Empadronado

por Eduardo Del LLano
Juan Padrón

Para mí, Juan Padrón era Dios. Una deidad de un panteón que incluye a algunos otros, como Silvio, Mark Twain y los Beatles.

Según palabras del artista, si en sus comienzos lucía como Elpidio, luego se asemejaba cada vez más a Resóplez. Desde mi punto de vista era absolutamente idéntico a Abraracurcix, el jefe de la aldea gala que resiste, ahora y siempre, al invasor romano. En fin, más allá de su apariencia externa, Padrón fue uno de esos creadores de obra interminable, que te obligan a preguntarte cómo encontraba tiempo, de qué yacimiento extrajo tanta buena idea.

Nacido en 1947, desde 1963 Padroncitto (así firmaba entonces) llevaba una serie de tiras cómicas (Verdugos, Vampiros, Piojos, Historias de la Prehistoria, Kashibashi) en diversas publicaciones, al tiempo que escribía guiones para otras (Kombey, de Luis Lorenzo) que ya mostraban su prodigiosa capacidad para fabular, sostener historias divertidas, detectar y aprovechar la veta humorística en la peripecia y la palabra. En las páginas del semanario Pionero crearía en 1970 a Elpidio Valdés, su personaje más célebre, un fenómeno de masas sin parangón en la cultura cubana, protagonista de historietas como Elpidio Valdés contra Gun Market Co, EV contra los Zernis (¡en Marte!), EV contra los ninjas (donde entabla una alianza estratégica con el bravo samurai Kashibashi para enfrentar a los españoles, que desarrollan allá en Japón una nueva y terrible arma anti-mambí: la bomba pestífera), EV contra los rayadillos y tantas más. Vale recordar que el universo de Elpidio se basa en investigaciones rigurosas, expuestas por el autor en El libro del mambí: para contar a su héroe, Padrón devino una autoridad en materia de armas y uniformes de panchos e insurrectos.

Desde los seis años, apenas aprendí a leer, yo coleccionaba el Pionero. Estoy hablando de 1968; por entonces, en el semanario aparecían en historietas Los conquistadores del fuego, El samurai errante y Gulliver en el país de los enanos, estupendamente dibujadas por artistas como Roberto Alfonso, Luis Lorenzo, Domingo García y el mismo Padrón. ¿Acaso se necesita más para inflamar la imaginación de un niño voraz? Ahora bien, cuando surgió Elpidio, dos años más tarde, descubrí a un héroe divertido, enfrentado a innúmeras peripecias… y cubano. La Historia sin teque, como debiera ser. La cosa fue a mejor cuando Elpidio fue a Japón y Marte. Y aquí tengo que confesar algo: espoleado por lo que leía, a los siete u ocho años empecé a escribir una novela de ciencia ficción: manuscrita, con ocasionales dibujos aquí y allá, también perpetrados por un servidor. Eran las aventuras espaciales de, ejem, dos niños soviéticos del futuro… y en un capítulo se enfrentan a los hombres-plantas, unos seres que le robé alevosamente al Maestro Padrón, que ya había puesto a Elpidio, recién llegado a suelo marciano, a topar con ellos. La novela sigue por ahí, en su carpeta azul y guardada en un closet; por suerte, nunca vio más luz que esa.

Tras las historietas —y un montón de brillantes chistes gráficos que de cuando en cuando publicaba en DDT y otros sitios— Padrón no tuvo bastante y se lanzó a crear cortos y largometrajes que conseguían el milagro de que no solo recordaras al protagonista, sino a un puñado de personajes secundarios. ¿Quién no conoce en el universo Elpidio a María Silvia, Marcial, Eutelia, el inventor Oliverio y Pepito el corneta, el general Resóplez, el coronel Andaluz y sus interminables eses, el coronel Cetáceo, Media Cara, el rayadillo borracho (tócate, María SSSSilvia) y el más entrañable y no menos expresivo caballo Palmiche? Y el desventurado que se halle en ese caso, que los busque ahora mismo. Desde luego, vale la pena.

De nuevo, el Maestro pudo detenerse ahí: ya había insuflado el soplo vital a muchísimos hijos memorables, ya había trocado la Historia patria en algo divertido. Pero él no era de los que se conforman, gracias a Dios (o sea, a él). Así llegó Vampiros en la Habana, la película que más frases ha instaurado en el habla popular cubana:  

Mijito, el de la cornetica, ¿tú no tienes que trabajar mañana?

Vaya, gallego, ¿quién te lo iba a decir?

Dame un cigarrito ahí, rey del mundo

Vendo enanitos verdes

Josephmñ…

Ay, papirriqui…

 Na ni ná, tigre, le di, lo maté, tuállaba

Vaya, tarrú

Huy, Buffalo Bill

Muchacho, no te resistas, dámela

etc. Con su inteligencia, su humor negro y su cubanía, Vampiros… es una película de culto no solo en su país de origen, recomendada por el MOMA, listada entre las mejores películas de todos los tiempos.

Padrón sufrió incomprensiones y rechazos, cómo no. Raro es el artista, cubano o no, que pueda presumir de no haberlos padecido. Sin embargo, su obra se impuso: sin dejar de disfrutar a Disney, los niños le descargaban a Elpidio, y los adultos se deslumbraban ante el ingenio de diálogos y situaciones.

Coincidí con él varias veces: la última, durante la inauguración de La Manigua, ese parque en Paseo y 35. Un amigo nervioso quería hacerse una foto con él: se lo dije y accedió. Sin embargo, no se me ocurrió hacerme una con el Maestro. Algo parecido sucedió años atrás con Formell: me lo presentaron en una recepción, le dije que mi acompañante quería fotografiarse con él, y ella lo hizo pero yo no. No me desvivo por tener retratos con celebridades, pero lamento no tenerlas con ellos. Supongo que uno da por sentado que ya habrá tiempo, que son inmortales. Luego, cuando faltan, paradójicamente descubres que, en efecto, lo son.

Pero, por si no bastara con esto, ¡Padrón escribió narrativa! ¡Y escribió bien! En unos años publicó las novelas Elpidio Valdés contra dólar y cañón, ¡Vampiros en la Habana!, Vampirenkommando y Cómo me hice Pepito el corneta, que no son meras transcripciones de las películas sino reescrituras cabales, deliciosas de leer. Vaya, que si a Padrón le hubiera dado por el ballet, con todo y su físico se las habría arreglado para convertirse en un nuevo Nijinsky, en un Carlos Acosta.

 Sí, Juan Padrón era Dios. La única diferencia es que creo en él.

4 comentarios

Dan 5 noviembre 2023 - 11:07 AM

Hasta yo creo en el, cubano como pocos, hizo de nuestra infancia algo más agradable en medio de tanto dibujo animado soviético, incomprensibles muchos para nuestra cultura caribeña

Winnie Karelia 5 noviembre 2023 - 12:25 PM

Que bonito homenaje! Casualmente hace apenas par de días regalé a alguien especial un compendio de historietas de Elpidio Valdés,un tesoro para mí. Y esa persona me decía que por qué no se publicaba más la obra de Padrón,justo porque a su hijo de 8 años le encantaba,prueba de que transciende y sigue llegando a las nuevas generaciones.Es un patrimonio vivo,poderoso que puede reconectarnos con nuestras esencias de manera natural.
Gracias Eduardo,me encantó y ojalá pudiera ver tu historieta del file azul😉😂

José Antonio Landa Santiesteban 5 noviembre 2023 - 12:32 PM

Sí, Dios existe: se llama Padrón.
Desde niño dio riendas a mi fantasía en aquella (y otras) memorable revista “Pioneros”.

Georgina Oropesa Roselló 5 noviembre 2023 - 9:45 PM

Quiero una foto contigo

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