El debate no puede ser privilegio de unos pocos. La revista “Nuestra Industria Económica“, formaba parte de un sistema ideado por el Ché para propiciar la divulgación y la preparación de los trabajadores del Ministerio de Industria. En la edición No. 2 de 1963 se encuentra un artículo titulado “En torno a la cuestión del funcionamiento de la ley del valor en la economía cubana“, escrito por Alberto Mora, quien fuera en aquellos momentos Ministro de Comercio Exterior.
Mora sostenía que había que dejar que la economía cubana en su conjunto, se manejaran automáticamente de acuerdo a las leyes de la oferta y la demanda. También insistió en que la ganancia de cada empresa y de cada obrero es el único motor de la economía en transición al socialismo.
Lo sorprendente es leer seguidamente en la misma revista, La réplica que le realizara el Che al artículo de Mora. Donde aclara que su objetivo no es discutir sobre el funcionamiento o no de la ley del valor, sino criticar el punto de partida de Mora.
Entre las muchas cosas que el Ché le critica a Mora está: que su definición de valor es contradictoria, calificándolas como ideas oscuras y que no cumple las reglas de la definición. Además señala que Mora está negando el carácter objetivo de las categorías económicas.
Otro ejemplo sorprendente se puede encontrar en la revista “Cuba Socialista“de marzo de 1964 donde el entonces Director de Banco Nacional de Cuba, Marcelo Fernández Font, publicó un artículo titulado “Desarrollo y funciones de la Banca Socialista en Cuba”, en el que enfatiza en la importancia que adquiere la actividad bancaria en el periodo de transición al socialismo.
No tardo mucho Font para recibir la respuesta del Che por intermedio del artículo “La banca y el crédito en el socialismo” donde dentro de otras cosas dice:
“En el número anterior de esta revista, apareció un artículo del compañero Marcelo Fernández, Presidente del Banco Nacional, en el que analiza las funciones del Banco. Este artículo coincide con algunas apariciones públicas de dirigentes de ese organismo y otros escritos, donde se fija la posición del Banco en forma precisa. Como no estamos de acuerdo con algunas de las funciones apuntadas como propias del Banco, en el período de transición; y menos con su enjuiciamiento del Sistema Presupuestario de Financiamiento, consideramos que no debemos dejar sin respuesta las afirmaciones del Presidente de dicho organismo, fijando nuestra posición al respecto”.
Esa polémica se desarrolló en medio de cambios profundos y trascendentales en la sociedad cubana. Los dirigentes, académicos y la ciudadanía en general no tenían temor de contradecir la opinión oficial. Como en los ejemplos expuestos: los ministros expresaban su criterios divergentes de forma pública y por ello no eran destituidos de sus cargos. No era necesario la doble moral.
Los revolucionarios de aquellos tiempos discutían sobre qué rumbo debía tomar Cuba o criticaban lo que consideraban que se estuviera haciendo mal y no fueron acusados de “gusanescos“ o contrarrevolucionarios. A nadie se le ocurrió tampoco tildar de “Libelo” a la revista “Cuba Socialista“ ni a “Nuestra Industria Económica“.
La sociedad cubana, con menos instrucción y cultura, podía presenciar las contradicciones que existían entre los principales dirigentes del país. Ninguna de aquellos debates provocaron que la Revolución se debilitara. Gracias a esto, los ciudadanos conocían cuáles eran las ideas y criterios, en detalle, de los que tenían bajo su responsabilidad los destinos de Cuba.
Nos encontramos en momentos donde se necesita de mucha sabiduría para poder solucionar los difíciles problemas que tenemos. La única forma posible es confrontar ideas y criterios de forma trasparente. Con mecanismos que permitan a todos los interesados tener acceso a ese debate. El debate no puede ser privilegio de unos pocos.
Con el objetivo de propiciar un ambiente favorable para el intercambio de ideas, es importante que nadie tenga que buscarse problema por expresar sus opiniones. Los que tienen que ser aborrecidos son los que entorpecen el debate y los que se molestan cuando se les realiza alguna crítica. Para expresar ideas y criterios no existen ni lugares ni momentos inoportunos, que se haga, no va a socavar la unidad tan necesaria. El lugar es Cuba y el momento es ahora. Es muy urgente y necesario rescatar aquella cultura del debate.
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