijos de humildes trabajadores del campo y la ciudad, que en un par de décadas se integró a la vanguardia cultural de la Isla.

A pesar de la trascendencia del acontecimiento, en su momento la prensa revolucionaria no reprodujo ni reseñó la intervención de Fidel Castro. De acuerdo con la historiadora Ivette Villaescucia, por esos días los medios de comunicación destacaron la reunión de Fidel con periodistas extranjeros y de esa forma, la opinión pública nacional quedó al margen de lo discutido entre las vanguardias artísticas y políticas del país.[3]

Ese silencio, apunta Villaescucia, puede ser resultado de la presencia de militantes del PSP en el Consejo Nacional de Cultura y en la Comisión de Orientación Revolucionaria, dos de los órganos responsables del control de los medios de comunicación. Por mi parte, creo improbable que el silenciamiento de la prensa revolucionaria no contase con el aval de la dirección política del país.

Lo cierto es que la intervención de Fidel en la polémica garantizó la tregua que propició la creación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el 22 de agosto de 1961, como un espacio de convergencia y representación de las categorías intelectual y artística del país y un canal de comunicación entre el gremio y el poder político.

Amén de su carácter paraestatal, en el momento de su fundación la UNEAC fue un contrapeso al poder que venía acumulando el Consejo Nacional de Cultura, cooptado por cuadros del PSP que, como Edith Buchaca y Mirta Aguirre, eran entusiastas de la instrumentalización de la creación artística y literaria en función de los objetivos políticos del Estado.

Al mismo tiempo, la creación de la UNEAC afectaría la centralidad que Lunes de Revolución ganó en el campo cultural desde su fundación. Para la historiadora Silvia Miskulin, el cierre definitivo del seminario cultural fue resultado de las maniobras políticas ejecutadas por militantes del PSP desde el Consejo Nacional de Cultura y la Comisión de Orientación Revolucionaria. La independencia de sus editores y el carácter cosmopolita, ecléctico y antidogmático de Lunes…, afirma Miskulin, contravenían la política cultural que el Estado cubano comenzaba a implementar desde instituciones dirigidas por veteranos pesepistas.[4]

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Mirta Aguirre (Foto: poesi.as / Archivo)

La publicación del último número de la reconocida publicación cultural, el 6 de noviembre de 1961, marcó el inicio del ocaso del ambiente de relativa apertura y pluralismo que caracterizó el primer trienio del proceso revolucionario en Cuba. En enero del año siguiente comenzaría a circular la revista Unión, que junto a La Gaceta de Cuba y la revista Casa de las Américas, compensaron el vacío dejado por el semanario.

Ivette Villasescucia apunta que la desaparición de Lunes de Revolución coincidió con un proceso de fusión de varios medios de prensa, condicionado por la búsqueda de unidad entre las fuerzas revolucionarias, el conflicto con los Estados Unidos y las características personales de los sujetos involucrados en la transformación del sistema mediático cubano.

En ese contexto, la clausura de Lunes de Revolución y de los diarios Prensa Libre, Combate y La Calle, y la posterior creación de nuevas publicaciones, fueron parte del esfuerzo para atenuar u ocultar las discrepancias ideológicas y políticas entre el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y el PSP.

La unidad lograda entonces exige hasta hoy una disciplina casi militar, unanimidad política e ideológica y divorcio entre la agenda mediática y la agenda pública en los medios de comunicación. Todo ello se traduce en las dificultades de la prensa estatal para satisfacer las demandas informativas y expresivas de buena parte de la ciudadanía.

Seis décadas después del memorable discurso, no existe una definición clara y objetiva del significado y alcance de la expresión: «dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada». Al recordar Palabras a los intelectuales no puedo dejar de señalar la ambigüedad —o precisión, según se vea— del párrafo frecuentemente evocado para legitimar la criminalización del disenso y, consecuentemente, la muerte civil, la violencia simbólica y física, y la exclusión de ciudadanos que por no entrar en los recios moldes del modelo revolucionario, son reducidos, contrariando la ley, a la categoría de no personas.

Comprendo que al triunfar, una Revolución —y la cubana no fue la excepción— no es un estado de derecho, pero su principal objetivo debe ser alcanzarlo. Y, una vez proclamado, gobernados y gobernantes deben atenerse a él.

***

[1] Blas Roca: «Los regímenes sociales y el concepto de libertad», Noticias de Hoy, 13 de septiembre de 1960, p. 2.

[2] Fernando Martínez Heredia: «Acerca de “Palabras a los intelectuales”, 55 años después», Tareas, no. 154, septiembre-diciembre, 2016, pp. 63-75.

[3] Ada Ivette Villascucia: «La prensa cubana en el primer decenio de la Revolución», Revista Mexicana de Ciencias Agrícolas, vol. 2, octubre, 2015, pp. 101-109.

[4] Silvia Miskulin: Os intelectuais cubanos e a política cultural da Revolução: 1961-1975. São Paulo, Alameda, 2009.

23 junio 2021 21 comentarios 3.328 vistas
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La democracia social y la Constitución del 40

por Rafael Rojas 21 junio 2021
escrito por Rafael Rojas

La Constitución cubana de 1940 forma parte de un momento de la historia constitucional latinoamericana caracterizado por una visión de la democracia diferente a la que se volvería predominante a fines del siglo XX. En ese momento constitucional —que coincide con la llamada «segunda ola de democratización» a nivel global—, pueden incluirse otras cartas magnas, como la mexicana de 1917, reformada durante el cardenismo; la peronista de 1946, la varguista de 1949 y la de Costa Rica en este mismo año.[1]

Todas ellas fueron promulgadas en contextos de consolidación de proyectos populistas y nacionalistas revolucionarios en varios países latinoamericanos y caribeños, tras el colapso de las repúblicas oligárquicas de las primeras décadas del siglo XX. En Brasil, Argentina y México fueron emblemáticos aquellos procesos. En Cuba, la Revolución de 1933 fue un fenómeno con elementos similares al peronismo, el varguismo y el cardenismo, aunque sin una corporativización ni un liderazgo personal equivalentes, fuera de los intentos de Fulgencio Batista de hegemonizar la vida pública.

La ausencia de un bloque hegemónico nuevo en Cuba, condicionó que tanto la Constitución de 1940 como los gobiernos que le siguieron, estuvieran ligados a la dinámica de la alternancia en el poder. El propio sistema de partidos, como ha observado Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta, tuvo una evolución cambiante, pues se movió de la alianza entre Batista y los comunistas, a los dos gobiernos del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), desde 1944 a 1952 y, finalmente, a la emergencia del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) a fines de los cuarenta.[2]

Democracia social (3)

Aquella alternancia del régimen cubano durante los cuarenta, determinó que la tensión entre democracia social y democracia liberal se resolviera por medio de la coexistencia y no de la ruptura, como sucedió en Brasil, Argentina y, en menor medida, en México. Una coexistencia doctrinal que en el texto de la Constitución refleja, sin embargo, el predominio de los derechos sociales sobre los derechos individuales.

La idea de democracia social en América Latina avanzó en las primeras décadas del siglo XX de la mano de pensadores positivistas, liberales y socialistas. Como ha estudiado Clara Bressano, los argentinos José Ingenieros y Saúl Taborda cuestionaron el paradigma de la democracia liberal, basada en los derechos individuales, y propusieron un tipo de representación política «funcional» u «orgánica», que privilegiara los derechos sociales.[3] En Brasil, los teóricos de la revista Cultura Política, encabezada por Almir de Andrade, en los años treinta y cuarenta, defendieron algo parecido.

En México, publicaciones como El Trimestre Económico, fundada por Daniel Cosío Villegas, y Cuadernos Americanos, dirigida por Jesús Silva Herzog, armaron una plataforma doctrinal que en un estudio reciente hemos llamado «cardenismo fabiano».[4] A partir de las ideas de Harold Laski y otros filósofos y economistas de la London School of Economics en Gran Bretaña, pero también de pensadores como John Dewey en Estados Unidos, esas revistas y la editorial Fondo de Cultura Económica apostaron claramente por una democracia que privilegiara los derechos sociales en México y América Latina.

Hay evidentes coincidencias entre la democracia social latinoamericana y la socialdemocracia europea. Pero hay también diferencias que no siempre se destacan, especialmente en el campo referencial de una y otra. Mientras la socialdemocracia provenía originalmente del marxismo, la democracia social cobró impulso, sobre todo, con el keynesianismo. A partir de los años treinta, el giro keynesiano del liberalismo y la línea frentista de los partidos comunistas favorecieron el entendimiento entre diversas izquierdas.

John Alba Silot ha mostrado que el campo intelectual republicano produjo una convergencia en torno a la centralidad de justicia social desde diversas corrientes, como el liberalismo de Fernando Ortiz y Jorge Mañach, el catolicismo de Ignacio Biaín Moyúa y Andrés Valdespino o el marxismo de Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez.[5] Esas corrientes intelectuales estuvieron representadas por partidos políticos concretos en la Asamblea Constituyente de 1939.

La Asamblea estuvo integrada por setenta y seis delegados. Dieciocho pertenecían al Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) que encabezaba Ramón Grau San Martín, uno de los principales líderes de la Revolución del 33; dieciséis al Partido Liberal, liderado por el abogado y diplomático José Manuel Cortina; y quince al Partido Demócrata-Republicano, que dirigía el ex presidente Mario García Menocal. La minoría restante se hallaba distribuida, con menos de diez representantes por partido, entre la Unión Nacionalista de Fulgencio Batista, la Unión Revolucionaria Comunista y el ABC.

Democracia Social (2)

Si bien los liberales y los menocalistas abarcaban unos treinta escaños en la Asamblea, una mayoría resultante de alianzas eventuales entre nacionalistas revolucionarios y comunistas inclinó la balanza a favor del constitucionalismo social. De modo tal, los líderes y partidos proclives a preservar la estructura liberal de la Constitución de 1901 fueron desplazados por una nueva generación, más identificada con las demandas de la Revolución del 33, que decidió la notable ampliación de derechos sociales que se verificó en la Carta Magna.

Un contraste que salta a la vista al comparar la Constitución de 1901 con la de 1940, es que la primera consagraba unos treinta y dos derechos individuales, civiles y políticos, y no incluía derechos sociales; mientras, la segunda compactaba los derechos individuales en unas dieciocho garantías y dedicaba cerca de cincuenta artículos a los derechos sociales. A partir del artículo 43, del título V, sobre Familia y Cultura, hasta los dedicados a la propiedad, del 87 al 96, la Constitución giró en torno a derechos sociales.[6]

El evidente predominio jurídico de la perspectiva social, parte de una determinada concepción de la propiedad. Generalmente se destacan, en esos artículos constitucionales, la proscripción del latifundio y la potestad del Estado para expropiar bienes por causa de utilidad pública. Pero toda la sección sobre la propiedad en la Constitución de 1940, está regida por la idea de la «función social» de las posesiones privadas o públicas, establecida en el artículo 87.[7]

Dicha premisa se plasma en la pertenencia atribuida al Estado sobre el subsuelo y las tierras, bosques y aguas comunes, «que habrán de ser explotados de manera que propendan al bienestar social»; en la protección de las marcas mercantiles nacionales, en la exención de gravámenes para los censos económicos, en la obligación del Estado a actualizar sus estadísticas o en el carácter imprescriptible de los bienes de las instituciones de beneficencia.[8]

En las secciones dedicadas a la familia y la cultura, habría que destacar que la Constitución de 1940 introdujo un sistema equitativo para la disolución del matrimonio, para determinar pensiones de maternidad, seguros domésticos y asistencia social; así como de afirmación de la cultura y la educación como «intereses primordiales del Estado».[9] Las enseñanzas prescolar, primaria, elemental y superior fueron declaradas gratuitas y bajo ejecución del Estado y los municipios.

El texto constitucional ofreció una avanzada legislación laboral. El trabajo fue definido como un «derecho inalienable del individuo» y se estableció el salario mínimo y los contratos colectivos de trabajo. Se generó un sistema de «seguro social» que ofreció cobertura a los trabajadores, la jornada máxima de ocho horas, el descanso retribuido y la maternidad obrera. La Constitución de 1940 reconoció la libertad de sindicación, el mutualismo y propuso un programa de viviendas populares para obreros del sector privado y público.

La centralidad de los derechos sociales en aquella legislación tuvo efectos en la distribución de derechos civiles y en el diseño del régimen político. Algunos elementos republicanos del sistema, como la prohibición de formar «agrupaciones políticas de raza, sexo o clase», respondieron al arraigo del concepto de pueblo en la Constitución. Otras características del régimen político, como el referéndum o mecanismos de democracia directa, como la iniciativa de ley por parte de 10 000 electores, también reforzaron la dimensión plebiscitaria del nuevo sistema político.

Los historiadores Julio César Guanche y Caridad Massón Sena han destacado la importancia de la labor legislativa de los líderes y partidos nacionalistas revolucionarios y comunistas para el constitucionalismo social cubano de los años cuarenta y cincuenta.[10] Pero tan importante como eso fue la preservación de una clara estructura democrática, con elementos semiparlamentarios, y un sistema de partidos que se expandía hacia el flanco izquierdo sin caer en una deriva de fragmentación.

Democracia social (4)

«La fractura del funcionamiento orgánico de la Constitución del 40, tras el golpe de Estado de 1952, decidió la interrupción del constitucionalismo social republicano en Cuba».

El abandono de aquella plataforma fue un daño colateral del golpe de Estado de marzo de 1952 y de la dictadura militar de Fulgencio Batista. Al quebrarse los mecanismos semiparlamentarios del régimen, y algunos partidos protagónicos —como el Auténtico, el Ortodoxo y el Socialista Popular—, enfrentar el dilema de optar por la abstención o la resistencia, por la oposición pacífica o la violenta, se interrumpieron los resortes políticos que aseguraban la centralidad de la democracia social bajo el orden constituido.

Una conclusión posible de este recorrido sería que la fractura del funcionamiento orgánico de la Constitución del 40, tras el golpe de Estado de 1952, decidió la interrupción del constitucionalismo social republicano en Cuba. Aquella normatividad volcada a favor de los derechos sociales sería retomada después de la Revolución de 1959, pero sobre las bases doctrinales de un socialismo de Estado, que descontinuaba la efímera tradición democrática de la isla.

***

Notas

[1] Samuel P. Huntington: La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX, Barcelona, Paidós, 1994, pp. 10-17.

[2] Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta: La democracia republicana en Cuba, 1940-1952. Actores, reglas y estrategias electorales, Ciudad de México, FCE, 2017, pp. 152-190.

[3] Clrara Bressano: “Los ideales democráticos de José Ingenieros y Saúl Taborda”, Cuadernos de Historia, no. 12, Córdoba, 2011, pp. 71-93.

[4] Rafael Rojas: La epopeya del sentido. El concepto de Revolución en México (1910-1940), Ciudad de México, El Colegio de México, 2021, pp. 260-269.

[5] John Alba Silot, «Iglesia y Revolución: la deconstrucción de un mito. Una relectura historiográfica de la relación política social entre Catolicismo y Estado en Cuba, de 1959 a 1969». Tesis de Maestría. Universidad Nacional de Quilmes, Argentina, 2013, pp. 25-28.

[6] Leonel-Antonio de la Cuesta: Constituciones cubanas. Desde 1812 hasta nuestros días, New York, Ediciones Exilio, 1974, pp. 246-250 y 258-260.

[7] Ibid, p. 260.

[8] Ibid, pp. 260-261.

[9] Ibid, p. 252.

[10] Julio César Guanche: «La Constitución de 1940: una reinterpretación», Cuban Studies, no. 45, 2017, University of Pittsburgh, pp. 66-88; Caridad Massón Sena: «Los comunistas y la Constituyente de 1940», Calibán, octubre-diciembre, 2009, La Habana, pp. 1-9.

21 junio 2021 23 comentarios 2.710 vistas
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Enmienda Platt

La imposición de la Enmienda Platt

por Mario Valdés Navia 12 junio 2021
escrito por Mario Valdés Navia

Uno de los acontecimientos más funestos y debatidos en la historia de Cuba fue la aceptación de la Enmienda Platt por los constituyentes de 1901, hace hoy 120 años. Para comprender lo sucedido entonces es preciso volver a los hechos históricos y despojarnos de etiquetas y estereotipos en torno a la actuación de aquellos hombres que, en su inmensa mayoría, habían dedicado sus vidas a la lucha por la independencia; de ahí que fueran electos por el pueblo para redactar la primera constitución de la república por la que se había inmolado la quinta parte de la población del país.  

Al concluir la guerra Hispano-Cubanoamericana, con el armisticio entre España y EEUU el 16 de agosto de 1898, España renunció a la soberanía de Cuba y EEUU no la reclamó; pero la agonía final por alcanzar la república soñada apenas comenzaba. Las grandes interrogantes políticas del período que iniciaba eran: ¿de veras se irán los yanquis?, y su secuela lógica, conociendo el carácter norteño: ¿qué precio tendremos que pagar para que lo hagan de una vez?

Estas preocupaciones tenían como trasfondo económico la reconstrucción del país, tarea ardua para un pueblo carente de recursos materiales y financieros, diezmado en su población y fuentes de riqueza. No obstante, el trienio 1899-1901 fue testigo del primero de los milagros económicos del siglo XX: el cubano, generalmente olvidado dentro y fuera de la Isla.

En ese breve período, los trabajadores rurales y urbanos, mediante un despliegue intensísimo de trabajo vivo y el uso eficiente de los escasos capitales inyectados por un puñado de inversionistas, nativos y foráneos, lograron recuperar los altos niveles de producción de la economía anteriores a la guerra, y hasta superarlos en algunos sectores.

Enmienda Platt (2)

El Generalísimo Máximo Gómez abandonando la Asamblea del Cerro, marzo de 1899

Mientras los políticos cubanos se liaban en agrias discusiones entre el poder civil —Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana instalada en el Cerro— y el militar —General en Jefe Máximo Gómez—, y los interventores continuaban enviando tropas de ocupación hasta casi triplicar los efectivos de la fuerza expedicionaria; la situación material del mambisado era terrible, pues sus vías de suministro logístico: expediciones, impuestos de guerra y expropiaciones violentas eran inoperantes en la paz. Los heroicos guerreros, que peleaban sin paga, no tenían dinero y vivían de la caridad pública.

De ahí la urgencia de Gómez por resolver la cuestión de los haberes del Ejército Libertador y su aceptación del donativo que «amablemente» le hiciera el presidente Mckinley para licenciar la masa de excombatientes. Entre tanto, la Asamblea del Cerro, que trataba de obtener el reconocimiento estadounidense mediante un empréstito de gobierno a gobierno, reaccionaba airadamente a la dádiva de Mckinley. La reacción popular ante el acto soberbio de querer destituir y juzgar al Generalísimo, obligó al órgano legislativo a auto-disolverse.

Negociar tal licenciamiento fue un craso error de los representantes del pueblo cubano, que se enfrascaron en la discusión de cómo debía hacerse, cuando en realidad de lo que se trataba era de no admitirlo.

En medio de la ocupación militar, Cuba quedaba desprovista de gobierno, ejército y Partido Revolucionario, deshecho previamente por Estrada Palma. Grande era la angustia popular, tan bien reflejada en el poema Mi bandera de Bonifacio Byrne. Mckinley y los gobernadores militares —J. Brooke, 1899 y L. Wood, 1900-1902— estimulaban el «olvido de lo pasado», mantenían en sus puestos a funcionarios coloniales, no mostraban interés por marcharse definitivamente, ni fijaban un límite temporal a la ocupación. Asimismo, crecía la falsa propaganda dirigida a la opinión pública norteña para convencerla de que la mayoría de los cubanos deseaba la anexión.

La política dilatoria de los ocupantes acrecentaba los ánimos patrióticos, que se manifestaron en 1900, cuando el independentismo arrolló en las elecciones municipales de todo el país. Mayor aún fue su triunfo al librarse la convocatoria a delegados a la Asamblea Constituyente para redactar y aprobar la Carta Magna y, como parte de ella, acordar con el gobierno de los Estados Unidos las relaciones que habrían de existir con el de Cuba. Como una victoria del indomable pueblo se decidió honrar el compromiso de la Joint Resolution y anunciar la salida de las tropas norteamericanas. 

En noviembre se efectuó la apertura de la Constituyente en el teatro Irioja, bautizado Martí para la ocasión. Quince de los delegados eran civiles —casi todos antiguos laborantes y/o intelectuales patriotas— y el resto militares, entre ellos once generales. En toda la Isla se seguían al detalle las sesiones, la prensa reportaba diariamente lo ocurrido y divulgaba opiniones de políticos y lectores; el pueblo enviaba cartas y telegramas y numeroso público llenaba los palcos y juzgaba las intervenciones con gritos y aplausos.

Aprobado el texto constitucional en febrero, llegó el momento de discutir las relaciones bilaterales. La Asamblea designó una comisión de cinco miembros para que se encargara de proponer las bases que las sustentarían; pero de inmediato Wood les trasmitió instrucciones del secretario de Guerra, Elihu Root, sobre los puntos que se debían incluir.

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Senador Orville Hitchcock Platt

Tales instrucciones, recibidas inicialmente por los constituyentes con burlas y exclamaciones airadas, procedían de la propuesta legislativa presentada al Senado de Estados Unidos por el presidente de la Comisión de Relaciones con Cuba, el senador Orville H. Platt. En la madrugada del 28 de febrero, con la oposición de algunos congresistas simpatizantes de la causa cubana, quedó aprobada como enmienda al proyecto de ley de Gastos del Ejército.

Paralelamente, la comisión cubana entregaba un informe contentivo de cinco declaraciones contrapuestas a las instrucciones impartidas por Wood, en especial a las relativas al reconocimiento del derecho de intervención y al establecimiento de estaciones navales en la Isla. La respuesta imperial argüía la imposibilidad del presidente de Estados Unidos de modificar el texto de la enmienda y de retirar el ejército de ocupación mientras esta no fuera aceptada como apéndice a la Constitución cubana. El chantaje quedaba planteado sin ambages.

Algunos miembros de la Constituyente sostuvieron la tesis de que no estaban facultados para aceptar una enmienda que limitaba la independencia y soberanía de la república naciente. Otros, como Manuel Sanguily, opinaron que la Asamblea debía disolverse antes de acordar medidas que ofendieran la dignidad y soberanía del pueblo cubano. Juan Gualberto Gómez redactó una ponencia en la que recomendaba rechazar, entre otras, la cláusula relativa al arriendo de estaciones navales o carboneras e impugnar el documento por contravenir los principios del Tratado de París y la Resolución Conjunta.

El país bullía de multitudinarias protestas anti-Enmienda y la prensa publicaba opiniones adversas de instituciones y personalidades públicas. El 2 de marzo, una nutrida manifestación se dirigió al teatro Martí para pronunciarse contra la Enmienda, y después marchó hacia el Palacio de los Capitanes Generales, residencia de Wood, para patentizar el total rechazo al documento.

Los comisionados de la asamblea enviados a Estados Unidos para gestionar con aquel gobierno las bases de un acuerdo bilateral, fueron recibidos por Root, quien tajantemente afirmó que imponer las discutidas cláusulas era un derecho de Estados Unidos al que no renunciarían. Reiteró que ninguna de las cláusulas de la Enmienda mermaba la soberanía de Cuba, sino que la preservaba, que únicamente se intervendría en caso de graves perturbaciones y con el solo objetivo de mantener el orden y la paz internos.

La comisión, con serias discrepancias entre sus miembros, dio a conocer un informe favorable. El 28 de mayo se sometió a discusión una ponencia en la que se aceptaba la Enmienda con algunas aclaraciones y ligada a la concertación de un tratado de reciprocidad comercial. Fue aprobada por quince votos contra catorce, pero el gobierno de Estados Unidos no la admitió y comunicó a la Asamblea un ultimátum: al ser la Enmienda Platt «un estatuto acordado por el Poder Legislativo de Estados Unidos, el Presidente está obligado a ejecutarlo tal como es. No puede cambiarlo ni modificarlo, añadirle o quitarle»; en caso contrario, las fuerzas militares yanquis no serían retiradas de Cuba.

Enmienda Platt (4)

Caricatura de la época

El 12 de junio de 1901, en sesión secreta de la Asamblea Constituyente, fue sometida a votación la incorporación de la Enmienda Platt como apéndice a la Constitución de la República. Ante el crucial dilema: «república con enmienda, o rebeldía con ocupación interminable», votaron a favor dieciséis delegados y once en contra.[1] Cuatro se ausentaron —Juan Rius, Miguel Gener, José L. Robau y Antonio Bravo— para no votar en tan humillantes condiciones.

De los que votaron favorablemente, muy pocos compartían el texto de la enmienda. Casi todos expresaron públicamente los motivos de su voto particular. Sanguily resumió el sentir de la mayoría: «[…] sobre todo, porque es una imposición de los Estados Unidos contra la cual toda resistencia sería definitivamente funesta para las aspiraciones de los cubanos».

Tras la aprobación, el propio Wood valoró el alcance de lo ocurrido:

Por supuesto, que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt […] es evidente que está en lo absoluto en nuestras manos y creo que no hay un gobierno europeo que la considere por un momento otra cosa sino lo que es, una verdadera dependencia de los Estados Unidos, y como tal es acreedora a nuestra consideración. Con el control que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo. Creo que es una adquisición muy deseable para los Estados Unidos. La isla se norteamericanizará gradualmente y, a su debido tiempo, contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo.

A partir de entonces, los sectores subordinados a intereses imperialistas adoptarían una cultura plattista de abyecta sumisión, que alcanzará su clímax en 1906, cuando Estrada Palma abandonó la presidencia para forzar una segunda intervención norteamericana.

Al unísono, la lucha de la mayoría del país por la derogación de la Enmienda Platt y el temor a su aplicación, marcarían la vida política de la Primera República hasta su eliminación en 1934. El síndrome de la intervención norteamericana se convertiría con el tiempo en un fenómeno de larga duración en la política cubana y pendería, cual espada de Damocles, sobre la conducta de diferentes grupos, partidos y líderes políticos a lo largo de la historia.

***

[1] A favor: José M. Gómez, Manuel Sanguily, Pedro Betancourt, Pedro G. Llorente, Martín Morúa, José de Jesús Monteagudo, Gonzalo de Quesada, Leopoldo Berriel, Alejandro Rodríguez, Emilio Núñez, Tamayo, Joaquín Quílez, Eliseo Giberga, Enrique Villuendas, Domingo Méndez y José N. Ferrer. En contra: José B. Alemán, José Lacret, Rafael Portuondo, Luis Fortún, Juan G. Gómez, Rafael Manduley, Manuel Silva, José Fernández, Diego Tamayo, Alfredo Zayas y Salvador Cisneros.

12 junio 2021 13 comentarios 3.069 vistas
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Marquitos 1

«Caso Marquitos»: una conversación con Newton Briones

por Alina Bárbara López Hernández 10 junio 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

En el artículo «La delación de Humbolt 7. Temas en conflicto en torno al “caso Marquitos”», publicado hace poco en OnCuba, el investigador Julio César Guanche sistematizó con agudeza los diversos puntos de vista al respecto. Las múltiples hipótesis tejidas sobre el asunto hacen que lo considere, con razón, «un problema para la historiografía profesional cubana».

Demuestra en el texto mencionado que la opinión mayoritaria admite que a los jóvenes del Directorio Revolucionario (DR) masacrados al mes siguiente del asalto al Palacio Presidencial, los delató Marcos Rodríguez (MR).

Sin embargo, mientras una parte acepta que la causa de la traición se debió a iniciativa propia por motivaciones personales, incluso sectarias, relacionadas con su militancia en las filas de la Juventud Socialista y a sus vínculos con el PSP; otra parte la vincula a motivos más complejos que no solo atañen a MR sino al PSP, organización que no aceptaba la estrategia insurreccional contra Batista desarrollada por el DR.

Dos importantes dirigentes del Partido estuvieron involucrados con esta delación: Joaquín Ordoqui (JO) y su esposa Edith García Buchaca (EGB).

Marquitos 2

Edith García Buchaca y Joaquín Ordoqui Mesa

El historiador Newton Briones en su libro Víctima o culpable. La delación de Humboldt 7, es de los que exculpa al PSP y a estas dos figuras.

Este investigador se graduó de Historia en la Universidad de La Habana en 1975. Proviene de una familia de luchadores revolucionarios, su padre fue jefe de acción de la organización Joven Cuba y muy cercano a Antonio Guiteras.

Varios de sus libros, artículos y declaraciones han cuestionado aspectos convertidos en tradición por la historiografía. Entre ellos revalúa quién disparó primero: Casillas Lumpuí o Jesús Menéndez, el día de la muerte del líder sindical; devela los conflictos entre el dirigente comunista César Vilar —que falleció en 1973 prácticamente olvidado—, y la dirección del Partido Socialista Popular; pone en jaque la tesis casi generalizada de que la Revolución del Treinta se fuera «a bolina» o desmiente la existencia de las famosas pruebas que alegaba tener Eduardo Chibás contra Aureliano Sánchez Arango, y cuya supuesta pérdida lo llevara al suicidio. 

En un intento por aportar elementos sobre el «Caso Marquitos» y lo que lo rodea, tuvo lugar este intercambio entre Newton Briones y yo.

***

(AL): Ante todo quisiera preguntar si fue usted en algún momento miembro de la Juventud Socialista o del Partido Socialista Popular.

(NB): Usted misma hace la pregunta y da la respuesta. Si hubiera sido del PSP no habría escrito sobre Jesús Menéndez ni sobre Cesar Vilar. A la única organización que pertenecí antes de 1959 fue al Movimiento 26 de Julio.

(AL): En el blog La Cosa, creado por Julio C. Guanche, han aparecido testimonios que ofrecen otras miradas al controversial tema. Uno de ellos fue brindado por Lela Sánchez Echeverría, bajo el título «El Conflicto de los Días y las Fechas Históricas».

A ella le llaman la atención dos citas que hace Guanche de su libro Víctima o culpable… En una, usted niega que en el juicio se probara «el irrestricto apoyo prestado por el PSP a MR». En la otra, afirma: «Marquitos estuvo detenido durante dos años y medio en Villa Marista en la sede de la Seguridad del Estado. Si Ordoqui y Edith hubieran tenido ese poder para demorar e impedir hacer justicia sobre Marquitos, lo habrían soltado de su encierro y esto no sucedió (…)».

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Lela Sánchez señala:

«No sé por qué Newton hace esa observación sin aclarar que cuando Marquitos estuvo preso la primera vez (esta fue la segunda), haciendo uso de un irrestricto apoyo a MR, una parte de los dirigentes del PSP, y en primer lugar Joaquín y Edith, lograron ponerlo en libertad, ubicarlo a trabajar en la dirección de cultura del Ejército Rebelde y luego enviarlo en la beca gestionada por ellos a Checoslovaquia.

Claro que en esa ocasión estaba detenido solamente porque el DR [Directorio Revolucionario] lo acusaba de ser el delator de Humboldt 7, no como un agente de la CIA, tal como fue en la segunda oportunidad en la que vino preso acusado por los checos de trabajar para esa organización.

En ese caso, aclara el propio Newton que no podían contra otras fuerzas porque la acusación era fuerte. Sin embargo no mencionan, ni Newton, ni Guanche, (al menos en este trabajo) que sí lo habían hecho en la oportunidad anterior que les acabo de narrar.

Sería bueno que el articulista averiguara en qué fecha regresó Marquitos de México luego del 59 y por qué. Y tal vez logre conocer algo más de lo que le relato. Para no convertir esto en un tratado se lo dejo de tarea a Guanche si le interesa».

(NB): Después de leer la breve exposición de Lela me quedé sorprendido por la afirmación. O no fui claro con lo explicado en mi libro o no entendió lo expuesto. Ahora respondo al breve párrafo escrito por ella. La llamé para abundarle en más detalles y no quedo convencida. Debo volver a escribir para no dejar dudas sobre el asunto. Además, otros interesados volverán a leer mis puntos de vista y podrán dar sus opiniones.

Marquitos regresó de México el 28 de enero de 1959. Antes, se creó una comisión para organizar el retorno de los exiliados. Las diferentes organizaciones designaron a sus representantes para la vuelta. Ellos se encargarían de darle prioridad en los vuelos a las personas reconocidas en la lucha. Cesar Cuenca y representantes del PSP designaron a Marquitos para la tarea. Ordoqui y Edith García Buchaca ya estaban en Cuba desde el 5 de enero de 1959.

Marcos Rodríguez aterrizó en la Isla después de estar un año, siete meses, cuatro semanas y dos días en el exterior. Un total de 609 días contados desde su salida de la embajada de Brasil en dirección a Costa Rica y después a México. Su confianza en regresar suponía que la verdad de lo sucedido aquel 20 de abril de 1957 jamás saldría a la luz. Al parecer, poseía una convicción sólida en que a su regreso no tendría ningún tipo de inconvenientes. En la prensa no había aparecido nada durante los días de euforia popular desde el 1ro. de enero. Era señal de que no existían cargos contra él.

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Página de la revista Bohemia del 28 de abril de 1957, dedicada a la masacre de Humboldt 7. (Tomada de OnCuba)

Transcurrieron los primeros días de febrero de 1959 y fue cuando el caso comenzó a polarizarse. En un extremo Marquitos y sus defensores, los cuales creían combatir una injusticia. Y en el otro los investigadores del Directorio, convencidos cada vez más de estar sobre el sospechoso, pero sin tener todos los elementos para que nadie dudara de que era el delator.

Si los argumentos hubieran sido suficientemente convincentes, nadie se hubiera atrevido a transgredir esa línea. Menos en aquella fecha, en que los valores de justicia habían alcanzado cotas muy altas. Por eso el título de mi libro, «Víctima o Culpable», pues entre esos dos adjetivos se desarrolló el drama.

Al no existir evidencias de su delación, la imagen de víctima continuó fortaleciéndose. Y en el ambiente reinaba la fábula de una venganza contra él por parte del Directorio Revolucionario. A pesar del tiempo transcurrido, la sospecha de la delación de Marquitos y la venganza del Directorio eran extremos de un mismo problema. El factor subjetivo aportaba un peso específico, solidarizarse con la víctima y oponerse al victimario. En este ambiente se desarrollaba el drama que iría tomando cuerpo con los días.

Angelina Rojas Blaquier, en su texto Primer Partido Comunista de Cuba, t. 1, (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, pp. 87-88), explica que el jueves 29 de enero,

«(…) sin perder tiempo, MR se dirigió a las oficinas del Partido en la avenida de Carlos III. Joaquín Ordoqui, responsable de la Comisión de Educación, lo recibió. Después de los saludos de rigor, ambos se adentraron en el tema.

– ¡Ya sé! En la prensa voy a discutir con el Directorio para probar que sus dirigentes son anticomunistas…

– ¡Oye! ¡Oye! ¿Qué te pasa? Vete con cuidado —lo interrumpió Ordoqui—. Mira, el asunto contigo y el Directorio no es discutir si tú eres comunista y ellos no. Si tú mismo eres o no lo eres. El Directorio lo que está discutiendo contigo son elementos de una causa criminal. Los dirigentes tienen entendido que tú has delatado a los compañeros de Humboldt 7. Eso… No hay discusión política ni problemas ideológicos, en absoluto. El problema es si cometiste un delito o no lo cometiste. Y la tarea central tuya, si no lo has hecho, es demostrar que no lo has cometido.

–Está bien. Lo demostraré».

Sin embargo, los interesados en poner al descubierto las sospechas no llevaban un inventario sistemático de sus acciones pasadas. Incluso no sabían que Marquitos se encontraba en la Isla. Y menos que buscaba trabajo días después de llegar a Cuba. Como no supieron en 1961 que estaba detenido en Villa Marista.

La afirmación de que trabajaba allí es incierta y demostrativa del desconocimiento sobre el sujeto al que consideraban el traidor. Marquitos supo que conocidos de México laboraban allí en la dirección de cultura del Ejército Rebelde. Visitó el lugar para gestionar una plaza de trabajo. Fue atendido por su amigo Chelo Martínez, quien le propuso que regresara en otra ocasión. Las posibilidades del empleo en un lugar emblemático, un edificio de dos plantas, en la Avenida 31, frente a Ciudad Libertad.

Curiosa coincidencia, aquel inmueble dedicado a la enseñanza y a la cultura política y artística, había sido hasta el primero de enero sede de la Agencia Central de Operaciones (J´ACOPns), encargada de la parte operativa, investigaciones y detenciones del BRAC. Su jefatura se encontraba en otro lugar de la ciudad, en quinta y catorce, Miramar, frente a la casa del expresidente Ramón Grau San Martín. La parte operativa y de jefatura estuvieron separadas para conservar el secreto de trabajo.

Edith García Buchaca debía volver a México, al Congreso Continental por la Paz. A mediados del mes de enero se dirigió a la capital azteca. Vilma Espín, destacada combatiente, integraba igualmente la delegación cubana. Marquitos todavía se encontraba atendiendo los asuntos de la repatriación de los cubanos en el Distrito Federal. Cuando se volvieron a encontrar Edith y Marquitos, salió el tema reiterado y conocido, la imputación de delación. Tuvieron una conversación sobre el tema. Y este encuentro volvió a salir en abril de 1963, durante el juicio ante las preguntas del fiscal al detenido. Prefiero contarlo en el momento del juicio, para no adelantar algo tan importante y evitar repetirlo.

A pesar de todo lo explicado, ellos fueron víctimas de Marquitos y no al revés como piensan algunos. Aun, después de tanto tiempo despiertan más dudas Ordoqui y Edith que Marquitos. Al pensar que estaba siendo perseguido por el Directorio lo defendieron, y él aumentó su imagen de persona inocente y sobre la cual se estaba cometiendo una injusticia.

Una observación importante, el Ordoqui de 1959 no será el mismo de 1963, donde había alcanzado el cargo de viceministro y el grado de comandante. En mi investigación para escribir el libro, encontré que la única persona que intuyó su maldad fue la mamá del cineasta Fandiño, cuando se refirió a su mirada. Su manera de hablar y otros elementos hicieron que muchos le cogieran lástima. Sabía engañar y bien.

Volviendo a Ciudad Libertad el día 4 de febrero de 1959, cuando Marquitos visitó el lugar en busca de trabajo. También estuvieron ese día Marta Jiménez y Julio García Olivera. Y por casualidad vieron de lejos a Marquitos. Hablaron con Selma Díaz, esposa de Osmany Cienfuegos.

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Marcos Rodríguez durante el juicio en 1964. (Tomada de OnCuba)

–Venimos a ver a Camilo y entonces nos han dicho que no está…

–Espérense un momento –le dijo Selma. Y entró al despacho del Comandante William Gálvez, jefe de la Dirección de Inspección, el G5. Ante la insistencia de Marta Jiménez, Camilo Cienfuegos designó al capitán Reinier Díaz, segundo jefe del DIER, para realizar la investigación. Después de haber hecho múltiples tareas para descubrir la traición, el investigador debió hacer un informe sin mencionar su inocencia, sino explicando no haber encontrado su culpa.

Entonces fue liberado de su prisión en Columbia. Lo soltó Camilo y no Ordoqui. La gestión para estudiar cine en Praga se había hecho en México antes de 1959. Al no tener dinero para el viaje, se pospuso. Ahora estaban dadas las condiciones y marchó a Checoslovaquia.

Durante el juicio, en 1964, el fiscal le preguntó a Marquitos por su conversación con Edith en aquella ocasión en que ella volvió a México al Congreso Continental por la Paz.

–Regresa a La Habana, el Directorio te acusa por la muerte de los compañeros de Humboldt 7. Debes esclarecer tu situación –le dijo Edith a Marquitos. Al oír esta respuesta de Marquitos al fiscal, Fidel intervino y agregó. —Si lo hubiera protegido esa no sería la respuesta, sino quédate y no regreses. En la Revista Bohemia donde se reproduce todo el juicio se puede encontrar el interesante pasaje.

Como no bastó mi libro sobre Humboldt 7 en el que explico mi punto de vista sobre aquel hecho, recurrí al mismo procedimiento realizado en la UNEAC en el 2013 con la «Maleta de Chibás». Cuando combatimos Lela y yo por demostrar que Chibás no tenía pruebas contra Aureliano Sánchez Arango en su famosa maleta. Y donde Miguel Barnet me regañó al decir que yo «no limpiaría el piso de la UNEAC con Chibás». Aunque no me llamó cuando en el 2016 Fidel afirmó en el programa televisivo Mesa Redonda que Chibás no tenía pruebas.

Ante las dudas expresadas por algunos interesados en el caso de Humboldt 7 que no coincidían con mi interpretación en el libro «Víctima o Culpable», propuse en la UNEAC hacer una reunión parecida, a la que asistieran los que tenían dudas y opiniones diferentes. Nadie respondió a la invitación cursada mediante correo. Califiqué el hecho como lo hacen en las peleas de boxeo: nock out por no presentación.

Debo decirle a mi amiga Lela y a otros una frase muy utilizada por los que les gusta la gastronomía: comer pescado requiere de cuidado, tiene espinas. Parece mentira que hayan incurrido en el mismo error de Eduardo Chibás al acusar al padre de Lela, Aureliano Sánchez Arango, de haberse apropiado del dinero del desayuno escolar. Y la respuesta del acusado fue: ¡pruébalo! Como Chibás no pudo demostrarlo recurrió al disparo que le costó la vida.

(AL): La observación de Lela es coincidente con el criterio de Guillermo Jiménez, Jimenito, dirigente del DR y una de las personas que contribuyó a la denuncia contra MR. Este también dijo siempre que existió un «irrestricto apoyo» a MR por una parte de la dirigencia del PSP, especialmente Carlos Rafael Rodríguez, JO y EGB, que lograron ponerlo en libertad y desecharon la posibilidad de realizar un juicio.

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Comandante Guillermo Jiménez Soler, conocido como Jimenito. (Tomada de OnCuba)

(NB): Invocar el irrestricto apoyo a Marcos es desconocer la existencia de otro poder interesado en que el juicio se diera. Se dio comienzo al primer juicio y por las opiniones vertidas, alusión al sectarismo como causa, se suspendió y dio paso a un segundo juicio. Si hubiera existido ese irrestricto apoyo, tan invocado y reiterado, no se hubiera realizado el segundo juicio.

(AL): Según Jimenito, en el propio año 1959, el DR solicitó una reunión, para la que fueron designados él y Alberto Mora, con el objetivo de tratar con el PSP la delicada situación de que MR, un militante de su partido, era el delator. Así lo contó:

«El planteamiento principal que le hice a nombre del Ejecutivo del DR fue nuestra proposición de juzgar a MR de manera conjunta entre el DR y el PSP, para lo cual propusimos designar un tribunal revolucionario integrado por el mismo número de militantes de cada organización, cuya tarea sería dilucidar la culpabilidad o la inocencia del acusado. Una vez alcanzado un consenso, nos dirigiríamos al Cte. Fidel Castro para imponerle de los antecedentes y de la conclusión».

(NB): Lo que no se dice es la opinión de Ordoqui y Carlos Rafael cuando Jimenito y Alberto Mora le hicieron la propuesta. Una de los argumentos que ellos llevaban era el dinero que poseía Marquitos en México. Frente a ese argumento, Ordoqui dijo que iba a comer a su casa por no tener dinero. Algo más, si el Directorio hubiera hecho la propuesta de reunión, esta no se habría realizado en la casa de la mamá de Carlos Rafael. Y algo más importante, a esa altura del proceso revolucionario nadie iba a correr el riesgo de defender a un traidor, que además no era importante desde el punto de vista político.

(AL): Otra cosa que indica apoyo irrestricto fue el fusilamiento de los esbirros de Ventura en 1959 sin que se lograra una declaración legal contra MR. Ellos le aseguraron a Marta Jiménez —esposa de Fructuoso Rodríguez, uno de los mártires de Humboldt 7—, cuando fue a verlos a prisión acompañada por Julio García Olivera, que habían estado presentes en la entrevista del delator con Ventura, e identificaron a MR entre varias fotos de diferentes personas. Marta se entrevistó con Camilo, bajo cuyo mando estaban los prisioneros, y le pidió que no los fusilaran hasta que no se efectuara ese acto.

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Marta Jiménez, viuda de Fructuoso Rodríguez (Tomada de Juventud Rebelde)

(NB): Marta no se entrevistó con Camilo sino con William Gálvez, según Selma Díaz, esposa de Osmany Cienfuegos. Además, el capitán Reinier Díaz nombrado por Camilo para la investigación se entrevistó con Mirabal, la otra persona viva y presente en la entrevista de Ventura y Marquitos.

(AL): Podría argüirse que la euforia de los momentos iniciales del triunfo motivó la descoordinación; pero debe tenerse en cuenta que Osmany Cienfuegos, hermano de Camilo, era un militante comunista reconocido desde sus tiempos de la universidad, que había visitado la casa de JO y EGB en México en el mismo período en que lo hiciera MR, y que pudo incidir en la rápida desaparición de los hombres que habían identificado al traidor.

¿No cree muy raro que la proposición del DR de celebrar un juicio conjunto en la primera ocasión en que MR estuvo detenido no fuera aceptada y, lejos de investigar las pruebas con que contaba el DR, el PSP garantizara la salida del país de MR y le asignara tareas de extrema confianza como ocupar un puesto en la embajada de Cuba en Checoslovaquia?

(NB): Eso está contestado antes.

(AL): JO fue acusado no solo de proteger a MR, sino de haber brindado información a la CIA. Usted sostiene su inocencia a contrapelo de los siguientes elementos:

  1. Fidel crea una comisión para dictaminar la culpabilidad de JO, lo cual se hace público en la prensa. La misma estuvo conformada por Osmani Cienfuegos, Alfredo Guevara, Pepe Abrantes y Emilio Aragonés. Coincidentemente, todos ellos visitaban la casa de Ordoqui y Edith en México estando allí Marquitos; y, con excepción de Aragonés, todos eran miembros del PSP. Si la comisión dictaminó, nunca se ha conocido.
  2. El propio Fidel reprocha a JO que hubiera guardado, sin darla a conocer, una carta que MR le dirigiera por intermedio de su padre, estando ya preso y en la que hacía insinuaciones y afirmaciones muy graves, como que él le había confesado a Edith en México que era el delator.
  3. Existe una reunión del BP que ratifica la culpabilidad de Ordoqui, aunque decide no encausarlo.

(NB): Existen suficientes elementos para concluir que todo es una operación secreta de la CIA. Quien develó el asunto, sin saberlo, fue Philip Agee, al decir que al hombre encargado de la operación le dieron la medalla de oro de la CIA. Miguel Barroso, ministro del gobierno español y autor de uno de estos libros sobre el caso Marquitos, descubrió la diferencia de opinión entre el primer libro escrito por Agee, publicado en Inglaterra, y el segundo publicado en Cuba. Les dejo esa tarea para tener otros elementos al respecto. Agárrense a la silla, no se vayan a caer.

(AL): ¿A pesar de lo anterior, qué elementos lo convencen de la inocencia de JO y EGB?

Existe una duda que usted sembró en mí en la anterior conversación que tuvimos, allí afirma que el PSP buscó un acercamiento a Batista aun después del 10 de marzo, sus palabras fueron:

«Después del golpe los dirigentes del PSP habían establecido contacto con Raúl Lorenzo Ruiz, ministro de Comercio del nuevo gobierno (…) No era un desconocido, en 1937 había militado en las huestes juveniles comunistas. Mantenía relaciones con los miembros del PSP y ellos le habían dado la encomienda de sondear a Batista para ser aceptados. Aunque Batista estaba subordinado a los designios del Departamento de Estado y en ese momento debía obtener la anuencia por el golpe de Estado, la respuesta de Raúl Lorenzo llegó: “los americanos los tienen vetados y no puedo hacer nada”».

El capitán Esteban Ventura Novo era un hombre extremadamente precavido, logró burlar varios intentos de atentados, incluso, monitoreaba a través de la radio de la policía las conversaciones con el alto mando del ejército, lo que le permitió conocer los planes de fuga de Batista, en los que no estaba incluido, ante lo cual se presentó, ametralladora mediante, y logró huir con su familia en uno de los aviones. Me pregunto cómo fue posible que MR, un estudiante poco conocido, hubiera convencido a un hombre así a acceder a reunirse con él sin que terciara una recomendación.

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Esteban Ventura Novo

(NB): Lo primero a saber del hecho, la reunión se dio, los motivos de Ventura para acceder a la entrevista es su interés en ascender. Está explicado en «Víctima o Culpable». Ventura escribe su libro en 1961 y dice que los que dieron la información son Faure y Raúl Díaz Arguelles, cosa incierta. Raúl Díaz no está en Cuba cuando la entrevista de Marcos y Ventura. Hay un interés de la CIA en provocar disidencia interna. Lo que se puede confirmar en el libro de Miguel Barroso, que le escribió a la CIA y esta le respondió. Y dan un dato revelador: al juicio de Marquitos asistió alguien vinculado a la CIA y analizó lo que se le puede sacar a la reunión, la desunión interna.

(AL): También está la famosa visita del agente Castaño a JO y EGB en México. Este era miembro del FBI y se ocupaba de la represión a los comunistas en el BRAC.

¿Qué puntos comunes podría tener un individuo así con dos veteranos comunistas como aquel matrimonio? ¿Por qué no informaron de esa visita tan poco usual a la dirección del PSP, cosa reconocida por Blas Roca y otros ante la Comisión del Buró Político que se creó para esclarecer los hechos?

¿Podrían JO y EGB haber intentado, incluso sin contar con la anuencia de toda la dirección del PSP, ser bien vistos por «los americanos» para que dejaran de vetar un acercamiento del Partido con Batista?

(NB): Explicado también en «Víctima o Culpable», casi todo está explicado ahí.

Aprovecho la oportunidad que me brinda el cuestionario de preguntas sobre el hecho del que no se sabe mucho y está explicado en el libro. Yo no he ahorrado explicaciones en los asuntos que podrían ayudar a entender todo lo relacionado con aquel asunto.

Aquí cabe la pregunta de por qué el Instituto Cubano del Libro no lo publicó. Ello hubiera ahorrado todas estas interpretaciones erróneas, donde tal parece que la Revolución manipuló una verdad para no dar a conocer asuntos que la condenaban. Y es todo lo contrario, la Revolución actuó con total honestidad.

El libro lo revisó el profesor Alfredo Prieto, es uno de los lectores de la editorial para algunos textos. Me dijo que estaba de acuerdo con él. La responsable de la editorial, María de los Ángeles Navarro, también estuvo de acuerdo en publicarlo, después varió su opinión y dio explicaciones que no me satisficieron.

También la cineasta Rebeca Chávez escribió un libro sobre Humboldt 7 y no se lo publicaron. Según me contó Carlos Tablada, encargado de la Editorial Ruth, habló en la oficina del presidente del ICL sobre el mismo. Estaba en la conversación el antiguo director de Ciencias Sociales. Tablada quería asegurarse en no publicar nada en contradicción con la Revolución. Él no me contó las interioridades de la conversación, pero al publicarlo es deducible no tener problemas.

10 junio 2021 20 comentarios 4.578 vistas
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Guiteras

Tony Guiteras: ¿un rojo contra rojos?

por Aries M Cañellas Cabrera 8 mayo 2021
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

Antonio Guiteras Holmes —que hoy cumple ochenta y seis años de su muerte en combate—, se erige como una de las figuras más importantes del complejo proceso que fue la Revolución del Treinta. En el mismo confluyeron varias opciones ideológicas y políticas en un diapasón que no logró, o buscó, la unidad de acción entre las distintas fuerzas actuantes.

Dentro de dicha pluralidad, Guiteras será portador de una línea de acción que lo situó rápidamente en contraposición con el Partido Comunista de Cuba (PC) y, a la vez, le impidió formar parte de ninguna de las organizaciones políticas ya establecidas.

El PC, surgido en 1925, tenía durante esa etapa una estructura ambigua, en la cual la figura pública era Rubén Martínez Villena, que no será nombrado jamás secretario general; mientras, los nombres descollantes dentro de la organización en aquel momento eran Jorge Vivó, Joaquín Ordoqui y Blas Roca.

La organización se subordinaba a la línea de la Internacional Comunista y se hallaba bajo la tutela del Partido Comunista de los Estados Unidos y del Buró del Caribe. Ambos tutelajes le imprimieron una línea de acción que ha sido sumamente cuestionada, por cuanto la limitó en determinados modos de actuación y en la toma de ciertas decisiones.

Cuando de nombres se trata

Tony Guiteras, por su parte, era portador de una ideología socialista, había utilizado la opción armada como medio de obtener el poder, a la vez que no ponía reparos a la posibilidad de colaboración con diversas tendencias. Al ser llamado a formar parte del gobierno de Grau, como secretario de Gobernación, accedió pues, como diría después en su artículo «Septembrismo»: «(…) el Poder, imposibilitado de hacer la Revolución, no significaba nada para nosotros. Su único objetivo en nuestras manos era la de instrumento para hacer la revolución (…)».

Es evidente que no deseaba el poder en sí mismo, sino como vía para lograr el conjunto de transformaciones que consideraba necesarias para Cuba. Consecuente con esta idea, toda su labor en el Gobierno de los Cien Días estuvo encaminada a ello.

Las acciones y medidas emprendidas durante su cargo estuvieron encauzadas a conseguir una verdadera revolución dentro de la sociedad cubana. Cuando se analizan, junto al artículo «Septembrismo» y al Programa de Joven Cuba, se pueden constatar inmediatamente determinadas coincidencias con el ideario revolucionario y marxista.

Guiteras estaba consciente de que lo primero que se debía alcanzar era la verdadera independencia del país pues: «(…) la estructura económica cubana es un aparato que no sirve a necesidades colectivas de dentro, sino a rendimientos calculados por y para los de afuera». (Programa de Joven Cuba). Eso era lo que la imposibilitaba, a su juicio, para ser considerada una nación y consecuentemente desarrollar una verdadera revolución.

Una antigua conversación

Antonio Guiteras y el socialismo

Para él, toda intención de cambio debía partir del freno de la injerencia norteamericana y de la creación de un Estado que respondiera a las necesidades de las masas populares y se estructurara conforme a los postulados del socialismo. Según su criterio, la orientación del gobierno debía ser hacia el socialismo de Estado, y así lo fundamenta en su Manifiesto no publicado, de diciembre de 1933.

Su concepción de una revolución socialista consideraba tanto los factores objetivos como los subjetivos, que en el caso de Cuba pasaban por la ya mencionada posición anti-injerencista y antimperialista que permitiera desarrollar las fuerzas productivas y la estructura económica; así como una conciencia colectiva correspondiente al nuevo estatus, todo lo cual debía obtenerse a través de sucesivas etapas preparatorias.

El socialismo de Estado debía crearse con el objetivo de llegar a tener en sus manos toda la riqueza expropiada a los personeros del machadato, para evitar que se reprodujera la dependencia económica propia de la economía burguesa. Esto permitiría la independencia económica de Cuba, sobre la cual se debía erigir la independencia política.

Las ideas socialistas se confirman en su concepción del Estado y las características y funciones que consideraba debía cumplir el Gobierno. Al igual que Marx, Guiteras razonaba que era preciso un Estado centralizado para lograr la revolución proletaria. También creía necesaria una vanguardia política que violentara la reproducción esperable de la vida social, sin descartar la existencia de una organización de amplia base, como fue Joven Cuba.

Guiteras 2

Portada de la biografía de Antonio Guiteras, escrita por su hermana Calixta

Debido a su criterio de que era impostergable atender las insuficiencias inmediatas de la realidad cubana, es que consideró oportuno evitar las huelgas, con el fin de conseguir una normalización que desarmara los argumentos del gobierno estadounidense para no reconocer al formado en la Isla el 10 de septiembre y evitar así una posible intervención militar. Es también la razón por la cual se opuso a la creación en Cuba de «soviets», que no entendía acordes a nuestras condiciones.

En su lugar, propuso la fundación de granjas colectivas y cooperativas agrícolas, a partir de la distribución de tierras a familias que las requirieran. Junto con ellas se debían entregar los productos y equipos necesarios para producir, así como un subsidio que les permitiera subsistir en espera de las cosechas.

Las producciones agrícolas no se limitarían al cultivo de la caña de azúcar, sino incluirían renglones que facilitaran la eliminación del monocultivo, a la vez que potenciaran la producción de alimentos de forma tal que abarataran sus precios.

Encaminados a ello, sus decretos durante el Gobierno de los Cien Días —así como los diferentes acápites de reformas contenidos en el Programa de Joven Cuba— estaban enfocados en la independencia política y económica de Cuba y la igualdad entre sus ciudadanos.

No obstante la evidente posición socialista sostenida por Tony Guiteras, sus acciones no fueron aprobadas por el PC; antes bien, serían criticadas y en ocasiones tergiversadas. Las diferencias entre ambas perspectivas se debían más a la confrontación de tácticas y estrategias que de ideales.

El PC atendía más a las orientaciones recibidas del Buró del Caribe que a la realidad cubana. En los primeros días del gobierno Grau-Guiteras, el Partido, a través de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), propuso un frente de unidad, pero tal iniciativa fue rechazada por Grau, reacio a los comunistas. El resultado fue que el PC tildara de plano injustamente al nuevo gobierno como defensor de intereses pronorteamericanos, «burgués-terrateniente» —o «burgués-latifundista»—y demagógico.

Calixta Guiteras, una mujer guapa

Esto se debió a que el PC no fue capaz de distinguir entre las tres vertientes que se encontraban presentes en el gobierno y lo combatió en bloque, como si fuera homogéneo, sin distinguir la postura de izquierda de Guiteras quien jamás pronunció o tomó medida alguna de carácter anticomunista.

En reiteradas ocasiones intentó atraer a los miembros del PC a integrarse a su programa, como cuando los conminó a formar parte de la Infantería de Marina o de la Fuerza Armada Revolucionaria y de la Guardia Rural que planeaba crear con el objetivo de contar con un cuerpo armado que se enfrentara al ejército batistiano. En todos los casos su propuesta fue rechazada por los comunistas.

Aun habiendo resistido esta sorda oposición, Guiteras nunca reprochó de manera pública a los comunistas el no poder contar con un apoyo que era tan necesario para la consecución de sus objetivos, tanto durante el Gobierno de los Cien Días como posteriormente.

Su actitud derivaba de un pensamiento estratégico, pues estaba convencido de que la base social que agrupaba el Partido debía ser una aliada natural con la cual concertar alianzas futuras. Dicha certidumbre fue evidente después de constatar cómo el gobierno fue perdiendo base social a medida que arreciaban las contradicciones con la CNOC y el PC.

Siguiendo la doctrina martiana de que «hay cosas que para lograrse han de andar ocultas», Guiteras no vaciló un instante en hacer concesiones tácticas para mantener a flote las posibilidades revolucionarias en un medio hostil y complejo.

Tal postura táctico-estratégica fue resultado de una adecuación cabal de la teoría a la praxis cubana. Y esto nos hace pensar más en Guiteras como un revolucionario que logró una recepción armónica de ciertas ideas marxistas y martianas, próximas al pensamiento de Mella; en tanto el Partido Comunista era portador de un marxismo dogmático, de orientación soviética, que había recibido a través de su relación con la Internacional Comunista.

8 mayo 2021 6 comentarios 3.807 vistas
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Cuba

Antimperialismo en Cuba: reflexión en dos tiempos

por Alina Bárbara López Hernández 16 abril 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Antes de ser socialista esta fue una revolución antimperialista. Pero el antimperialismo no nació con ella. Fue una corriente de pensamiento que emergió en Cuba en los años veinte del pasado siglo. El triunfo de 1959 la convirtió en política al establecer, finalmente, una estrategia que dejó atrás décadas de subordinación a los Estados Unidos. O así creíamos.

Ante el inicio del octavo Congreso del Partido Comunista de Cuba que según ha anunciado analizará con énfasis el ambiente político-ideológico de la sociedad, habría que preguntarse —y preguntarles—, si esa corriente sigue siendo tan influyente ahora como entonces.

En álgido intercambio en Facebook con un antiguo periodista, ahora residente en los EE.UU., me dijo que durante el tiempo que vivió aquí soñaba con la entrada de las divisiones aéreo-transportadas del ejército norteamericano. Algunos líderes del Movimiento San Isidro han manifestado similares pretensiones. Uno gritaba incluso que el mandatario Donald Trump era «su presidente». Sin embargo, no todos quieren la entrada de los Estados Unidos mediante la fuerza. Hace pocos días una joven comentaba que «Cuba siempre ha necesitado de un “sugar daddy”. Sea España, sea los USA o la URSS».

Relaciones Cuba-EEUU desde un nuevo enfoque

Estas posiciones están mediadas por una enorme gradación de matices, en los cuales subyace la idea matriz de que Cuba necesita el cese del bloqueo norteamericano y la entrada de capitales extranjeros para comenzar a emprender una  senda de reformas que la conduzca a la prosperidad.

Estados Unidos nunca ha dejado de vernos como a cosa propia. ¿Pero, hemos llegado los cubanos a percibirnos como una nación realmente independiente? ¿Cuánta responsabilidad tiene el Partido Comunista de Cuba en esta actitud al haber supeditado cualquier transformación interna a la relación con las administraciones norteamericanas?

No basta con haber nacionalizado las tierras y las industrias. No es suficiente un discurso político de condena a la vocación imperial del poderoso vecino. Debimos mostrar con éxitos económicos sostenidos y no con declaraciones nuestro antimperialismo. Y, siendo marxistas de verdad y no simulados —y martianos—, debimos empezar por ser independientes económicamente de cualquier potencia extranjera.

Esta controversia no es nueva. Veámosla en dos momentos de nuestra historia.

Génesis del antimperialismo en Cuba

Quizás los más jóvenes —aquellos que, o se marchan de Cuba o sueñan con hacerlo—, y puede que miembros de generaciones mayores, crean que el imperialismo norteamericano es un fantasma, otra creación del discurso político oficial para mantener la cohesión. Se equivocan.

Muchos imaginan que fue con la ocupación norteamericana de 1898, o con la aprobación de la Enmienda Platt a la Constitución de 1901, que el imperialismo yanqui llegó a controlar férreamente el destino insular. Tampoco.

Cuba 2

Caricatura de la época.

Esos fueron pasos, que se remontan incluso a las últimas décadas decimonónicas, pero la definitiva penetración de capitales norteños se concretó hace exactamente un siglo.

En 1921, cuando los bancos cubanos y españoles cayeron en bancarrota debido a la crisis que desde 1920 había desplomado los precios del azúcar, se produjo el control definitivo de las finanzas insulares por parte de compañías norteamericanas. Tal dependencia económica se hará crítica con el endurecimiento de las tarifas arancelarias, por parte del gobierno de Estados Unidos, ante la cercana bancarrota de 1929.

La intelectualidad cubana reaccionó a esta realidad mucho antes que los políticos —fenómeno que se repite en la actualidad— lo cual fue estimulado también por la actitud interventora yanqui en el área de Centroamérica y el Caribe, que contribuyó a  una interpretación de nuestro contexto estrechamente ligado al de la región.

En 1927 Ramiro Guerra, un hombre que no fue jamás de izquierda pero al que este país debe mucho, impartió la conferencia  «Azúcar y Población en las Antillas». En ella demostró estadísticamente el nivel que había alcanzado la penetración norteamericana en suelo cubano. Así lo comentó Revista de Avance: «(…) el Doctor Guerra, con los datos precisos, nos dijo que once compañías extranjeras poseían la mitad de la tierra laborable de Cuba (…)», (año I, t II, no. 16, 30 de noviembre de 1927, p. 87).

Hasta ese momento la retórica de los viejos revolucionarios, agrupados algunos en la Asociación de Veteranos y Patriotas, había sido la apelación al «honor nacional» y «la dignidad patria». Se alentaba aún la consigna de la unidad: «contra la injerencia extraña, la virtud doméstica»; antiguo avatar de lo que después sería la «tesis de la plaza sitiada»; nociones ambas que mucho daño han provocado.

Para la juventud entusiasta y transgresora, que se manifestaba como una generación de ruptura, fue primaria la lucha contra la dominación cultural de los pueblos de América Latina. Postura muy coherente con sus intereses pero que dejaba sin atención la decisiva cuestión de la dependencia económica.

El llamado de Ramiro Guerra tuvo consecuencias inmediatas. Una fue el rescate de la faceta antimperialista del pensamiento martiano; otra, la perspectiva materialista para el análisis de la situación nacional. El ensayo Juventud y Vejez, de Juan Marinello, escrito en 1927 y publicado al año siguiente, permite constatar este cambio:

«Venga el dinero de afuera a civilizarnos —nos han repetido. Vengan industrias grandes y comercio próspero. Todo marchará sobre ruedas doradas y lo demás lo harán la bandera y el himno (…) ¿No habrán pensado nunca los hombres de la mano extendida que nadie rige en casa ajena? ¿Cuando hayamos derrochado en frivolidades y en burocracia parasitaria e inepta el precio de nuestro suelo, qué seremos en nuestra tierra a pesar del himno y de la bandera?» (Eds. Revista de Avance, 1928, pp. 19-20).

Esa nueva perspectiva fue planteada desde Revista de Avance el 15 de julio de 1928: «(…) ya va siendo hora de que en Cuba fundamentemos las opiniones sobre los hechos, y no sobre un misticismo hecho de vagas ilusiones y escrúpulos de teórica dignidad. El patriotismo, si no tiene un sentido realista, se queda en obcecación suicida».

Rescatando a Martí

Se estableció así una corriente de pensamiento opuesta categóricamente a la penetración imperialista. En todos los años que duró la república, el gobierno que más se acercó a realizar ese sueño fue el denominado de los Cien Días. Jamás fue reconocido por la nación del Norte que, no obstante, nunca rompió relaciones con los dos dictadores que tuvimos: Machado y Batista. Al gobierno norteamericano no le interesaban los derechos violados de los cubanos, ni las Constituciones atropelladas. Ni dio la espalda a otras dictaduras. Lo único que le ha interesado siempre es el cuidado de sus intereses. Es lo que sigue importándole.

La revolución antimperialista más exitosa de la humanidad

Un ideólogo triunfalista de nueva promoción, de los que proliferan como la mala hierba en el terreno de los medios oficiales, se refirió hace poco a la revolución cubana con la frase que encabeza este epígrafe.

Cuando se analizan los fenómenos históricos en su inmediatez no se consigue un examen totalizador. En ocasiones hay que distanciarse de lo cotidiano. Es cierto que el alejamiento resta minuciosidad pero aporta perspectiva. Así es conveniente acercarse a veces a la historia, pues atrapados por las coyunturas, descuidamos las duraciones más largas.

Una revolución antimperialista solo consigue sus metas cuando rescata la riqueza nacional para que esta crezca y sostenga al país, incluso para que nutra a un proyecto basado en la justicia social. Seis décadas después de su triunfo, no solo hay que referirse a lo que fue conquistado, sino a los resultados a largo plazo de esa victoria.

Útiles remembranzas

¿Qué mérito tiene que nuestras tierras fueran redimidas de los monopolios para entregarlas al marabú y tener que adquirir los alimentos en el exterior?

¿Cuál fue el destino de nuestra industria azucarera, dependiente de un mercado procesador ubicado en el Norte, y ahora débil e incapaz de producir ni siquiera para el mercado interno?

¿Cómo ha mejorado la situación del pueblo el haber sustituido a un monopolio como fue la Cuban Telephone Company por otro monopolio como ETECSA, cierto que nacional pero tan expoliador como aquel?

¿Dónde radica el control sobre el incipiente negocio de la hotelería y el turismo, que despegaba en los cincuenta en manos de una mafia norteamericana y que ahora está en manos de GAESA, poderoso monopolio de las Fuerzas Armadas que no rinde cuentas de sus inversiones y finanzas ante la Asamblea Nacional del Poder Popular?

Tantos años después, aquí estamos: abiertos al capital extranjero al que se presenta como tabla de salvación, con una Constitución que los invita, con su majestad el dólar rigiendo de nuevo, endeudados hasta la médula con poderosos círculos financieros internacionales. Y, lo peor, esperanzados en que el Norte retire el bloqueo y decida hacer negocios en Cuba para, posteriormente, avanzar más en las reformas y llegar a disfrutar de derechos políticos.

¿Díganme si eso no significa la victoria de un plattismo inconsciente en el imaginario social de esta nación? Es la derrota de aquella fuerte corriente de pensamiento que emergió hace un siglo. Eso sí, maquillada con un discurso político que continua siendo profundamente antimperialista. Las palabras por un lado y la realidad por otro.

Es un discurso al que podrían formulársele preguntas similares a las hechas por Juan Marinello el siglo pasado. El  himno y la bandera son símbolos. Ni ellos ni las consignas y el patriotismo de barricada nos van a salvar. El control de la riqueza nacional y su florecimiento es lo que permite la verdadera soberanía y un futuro de prosperidad.

Estados Unidos no se va a mover de su lugar. Cuba tampoco. Debemos tener relaciones de respeto mutuo y buena vecindad. Es lógico que la cercanía entre ambos países favorezca las relaciones comerciales. Pero sin olvidar jamás el carácter imperialista de esa nación.

Trump: una propuesta ideológica menos peligrosa

Hay que exigir el cese del bloqueo, también el retiro de la base militar de Guantánamo porque ese es un tema de soberanía incuestionable. Pero la mejor salvaguarda ante las apetencias imperialistas, tanto de EE.UU. como de otros países, es una nación próspera.

Esta no es la situación de la economía cubana, que se encuentra en una crisis estructural. El bloqueo, las medidas del gobierno de Donald Trump y la situación de pandemia no pueden justificar los errores de los últimos sesenta años.     

La verdadera excepcionalidad de Cuba radica en haber logrado el triunfo de una revolución profundamente antimperialista que consiguió el rescate de su riqueza nacional de manos de la nación más poderosa del mundo. Y lo hizo estando ubicada a poca distancia de ese país.

La manera posterior en que esa riqueza ha sido administrada respondió a un modelo de socialismo burocrático que era una regularidad y, por tanto, nada excepcional. Era un modelo que había demostrado debilidades desde antes que trascendiera en Cuba. Haberlo asumido, y negarse a reformarlo hasta hoy, es responsabilidad máxima de la dirección partidista. Que para eso ha estado dirigiendo desde el comienzo. ¿Será reconocido esto en el VIII Congreso? Debería.   

16 abril 2021 37 comentarios 7.906 vistas
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José Martí junto a un grupo de presidente de Clubes revolucionarios en Cayo Hueso, 1892

El PRC, la guerra y la república democrática

por Mario Valdés Navia 10 abril 2021
escrito por Mario Valdés Navia

I

El 10 de abril tiene un significado especial en nuestra historia. Es el Día de la República, la fecha gloriosa en que los representantes del pueblo de Cuba en armas, reunidos en Guáimaro, constituyeron la nación con sus instituciones representativas. Su significación solo cedía ante el 10 de octubre; por ello, Martí la escogió para proclamar, en 1892, al unísono en New York, Tampa y Cayo Hueso, su obra política cenital: el Partido Revolucionario Cubano.

Sería esta una organización político-militar de nuevo tipo diseñada para culminar exitosamente el proceso independentista con la creación de una república donde tuvieran cabida todos sus hijos en pie de igualdad. Como el único procedimiento para lograrlo era la lucha armada, Martí concibió un sujeto revolucionario colectivo capaz de prepararla republicanamente y superar así los tradicionales gritos de independencia de los caudillos: un partido con todos los patriotas anticolonialistas de Cuba y Puerto Rico, para hacer una revolución por el bien de todos.

El Grito de Oriente y la guerra de Martí

Leer las «Bases del Partido Revolucionario Cubano» permite dilucidar el carácter, misión histórica y límites temporales de la organización. Su artículo 2 precisa su razón de ser: «ordenar, de acuerdo con cuantos elementos vivos y honrados se le unan, una guerra generosa y breve, encaminada a asegurar en la paz y el trabajo la felicidad de los habitantes de la Isla».

El 3ero traza una línea de continuidad democrática entre PRC, Guerra Necesaria, república futura y repercusión en el mundo, al precisar que reunirá: «los elementos de revolución hoy existentes […] a fin de fundar en Cuba por una guerra de espíritu y métodos republicanos, una nación capaz de asegurar la dicha durable de sus hijos y de cumplir, en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su situación geográfica le señala».

El 4to cincela el compromiso con los trabajadores radicales de Tampa y Cayo Hueso de que sus intereses serían considerados en la revolución victoriosa. El 5to y el 6to lo reafirman al declarar que el partido: «no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino preparar […] la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre». (t.1, pp.279-280).

«Prever es vencer»

Martí postulaba que el pueblo era el verdadero jefe de las revoluciones, en tanto los líderes solo eran tales mientras representaran los intereses de aquel. Esa razón explica por qué su cargo llevaba el nombre sencillo y honesto de Delegado, sin viso alguno de autoridad omnímoda.

El PRC se componía de asociaciones de base (clubes). Estos no se creaban en una campaña orientada verticalmente desde un organismo superior, sino por las propias asociaciones establecidas en las comunidades que aceptaran su programa.

Martí se congratulaba de que estas surgieran: «Libres y de sí mismas, sin sugestión ni convite de hombre alguno que haya probado con gloria las armas, ni de quien viva devorado del ansia de probarlas; libres y de sí mismas, sin causa alguna de entusiasmo pasajero que inflame en fuego de horas los corazones tornadizos». (t.1, p.387).

En lugar de la enorme burocracia partidista actual, los únicos cargos del Partido a nivel central eran los de Delegado y Tesorero, electos anualmente por las asociaciones. En cada localidad los presidentes de clubes integraban un Cuerpo de Consejo y elegían un presidente. Su labor era de coordinación, no mandaban al interior de los clubes.

Los métodos democráticos concebidos para el PRC no los ha tenido ninguna otra organización revolucionaria cubana: rendición de cuentas anual del Delegado sobre su gestión y empleo de los recursos; votación anual de los cargos principales; derechos de cada Cuerpo de Consejo de proponer a los demás, en cualquier momento, la deposición del Delegado y reformas a las Bases y Estatutos.

Esa simple y operacional estructura debía bastar para que cumpliera su misión:   organizar una guerra «de espíritu y métodos republicanos». Pero ello requería que los revolucionarios cubanos conjuraran sus propios demonios internos, frutos del devenir secular de una sociedad colonial, autoritaria y burocrática.

Martí y el Socialismo

II

Para Martí, la mayor amenaza al logro de la república soñada estaría en el empoderamiento desmedido de los jefes militares desde la propia guerra, lo cual crearía condiciones para la entronización futura de gobiernos castrenses. La democracia del PRC y la República de Cuba en Armas estaban llamadas a impedir, desde su génesis, que la futura nación se convirtiera en: «un nuevo modo de mantener sobre el pavés, a buena cama y mesa, a los perezosos y soberbios que, en la ruindad de su egoísmo, se creen carga natural y señores ineludibles de su pueblo inferior». (t. 2, p. 255).

Como uno de los ataques más sostenidos a la organización era tildarla de ser el «partido de Martí», supuesto «salvador de Cuba», este escribió «Persona y patria» donde sentenció:

La idea de la persona redentora es de otro mundo y edades, no de un pueblo crítico y complejo, que no se lanzará de nuevo al sacrificio sino por los métodos y con la fuerza que le den la probabilidad racional de conquistar los derechos de su persona, que le faltan con el extranjero, y el orden y firmeza de su bienestar, imposibles en la confusión y rebeldía que habrían de seguir, en un pueblo de alma moderna, al triunfo de una guerra personal, más funesta a la patria mientras más gloriosa (t.2, p. 280).

Muerto Martí, el funcionamiento del PRC quedó subsumido por la autoridad del Gobierno de la República en Armas, que nombró a Tomás Estrada Palma como su Delegado Plenipotenciario en el Exterior, especialmente agenciado ante el gobierno de los EEUU. En vísperas de las elecciones de abril de 1896, se consumó un sutil pero eficaz golpe de estado a la democracia partidista martiana: la eliminación del carácter electivo del Delegado, cargo que sería ocupado por quien ostentara el rango antes otorgado a Estrada.

José Martí y la dimensión de su todos

El partido de Martí y sus allegados radicales fenecía y cedía el puesto al de Estrada y sus acólitos moderados. Cuando este decretó su disolución, en diciembre de 1898, escasas fueron las voces que se levantaron en su defensa. Ninguna alternativa se concibió para preservarlo y mantener la unidad revolucionaria en torno al ideal de república democrática.

El actual Partido Comunista de Cuba se define a sí mismo como heredero y continuador del PRC y puede admitírsele solo en la pretensión de unir a los que acepten su programa y defender la soberanía nacional ante las pretensiones neocoloniales del imperialismo estadounidense y los anexionistas del patio; nada más. Aquel era un partido democrático para garantizar una república democrática; este es un partido burocrático para preservar un Estado burocrático. 

A ciento veintinueve años de su creación, permanece vigente la necesidad de una organización que vincule a los revolucionarios en la causa común de edificar una república donde quepan en libertad todos los cubanos y cubanas, sin que la unidad del pensamiento implique la servidumbre de la opinión. Sus enemigos principales: «el espíritu autoritario y la composición burocrática» intentan perpetuarse con nuevos signos. La culminación de la tarea del PRC sigue pospuesta.

10 abril 2021 11 comentarios 3.582 vistas
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Calixta

Calixta Guiteras, una mujer guapa

por Aries M Cañellas Cabrera 3 abril 2021
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

El 3 de abril de 1935, un comando de Joven Cuba secuestró al millonario Eutimio Falla Bonet. La acción pretendía obtener un rescate de 300 000 pesos que se destinarían a la compra de armas en México con el fin de desatar una gran insurrección en las montañas orientales de la Isla. 

La idea no era nueva, pero su ejecución se había aplazado hasta esa fecha pues el líder de la organización tenía previsto, primero, el asalto a la cárcel donde el gobierno mantenía presa, sin pruebas reales, a su hermana Calixta, una de las figuras femeninas más importantes del movimiento revolucionario, desde el 30 de septiembre de 1930.

Fue esta una mujer singular que, como tantas de su género, aparece difuminada entre acciones y méritos masculinos. Lo poco que se divulga de ella es casi siempre asociado a su hermano Antonio. Sin embargo, además de ser una persona valiente, con implicación directa en acciones armadas durante los años de la Revolución del Treinta; desarrolló una importante labor profesional como antropóloga, con gran repercusión en México y Latinoamérica.

Cali, como la llamaban, muda de historia e importancia con solo cruzar el Golfo de México. De este lado es, apenas, la hermana de Antonio Guiteras, o acaso una de las mujeres del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) del 30. En el país azteca, por el contrario, es un referente, casi una descubridora. Su obra antropológica es todavía cita obligada en tesis e investigaciones. Abarcar a esta mujer multifacética, en toda su integridad, es una investigación que aún en Cuba está por desarrollarse.

Si no se la estudia en su individualidad, se puede distorsionar la historia de organizaciones como el DEU de 1930, con el cual Tony Guiteras no tuvo nada que ver y sí Calixta.

Una revolucionaria en los años treinta en Cuba

Calixta nació el 10 de febrero de 1905. Fue la primogénita. Ella y Tony eran inseparables y se influirían largamente en el transcurso de sus vidas. El poco tratamiento que ha tenido su figura hace difícil rastrear sus pasos antes del ingreso a la Universidad de La Habana en 1930, lo que sabemos de ella en esos años es visto a través de las biografías del hermano.

Calixta Guiteras

Calixta niña (extrema izquierda) al lado de Tony. Entre los padres, Margarita, la otra hermana.

Fue, no obstante, una de las figuras más importantes del DEU del 30 −recordemos que hubo un DEU del 27, contra la prórroga de poderes de Machado, al cual había pertenecido Tony Guiteras−, al que accedió como delegada por la Facultad de Filosofía y Letras. Igualmente será fundadora de la rama femenina de esa organización.

A mediados de 1931 es creada la Célula de Acción y Sabotaje, a la que se suma Calixta, junto a Pío Álvarez, Willy Barrientos, Ramiro Valdés Daussá, y otros. Con ellos participó en el acopio de armas, dinamita y balas; así como en la agitación pública, en la firma de manifiestos que exigían la aparición de compañeros desaparecidos, etc.

En los últimos meses de ese año, el grupo comienza a preparar un atentado a Machado en el cual participa Calixta. El mismo se frustró, pero ya estaba señalada ante los órganos represivos. Menos de un mes después, en enero del 32, un grupo de acción atenta contra Miguel Calvo, jefe de los expertos del tirano. Mueren cuatro policías, pero Calvo salva la vida. La cacería será implacable.

El 27 de enero Calixta será apresada bajo la acusación de participar en el atentado. Irónicamente, esa fue una de las pocas acciones grandes de los últimos meses en la que no estuvo. Condenada a ocho años de prisión, va a parar a la cárcel de mujeres de Gerona. Una foto la muestra sonriente a la entrada del presidio, como si fuera un reconocimiento y no una condena.

Calixta

Calixta sonriente (extremo derecho) a la entrada del presidio.

Gestiones y apremios provocaron su libertad el 12 de septiembre de ese año, bajo pena de deportación. La dictadura no la quiere en Cuba y se marcha a Europa acompañada de su esposo. Derrocado el dictador, Calixta regresa a respaldar, con su autoridad ante el DEU, la gestión de su hermano desde el gobierno de los Cien Días. Ella puede ser la pieza que falta para comprender la rápida aceptación del nombramiento de Guiteras como secretario de Gobernación.

Es cierto que Tony tenía un historial en el Directorio Estudiantil Universitario del 27, al que muchos de los miembros del DEU del 30 le reconocían liderazgo, y que su desempeño armado en Oriente es asunto conocido; pero no era ni había sido nunca un hombre de ellos. Sin embargo, su propuesta es una de las que más rápidamente se aprueba. ¿No habrá tenido un peso decisivo, en última instancia, el hecho de ser hermano de Calixta, la que había sido una de sus figuras más importantes?  

La muerte del hermano fue un duro golpe para Calixta, quien −aconsejada por miembros de Joven Cuba− parte nuevamente al exilio, esta vez hacia México, de donde no volverá hasta después del 59.

México, la antropología, y la mujer de ciencia

En tierras aztecas, la ascendencia intelectual de los Guiteras se impondrá. Allí matricula Antropología, y a ella dedicará su vida. Su impronta en esta disciplina en México tiene dos vertientes: una arista docente, desarrollada como titular de la Cátedra de Etnografía en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y otra como investigadora.

Como docente, es considerada la principal influencia de la generación de antropólogos mexicanos que pasaron por dicho centro a partir de fines de los cuarenta. De ella destacan su habilidad para exponer, de manera profunda y simple, un entramado cultural que en su versión contemporánea casi nunca había sido abordado.

Su monografía titulada Sayula: un pueblo de Veracruz, fruto de tres años de investigación en esa comunidad, es, según los especialistas, más que un importante documento etnográfico, un testimonio histórico. Se considera que con ella se logró preservar los aspectos socioculturales de una población enfrentada a los embates de la modernidad.

Calixta en México

Calixta en México como parte del «Proyecto Chiapas» (Foto: University of Chicago. Department of Anthropology. Chiapas Project. Records)

El estudio que durante años llevó a cabo en la etnia Tzotzil, sobre sus sistemas de parentesco, creencias y costumbres −recogidos por separado en numerosas monografías y, como conjunto, en su obra cumbre Los peligros del alma: visión del mundo de un Tzotzil−, fue estimado por la Universidad de Chicago, como un modelo de observación participante en etnografía, que debía ser utilizado en la enseñanza de la antropología en las universidades del mundo.

Esa investigación constituyó el primer éxito −en tierras mexicanas− en el estudio de una etnia que, hasta el momento, había permanecido cerrada a extraños. Además de iniciar un debate, aún no concluido, sobre la necesidad de repensar el concepto de persona en Mesoamérica.

Dicho resultado fue, en gran medida, hijo del valor personal de Calixta, pues su primer acercamiento fue rechazado, e incluso se le amenazó con la muerte en la hoguera si volvía. Pero lo hizo, y a su regreso optó por ganarse la confianza de un miembro con autoridad en el grupo que le abrió, de a poco, las puertas de la aceptación. Seguía siendo una mujer valiente.

Cuba, el regreso   

En 1961 vuelve a su país. Dedicará los años restantes a la docencia, desde el Instituto de Etnología y Folclore o la Escuela de Etnología, de la cual fue designada directora general. Asesorará allí a jóvenes investigadores, como por ejemplo Miguel Barnet, quien ha declarado que fue ella la primera persona a quien le entregó el manuscrito de Biografía de un cimarrón, que muchos consideran influenciado por el trabajo de Calixta titulado Vida y carácter de Manuel Arias Sojom.

Desde 1964 es designada miembro de la Unión Internacional de Antropología y Etnología, labor que lleva a la par que las docentes, la asesoría de investigaciones en Cuba y México, la publicación de artículos y la difusión aquí de los textos clásicos de antropólogos como Robert Redfield.

Calixta Guiteras

Calixta Guiteras en 1977 (Foto: Carlos Pereira)

Es posible que entre los antropólogos y etnógrafos del país Calixta sea un referente, pero fuera de ese ámbito es prácticamente desconocida. Su nombre apenas aparece en la bibliografía sobre la Revolución del Treinta.

En los museos dedicados a Antonio Guiteras en Cuba casi no existe, si acaso se le menciona como su hermana. Incluso −según me fue confirmado por investigadores que estuvieron en el lugar− el museo de la familia Guiteras Holmes en Pinar del Río no contaba, hasta hace dos años, con una sala dedicada a Calixta, a pesar de tener espacio disponible y a que, según explican los museólogos, fue gracias a la asesoría inicial y a la entrega de objetos y documentos familiares por parte de ella, que se pudo inaugurar la institución.

La trigueña de rostro desenfadado, que fumaba aromáticos cigarros suaves en largas boquillas de plata, que provocó quebraderos de cabeza a policías de dos países, y que descubrió junto a su esposo la tumba del Templo de las inscripciones en la ciudad Maya de Palenque, murió el lunes 19 de septiembre de 1988, a los ochenta y tres años. Avanzada edad, sobre todo cuando se ha llevado una vida tan peligrosa.

3 abril 2021 11 comentarios 2.667 vistas
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