Cubano NO salva cubano: Marco Rubio de secretario de Estado

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La noticia es que el senador republicano por la Florida, Marco Rubio, ha sido designado como futuro secretario de estado en Estados Unidos, lo cual ubica a un representante político surgido de la emigración cubana en el cargo más alto jamás ocupado por un latino. El puesto debe ser confirmado por el Senado, algo que muy probablemente ocurra teniendo en cuenta que estará en manos de los republicanos.

Rubio, de 53 años, es una de las voces más duras contra el gobierno cubano, nicaragüense y venezolano, también participó en el diseño de la política de máxima presión que implementó Trump en su primera administración contra Cuba.

A pesar de una relación complicada con el reelecto presidente, cuando se disputaban el control del partido en las primarias del año 2016, Rubio terminó aliado al trumpismo, y ahora tendrá una de las posiciones más influyentes del gabinete.

Medios de la Florida suponen que el recién nombrado jefe de la diplomacia estadounidense repetirá su estrategia de línea dura: más sanciones, y una política de injerencia abierta en los asuntos internos de la Isla.

Según el otro arquitecto de la política de máxima presión contra Cuba en la primera temporada de Trump, Mauricio Claver-Carone, «el enfoque principal debe ser modernizar las sanciones a Cuba para que puedan tener efectos en terceros, similares a las sanciones a Venezuela», así lo relata un artículo del diario floridano Miami Herald.

Al ser nombrado, Rubio dijo en la red social X que «promoverá la paz a través de la fuerza» una polémica frase que revive el espíritu de guerra fría y a la cual se ha sumado una retórica contra los polos no occidentales, como China, poniendo énfasis en la fuerza en influencia en Estados Unidos de la red social asiática Tik Tok.

Rubio ha tenido una historia complicada con la verdad y los hechos. En octubre de 2011, el entonces senador tuvo que actualizar su biografía en su sitio web, porque durante años había engañado a sus votantes al contarles una historia de sí mismo que no es verdad: que su padre había huido de la Cuba de Fidel Castro.

La historia es coherente con un grupo de exiliados que tienen mucho poder económico y político en el estado floridano, pero no es verdad. Si bien los padres se alinearon con la línea opositora al gobierno que asumió tras la guerra en la Sierra Maestra, realmente ellos se radicaron en la nación norteña durante el período de la dictadura de Fulgencio Batista contra la cual luchaba Fidel Castro. Los padres de Rubio «partieron de la isla como exiliados del régimen tiránico, el de Fulgencio Batista, el dictador de derecha que tumbó Fidel Castro», explica el politólogo Arturo López Levy, también colaborador de La Joven Cuba, en un artículo publicado en inglés en el medio digital Huffington Post. Para el experto cubano, Rubio escogió mentir para adaptarse al conflicto y beneficiarse de la propaganda dominante en Miami, y explotar el trauma vivido por algunos de sus constituyentes.

López Levy señala lo que otros ya han alertado en el político republicano: el uso mendaz de la historia para ponerla en función de su discurso ideológico.

«El senador ha repetido que la revolución de 1959 fue un “accidente de la historia”, sabiendo, por su propia historia familiar, que eso es falso. Esa es la visión que conviene al elemento anticastrista, en los que los que apoyaron a Batista han sido exonerados de sus crímenes en la isla. Decir que Cuba en 1958 era una democracia, en un camino al desarrollo es una mentira repetida mil veces con la esperanza de transformarla en realidad».

López Levy pone en contexto el porqué de esta mentira: «Dentro de la comunidad cubana, Rubio ha utilizado la historia falsa de sus padres como una forma de evitar el debate de aquellos que critican su política de suspender parcialmente la Ley de Ajuste Cubano (privilegio migratorio que ofrece beneficios excepcionales a los cubanos migrantes) y su apoyo a imponer más restricciones en los viajes familiares a la isla, y así revertir las políticas populares del presidente Obama, que liberalizó ese tipo de viaje».

Si bien ahora muchos medios titulan: «primer secretario de estado latino», cabría preguntarse cuánto ha hecho Rubio por representar a la comunidad latina.

Su opinión sobre los migrantes ha ido cambiando según el vaivén de los intereses. En el pasado apoyó un instrumento legal muy controvertido que permitía a las autoridades a identificar o asumir que los latinos eran migrantes ilegales o criminales. Incluso se ha opuesto al Dream Act, una ley que ofrece educación universitaria a miles de hijos de migrantes indocumentados.

Su desdén por la historia y su ligero uso del lenguaje más hostil en términos de guerra ha sido explorado por otros columnistas.

Según estudiosos de sus discursos, Rubio no entiende de límites del poder militar, de los peligros de las consecuencias de las guerras, o de sus tremendos costos. Solo utiliza los conflictos bélicos y el lenguaje hostil para apoyar el crecimiento de la maquinaria beligerante para que esta sea desplegada más agresivamente alrededor del mundo. 

Esta noticia significa que un operador político de la línea más dura contra Cuba toma la dirección de las relaciones exteriores de ese país. Si desde el Senado y su Comité de Relaciones Exteriores, tanto él como Bob Menéndez (el defenestrado senador de origen cubano por Nueva Jersey y que renunció por ser condenado en un caso de corrupción) ponían tantos bloques al régimen sancionador contra Cuba, engordando medidas, e impidiendo vínculos con la Isla. Ahora desde el Departamento de Estado, Rubio tendrá más poder, más cercanía al presidente, y más capacidad de incrementar la política injerencista de máxima presión que le ha servido para ganar apoyos dentro de la comunidad extremista en la Florida.

Significa además que Trump está armando un gabinete con funcionarios muy alineados a sus políticas que incluyen la injerencia directa en los asuntos internos de otros países, el rechazo al respeto por la diversidad cultural y política, tanto como paradigma de gobernanza interna como en las relaciones internacionales.

Rubio se suma a otras figuras sumamente controversiales que integrarán el nuevo gabinete en el cual también estará el presentador de Fox News Pete Hegseth como secretario de Defensa —quien ha hecho declaraciones en contra de que las mujeres ocupen puestos significativos en los ejércitos—, o el activista antivacunas Robert Kennedy Jr. como secretario de Salud.

Por tanto, también significa que un hombre que tiene poca experiencia real en el escenario internacional, de una lista que podía haber tenido a otros muchos más talentosos que él como favoritos, tendrá que encargarse de la política exterior de un país que tiene muchos frentes abiertos. Sus prioridades deben ser la crisis en Gaza vista como genocidio por varios movimientos en Estados Unidos y el mundo, y la prolongada guerra de Ucrania en la cual ningún bando se alza con la victoria.

¿Cuánto daño puede hacer a Cuba? Es difícil saber, ya que muchas de las medidas de máxima presión se mantienen, y realmente Trump ganó la Florida, y Miami Dade (condado con mayor concentración de cubanos en Estados Unidos) cómodamente, lo cual implica que no necesita hacer nada para mantener de cerca a este grupo de votantes. El magnate neoyorquino reelegido como presidente no debería poner foco en Cuba porque no necesita ganarse a una comunidad que ha preferido apoyarlo, aunque activó el Título III de la Helms Burton dejando sin trabajo a muchos negocios pequeños, y a todo el ecosistema laboral que vivía de los cruceros, por solo poner un ejemplo.

La política de máxima presión, si bien es útil a la narrativa de extrema derecha, sobre todo para presentar los efectos de la crisis en Cuba como un «mal ejemplo» para el mundo, no ha dado ni un solo fruto en cuanto a promover cambios democráticos en la Isla. Por el contrario, solo profundiza un esquema que atrinchera al gobierno cubano en su posición defensiva, con menor capacidad de lidiar con expresiones de oposición política, y empeora severamente la vida de los cubanos. Sin embargo, es posible que el «pequeño Marco», como lo llamaba su futuro jefe, pretenda ganarse puntos con el lobby cubanoamericano extremista en vista a una futura elección en 2028.

Teniendo en cuenta acciones pasadas de la administración republicana, entre las opciones de empeoramiento de los ya pobres vínculos entre La Habana y Washington estarían:

  • suspender todos los diálogos con el gobierno cubano, que son tan importantes en términos de seguridad para ambos países, incluyendo los diálogos de temas migratorios, de vital significación para enfrentar ese desafío compartido;
  • limitar los viajes de aerolíneas comerciales o suspenderlos del todo eliminando las licencias para que vuelen a la Isla, lo cual dificultaría la visita de cientos de miles de cubanos que viven en Estados Unidos y viajan a la isla cada año;
  • restringir los pocos viajes de estadounidenses a Cuba, impidiendo así que los estadounidenses vean la realidad de la Isla, y eliminando un derecho que deberían tener;
  • disminuir las operaciones de la Embajada a mínimos históricos, como fue durante la administración anterior, utilizando como excusa los incidentes de salud que nunca pudieron ser confirmados;
  • suspender la entrega de visas de cinco años a personas escogidas
  • limitar o cerrar del todo los vínculos con el emergente sector privado que Rubio y su colega republicana de la Cámara, Maria Elvira Salazar, tildan de «grupo beneficiado por el gobierno», y vinculado a familias de la generación histórica de la Revolución cubana, para lo cual usan dos ejemplos, de entre 10 mil empresas privadas aprobadas;
  • podría empujar un debate para suspender la Ley de Ajuste Cubano, ya que en el pasado ha estado en contra de esta Ley que ha beneficiado a la gran mayoría de sus votantes cubanos, gracias a la cual ahora, todo el que entró por Parole Humanitario, tiene una posibilidad de regular su situación migratoria, una ley que es un incentivo para emigrar, pero es también un privilegio que ha ofrecido oportunidades a cientos de miles de cubanos.

Nuestra opinión es que la elección de Marco Rubio es uno de los nombramientos que permite a Trump poner en una posición clave a un hombre que hará sin titubear lo que diga, por inaudito o peligroso que sea. Responde a su política de preferir cuadros «fieles» por encima de personas capacitadas, y sin tener en cuenta la poca experiencia política que tengan, o lo peligrosas que sean sus posturas.

Como mismo Trump ha mostrado una tendencia a mentir, y a manipular la realidad para contar una narrativa que convenga, Rubio es quizás de los que con más efectividad podrá seguir esa tendencia. Un hombre que ha cambiado su historia personal para obtener el voto y apoyo de constituyentes en la Florida, y un latino que no representa a la comunidad latina, y que lejos de defender más derechos para los hispanos, ha apostado por disminuir a mínimos las ayudas a migrantes.

El actual senador que durante años ha ofrecido discursos sobre Cuba en medios de prensa estadounidense, con una retórica locuaz, pero llena de inexactitudes y mentiras, apuesta por una política de máxima presión hacia Cuba, y tiene un desdén absoluto por lo inefectivo que ha sido ese enfoque, y el trágico empobrecimiento que ha traído a los residentes en la Isla.

Rubio es el experto de Cuba que no ha visitado Cuba, que no nació en Cuba, pero que ha utilizado el país de sus padres, la historia de los exiliados y el conflicto entre ambos Estados como combustible para llegar a Washington y mantenerse ahí.

Hijo de migrantes, es de los que prefiere tumbar la escalera que él mismo subió para adquirir derechos y privilegios en ese país, antes de que otros escalen y logren regular su situación migratoria. Es muy probable que, con ese historial, defienda una política que es sabido su inefectividad para promover valores democráticos en la Isla, e incluso afecta los intereses, tanto de los cubanos que viven en Estados Unidos y tienen familia en Cuba, como de sectores agrícolas e industriales que se verían beneficiados por el intercambio comercial con un país importador de lo que producen. Lo que sí ha traído es el enriquecimiento de una clase política que «lucha por la libertad» a kilómetros de distancia y sin contacto alguno con quienes pretenden «liberar».

Rubio es de los que defiende a capa y espada que nada cambie en Cuba para que nada cambie para su clase política y económica. El saldo no será positivo para nadie, ni para los cubanos de allá ni para los que en Cuba van sobrados de sanciones, limitaciones, huracanes, sismos y errores en la administración estatal.

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