El éxodo masivo y la aguda crisis del deporte cubano

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El olmo es un árbol famoso, pero casi nadie sabe que pare frutos secos y no comestibles como las sámaras, aunque todavía exista gente que, en el sentido abstracto de la palabra, les exija un producto tan jugoso y alimenticio como las peras. Es esta una verdad repleta de lógica, comparable a otras certezas absolutas del mundo: un auto jamás caminará sin combustible ni una laguna rebosará de agua en tiempos de sequía.

Por eso me sorprende —y perdonen la vaga analogía— que aún en los tiempos actuales el deporte en Cuba motive debates en exceso profundos y analíticos en torno a su declive, cuando las causas son evidentes.

Disculpen, una vez más, la franqueza: el fenómeno del descenso progresivo e incluso abrumador de los resultados en la arena internacional durante la última década y quizás un poco más, ciertamente pudiera resultar riquísimo para el estudio y la posterior discusión por especialistas y aficionados. Sin embargo, en el fondo todo parece demasiado simple como para caer en telas de araña que solo almiban en exceso un hecho con raíces muy fuertes de podredumbre.

No hace falta siquiera tirar muy atrás en el calendario. Hace poco, en una escueta nota del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder) trascendió la suspensión indefinida de todos los certámenes «relacionados con el fútbol, ciclismo, softbol, baloncesto y beisbol, de todas las categorías, que estaban programados para próximos días», debido a «la compleja situación que atraviesa el país con la disponibilidad de combustible».

Un mensaje tan contundente en líneas irrisorias hubiese sido un golpe demoledor en otro momento e incluso un balde de agua helada. Hoy, apenas podría compararse a un nuevo rasguño en el rostro de un boxeador a punto de ser noqueado: o lo que es lo mismo, otro puñetazo seco y doloroso, pero apenas eso, uno más sin la fuerza para marcar ya una diferencia en el devenir de la derrota, más allá de acelerarla.

¿Por qué puede afirmarse esto sin tapujos? Porque las estadísticas no mienten, pero menos miente la realidad. Y aunque las actuaciones en citas multideportivas sean en cada edición más lejanas al pasado en cuanto al éxito, la muestra más diáfana del mencionado declive está en el hecho inobjetable de que ningún evento en Cuba, salvo partidos aislados y decisivos de la Serie Nacional, genera ya la expectación de antaño.

Es un sector que camina junto a la crisis social, económica y política del país. Recoge de cada una de esas esferas latigazos de consecuencias. Cada decisión de uno u otro calibre termina perjudicando casi siempre al deporte. A fin de cuentas, ¿es más importante una actividad física generalmente con fines lúdicos o la priorización de elementos de supervivencia humana?

¿Es más importante una actividad física generalmente con fines lúdicos o la priorización de elementos de supervivencia humana?

Y en ese panorama, una palabra sobresale por encima de todas las demás: éxodo. Es ese y no otro el gran problema del deporte cubano. Y del éxodo masivo que desangra la estructura del movimiento del Inder en todos sus niveles, se derivan otros dilemas que no son más que ramificaciones del mismo. ¿Por qué los atletas deciden irse del país? ¿Cuáles son las condiciones y las carencias que, en mayor medida, los empujan a buscar fortuna en otros lares?

Aludir al sentido común y al sentimiento patriótico, eje trascendental del discurso oficial en pleno siglo XXl, pudiera ser, más que una funesta oda al pasado y a pensamientos excesivamente obsoletos, otro elemento que desgasta por tratarse de razonamientos vacíos que no tienen en cuenta la realidad del país y las vicisitudes que pueden enfrentar, incluso, medallistas mundiales y olímpicos.

Hace pocos días, por ejemplo, trascendió que el «Señor Pelotero» Luis Giraldo Casanova, para muchos el mejor jugador cubano de la etapa revolucionaria, recibió ¡al fin! su auto a modo de estímulo. Y resulta increíble que un beisbolista de su calidad haya afrontado durante años la dificultad de «andar a pie», cuando allende los mares pudo ser millonario.

Cierto es, y perdonen la prominencia de lo económico en este comentario, que la vida tiene otros factores y el dinero no lo es todo. Pero en un país como Cuba, donde la soga de la carestía aprieta cada día más y a sabiendas de todo lo que necesita un atleta en cuanto a esfuerzo, pero también alimentación y descanso para triunfar, resulta inverosímil imaginar a un tipo como Casanova caminar bajo el sol inclemente por las calles de su ciudad o andar esperando guaguas o «botellas». Me parece, incluso, vergonzoso.

Como también me resulta de muy mal gusto leer, entonces, cuando un deportista decide cambiar de geografía, que se le acuse de «apátrida» o «traidor». Por fortuna, estas son sentencias que, aunque todavía suenan en Cuba, cada día reciben más rechazo y de a poco también han disminuido.

Los problemas económicos constituyen un mazazo al movimiento deportivo cubano, pero más lo fracturan juicios de este tipo, o el estado pésimo de la gran mayoría de las instalaciones, o sucesos como que a atletas que han estado meses entrenando hasta agotar sus últimas energías, se les anuncie en plenos torneos que deberán detener sus calendarios por falta de combustible.

¿De quién es la culpa? Ese no es el objetivo de este comentario y sería un tema de otras investigaciones más complejas. La crisis golpea igualmente a otros sectores, pero siempre la empleo como respuesta cada vez que me hacen esa interrogante que ya me sé de memoria: ¿por qué anda tan mal el deporte cubano? «Por el éxodo», respondo siempre, convencido de que toda la diáspora nos haría potencia como antes y Cuba sería sin dudas el escudero de Estados Unidos en el panorama deportivo americano.

1 COMENTARIO

  1. Creo que usted medio que define acá CAUSAS y CONSECUENCIAS en toda tragicomedia Cubana actual, porque el deporte como toda la sociedad se resquebraja ante la realidad económica del país y su éxodo como expresión muy universal de salida de los habitantes en sociedades que ofrecen pocas posibilidades de ofrecer esperanzas y futuros para sus habitantes, Usted menciona muy acertadamente que el deporte, como todas las actividades de las sociedades modernas “Es (son) un sector que camina junto a la crisis social, económica y política del país. Recoge de cada una de esas esferas latigazos de consecuencias.”
    Usted creo erra en su pregunta y respuesta al escribir “¿por qué anda tan mal el deporte cubano? «Por el éxodo», respondo siempre”, y el éxodo es una consecuencia de algo mas grande que es realmente la causa de toda esta tragedia nacional y es la que debe ser modificada para poder con una perspectiva económica favorable incidir en todos los demás aspectos, Y claro está, si la diáspora dejara de ser excluida del deporte, como mismo, si dejara de ser excluida de la vida económica y social del país Cuba seria otra cosa. Pero persiste en los que gobiernan Cuba, únicos y plenipotenciarios, el tener intenciones de dialogar y llegar a acuerdos con su enemigo del norte, sin ofrecer oportunidad alguna en ninguno de los dos sentidos, ni diálogos, ni acuerdos, con esa diáspora de Cubanos todos que semana por semana se incrementa aceleradamente. Personalmente considero que para existir diálogos han de haber al menos dos partes como mínimo, y una ha de ser el gobierno Cubano, con intenciones de escuchar y ofrecer a cambio de recibir y también perder, y hasta hoy la realidad planteada en los poquitísimos intentos de “dialogo” son monólogos sin nada que ofrecer por parte de ese gobierno que reitero es sin duda una de las partes, y así honestamente mejor ni hablar, porque es ofrecerle al gobierno Cubano un estéril camino de ganar/perder tiempo sin resultados contables, palpables y creíbles.

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Eduardo Grenier Rodríguez
Eduardo Grenier Rodríguez
Graduado de Periodismo en la Universidad de La Habana (2020). Periodista

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