La Habana, buena estancia en la universidad

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Por Alia Wong

Una cifra récord de 289 000 estudiantes universitarios norteamericanos estudió en el extranjero durante el año escolar 2012-2013, poco más de la mitad de ellos en Europa. Fueron a lugares como el Reino Unido, Italia y España –países que, colectivamente, recibieron aproximadamente un tercio de los estudiantes. Otros 20 000 más o menos viajaron a China o Japón. Australia fue otro destino relativamente popular, así como Costa Rica. Y no es sorprendente; estos lugares han sido los principales destinos entre los estudiantes universitarios del país al menos durante la última década.

Pero ¿un país que ni remotamente hubiera estado entre los primeros de la lista? Cuba.

Esto pudiera parecer evidente. Pocos norteamericanos han tenido la oportunidad de viajar de manera legal a Cuba desde que EE.UU. impuso el embargo a los viajes a principios de la década de 1960. Pero ahora que los dos países se preparan para restaurar las relaciones diplomáticas, vale la pena pensar en cómo la experiencia universitaria de estudiantes en ambos países –y las bases del conocimiento a la que ambos contribuyen– pudiera cambiar. Mientras se avanza, el incremento del intercambio académico y las interacciones persona a persona, dicen los estudiosos, hasta ayudaría a los dos países a reparar su relación.

En diciembre, el presidente Obama anunció que él y su contraparte cubana, Raúl Castro, habían decidido mejorar los lazos después de medio siglo de relaciones tirantes que datan de la revolución comunista de Cuba en la década de 1960, y que fueron conformadas por la Guerra Fría. Uno de los más obvios ejemplos de esa hostilidad es el embargo comercial de 54 años que Estados Unidos ha mantenido contra Cuba, una prohibición económica que ha obstruido el desarrollo de la Isla y ayudado a prolongar el distanciamiento de los dos países separados por solo 90 millas. Este “bloqueo” ha impedido eficazmente que los ciudadanos norteamericanos viajen a la Isla, a no ser por excepciones y lagunas legales, y ha creado obstáculos similares para sus contrapartes cubanas. Cuba es el único país al cual las leyes de EE.UU. prohíben a sus ciudadanos viajar como turistas, aunque durante años se ha permitido que estudiantes norteamericanos estudien en la Isla bajo estrictas circunstancias.

Con los años esas restricciones se han relajado –y el flujo de personas entre ambos países ha aumentado ligeramente– pero las nuevas promesas de la nación señalan no solo la modernización de la infraestructura económica y tecnológica de Cuba, sino también un histórico punto de viraje en todo el escenario internacional. En su anuncio del 17 de diciembre, Obama dijo que EE.UU. abriría una embajada en el país caribeño por primera vez desde la revolución. Algunos cambios ya se están dando en la parte administrativa. La Casa Blanca, por ejemplo, está implementando nuevas políticas más indulgentes con relación a las remesas y a los viajes. Hay noticias que sugieren que las conversaciones de la semana pasada entre las administraciones de Obama y Castro fueron alentadoras, pero el proceso de reconciliación probablemente sea gradual. Y depende del Congreso eliminar el embargo –una legislación con la que muchos republicanos en el Congreso, incluyendo al senador cubanoamericano Marco Rubio, no están dispuestos a comprometerse.

Las oportunidades en EE.UU. para estudiar en el extranjero se han ampliado desde que Obama tomó posesión en 2008 y comenzó un proceso de relajar gradualmente las restricciones. En 2011 estableció circunstancias específicas bajo las cuales se podría permitir viajar a la nación comunista. Bajo las reglas de 2011, siempre y cuando los viajes cumplieran con criterios académicos específicos, el gobierno federal requeriría solo una “licencia general” –en vez de una “licencia especial”– para viajar a Cuba.

Pero las restantes regulaciones aún dificultaban la logística y vivir en Cuba aún era difícil, al menos para los estudiantes norteamericanos acostumbrados a ciertos lujos. Por una parte, los ciudadanos norteamericanos no podían abrir una cuenta bancaria o usar tarjetas de crédito en Cuba, lo que significaba que los estudiantes tenían que viajar allá con un rollo de billetes. Y por otra parte, estaba el tema de la tecnología. Aunque en Cuba existe algo de internet, es uno de los países menos conectados del mundo, lo cual puede ser especialmente problemático en un entorno académico (y para estudiantes norteamericanos que no hablan español y deben depender de copias impresas o traductores off-line). Y a pesar del vigor intelectual de algunas de las universidades cubanas, estas al igual que otras entidades en la isla tropical de 109 886 km2, tienen una infraestructura de muy mala calidad. Eso significa no aire acondicionado en las aulas. Hay también otros asuntos, incluyendo la censura de materiales como libros.

Pero los expertos indican que el nuevo capítulo pudiera ser trascendental para los estudiantes cubanos, en gran medida debido a las excepciones de viaje ya brindadas a los estudiantes norteamericanos. A pesar de la habilidad generalizada en el idioma inglés, la política norteamericana ha mantenido a los cubanos en su país natal y ha exacerbado las barreras financieras. Según Allan Goodman, director general y presidente del Instituto Internacional de Educación, mientras aproximadamente 1 600 estudiantes norteamericanos estudiaron el año pasado en la nación comunista, solo unos 70 de sus contrapartes cubanas lo hicieron en EE.UU.

“Si alguna vez llegamos a construir una comprensión mutua, tiene que ser en ambos sentidos, y tener relaciones diplomáticas va a facilitar mucho eso”, dijo Goodman. “Lo bueno es que Cuba está tan cerca –es nuestra vecina– pero hemos estado en una relación distanciada durante mucho tiempo. Tan solo tener más intercambio educacional va a ayudar a cerrar un capítulo de la Guerra Fría, ayudar a cerrar un capítulo de hostilidad, y a abrir un futuro diferente para los estudiantes cubanos, su familia y los norteamericanos

“Espero que los números aumenten”, dijo. “Pero realmente espero que crezcan en ambos sentidos”.

EE.UU. ofrece a los cubanos –y Cuba ofrece a los norteamericanos– un contexto para aprender que posiblemente no pudieran obtener en ningún otro lugar en el mundo. En parte debido a las circunstancias que rodea la historia diplomática de los dos países. Las universidades norteamericanas, por ejemplo, son conocidas por la diversidad de sus estudiantes e investigación en profundidad en laboratorios, y poseen recursos institucionalizados que no están disponibles en Cuba, como la internet de alta velocidad. Mientras tanto, las universidades de Cuba –incluyendo la prestigiosa y bicentenaria Universidad de La Habana– tiene acceso de primera mano a iglesias fundadas por los primeros colonizadores españoles y algunos de los arrecifes coralinos menos contaminados del mundo. También tienen una reputación por formar y exportar hordas de médicos, en gran medida gracias al sistema socializado de atención médica del país.

También podrían ofrecer lecciones singulares acerca de las complejidades de la Revolución cubana y de las realidades (y mitos) de una ideología política que continúa cautivando la imaginación norteamericana y sustenta la vida diaria de los cubanos. Imaginen tomar un curso de Economía en Cuba. Como señaló Ana López, una inmigrante cubana que supervisa el Instituto de Estudios Cubanos y Caribeños de la Universidad Tulane, es quizás el único lugar del mundo conde se puede aprender el materialismo dialéctico, la concepción marxista de la realidad.

Más importante aún, estudiar en un lugar que ha sido mal representado y maltratado por nuestro país tiene recompensas inherentes. “Para nosotros, tener una ciudadanía informada en EE.UU., para nosotros estar abiertos a múltiples culturas, múltiples idiomas, múltiples maneras de vivir en el mundo –ya sea en Cuba, Mongolia o el Reino Unido–, los estudiantes siempre se beneficiarán de oportunidades en el terreno de vivir codo a codo con gente de otro país”, dijo Sonia Feigenbaum, quien supervisa asuntos internacionales en la Universidad Brown, una de las distintas universidades en EE.UU. que tienen programas de estudio en Cuba. “Un punto de vista no es necesariamente el único punto de vista que es aceptable. Para influir positivamente en el cambio (en el mundo), tenemos que estar en un lugar donde podamos conectarnos unos a otros –no a la distancia, sino en el patio de uno y otro”.

Es más, por todo el país hay universidades que están desarrollando o ampliando programas en Cuba, aunque para muchas instituciones, como Brown y Tulane, la coincidencia con la noticia es casual en gran medida. Funcionarios dicen que en su lugar la tendencia refleja el creciente interés entre estudiantes universitarios por tener la experiencia cubana y, por supuesto, el relajamiento de las restricciones en 2011. En estos momentos, unas dos docenas de programas de estudio en Cuba se encuentran funcionando en EE.UU., ofreciendo cursos que incluyen “Cerca, pero nada de habanos: la economía y cadena de suministros en Cuba, de la Universidad Townson; “Danza y cultura en La Habana”, de la Universidad de Nueva York; y “Salud pública y estar sano en Cuba”, de la Universidad Rutgers.” Por su parte, Brown ha operado un programa a pequeña escala en Cuba desde 2008 pero, a partir de este semestre está ampliando las oportunidades de intercambio por medio de un consorcio de siete miembros que incluye universidades de la Ivy League(*)como Columbia y Cornell, así como Johns Hopkins y Northwestern.

Los estudiantes universitarios probablemente recibirán los beneficios del nuevo acuerdo de política, pero probablemente son también parte de la razón del nuevo acuerdo que se ha realizado. Las relaciones académicas han ayudado a influir en un cambio generacional en la opinión pública acerca de las relaciones entre Cuba y EE.UU.

Sin embargo, es difícil pronosticar cómo será la relación más adelante entre los dos países, y estar por ver si Cuba cambiará o no. Poco es posible hacer sin lazos económicos más fuertes. Y en gran medida depende del gobierno cubano si toma decisiones claves, políticamente trascendentales, como aceptar totalmente Internet. Para muchos estudiantes universitarios de la actualidad, la limitada estructura tecnológica pudiera servir de barrera. “Para nuestros estudiantes es muy difícil estar cuatro meses desconectados”, dijo López de la Universidad Tulane. “Lo que los mata, los que más daño les hace, es no tener Internet, no tener un teléfono celular para enviar mensajes”.

Pero López hizo énfasis en que en cuanto al restablecimiento de las relaciones diplomáticos, es mejor que el proceso sea gradual en vez de apresurado. “Los cambios significativos tienen que introducirse lentamente para sacudir los cimientos de la historia”.

(*) Pertenecen a la Ivy League el grupo de ocho universidades más antiguas y más respetadas de EE.UU., situadas en el noreste del país. Son: Harvard, Yale, Columbia, Cornell, Dartmouth College, Brown, Princeton y la Universidad de Pennsylvania. El término proviene de la hiedra (ivy) que crece en los antiguos edificios de las universidades.

Traducción de Progreso Semanal.

(Tomado de The Atlantic)

LJC lo toma de Progreso Semanal

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