Oración por el cine cubano

por Eduardo Del LLano
cine cubano

He leído opiniones críticas sobre un montón de películas cubanas porque, supuestamente, se quedan cortas: que por qué no se meten con barrios habaneros donde la policía no se atreve a entrar ni llaman a las cosas por su nombre, que constituyen meros juegos permitidos, etcétera. La idea subyacente es que una película cubana solo resulta auténtica si se lanza a criticar a fondo, tan a fondo que haga felices a los apocalípticos. No tiene que ser buena o bella, pero está obligada a ser fuerte.

Lo gracioso es que esa misma gente afirma que le encanta ir al cine a desconectar. Es la filosofía de que las películas americanas son de acción, espectáculo y cosas bonitas; las europeas clavos para intelectuales; las latinoamericanas no hay quien las vea porque solo saben hablar de la miseria (salvo, quizás, algunas comedias argentinas). Y las cubanas lo dicho, juegan con la cadena, pero no con el mono.

Vaya manera de hablar mierda. El arte es una cosa y un espejo otra. La realidad es un punto de partida, incluso en esas películas que se proclaman basadas en hechos reales. Ni siquiera el cine documental refleja la existencia cien por ciento; todo lo contrario, la manipula, pues hay tantas realidades como puntos de vista, y el director y el editor lo saben. Las películas funcionan y conmueven por el guion, las actuaciones y la fotografía, no porque el tema escogido legitime el esfuerzo de manera automática.

Por demás, asumir que un solar es más autóctono que un aula universitaria constituye una soberana tontería. Pero el solar es más representativo, dirán. ¿De qué? Y ¿por qué? ¿Acaso el arte es mera estadística? Pareciera que por ser cubanos estuviéramos condenados a hablar solo de jineteras, corrupción y sueños rotos, y lloriquear porque el sistema hace aguas, porque es lo que se espera de nosotros, porque nuestra cosmovisión no debe pasar de ahí. Absurdo. Nadie le exige al cine francés que hable exclusivamente de la violencia policial o del periódico auge de la extrema derecha.

La razón de este fenómeno probablemente radique en que el público le endilga al cine el rol que debe jugar y no ha jugado jamás el periodismo. Así, el cineasta ha de ser un Mesías de grado o por fuerza. Pero ni eso basta: unos cuantos estiman que el mero hecho de hacer arte en Cuba implica entrar por el aro del Gobierno. No solo eso, sino que por muy crítico que te muestres nunca lo serás lo suficiente, y encima le estás lavando la cara al régimen. Esa visión reduccionista ignora, además, la paradoja de que el arte absolutamente independiente es a la vez cautivo absoluto, dado que solo puede ser de desencanto y denuncia.

A ver, no se asuma a partir de lo antedicho que estoy contra el cine crítico, de cuestionamiento y rebeldía. Nuestra realidad es cada vez menos amable, y hay que abogar por el derecho a hacer la película que uno quiera hacer y, tema no menos importante, que una vez realizada, tenga la posibilidad de ser exhibida y distribuida sin importar que su contenido resulte incómodo o el enclave geográfico en que su director radique. Solo sostengo que no va a ser más auténtica o más cubana por eso. Mostrar las penurias del cubano de a pie es tan urgente como poner (sus) fantasías en escena. Una buena parte de mi propia obra indaga ferozmente en la realidad inmediata, y lo seguirá haciendo, buscando el nervio, según mi punto de vista. Eso no excluye hacer otras cosas, tocar otros temas. El artista debe meterse en candela, tiene que jugársela, pero también ha de buscar, siempre y en todas partes, la belleza. Negar lo primero conduce a la torre de marfil; negar lo segundo, al panfleto político.

 Y es por eso que, desde la humildad que me caracteriza, propongo elevar la siguiente oración al cine cubano:

Protege, Señor, al cine nacional, hazlo libre y no dependiente de permisos y sospechas, hazlo fuerte y múltiple, y no supeditado a cómo amanecieron las hemorroides de la Autoridad.

 Concédenos la Ley de Cine que reclamamos, y abre las oxidadas entendederas de la Autoridad, para que entienda que exigimos un derecho, no rogamos un favor.

 Señor, ya puestos, concédenos también un ICAIC que perdure, sí, siempre que lo haga con centro en el cineasta y no en el funcionario;

 un ICAIC donde la Autoridad esté siempre disponible y presta a ayudar, y no reunida, de viaje o en un curso de Cuadros;

 un ICAIC donde la Autoridad se atreva a plantar cara a la Autoridad mayor, si es necesario para defender la causa de los cineastas, y no se limite a transmitir y generar evasivas;

 un ICAIC que no pretenda erigirse en la única factoría de nuestro cine, porque hoy lo es menos que nunca; que no se esmere en regular y mantener a raya a las productoras independientes, sino que las comprenda y estimule;

 un ICAIC pequeño, no un ICAIC colosal, pero eso sí, tecnológicamente competente, que pueda promover nuestro cine de acuerdo a los requerimientos del mundo de hoy.

 Si te resulta muy difícil, Señor, devuélvenos al menos el ICAIC de los años dorados, ese ICAIC de apasionados y soñadores, donde una delegación que viajaba a una Muestra de Cine en cualquier país por ahí estaba integrada por cuatro cineastas y un funcionario, y no al revés.

 Permítenos, Señor, conservar nuestro palmito de talento. No nos dejes caer en la tentación de hacer solo lo que esperan de nosotros, lo que vende o nos da likes; aléjanos de filmar exclusivamente la rabia y la contingencia. No te pedimos que fortalezcas nuestro amor al cine, porque mucho hay que amarlo para hacer cine en Cuba, y ni siquiera Tú puedes superar eso.

 Señor, no te distraigas y mira pá cá, que te estoy hablando.

                                                                                         (Del Llano, MMXXIII)

14 comentarios

Armando 13 agosto 2023 - 7:00 AM

No sea hipócrita, usted bien que juega con la cadena.

Perla Barcaser 14 agosto 2023 - 12:12 PM

Lo cierto es que, películas mucho más contestatarias, y mejor logradas narrativa y estéticamente, no han suscitado los escándalos (explícitos desde la concepción propia de la obra) en buena medida por la ignorancia de buena parte de la crítica oficial así como por la torpeza de los funcionarios del sistema de la cultura. Convirtiendo en víctimas (ansiosas de serlo) a obras que mostradas en otros contextos no provocan semejantes respuestas, todo el cine que intenta ser provocador desde la evidencia, termina siendo devorado por su propio oportunismo. El llanto mercadea si, el escándalo también, pero desde obras resueltas desde las herramientas del arte, no desde lo evidente (entonces deja de ser arte) Las nuevas generaciones (en su mayoría muy chapuceras) han encontrado su nicho para venderse, y como por otra parte, la propia institución no promueve el sentido crítico, resaltando las narrativas épicas agotadas y sin nuevos matices, el terreno queda listo para que el oportunismo temático, sin llevar a fondo una nueva narrativa se muestre como respuesta ante el vacío. Son muy pocos los cineastas cubanos explotando nuevas maneras desde lo universal, desde lo verdaderamente contemporáneo, todos saben muy bien quiénes son, y me sobran dedos de la mano

José Antonio Landa Santiesteban 13 agosto 2023 - 9:26 AM

Si logras que el Señor no siga distraído me avisas.

Eduardo del Llano 13 agosto 2023 - 9:31 AM

Porque apoyo al mono, y nunca lo he ocultado.

Nelsonrt 13 agosto 2023 - 9:41 AM

Puedes que juegue con la cadena pero lo que expone es Real y serio

Jesus 13 agosto 2023 - 11:31 AM

Creo q el ICAIC, ya estorba. El acceso a la tecnología ya no es monopolio. Deben existir agencias de servicios, eso sí. La producción está en función del mercado. Fuentes financieras deben existir.

Manuel Figueredo 13 agosto 2023 - 11:52 AM

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque ellos serán consolados. ¿ Murió el ICAIC ?
¿ Ahora de que vamos a vivir ?

Ray 13 agosto 2023 - 1:43 PM

Ejercer cualquier profesión en Cuba y que el partido-estado-gobierno te lo permita implica obligatoriamente jugar con la cadena y dejar al mono antes mencionado tranquilo. Eso lo sabe Del Llano pero se hace el sueco.

Eduardo del Llano 14 agosto 2023 - 3:30 AM

Si jugar con el mono significa enfrentarse al sistema para derribarlo, entonces ningún país del mundo te lo permite sin resistencia. Si sólo implica criticarlo, puedes hacerlo en Cuba mucho más de lo que crees.

Andrés 13 agosto 2023 - 11:31 PM

Eduardo, se percibe, de modo casi tridimensional, su frustración personal con el asunto, lo cual parece tener que ver con sus propias experiencias. Coincido en el hecho de que existe un universo estético, más allá de las inmediateces políticas, aún cuando sea el fuero político el que inspire dicho universo. Me consta que comprende esas cosas y que las ha aplicado. Yo fui un seguidor asiduo de las presentaciones de Nos y otros durante mi adolescencia en los 1990s. Me fascinaba como, a veces desde el absurdo más inimaginable, se exploraban puntos grotescos de la sociedad cubana (“… el suicidio derecho del pueblo”, así terminaba uno de los tantos sketchs del grupo). Durante esa etapa, con el período especial, comenzó también la narrativa de la jinetera y todo lo demás en el cine cubano. Pero, francamente, y esto lo digo como cinéfilo empedernido, recuerdo muy pocos finales trágicos o declaraciones políticas. La mayoría de las veces se trataba de co-producciones de comedias bien acomodaticias. Ciertamente se produjo una fatiga con el tema, pero, en mi criterio, no por su carga trágica sino más bien por su anodina persistencia.

Es, en mi opinión, desde los 2000s y 2010s (pero antes del gran cataclismo), cuando Cuba, en comparación con los 1990s, había mejorado un poco para algunos y empeorado para otros, dónde ciertas películas, algunas del ICAIC y otras no, se adentraron más seriamente en la exploración de ámbitos marginalizados y políticamente más incorrectos que lo que normalmente se veía. Me imagino que su frustración tiene que ver con estas últimas etapas, incluyendo a la actual, dónde una parte del público cubano ha sido expuesto, con novedosa insistencia, a historias que rara vez se habían contado en el contexto cubano post-revolucionario. A todo esto, además, se suma la creciente polarización política del público/ciudadanía y todas las patologías que esto trae, entre ellas la imposibilidad de conversar con matices y de escuchar. Bueno, todo esto además del gobierno con su afán de imponer su ridícula visión estética, dónde al parecer el panfleto (el cual florece en circunstancias como estas), en busca de las “esencias” y lejos de la “vulgaridad”, parece ser la orden del día. Creo que todo esto agudiza los extremos Eduardo, los cuales a veces toman forma en las críticas y paradojas a las que se refiere. No aplaudo estos reduccionismos, pero reconozcamos que es al gobierno, en especial a sus autoridades culturales, dado su control de los medios y recursos y narrativas, a los primeros que hay que recordar que una cosa es el arte y otras son los espejos.

Por otro lado, en lo personal, y refiriéndome a la profusión de los 2000s y los 2010s, creo que existe necesidad clara de experimentar en el cine las historias desgarradas que se cuentan poco; aquellas que ocurren dónde la policía no entra, no solamente desde el ámbito periodístico sino también desde el estético. Creo que aunque siempre se ha comentado el tema de la marginalidad en Cuba, la forma de mostrarlo en épocas recientes varió. Siempre se ha hablado de gente pobre y solar, incluyendo el período post-59, pero la mayor parte de las veces se hizo desde el inofensivo vernáculo y desde la más ofensiva condescendencia. Sin embargo, nadie parecía molestarse. Ahora parece ser que el solar quiere participar en serio en la construcción del material estético del arte, en particular del cine, cubano. Y no son sólo los apocalípticos los que así piensan (esto sería también un reduccionismo inaceptable). Y muchos se han propuesto hacerlo, al igual que usted, desde su punto de vista. Pero esto si ha generado fricciones y diferendos de todo tipo. Y, en mi criterio, es natural que así sea. Nuestro país es un país de periferia con los peores vicios de sus colonizadores.

Somos un país que carga con un serio fardo discriminatorio que ha tendido a “occidentalizar” la percepción que tenemos de cada grupo, tema o individuo, así como su legitimidad o habilidad para expresar la belleza. Creo que ningún cubano se salva de la mierda esa. Si el tema tratado (solar o aula u otro) entran en dichos cánones entonces no hay problema, pues no ofenden la sensibilidad moral de los que dictan la orden del día (esto también incluye a la crítica en cualquiera de sus formas). Yo opino que la discusión que usted propone, en términos de autenticidad, se mueve también en dichas aguas, en las cuales nadamos todos los cubanos sin darnos ni cuenta. De modo que, en mi criterio, no creo que se trate necesariamente de una disputa de autenticidades entre el solar y el aula universitaria, sino de democratizar el uso del solar, pero también del aula, como material estético. Yo crecí en el primero y estudié en la segunda, y ambos, puedo aseverarlo, son cubanísimos. Sin embargo, y esto debemos reconocerlo, en la práctica, durante nuestra historia, incluyendo post-59, han sido el aula y sus dictados lo que se ha tratado de vender como auténtico, nunca el solar. El solar era lo que el experto venido de las aulas decía que era. Este decidía, y todavía quiere decidir, que aspectos y representaciones del mismo son estéticamente legítimos y moralmente aceptables, aún cuando nunca en su vida había, ha, puesto un pie en uno. Es natural que existan ansias de relatar historias sobre estos otros mundos cubanos, invisibles para muchos y no solamente para quienes se oponen al gobierno cubano actual o tienen opiniones extremas sobre lo que acontece en la isla. Después de todo, esto es en parte la historia del arte: la historia de la contraposición de diversas visiones estéticas, a veces incluso irreconciliables entre sí.

Coincido con usted en el hecho de que hay muchísimos otros temas de los que hablar, pero no creo que mostrar las penurias del cubano de a pie entre necesariamente en contradicción con mostrar sus fantasías. Eso sí, no hay garantía de que la belleza que emane sea del beneplácito de todos, tampoco del suyo. Cuando menciona que ambas cosas son urgentes da la impresión de que muchos ven una cosa separada de la otra. Esto puede ser posible, pero yo creo que lo que puede ocurrir es que usted defiende una visión estética que no coincide con el resultado de muchas de las exploraciones solariegas recientes, lo cual no quiere necesariamente decir que no exista una visión detrás de esos intentos. Por supuesto, me consta que en particular usted se refiere a ciertos críticos que piden sangre a toda costa como muestra de autenticidad, y su punto es que, aunque no muestre la sangre demandada, también se puede ser auténtico. Pero, por otra parte, si bien conozco personas que piden algo “fuerte” y otros que van a “desconectar”, ciertamente no me consta que siempre coincidan las dos cosas en la misma persona. Si tiene estadísticas sobre este dato entonces le ruego me la envíe. Creo que las personas escogen, por lo general, el contenido que van a consumir de acuerdo al contexto y situación, todo a veces incluso en un mismo día. Un promotor cultural serio debería tratar de ofrecer la mayor diversidad posible de modo que cada cual escoja lo que prefiera y de que la mayor cantidad de realizadores posible tenga la posibilidad de expresar sus visiones. Creo que, en nuestro país, este aspecto de la diversidad se ha quedado atrás, en particular en torno al solar. Otra vez, si se habla más de este último en estos dias no es por querer contraponerlo, en términos de autenticidad, a otros temas del acontecer cubano, sino porque es su tratamiento específico no ha sido honesto desde el punto de vista estético; ha sido en realidad lo que menos ha ocurrido a pesar de que muchos han querido hacerlo y mostrarlo. El artista se mueve a partir de lo que conoce y puede expresar mejor, pues lo siente más intensamente, y es en ese sentido en el que, en mi criterio, se es auténtico o no.

Eduardo del Llano 14 agosto 2023 - 3:26 AM

Bueno, Andrés, el texto se basa en mi experiencia, pero por esta vez tu percepción tridimensional se equivoca de medio a medio: no hay frustración en el asunto. Varios de mis trabajos se alejan de ese mainstream del que hablo. Por otra parte, soslayas un elemento importante: quien pone el dinero. A veces es el ICAIC, pero a menudo son sponsors foráneos, y muy a menudo esa gente deja bien claro qué producto desea a cambio, qué Cuba necesitan ver y vender.
Dicho esto, estoy de acuerdo con mucho de lo que dices, o por lo menos con que sería punto de partida para un debate serio.

Andrés 14 agosto 2023 - 11:55 AM

Eduardo, no trato de traducir tu experiencia personal, eso no es posible. Sólo parto de lo que observo en el texto e interpreto según lo que percibo, lo cual es, al menos en parte, necesariamente subjetivo. Es casi obligatorio equivocarse bastante. Es por ello que hablo de percepción y no de un hecho demostrado, al menos en lo que a tu experiencia se refiere.
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De cualquier modo, me parece que has hecho una interpretación distinta, aunque legítima y razonable, del término “frustración”. Yo no me refiero a la incapacidad, o imposibilidad, de llevar adelante tu trabajo y tus puntos de vista. Me consta, desde Nos y otros y trabajos posteriores, que en este sentido no eres un frustrado. Eso me parece excelente, y creo que es cómo debería ser con otros puntos de vista que difieran del nuestro.

Cuando me refiero a “frustración” me refiero a cabreo, a molestia, enfado. Me refiero más a una sensación de insatisfacción con cierto estado de cosas que a fracaso. Por ejemplo, “Vaya manera de hablar mierda”, “Por demás, asumir que un solar es más autóctono que un aula universitaria constituye una soberana tontería”. Creo que casi cualquier cubano podría inducir que estas palabras, particularmente en el contexto cubano, no son necesariamente señales de sosiego. Es esa la tridimensionalidad a la que me refiero. Es en este sentido que empleo el término frustración. Pero también puedo estar equivocado de medio a medio en esta percepción; a mi, sin embargo, me parece al menos plausible.

En cuanto a lo de los sponsors, no estoy seguro del contexto en el que lo empleas ni de por qué lo soslayo. Pero es un tema importante de cualquier manera. En ese sentido definitivamente coincido en que juegan un papel importante en la forma que toma el producto final. Sin embargo, si bien ellos dejan claro la Cuba que quieren vender y necesitan ver, es dificil de creer que, particularmente en un entorno como el cubano, estas cosas no cuenten con el beneplácito de las autoridades cubanas, tan ocupadas como están en defender las “esencias”. Es al menos plausible inferir que, en muchos casos, las Cubas que los sponsors quieren vender, no son necesariamente el fin del mundo para nuestras autoridades culturales; de lo contrario lo hubieran prohibido, esto es de los más común en nuestro entorno artístico. Por otro lado, si un sponsor te obliga a mostrar una determinada Cuba, no sería esto motivo legítimo de frustración?

Lo anterior puede aplicar sobre todo a co-producciones. Pero cuando es el sponsor el que financia el producto completo, y este se exhibe en Cuba, creo que la lógica es la misma. Ahora, están también los productores independientes. Algunos quizás buscan avanzar una agenda foránea, inspirados en motivos estrictamente comerciales. Pero muchos otros, y es lo que los recientes ditirambos de la comunidad cinematográfica cubana muestra, tienen intereses genuinos. Y sin embargo, parece ser, que la Cuba que estos últimos persiguen mostrar es incluso menos del agrado de las autoridades cubanas que lo que los sponsors foráneos desean vender. Los prohiben más. De modo que los sponsors, si bien parte de la ecuación, no necesariamente determinan toda la naturaleza del contenido que se exhibe en Cuba, mucho menos en Cuba.

Creo que hay agendas que, por loco que pueda sonar, han resultado transversales al gobierno y a los sponsors. Todo depende de que las sensibilidades morales dominantes no se molesten. Y en términos de proyección occidentalista, estas agendas han coincidido en más de una ocasión. Ahora, cuando el producto desafía esto último, entonces no hay sponsor ni productor independiente que valga, no importa cuán genuina y honesta sea la historia que cuenta. Creo que es la naturaleza de este diferendo el que daría pie a otros debates más complejos e interesantes. Todo esto partiendo de la base de que sigan existiendo plataformas como LJC. No me imagino nada de esto en la prensa y la televisión cubanas.

Por lo demás, Eduardo, gracias por tu ánimo de debate.

Carlos Wong 14 agosto 2023 - 7:45 AM

Es que no se trata de “describir” la realidad. Se trata de exponer la razon de que esa sea la realidad. Nadie tiene la verdad absoluta, pero hay cuestiones tan elementales que son universales como respirar, beber o tener libertad.

Eduardo del Llano 14 agosto 2023 - 11:35 AM

Precisamente afirmo lo contrario. El artista es -debe ser- libre de hacer lo que le venga en gana. No tiene que exponer ni ser el vocero de nada; lo hace si quiere.

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