Rusia y América Latina, el tratado no escrito de conveniencia mutua

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Más de diez mil kilómetros entre océanos y mares, montañas y llanuras, separan geográficamente a Rusia de América Latina y El Caribe. Así también de distantes son ambas culturas. La nuestra, de origen latino, llegó al subcontinente de manera forzosa para que fuera desarrollado aquel proceso de transculturación que tanto estudió Don Fernando Ortiz, síntesis de un sincretismo múltiple que nada ha tenido que ver con la evolución de la sociedad en el país más grande del planeta. La historia de Rusia ha sido otra.

Sin embargo, a pesar de estas arduas diferencias, aumenta por día la influencia rusa en este lado del mundo, una ecuación que incluye la creciente inversión económica de China y prevé una pérdida paulatina del tradicional poder hegemónico de Estados Unidos en la región. Ya no es solo Cuba el aliado político intransigente, como aconteció durante varias décadas en la pasada centuria. En este primer cuarto del siglo XXI han crecido los socios de la Rusia post comunista, en busca de un bien común: mayor estabilidad económica a través de la apertura a nuevos mercados internacionales donde las naciones subdesarrolladas se ven limitadas para insertarse debido a la preeminencia del dólar estadounidense.

Ya no es solo Cuba el aliado político intransigente, como aconteció durante varias décadas en la pasada centuria.

No en vano en los últimos años han acontecido una serie de hechos políticos que respaldan el fortalecimiento de las relaciones con América Latina. Rusia le ha tendido sus manos a los países latinoamericanos y caribeños, más allá de posturas ideológicas o sistemas políticos, y estos las están estrechando paulatinamente.

Prueba de ello es el posicionamiento de los Estados de la región en torno a la invasión rusa a Ucrania. Aunque han sido diversas las reacciones sobre el conflicto, que claramente constituye una violación por parte de Rusia de la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional, en ningún caso se rompieron relaciones diplomáticas, se respaldaron sanciones económicas o se produjeron injerencias. Solo por citar algunos ejemplos. Uruguay, Chile, Costa Rica y Perú condenaron la invasión; México, Brasil o Colombia llamaron al diálogo y a la paz; mientras que Cuba, Venezuela y Nicaragua desearon éxitos en la operación militar.

Pese a todo, el Kremlin ha sostenido buenas relaciones con todos los Estados latinoamericanos y caribeños, incluso, ha instado a estrechar los vínculos. En el propio año del inicio del conflicto armado, Rusia actualizó un listado de países «hostiles» hacia su política exterior, en el que no figura ninguna nación de nuestro subcontinente.

Aunque no exista un documento programático que establezca pautas para dicho acercamiento, constituye en la praxis un tratado no escrito de conveniencia mutua. 

Los BRICS+ y el llamado en América Latina

Desde el 2009 las principales economías emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que se incorporó en 2010), buscan establecer un sistema monetario internacional alternativo, que garantice un orden económico más justo, con mecanismos y fondos de inversiones nuevos, cuyas acciones sean más efectivas que las explotadoras ayudas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. 

Extender las fronteras del grupo se antojaba imprescindible para continuar abogando por los propósitos fundacionales, máxime cuando los dos principales socios, Rusia y China (el uno por el poder político y militar, y el otro por su expansión económica y tecnológica) se han visto afectados en los últimos años por diversas causas: la pandemia, la invasión rusa a Ucrania, el ascenso al poder de partidos de extrema derecha en varias regiones del mundo, fundamentalmente en Europa, y el advenimiento de una administración de mano dura en Estados Unidos, con el segundo mandato presidencial de Donald Trump.

En la actualidad, los BRICS ya cuentan con 21 miembros, entre plenos y asociados, con tres naciones latinoamericanas: Brasil, Bolivia y Cuba.

¿Pero, cuán real resulta el interés político, financiero y comercial de Rusia con América Latina y El Caribe?

Nuestra región es considerada la tercera más rica del planeta, por sus recursos naturales, después de África y Asia-Pacífico. Sin embargo, continúa siendo la más desigual, además de presentar una proyección de estancamiento económico. En su edición número 75 (2023), el Estudio Económico de América Latina y el Caribe de la CEPAL estimó que «es necesario actuar de manera decidida para alinear los flujos financieros requeridos con las metas climáticas nacionales, ampliando los mecanismos de financiamiento disponibles para la intermediación financiera, adecuando la gestión de la cartera de activos de la banca central para hacerla sostenible y apoyando iniciativas que impulsen el desarrollo de mercados de capital sostenibles».

Ante tal contexto, tanto Rusia como China han propiciado que las macro inversiones crezcan en nuestro subcontinente, en aras de ganar en posicionamiento geopolítico en este hemisferio. Y una prueba fehaciente del continuo acercamiento económico de Moscú, respaldada por Beijing, fueron las declaraciones del presidente ruso, Vladimir Putin, durante la conferencia parlamentaria de septiembre de 2023, cuando aseguró que «el intercambio comercial entre Rusia y América Latina en los últimos cinco años aumentó en un 25% y las importaciones rusas crecieron 2,3», con destaque en sectores como la producción energética, la construcción, el transporte, la agricultura y las tecnologías de la información.

tanto Rusia como China han propiciado que las macro inversiones crezcan en nuestro subcontinente, en aras de ganar en posicionamiento geopolítico.

A todo lo anterior, podemos sumar la presencia rusa en el Canal de Panamá, con asistencia técnica y creciente intercambio comercial, lo que constituye un respaldo indirecto a la gran inversión china, que ahora quiere frenar a toda costa el presidente estadounidense Donald Trump, «haciendo uso de la fuerza si fuera necesario», como él mismo anunció en una ocasión. Pues así de agitada marcha la política estadounidense respecto a América Latina y El Caribe. El imperio no acepta que su influencia y poder disminuyan, por el estrechamiento de las relaciones entre las principales potencias emergentes del mundo y su acercamiento a países subdesarrollados.

La aspiración cubana en la cooperación sur-sur impulsada por Moscú

Rusia ha sido uno de los principales aliados políticos y socios económicos de Cuba. Ayudas, regalías, eliminación de deudas, apoyo militar y tecnológico y un largo etcétera ha recibido el Gobierno cubano de sus similares rusos o soviéticos, desde el siglo XX.

Sin embargo, continuar esperando de brazos cruzados las donaciones de los aliados constituye una versión triste de aquella película original titulada Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), de la que bebimos y vivimos, a cambio de un poco de azúcar y de respaldo político en el continente americano. No se trata de ideologías. Se trata de cambio. Los tiempos cambiaron hace mucho y persisten en la constante resiliencia. Cuba no se ha revolucionado lo suficiente en las últimas tres décadas; por eso su economía tampoco.

Continuar esperando de brazos cruzados las donaciones de los aliados constituye una versión triste de aquella película original titulada Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), de la que bebimos.

Desde este año nuestro país es miembro asociado de los BRICS+ y debe prepararse para aprovechar todas las oportunidades que conduzcan a reencauzar su desarrollo económico, ante una prolongada crisis que se puede describir como el peor deterioro infraestructural y productivo de los últimos 60 años. Si bien en lo adelante no tendrá voto en las principales decisiones del bloque, sí podrá acceder a recursos materiales y financieros como el Nuevo Banco de Desarrollo y el Acuerdo de Reserva de Contingencia, y fomentar la colaboración directa en diversos proyectos. De ahí que garantizar el éxito en esta nueva oportunidad de desarrollo en el sur global, impulsada por Moscú, se antoje brújula dentro de una proyección a mediano plazo para superar la crisis la economía cubana. La pregunta es si realmente esta oportunidad será aprovechada.

Encontrar una vía de escape, precisar pronto qué se le «venderá» primero a los miembros de los BRICS+ para ganar en divisas y liquidez y, sobre todo, en confianza ante nuestros socios, es imprescindible para no profundizar la desconfianza que existe sobre la Isla en los mercados internacionales. Tal inclusión es una opción real y concreta para beneficiar el país, mucho más esperanzadora que la eterna espera que se levante un bloqueo.

Otros pilares estratégicos de la inversión rusa en nuestra región

Diversos son los ejemplos que marcan el estrechamiento de las relaciones bilaterales entre Rusia y América Latina y El Caribe en las últimas dos décadas. Los escenarios de inversiones también llegan a los ámbitos militar, político y comunicacional.

Propiamente, en el sector de la industria militar, Rusia ha ampliado sus colaboraciones con naciones aliadas. Ya no son solo Cuba, Nicaragua y Venezuela los países que importan desde Moscú equipamiento y tecnologías. A ese reducido grupo se han sumado otros países, entre ellos las mayores economías de la región: Brasil y México.

Los recientes intercambios o espaldarazos en materia militar se han concretado en gran medida gracias a la aproximación política a Moscú de los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador durante su mandato, y Luiz Inácio Lula da Silva. Algunos ejemplos cercanos lo demuestran.

En el año 2013, Brasil compró a Alemania sistemas de defensa antiaérea, decisión del gobierno de Dilma Rousseff que fue criticado por varios sectores de la oposición y de la sociedad civil, teniendo en cuenta que el gigante sudamericano invertía miles de millones de dólares en la organización del Mundial de Futbol de 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016, y por lo que dejó de asumir otros gastos públicos o de inversiones económicas.

Luego, en el año 2022, tras la invasión rusa a Ucrania, el gobierno alemán envió a su similar ucraniano el mismo equipamiento militar vendido a Brasil años antes, pero no contaba con suficientes municiones ni repuestos. Fue entonces cuando la Unión Europea y la OTAN le pidieron a Lula que entregase el mencionado sistema antiaéreo a Volodímir Zelenski, a través de una nueva venta. Pero la respuesta del mandatario brasileño fue tajante y mantuvo su posición de «neutralidad» ante el conflicto. Recordemos que Rusia es el segundo proveedor de tecnología energética de Brasil, solo detrás de China, y el primero en venta de fertilizante y maquinarias para el desarrollo agrícola.

Tras la invasión rusa a Ucrania, el gobierno alemán envió a su similar ucraniano el mismo equipamiento militar vendido a Brasil años antes.

Por otra parte, durante la celebración del bicentenario de la independencia mexicana, en setiembre de 2023, Rusia participó en el desfile militar de naciones amigas. Asimismo, varios busques de la Marina de Guerra rusa han atracado en tierras aztecas en los últimos años, como parte de sus recorridos por todo el Caribe, que también incluyen a puertos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Y otro caso que merece mención es la participación del gigante eslavo en la quinta edición de la Feria Aeroespacial México 2023, en la cual ambas naciones rubricaron varios acuerdos de cooperación en ese ámbito.

Al estrechamiento de vínculos económicos, militares y políticos entre Moscú y América Latina y El Caribe, también debemos sumar una influencia sostenida en materia comunicacional. De ahí que la presencia de distintas plataformas rusas en el ecosistema mediático latinoamericano sea cada vez mayor, como RT y Sputnik Mundo.

En el caso de Russia Today en español, vale destacar que fue creado en 2009, incluso antes de que otros medios europeos diseñados para el público hispanohablante, como Deutsche Welle o France 24; y, en el 2023, se comenzaron a realizar transmisiones sistemáticas en portugués para los telespectadores brasileños.

Propiamente sobre este acercamiento mediático, un estudio del Real Instituto elcano apuntó: «En 2019, la audiencia de RT en español era de 21 millones y sus cuentas en redes sociales de 25 millones de seguidores».

Para Trump, América Latina no es Europa, y Rusia lo sabe

Durante el primer mandato presidencial de Donald Trump (2017-2020), las relaciones entre Estados Unidos y Rusia no empeoraron, incluso se puede afirmar que hubo ciertos intentos por conseguir un acercamiento político con Moscú, que beneficiara tanto a Washington como a la Unión Europea. Sin embargo, en plena administración demócrata de Joe Biden, las sanciones occidentales aumentaron contra la nación eslava y, junto a las crecientes tendencias neofascistas en Europa, las tropas rusas invadieron Ucrania. A partir de ese momento, la relación entre Rusia y los «aliados» fue en detrimento, hasta ahora, cuando el magnate inmobiliario irrumpió nuevamente en la Casa Blanca.

Así, de «sorpresa», Donald Trump y Vladimir Putin conversaron telefónicamente, planearon un posible encuentro presencial y consumaron que delegaciones de ambos países se reunieran en Arabia Saudita para abordar el fin de la guerra en Ucrania. Todo ello a espaldas de sus aliados y socios. Pues así, de «sorpresa» también, Trump se burló de la Unión Europea, pasó por alto al gobierno ucraniano, y avanzó en un posible plan para llegar a un acuerdo de paz, cuyos detalles aún son muy nebulosos. No obstante, el primer paso, el acercamiento político a través del diálogo, se materializó.

Donald Trump y Vladimir Putin conversaron telefónicamente, planearon un posible encuentro presencial y consumaron que delegaciones de ambos países se reunieran en Arabia Saudita.

Mas, la visión de la administración republicana hacia Europa no es la misma que para con América Latina. Trump pactará con Putin estén o no de acuerdo sus «amigos» europeos, porque una «paz» negociada beneficiaría también a Estados Unidos; pero sobre la posesión económica y la influencia política en nuestro subcontinente, no pactará con nadie. De ahí la presión sobre Panamá para recuperar espacios y ganancias en el Canal, en aras de limitar el poderío comercial de China y de la propia Rusia. En ese sentido, también destacan el aumento de los aranceles en la región, incluso para sus principales socios, como México y Canadá, o la grotesca orden de nombrar al Golfo de México «Golfo de América». Está claro, clarísimo; el objetivo no es otro que ponderar la Doctrina Monroe bajo el añejo e imperial lema: «América para los americanos».

Pero Rusia, China, y otros países ya venían materializando un acercamiento sostenido con América Latina, por todas las razones comerciales y políticas antes explicadas. Algunas naciones, incluyendo Estados Unidos, tildan tales lazos de un «corrimiento hacia el rojo» en nuestra región, y me apoyo en el título de esa obra fundamental de la filosofía cubana contemporánea, escrita por el académico e intelectual Fernando Martínez Heredia.

Preocupa y ocupa a las élites de poder occidentales que otras potencias influyan en los gobiernos de América Latina y El Caribe, pero no por temor a una ideología u otra, a un «ismo» u otro, al avance del socialismo ante capitalismo, como predican a través de un sistema mediático poderoso, fiel y persuasivo; sino porque prevén la pérdida paulatina de su poder económico. Desde 1898, al intervenir en la guerra hispano-cubana, Estados Unidos inició una etapa de dominio neocolonial sobre todo el subcontinente. No en vano, José Martí escribió un día antes de morir, en una carta para su amigo Manuel Mercado:

Preocupa y ocupa a las élites de poder occidentales que otras potencias influyan en los gobiernos de América Latina y El Caribe.

«Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América».

En el que sería su último texto, el Apóstol instó a impedir lo imposible en ese tiempo. Comenzó entonces una compleja etapa de la historia latinoamericana, teñida por los golpes militares contra gobiernos progresistas, dictaduras y el dominio económico de las oligarquías, respaldadas directamente por los gobiernos estadounidenses. Ha sido en este siglo XXI cuando los países, aún con discrepancias políticas, han dado pequeños pasos para unirse y buscar juntos otros horizontes de paz y prosperidad. Es por ello que el acercamiento con Rusia, China y los BRICS+ constituye una alternativa ante el dominio económico del dólar y sus acreedores. 

Aunque aún no queda definido el momento y los métodos para poner fin a la invasión de Rusia a Ucrania, un cese del enfrentamiento parece cada vez más inminente. De aquel, se deshilan varios puntos de análisis, como son la influencia de Putin a escala internacional, la ineficacia política y militar de Europa, y el continuo acercamiento entre Moscú y América Latina y El Caribe. Específicamente para nuestra región, ese espaldarazo ruso se antoja una oportunidad para intentar cambiar el curso de la historia de los últimos 127 años. Esto, porque ha sido un largo periodo de dependencia política hacia los Estados Unidos, que ha contribuido a profundizar las desigualdades y la violencia. Y ahora, con el segundo mandato de Trump, todo indica que las pretensiones de expansión se han renovado.

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David Rodríguez Sánchez-Galarraga
David Rodríguez Sánchez-Galarraga
Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana (2018). Máster en Comunicación y Educación de Audiovisual (2022) por la Universidad de Huelva. Doctorando en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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