Gustavo y sus secuaces

Getting your Trinity Audio player ready...

Más por comodidad que por razones políticas, quienes estuvimos expuestos al fenómeno —escribo esto y tengo la imagen de un furtivo gigante comunista con un gabán rojo, que entreabre a la vista de los escolares inocentes para revelar sus vergüenzas—, llamamos muñequitos rusos a cuantos, provenientes de Europa del Este, exhibían la televisión y el cine cubanos en los setenta y ochenta, fueran polacos, alemanes, checos, húngaros o efectivamente soviéticos. Nadie que viviera esa época habrá olvidado cómo desde el espacio Los Muñe, o bien en la sala oscura precediendo a un largometraje cualquiera, nos saludaban (¿invadían?) esos cortometrajes con estética propia y lenguajes raros. Estaban los muñequitos a secas, esto es, la producción de la factoría Disney y similares, y los Otros. Los primeros estaban bien dibujados, eran ágiles y divertidos; los segundos, planos y soporíferos.

Ha tenido que pasar mucho tiempo y cambiar de color demasiados mapas para comprender cuántos bebés tiramos con el agua sucia. Los cartoons americanos, paradigma de ingenio, ritmo y variedad, extraordinarios donde los haya, modelaron unidireccionalmente nuestro gusto: lo que no se parezca a ellos está mal hecho. Por ejemplo, acusamos un instintivo rechazo a la técnica de stop motion (los muñequitos «de palo») tan poco usada por entonces en la animación de Disney o Hanna & Barbera como frecuente en los animados socialistas. El ICAIC había producido animados tan escasos como interesantes en sus primeros años (El maná, El cowboy, El profesor Bluff, Stradivario Pérez), pero no sería hasta décadas más tarde que se consolidarían los actuales Estudios de Animación; los de la televisión, por su parte,  manufacturaron breves entregas que se deslizaban entre programa y programa, de perfil educativo y personajes fijos: Ollantay, Matilda, la serie sobre incorrecciones en el uso del idioma (aprovechando las sombras de la noche, logró pasar desapercibido…), pero la emulación era ante todo entre los rígidos muñes del Este, cada vez más presentes, y los favoritos americanos. Solo la posterior entrada a la palestra de Asterix, Elpidio, los manga, las mil y una escuelas de la animación contemporánea dejó claro que los rusos eran una alternativa tan válida como cualquiera, siempre que fuesen entendidos precisamente como alternativa y no como posibilidad única. De hecho, son más modernos ahora.

Los checo(slovaco)s tenían maestros en el arte de la animación cinematográfica como Jiri Trnka (Historia de un contrabajo, La mano) Karel Zeman (El dirigible robado, Una invención diabólica, El barón Munchausen, Viaje a la prehistoria) y Jan Svankmajer (Historia naturae); de esa estirpe vienen Los Chapuceros (Pat a Mat, A je tó!) mis favoritos. El concepto es absolutamente universal: dos tipos corrientes, solteros o cuyas cónyuges han salido, da igual, que de pronto se levantan eeeh, creativos e intentan poner en práctica soluciones caseras a problemas sencillos; el invariable resultado es el caos, o mejor, la resignada (pero, de alguna manera, optimista) convivencia con él. A los principiantes les recomiendo el episodio en que Pat y Mat se esfuerzan tesoneramente por descongelar y cocinar un pollo (Grill); si no se enganchan con eso, no lo harán con nada. Desde luego, si algo les sobra a los Chapuceros es ímpetu, espíritu de lucha, pero son inútiles en todo —como su primo tropical, el inolvidable Chapucio del no menos inolvidable Héctor Zumbado— y una iniciativa tras otra los conduce a habitar un paisaje después de la batalla.

Compartiendo el trono de los Chapuceros está, para mi paladar, el inefable Gustavo (Gusztav). Como aquellos, Gustavo no hablaba, o al menos el idioma constituía un elemento más del paisaje sonoro, cuya comprensión no resultaba imprescindible para seguir el hilo de la historia (lo que es una suerte, porque la serie era húngara). Gustavo devenía un verdadero filósofo, una isla de cordura ante el absurdo cotidiano, la burocracia, las miserias humanas; lejos del ideal, reafirmaba su yo frente a la sinrazón social. Recuerdo el episodio clásico en que empieza a pintar de negro una pared, pero cada vez que está a punto de terminar derrama unas gotas sobre la superficie adyacente; llegado ahí, el tipo opta por la solución más expedita, pintar también el área afectada. Así, la casa, y luego la ciudad —que contemplamos en vista aérea— se va cubriendo de negro, y la mancha que crece remeda la evolución de una epidemia…

 Hubo otros, como los polacos Bolex y Lolex y su globo terráqueo, el húngaro Aladar Mezga con su cohete y su perro ilustrado, los rusos —¡estos sí!— Nú, pagadí (más conocido por Espera que ya verás o simplemente La Liebre y el Lobo), Cheburashka y el cocodrilo Guena… Incluso hubo algunos, tal vez de menor alcurnia artística, a los cuales los robamos frases como ¡Viejuca, dame de comer!, Tusa Cutusa es un animal feroz, y algunas más. Y aquí vale una nota personal: recuerdo que mis primeros jeans me los trajo mi padre (EPD) de la URSS cuando yo cursaba creo que octavo grado, allá por 1975 o 76; eran de campana (la moda por entonces) y la etiqueta trasera no revelaba ninguna marca conocida, sino una imagen del Lobo que persigue a una liebre incómodamente sexy. Con esos vaqueros iba a las fiestas los sábados por la noche, y creía ser el tipo más cool del planeta…

Como en todo, había mucha plúmbea hojarasca en los animados socialistas, mucha basura y guanajería didáctica, pero no poco que merece salvarse. Hoy abundan las páginas web y los coleccionistas al rescate, la mayoría por puro regodeo ante las armas del vencido, por auténtico disfrute los otros. No son pocos los textos al respecto que comienzan con frases al estilo de a pesar de ser producidos tras la Cortina de Hierro, estos cortometrajes animados no carecen en absoluto de calidad, inteligencia y sentido crítico, como si esto fuese algo para sorprenderse. Sin ignorar la austeridad del socialismo real, sus disparates y crímenes, es un hecho que aquellos países nos dejaron joyas culturales, avances científicos, hazañas deportivas y militares, etcétera, que la narrativa mainstream pretende ocultar o, cuando menos, difuminar.

Ya he conseguido y abrigado en casa más de cinco horas de Los Chapuceros en compilaciones bajadas de Youtube, y cuatro DVDs de Gustavo. Es más, voy a buscarlos ahora mismo.

5 COMENTARIOS

  1. Honestamente Sr. Del Llano en medio de la crisis institucional del ICAIC, con el «nuevo» nombramiento de un offsider del gremio y comisario político en la presidencia, la reiterada intención de excluir y ni siguiera reconocer la joven asamblea de cineastas Cubanos como un grupo válido y a tomar en cuánta en sus opiniones y propuestas para escucharlos, hablar de muñequitos rusos o animados hoy, es un bien significativo entretenimiento infantil que este blog de antiguos jóvenes revolucionarios y que yo diría fueron, en amplio pasado, muy atrevidos y por ello excepcionales dentro de la web tema Cuba, pues han mutado a mirar para otro lado y de ahí que hoy casi dejará de ser referente en el debate público en la red.
    Y veamos que tomado de lo único que queda visible en el «Quien somos»
    «Joven Cuba considera de vital importancia la confluencia de saberes con el fin de generar conocimiento.»»que nos ayuden a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante el análisis de la realidad nacional y la investigación de políticas públicas.» y recordando que los domingos fue costumbre una columna refrescante, que ha quedado de aquella.
    Un pase recordatorio de muñequitos infantiles cuando el país se cae a pedazos y los encargados de este antiguo espacio de crítica y debate se dedica a resúmenes y comentarios inocuos y de entretenimiento.
    En buena parte de Cuba hoy no abra electricidad así que miles de niños no tendrán muñequitos, no tendrán otra cosa que mirar el cielo estrellado y pensar como miles de Cubanos de todas las edades en un día emigrar en busca de otras oportunidades.
    Buena suerte a los ya no tan jóvenes que claramente dejaron de ser revolucionarios.

  2. Es cierto que el país se cae a pedazos pero significa estar de duelo permanente ? A mi me ha encantado recordar a esos “ muñequitos rusos” y en especial a Pat y Mat. Hoy, tantos años después he podido comprobar su calidad. Hice el experimento con mis nietos cubanos – italianos – españoles y fue un éxito a pesar de la enorme competencia y la calidad gráfica actual de lo que se consume. Será casual que aún se venere a los Beatles ? Gracias.

  3. Me parece atinado este revisitar a los «muñequitos rusos». Para la nueva generación de animadores es un referente «otro» desde una estética que pudo parecer ajena en un primer momento pero que se instaló por su calidad en la memoria de toda una generación y quizás los detractores digan que eso sucedió porque no había «otra cosa que ver» y no es cierto. Cómo niña de esa época me sedujeron el dibujo de algunos («La hija del Sol» «Tío Stiopa» «Los músicos de Bremen» El Antílope Dorado» «Deja que te coja» «Kastanka»), la música y la simpatía en casi todos (Tuza Kutuza, Fantito y la Espina se convirtieron en referentes del habla cotidiana del cubano, todavía tengo un amigo que es Tuza Kutuza). Los Chapuceros que cayeron dentro de la «olla» de «muñequitos rusos» (pues no importaban si era polacos, búlgaros o húngaros…) son en mi muy humilde opinión una joyita de la animación Stop motion por su fluidez y nivel de preciosismo o detalles: toda una escuela!
    Felicitaciones al autor del artículo…honrar, honra no importan las circunstancias y apelar a ellas cuanto menos me parece deshonesto. Gracias también a la Joven Cuba.

Deja una respuesta

Eduardo Del LLano
Eduardo Del LLano
Escritor, guionista y director de cine cubano

Más de este autor

Rodajes (I)

Selling Sellers

Dune, la saga

Todos son chinos

Descubre más desde La Joven Cuba

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo