¿Qué lecciones nos deja la muerte de un adolescente durante las inundaciones?

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La noticia es que un adolescente de 13 años de edad murió de forma trágica tras caer por una alcantarilla durante fuertes inundaciones que afectaron zonas bajas de la ciudad de La Habana.

El menor transitaba por una zona a unos 3 kilómetros de su lugar de residencia, según testimonios de vecinos, regresando de la escuela, y el momento en el que cruzaba una zona con el agua a la cintura desapareció ante la vista de varias personas. El accidente fue grabado por un celular, un video que se ha vuelto viral en las redes sociales en Cuba.

Jonathan era residente en Luyanó, y el accidente ocurrió en la intersección de Vía Blanca y Villanueva, en La Habana Vieja.

Según reportes del periodista de la televisión cubana Lázaro Manuel Alonso, el Cuerpo de Bomberos de Cuba, Rescate y Salvamento, la Policía, Recursos Hidráulicos y las autoridades locales se concentraron en la zona para la búsqueda del cuerpo, y fue encontrado varias horas después en el desemboque de la bahía donde van a dar las aguas que drenan de las alcantarillas de la capital cubana.

El operativo de búsqueda fue seguido con gran atención por la población cubana, en un evento trágico consecuencia de los efectos de un frente frío y por reiteradas alertas del Instituto de Meteorología se conocía que ocurrirían las inundaciones en zonas bajas y de mal drenaje.

No pocos usuarios en redes sociales criticaron la nota del Ministerio de lnterior, donde la autoridad señalaba que «sin acompañamiento de algún mayor y contrario a los avisos emitidos durante la jornada y en días previos por la Defensa Civil y el Instituto de Meteorología, no se percató de la presencia de una alcantarilla, que con la fuerza del agua lo succionó».

En esta ocasión, la alerta del Instituto de Meteorología ocurrió días antes del evento, y se distribuyó por diferentes medios de comunicación, incluyendo WhatsApp pero ni las clases ni los trabajos fueron suspendidos, por lo cual, la vida en la ciudad transcurrió normalmente hasta la llegada del temporal. La nota del Ministerio del Interior no responsabilizó a ninguna autoridad por la falta de prevención que implica una alcantarilla abierta.

Esta noticia significa que las malas condiciones de los alcantarillados, así como el deterioro de los drenajes de la ciudad y la acumulación de basura en estos canales que deben permitir la circulación del agua han tenido parte de la responsabilidad en estas inundaciones, que en otros casos afecta viviendas, propiedades personales, es un riesgo y trae cortes del tránsito y de electricidad. En esta ocasión condujo a este fatal accidente que ha conmocionado a la población cubana, sobre todo por la viralidad de un video en el que mientras todo esto sucedía la gente grababa o conversaba a las márgenes de la inundación, pero nadie acudió a ayudar.

Nuestra opinión es que este tipo de accidentes, aunque pueden suceder en cualquier lugar, la diferencia radica en cuáles son las medidas que toman las autoridades locales para solucionarlas, sobre todo teniendo en cuenta que se han normalizado las imágenes de personas caminando con el agua muy alta en medio de inundaciones, frente a eventos climatológicos, sin que se tomen medidas preventivas y/o posterior a dichos eventos, que resuelvan o al menos mitiguen el problema.

Por años, el trabajo de prevención de estas inundaciones se ha deteriorado esencialmente por la falta de recursos como camiones, y combustible, y los gobiernos locales hacen una labor deficiente o tardía en estos casos. Y si bien en algunos municipios de la capital funciona mejor que en otros, no se garantiza la destupición de alcantarillas y la basura es abundante, lo cual ya en este momento es una crisis que está viviendo la capital cubana de inéditas proporciones.

Los llamados servicios comunales que trabajan con lentitud y encargados de mantener determinadas condiciones para las vías públicas tienen una crisis vieja y no se conoce ninguna estrategia pública que, al menos en La Habana, la más densamente poblada ciudad del país, enfrente la creciente acumulación de basura, o la disfuncionalidad de las alcantarillas.

Tampoco hay transparencia sobre cómo los gobiernos locales están trabajando en la limpieza e higienización, y estos accidentes no despiertan un debate público que ponga en entredicho a los responsables de que las alcantarillas funcionen, o de que en casos de inundación nadie transite por las áreas de mayor peligrosidad.

Como es habitual, el tratamiento comunicativo, si bien esta vez fue más ágil, puso en las primeras notas informativas la mayor responsabilidad sobre los padres, obviando la responsabilidad que toca a autoridades en un día en que no se cerraron las escuelas a pesar de que hubo alertas sobre el empeoramiento de las condiciones del tiempo, y según reportes, el niño estaba de regreso de la escuela.

La situación desigual de cada municipio requiere que ante un posible desastre o un evento climatológico de consecuencias significativas, cada administración local tome medidas para minimizar los daños y accidentes que puedan ocurrir. Suspender clases y trabajos, y emitir alertas particulares, también debería ser una prerrogativa de las administraciones locales, teniendo en cuenta las particularidades de cada territorio y que no todos corren los mismos riesgos ante un desastre natural. En aquellas zonas proclives a inundaciones se deben reforzar las medidas preventivas.

Ante accidentes como estos, más allá del duelo inevitable, la sociedad toda, y los factores que influyen en el enfrentamiento a estos eventos, deben revisar sus procedimientos y ubicar la responsabilidad allí donde esté, con el afán de diseñar mecanismos y procedimientos que mitiguen los riesgos de que niños como Jonathan mueran por una inundación avisada.

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Redacción
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