Liderazgo y narrativa: el reto de las izquierdas en la comunicación digital

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A las izquierdas políticas del continente generalmente les ha costado ir a la ofensiva. Como si se tratara de una montaña rusa, sus objetivos siempre son enormes y complejos. No ha bastado con llegar al gobierno, que no al poder, ha habido que convencer, persuadir y, efectivamente, gobernar casi siempre contra viento y marea.

La deuda social obliga a ocuparse de urgencias. En muchos casos las alianzas son endebles, en otros, la vorágine del trabajo diario y los viejos hábitos, unido a los cambios de las plataformas, han determinado que se comunique mejor o peor desde un proyecto de gobierno. Hay de todo en grupo.

A la altura del 2025 es innegable el impacto que tienen las redes sociales digitales (RRSS) en el ejercicio de la política. Donald Trump ha ganado su segunda magistratura y los CEOs de las Big Techs campean a sus anchas de forma directa por primera vez en mucho tiempo en la política norteamericana. Nada de esto es casualidad.

¿Cómo han articulado los líderes de las izquierdas progresistas latinoamericanas sus planes de comunicación política con respecto a escenarios de crisis? ¿Se han adaptado bien a los cambios de formatos, algoritmos, de dueños? ¿Qué tal le ha ido al gobierno cubano?

Haré un breve bosquejo de cuatro casos sobre el particular.

Lula III

Luis Ignacio Lula
Foto: Reuters

A Luis Inácio Lula da Silva no hace falta presentarlo. Es probablemente el más grande estadista latinoamericano de lo que va de siglo XXI. O está entre ellos. Obrero metalúrgico sin estudios universitarios, se convirtió en la voz de las clases populares del país más desigual del hemisferio. Antes de ganar la presidencia por primera vez en 2002 y ser reelegido en 2008, perdió tres elecciones consecutivas. Y algunos años más tarde, en 2018, fue encarcelado arbitrariamente por la justicia manipulada y no pudo concurrir contra Jair Bolsonaro, a la postre ganador. Más tarde, después de ver restituidos sus derechos políticos, derrota al candidato de extrema derecha y regresa a la presidencia por tercera ocasión. No obstante, el mundo de Lula I y II no es el mundo de Lula III. Cuando gobernó en sus dos primeros períodos, la burbuja de las Punto Com había estallado, internet estaba en expansión y todavía las redes sociales digitales no habían campeado por su respeto. Cuando regresó en el 2022, estas plataformas habían hecho que ganara por un apretadísimo por ciento de votos frente a su oponente.

Jair Bolsonaro había utilizado, junto a Donald Trump en USA y una buena parte de la derecha más rancia a nivel mundial, la desinformación a través de las RRSS como herramienta política. El éxito en el uso de las noticias falsas en la primera campaña del empresario neoyorkino —a la postre presidente contra todos los pronósticos— mostró a las ultraderechas mundiales el camino para competir contra las formas tradicionales de hacer política, sobre todo contra las izquierdas, en general, un poco más atrasadas con respecto al uso de la tecnología.  

Esto fue posible porque Brasil tiene una de las más altas penetraciones de internet de Latinoamérica y por mucho es el país más poblado, con más de 200 millones de habitantes. El uso de las plataformas de RRSS es amplio y ha sustituido, en muchos casos, a los canales de noticias. Los cambios en los hábitos de consumo de información han hecho que la comunicación política en estos nuevos formatos se haya vuelto esencial.

Finalmente, Lula derrotó a Bolsonaro en las elecciones presidenciales del 2022, pero por un margen muy estrecho. A muchos le resultó muy llamativo que Bolsonaro después de cuatro años de gobierno desastroso a nivel económico, y la gestión de la pandemia de covid-19 que se llevó la vida de cientos de miles de brasileños, todavía votaran por él más de 50 millones de paisanos en primera vuelta y más de 58 en la segunda, cuando fue derrotado.  

Lula da Silva tuvo que emplearse a fondo. Articular todas las alianzas posibles, multiplicar sus viajes, sus apariciones en público, conversar con muchísima gente y hacer valer no solo toda su historia como luchador por los derechos de los más necesitados, sino también como administrador eficiente de la economía brasileña durante ocho años en los que Brasil creció sostenidamente sin dejar de aplicar políticas sociales poderosas. Aun así, su victoria fue muy estrecha.  

Lula da Silva tuvo que emplearse a fondo. Articular todas las alianzas posibles, multiplicar sus viajes, sus apariciones en público, conversar con muchísima gente.

Muy llamativo fue que el episodio del golpe de Estado en los primeros días de enero del 2023, orquestado por Bolsonaro desde USA y algunos militares de alta graduación en Brasil, estuviera ejecutado por varios cientos de personas que habían sido convocadas a través de las RRSS por operadores políticos de la extrema derecha y que asaltaron los edificios de los poderes nacionales en Brasilia, la capital. Estas personas fueron movilizadas por esas vías y habían sido fidelizadas y convencidas de que iba a tener éxito en su misión de oponerse al nuevo gobierno. Hoy, muchas de ellas, han sido condenadas a prisión y otras han huido de la justicia fuera del país.

En los dos años más recientes (2023 – 2024) del gobierno de Lula III, este se ha encargado de rehabilitar los programas sociales que habían implementado los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT). No obstante, aunque Lula sigue siendo el político más importante del país, el partido que lo representa ya no es la súper maquinaria electoral de antaño. Sus representaciones en las dos cámaras son menores que hace una década y esto obliga al gobierno a tener que negociar muchos de los presupuestos, programas y leyes con partidos de centro y derecha que no siempre están alineados con la visión del PT. Esto último determina un mayor desgaste de la gestión política del gobierno para alcanzar resultados tanto en materia económica como social.

Además, aunque fue derrotada, la derecha sigue siendo muy potente. Domina los principales medios de comunicación, tiene una amplia lista de nuevos líderes mediáticos en las diferentes plataformas que mantienen el mensaje neoliberal y fascista, además de mantener en jaque y estar pendiente de cualquier error, falta de explicación o sencillamente falsedades para debilitar la gestión de gobierno. Es una maquinaria extremadamente eficiente en articular bulos y que se viralicen en períodos muy cortos.

Lo cierto es que el Lula que ha gobernado estos años recientes no ha logrado una política de comunicación efectiva en las redes sociales. La comunicación de los logros gubernamentales, que son amplios e innegables, se ha convertido en uno de los puntos más débiles de la actual gestión. Tanto así que, a principios del 2025, después de varias crisis de opinión pública y noticias falsas que determinaron derrotas, se decidió sustituir al ministro de Comunicación, un cuadro tradicional del PT, y promover a un marketero político profesional.

La comunicación de los logros gubernamentales, que son amplios e innegables, se ha convertido en uno de los puntos más débiles de la actual gestión.

El asunto es tan delicado que conllevó a este cambio drástico. Lula necesita comunicar sus logros y no solo a su base más fiel, sino a toda la clase media que se beneficia de sus programas. Demasiada clase media cree que progresa solo por sus propios esfuerzos sin ayuda de políticas públicas. El gobierno necesita «vender» su programa en función de que la candidatura de Lula llegue sólida al 2026. Hasta el momento no lo ha logrado. Algunas encuestas dan pérdidas de popularidad muy preocupantes para un gobierno que ha sido efectivo en la gestión económica.

No podemos olvidar que una de las razones por las que la primera presidenta de Brasil, Dilma Roussef, fue derrotada se debió a la intensa y efectivísima campaña orquestada por la derecha. Más allá de los errores propios, que fueron muchos, ahí hay un punto de viraje en el que esos actores vieron el potencial político de las nuevas herramientas de comunicación.

Para iniciar el nuevo ciclo, el ministro recién nombrado trajo un equipo completo de profesionales de la comunicación y se ha apoyado en cuadros de la izquierda más jóvenes, no solo del PT, que manejan muy buenos sistemas de trabajo a nivel regional. Uno de ellos es el alcalde más joven de una capital estadual de Brasil. Su nombre es Joao Campos y viene haciendo un trabajo excelente. El nuevo ministro le pidió ayuda y varios de los miembros de su equipo se han mudado a Brasilia.

Otro asunto es que las derechas brasileñas ya se están movilizando, testeando posibles candidatos y calculando cuáles son las posibilidades de triunfar en las próximas elecciones. La recuperación de la presidencia de Donald Trump, aliado cercano de Bolsonaro, y su acercamiento a la élite tecnológica norteamericana cambia un poco la correlación de fuerzas con respecto a la comunicación política. Brasil tiene uno de los marcos regulatorios más potentes del mundo para gestionar las RRSS y el uso de fake news, pero igual nadie piensa que esos empresarios son neutrales con respecto a un gobierno progresista que le exige estándares de operación que muchos de ellos no comparten. Y ya ha habido encontronazos entre Elon Musk, dueño de X, y Mark Zuckerberg, dueño de Meta, por un lado y los jueces del Tribunal Supremo Federal de Brasil, por otro.

En el momento en que se redacta este texto, se notan ya algunos cambios en la comunicación gubernamental, pero todavía hay muchísimas lagunas, sobre todo en los diferentes ministerios. Es una tarea titánica en solo dos años pensar y operar una política comunicacional para un gobierno que no tiene muy bien aceitados esos mecanismos, pero no queda de otra si pretenden continuar en el gobierno después de 2026.

Brasil sigue siendo un misterio para el resto de los latinoamericanos, pero es un actor importantísimo que no debemos dejar de estudiar con la mayor atención.

Wao, Petro

Gustavo Petro y Francia Marquez
Foto: Pacto Histórico

El triunfo de Gustavo Petro en Colombia fue, probablemente, una de las mejores noticias de los últimos años en América Latina. Colombia tiene la derecha más conservadora de la región y los líderes de izquierda, ni siquiera de centro, llegaban a competir por puestos como la primera magistratura. Unas veces porque no tenían los recursos, ni los medios y otras porque los asesinaban. Esa es la verdad.

El triunfo del exguerrillero urbano, economista y senador Gustavo Petro frente al candidato reaccionario ha marcado un antes y un después en la política colombiana. No obstante a que la correlación de fuerzas no lo favorece de manera general, ha gobernado con una coalición que no es lo suficientemente poderosa. Ahora menos. El ejecutivo ha tratado de impulsar una agenda de desarrollo económico y social muy comprometido con el cuidado del medio ambiente.

También ha intentado profundizar la pacificación del país, iniciada por Juan Manuel Santos, al proponer mesas de diálogo y desarme no solo con los grupos guerrilleros que quedan en las selvas colombianas, sino también con las escisiones de esos grupos e incluso los carteles de la droga y banda paramilitares restantes.

También con Petro llega al poder la primera vicepresidenta negra de Colombia: Francia Márquez, una mujer que viene de las bases y también luchadora de la agenda feminista y medioambiental. Este es un hecho muy importante. Asimismo, este gobierno ha impulsado sendas reformas tributarias, de educación y de salud. Las negociaciones han sido intensas porque son entramados de negocios muy poderosos que están diseñados para mantener esos servicios como lucro y no como derechos humanos. Afortunadamente, algunos resultados han sido obtenidos.

En cuestiones de comunicación política el trabajo de Petro ha sido más consistente. Su equipo de trabajo desde la campaña, liderado por la joven y controvertida Laura Sarabia, ahora nombrada canciller, ha implementado un sistema de comunicación política en RRSS que pudiera catalogarse de correcto por el manejo actualizado y permanente de los nuevos lenguajes de medios sociales excepto en Twitter o X.

Petro es un político muy twittero. Demasiado. A veces parece gobernar por esa red social. En muchos casos tiene éxito, pero en varias ocasiones ha cometido errores de cierta importancia.

La más reciente crisis fue un intercambio con el presidente norteamericano Donald Trump. El gobierno gringo envió un avión militar con migrantes deportados. Iban esposados y maltratados en el vuelo y el gobierno colombiano comunicó  que en de esa forma no los iba a recibir. Informó que los migrantes debían ser devueltos y tratados con respeto a los derechos humanos y estándares internacionales. La respuesta fue muy agresiva. Casi inmediatamente el gobierno norteamericano implementó un arancel del 25% a los productos colombianos y la revocación de visas para funcionarios del gobierno colombiano. Posteriormente, Petro envió un duro mensaje de vuelta, también por RRSS, al gobierno de Trump en el que reafirmó su postura política y dio instrucciones a su administración.

La más reciente crisis fue un intercambio con el presidente norteamericano Donald Trump. El gobierno gringo envió un avión militar con migrantes deportados.

Más allá del final del encontronazo, en el que los partidarios de uno y otro reclaman para sí éxito y humillación respectivamente, lo que sucedió es una absoluta falta y falla de comunicación institucional, así como un imprudente uso de las redes sociales.

Si bien es cierto que el mensaje de firmeza era lícito para hacer valer la soberanía nacional, incluso para disputar el relato de imperio facultoso, se podrían haber manejado canales diplomáticos para gestionar una crisis que tenía serias probabilidades de ganar magnitud. Se corrió el riesgo de un varapalo económico de consecuencias incalculables. Y en la solución, vía diplomática, se demostró que los canales correctos eran los más discretos, no los públicos.

Insisto, es crucial disputar sentido también en las redes sociales, pero midiendo muy bien las consecuencias y valorando si es la mejor opción entre las disponibles para gestionar un tema. Afortunadamente, esta pequeña crisis en la que la comunicación política se utilizó de manera incorrecta, se solucionó con un saldo favorable, por el momento.

Sin embargo, en los últimos días hubo otro acontecimiento nefasto.

Desde el 4 de febrero, el gobierno de Gustavo Petro ha estado en el centro de una crisis comunicacional sin precedentes. Todo comenzó cuando el presidente decidió, de manera sorpresiva, transmitir en vivo un Consejo de Ministros sin haber informado previamente a su gabinete. Durante seis horas, los espectadores presenciaron un espectáculo de reproches, desacuerdos internos y falta de dirección política. Lo que debía ser una muestra de transparencia terminó revelando las fracturas profundas de un gobierno que está enfrentando dificultades para ejecutar sus políticas y mantener la cohesión entre sus miembros.

Lo que debía ser una muestra de transparencia terminó revelando las fracturas profundas de un gobierno que está enfrentando dificultades para ejecutar sus políticas.

La transmisión puso en evidencia que muchos ministros desconocían los criterios de evaluación utilizados por el nuevo jefe de gabinete, Armando Benedetti, quien presentó un balance de compromisos presidenciales incumplidos que sorprendió a varios funcionarios. Durante la reunión, Petro reclamó a distintos ministros por no seguir sus órdenes y expresó su frustración por el bajo cumplimiento de sus promesas de gobierno. Sin embargo, en lugar de coordinar soluciones, la sesión se convirtió en un intercambio de críticas entre los propios miembros del gabinete, con la vicepresidenta Francia Márquez y la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, manifestando su desacuerdo con la presencia de Benedetti y la canciller Laura Sarabia en el gobierno. La tensión fue creciendo con intervenciones emotivas, acusaciones de corrupción y un evidente distanciamiento entre el ala más izquierdista del gabinete y la estrategia política del presidente.

La oposición, encabezada por los partidos Centro Democrático y Cambio Radical, reaccionó de inmediato y exigió su derecho a réplica argumentando que la transmisión fue una alocución presidencial encubierta. El Consejo Nacional Electoral (CNE) avaló la solicitud y programó una intervención de los opositores para el 6 de febrero. En su respuesta, la oposición reforzó las críticas al gobierno, señalando la falta de dirección de Petro, el debilitamiento institucional y el desorden interno de su administración. Además, el congresista Jaime Uscátegui anunció una denuncia contra el presidente, acusándolo de revelar información reservada de seguridad nacional durante la transmisión.

El impacto de esta crisis comunicacional ha sido devastador para la imagen del gobierno. En lugar de proyectar transparencia y liderazgo, la transmisión en vivo mostró a un gabinete descoordinado y enfrentado, debilitando la percepción de gobernabilidad y brindando una oportunidad a la oposición para fortalecer su discurso. La exposición pública de estas diferencias internas también ha afectado la moral dentro del Ejecutivo, con algunos funcionarios cuestionando su permanencia en el gobierno y evidenciando la falta de cohesión en el equipo de Petro.

Este episodio pudo haberse manejado de manera más estratégica. En lugar de transmitir el caos en vivo, creo que el gobierno debió haber realizado una sesión privada y controlada, grabando la reunión para luego editar y presentar un resumen estructurado con los puntos más relevantes. Además, Petro debió haber unificado previamente el mensaje con su gabinete y definido con claridad los objetivos de la transmisión. La falta de control en los tiempos de intervención y la ausencia de una narrativa clara han convertido un intento de transparencia en un boomerang político y ha terminado fortaleciendo a sus adversarios.

Por desgracia, esta crisis fue generada por un error táctico del propio presidente. La administración Petro no solo perdió una oportunidad de mostrar gestión, sino que además permitió que la narrativa de la desorganización y el fracaso se instalara con fuerza en la opinión pública.

Queda mucho por aprender.

No llega una, llegamos todas

Claudia Sheinbaum
Foto: AP

Claudia Sheinbaum fue electa presidenta de México en el 2024. Por primera vez una mujer llegó a la primera magistratura del segundo país más grande de Latinoamérica, así como en economía y población. Ha sido la mandataria más votada en la historia de las elecciones del país. Fue una campaña brillante y muy bien gestionada por un equipo que lleva mucho tiempo trabajando de conjunto.

Sheinbaum tiene excelentes números en todas sus redes sociales digitales. Se nota que no es un trabajo de poco tiempo, sino, como mínimo, de cuando fue jefa de gobierno de la capital del país: Ciudad de México.

Desde la campaña presidencial se articularon varios ejes temáticos. Muchos fueron continuación del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y otros llevan un sello más identificativo de ella. Es muy interesante el uso del lenguaje mucho más inclusivo que sus antecesores, el reforzamiento del mensaje de las capacidades de las mujeres para acceder a puestos de liderazgos en la sociedad y la importancia que su ascenso no debe ser algo aislado, sino que tiene que convertirse en una política sostenida del gobierno.

Llamo la atención sobre el hecho de que cuando ocupó el cargo asumió como emblema gráfico el de una mujer de rasgos mestizos e indígenas junto a una bandera. Y su lema es: «No llego sola, llegamos todas».

También ha mantenido las «mañaneras» de AMLO, aunque ella se apoya más en expertos y utiliza más los datos que su predecesor. Es más conciliativa que confrontativa, sin parecer débil. He revisado sus respuestas más firmes y no parece nunca en situación de inferioridad, pero siempre con perfecto dominio de lo que ha meditado decir.

La situación de México es muy compleja con respecto a su dependencia de los Estados Unidos. De manera que de la gestión que Claudia Sheinbaum haga de su relación con su homólogo norteamericano puede depender mucho el éxito de la economía mexicana en los próximos años. Hasta el momento que se escriben estas líneas me parece excelente el manejo del asunto. Ella habla en inglés fluido con Donald Trump, ha activado desde hace meses sus redes consulares y diplomáticas para prepararse para este escenario y cuando ha tenido que defender la soberanía de su país no le ha temblado la voz. Prudencia, serenidad y firmeza. Mucho tino.

Mantiene un tono presidencial, maneja su imagen con mucho cuidado y, sobre todo, acierta en qué canal utilizar para cada mensaje que quiere transmitir. Eso es lo que aprecio en lo que, en mi criterio, es hasta el momento la mejor comunicación política del continente.

¿Pensar como país?

Claudia Sheinbaum
Foto: Cubadebate

La llegada a la presidencia de Cuba de Miguel Díaz Canel (MDC) fue aplaudida por una gran parte de la población cubana. Ingeniero de formación, con fama de buen escuchador y de no dar peroratas, había pasado por un ministerio y un par de provincias como primer secretario del Partido Comunista de Cuba. Parecía un funcionario moderno, aterrizado, alguien que sabía lo que venía a hacer para cambiarle la cara a un país con una crisis multisectorial sostenida.

Desgraciadamente, ni la suerte lo ha acompañado, ni ha tenido buen desempeño como presidente del país, por lo menos hasta el momento. Todo lo contrario. Y entre sus muchas faltas están no haber sabido integrar la comunicación política como fortaleza de su gestión, a pesar de haber estado muy cerca de varios talentosos periodistas y comunicadores durante su etapa anterior al primer cargo político de la nación. 

Puede parecer obvio decir que con muy pocos resultados económicos y políticos es muy difícil hacer buena comunicación política, pero también es verdad que el trabajo hecho por el equipo de comunicación de la presidencia es francamente deficiente.

Esto lo digo desde el mayor respeto profesional. Conozco a varios de los colegas que trabajan allí y mi relación con ellos es cordial, pero la imagen del presidente de Cuba de los últimos años es fatal. No hay otra manera de decirlo. Y aunque gran parte de la responsabilidad recae en el político por no asesorarse o desenvolverse bien, el equipo también es responsable por no ejecutar adecuadamente su rol.  

Podemos mencionar varios errores graves de comunicación. Creo que el mayor y por el que va a ser juzgado muy severamente por la historia es el de la funesta frase: «La orden de combate está dada» aquel 11 de julio del 2021. Sin embargo, ha tenido varios deslices también en su proyección mediática. Las expresiones: «La limonada es la base de todo» y «Pensar como país» no fueron bien recibidas por el público y han sido choteadas por las clases populares de múltiples maneras. La primera es una frase de una reunión con funcionarios que los sectores populares hicieron burla desde el primer momento y la segunda es un eslogan que está bien planteado, pero en un escenario de profundización de la desigualdad, crea una insondable disonancia semántica y política.  

Podemos mencionar varios errores graves de comunicación. Creo que el mayor y por el que va a ser juzgado muy severamente por la historia es el de la funesta frase: «La orden de combate está dada».

El uso de las fotos de MDC no ha sido el mejor tampoco. Los videos no son atractivos, no emocionan, no movilizan. Si les parece una crítica excesiva, comparen las redes sociales del presidente de Cuba con alguno de los anteriores que hemos analizado y verán la diferencia. Incluso con Lula que es un anciano y tiene, lógicamente, limitaciones culturales con la tecnología.

La lentitud de los mensajes de texto en las plataformas es impresionante. Como si debiera pasar por demasiados filtros de aprobación. El peso corporal ganado durante todos estos años en la cúspide del poder político le ha dado un aval negativo a su imagen física. No solo a él, a todos los que están pasados de peso en las instituciones gubernamentales. Y no se trata de gordofobia. Una cosa es que un político o una política gorda tiene todo el derecho a ser elegido en un cargo público y no ser juzgada por su apariencia física y otra es que en un país donde se está pasando hambre generalizada la mayoría de los principales líderes tengan un abdomen tan pronunciado. Ni siquiera Fidel Castro mientras estuvo vivo, Raúl o Ramiro portan esa imagen. Siempre cuidaron su apariencia con mucho celo porque saben muy bien lo que se está disputando ahí.   

Otro de los temas fue el uso del Twitter personal de la esposa del presidente. Durante una época, la señora publicaba mensajes realmente vergonzosos una o varias veces al día. Incluso entre varios de los colegas más ortodoxos y progobierno, se pedía que pusieran control a sus mensajes. Después de un tiempo no continuó, pero hizo un daño extraordinario a la imagen de MDC. La esposa del presidente, primera dama o no, está vinculada al esquema de comunicación del cargo del presidente de un país. O tiene que estarlo. Sus mensajes deben ser planeados y supervisados por equipos de comunicación competentes.  

Otro de los temas fue el uso del Twitter personal de la esposa del presidente. Durante una época, la señora publicaba mensajes realmente vergonzosos una o varias veces al día.

Es cierto que han intentado hacer productos que funcionen. El podcast «Desde la presidencia» no es un mal intento. El asunto es que, si no se resuelven los problemas anteriormente mencionados, sumado a las limitaciones estructurales de la comunicación y el periodismo cubano, puedes utilizar la tecnología y los formatos más modernos y no vas a lograr resultados positivos.  

La comunicación política es un área estratégica y debe ser respetada en toda su complejidad. Los políticos cubanos están muy mal preparados para escenarios difíciles de convergencia mediática y eso, entre muchos otros aspectos de tipo más puramente político y económico, influye mucho en el estado en el que está Cuba hoy día.

Uno de los problemas más graves en la comunicación política del presidente MDC es el tono confrontativo y agresivo que emplea en sus intervenciones públicas. A menudo, su discurso transmite una sensación de constante regaño, como si hablara desde una posición de autoridad incuestionable, en lugar de generar empatía y diálogo con la ciudadanía.

Díaz-Canel ha mantenido un estilo discursivo más cercano al de líderes del siglo pasado, en el que la verticalidad y el tono de combate predominaban. En su comunicación pública, especialmente en sus alocuciones televisivas y discursos oficiales, adopta un lenguaje que no permite la duda ni la negociación, lo que limita su capacidad para construir consenso y proyectar una imagen de liderazgo moderno.

Díaz-Canel ha mantenido un estilo discursivo más cercano al de líderes del siglo pasado, en el que la verticalidad y el tono de combate predominaban.

El discurso basado en el combate permanente genera fatiga en la población, que enfrenta problemas concretos como la escasez de alimentos, energía y transporte. En este contexto, la ciudadanía busca respuestas, soluciones y esperanza, no un llamado constante a la trinchera. La insistencia en el tono beligerante puede resultar contraproducente, ya que no solo desgasta la imagen del líder, sino que también desmotiva a la ciudadanía, que percibe que no hay un horizonte claro más allá que la disputa con un enemigo invisible.

Cuba necesita no solo una reforma integral en la economía, sino también en su manera de hacer política. Hace muchos años en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, y me consta que también en el resto del país, muchos queríamos y soñábamos con formar parte de esa reforma. Por el camino muchas cosas pasaron, pero lo que no cambió fue la intransigencia del sector conservador del Partido Comunista de Cuba de no aceptar formas modernas de comunicación política y gestión de los medios en Cuba.

Es un hecho que esa intransigencia da al traste con la radicalización a la derecha de muchos cubanos que han encontrado en los mensajes «libertarios» y de influencers miameros formas atractivas de ver y entender su realidad. Y no, no es solo culpa de ellos. Es también mucha culpa de la comunicación política cubana en RRSS que se hace desde los medios y los líderes políticos en la Isla.

Ojalá veamos un cambio para bien y pronto, pero soy pesimista sobre el tema.

La derecha ha sabido utilizar las redes sociales de manera más efectiva y mediante campañas virales han influido para mal en la opinión pública. A través de la manipulación algorítmica, el uso estratégico de bots y la amplificación de mensajes polarizantes, ha logrado posicionar discursos que apelan a las emociones, la indignación y el miedo, elementos que favorecen la viralización. Esta ventaja ha sido potenciada por un ecosistema mediático favorable, en el que los grandes conglomerados de comunicación, las plataformas tecnológicas y redes de influencia han trabajado en sintonía con estos objetivos.

La derecha ha sabido utilizar las redes sociales de manera más efectiva y mediante campañas virales han influido para mal en la opinión pública.

La izquierda, en contraste, ha enfrentado dificultades para adaptarse con la misma rapidez a este nuevo escenario. Factores como la rigidez institucional, la falta de inversión en equipos de comunicación digital y una visión más tradicional y dogmática de la política han limitado su capacidad de propuesta y respuesta. La realidad demuestra que, en varias contiendas electorales recientes, la derecha ha logrado articular mensajes más contundentes en redes, mientras que la izquierda ha quedado a la defensiva, reaccionando tarde y con estrategias menos eficaces.

Es imperativo, para que la izquierda latinoamericana fortalezca su presencia y eficacia en las redes sociales, adoptar enfoques innovadores y comprender las particularidades de cada plataforma. No se trata solo de estar presente, sino de generar narrativas que interpelen a distintos sectores de la sociedad, combatiendo la desinformación con respuestas ágiles y estrategias proactivas. Además, debe consolidar su presencia en espacios digitales alternativos, descentralizados y emergentes, evitando la dependencia exclusiva de plataformas controladas por intereses corporativos que definitivamente no son neutrales.

El futuro de la comunicación política para las izquierdas en América Latina dependerá de la capacidad para desarrollar modelos de comunicación más dinámicos, participativos y tecnológicamente avanzados. También de la movilización social en el escenario real y no solo virtual. La batalla política ya no se libra únicamente en las calles o en los medios tradicionales, sino en el campo de la información digital, donde el que controla el relato, controla el poder.

4 COMENTARIOS

  1. Decir lo q todos saben, dicen y no les sorprende, no aporta nada.Al fin y al cabo,el decorar de la historia no se puede parar, en cualquier variante será también temporalmente mejor, pero lo peor es q será mejor para una mayoría, sin poder predecir cuanto, y mucho mejor para una minoría, que también se podrá encoger o estirar la escala de que es mucho y que es poco a la luz de una dialectica impredecibles, lo q si esta claro q siempre habrá un nuevo comienzo q nadie puede profetiza en el tiempo y q cada día será mirando más para adentro.Habra q hacer muchas revoluciones p q ninguna será perfecta y ninguna alcanzará a la inmensa mayoría y ahí estará el germen para recomenzar. No se apuren siempre habrá jóvenes. PLP PAPA.

  2. Indiscutiblemente el problema de la izquierda es la mala utilización de las redes y la pésima comunicación, no es Maduro robándose las elecciones, Ortega con su copresidenta (ni Somoza se atrevió a tanto), no es Diaz Canel con sus apagones, hambre, basura en la calles y «mala suerte», a las cosas que son feas pónganle un poco de amor…..y mejor comunicación.

  3. MDC carece de virtud, y quiero decir algo para que pueda ser elogiado.
    Es su responsabilidad y la de sus equipos de.asesores.
    Yo he llegado a pensar de que no lo quieren o son de la CIA.
    Por qué lo ponen a repetir palabras que está demostrado no sabe pronunciar.
    Prohíban que hable en Inglés, lo que le sucedió con el telepronter lo dice todo!!!

  4. Me irrita aceptar la idea de colocar a Cuba como izquierda mundial.
    Igual me irrita y causa nauseas el aspecto y discurso de los actuales dirigentes políticos cubanos, leen y se equivocan, improvisando son incoherentes, hablan desde una esperanza vacía, prometen lo que de seguro le es imposible lograr en muy corto tiempo, acusan de todo lo mal que ejercen a un bloqueo que aunque existe es menos directo que el que ellos mismos producen con todas sus restricciones, quedan de mentirosos, manipuladores y dogmaticos.
    Slogan como somos continuidad, no solo es antidialectico sino falso, pues está muy lejos del contexto o liderazgo existentes en el pasado. Las calles son solo de los revolucionarios, es discriminatorio, excluyente, amenazante y va en contra de la naturaleza humana o libre pensamiento.
    La negativa al disenso es mal interpretada por ellos y asesinan reputaciones, cambiando la crítica o autocritica a debilidad o contrarevolucion. Esto hace que los principales contrarevolucionarios sean ellos, que además usan la fuerza, reprimen y amenazan a su población, generando una doble moral en todo el tejido social.
    Mueven cuadros y no dan razones, acusan dirigentes y no dan información de sus procesos, elaboran estrategias y no las dan a conocer, fabrican un parlamento unánime que resulta poco creíble, hacen elecciones con comisiones que de espalda al pueblo quitan y ponen a conveniencia, apuestan por la industria hotelera desmedida y no rinden cuenta, empoderan y asignan funciones al ejército que no corresponden debilitando ministerios a diestra y siniestra.
    No hacen a lo interno censos, encuestas, no quieren la opinión de su ciudadanía, tanto en temas generales como específicos de gremios profesionales.
    Y si no hacen ejercicio de lo tradicional que podemos esperar de lo moderno, rrss, futuro, progreso, libertad, propiedad, emprendimiento, encadenamiento, desarrollo, modernización, industrialización, independencia…..
    Si estamos teniendo y cada vez más agudas crisis energética, alimentaria, educacional, vial, arquitectónica, higiénica, salud, demográfica y hasta patriotica o martiana

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Darío Alejandro Escobar
Darío Alejandro Escobar
Licenciado en Periodismo. Tallerista de la Fundación Gabo 2017. Premio R.M.V. de Periodismo Cultural (2017 y 2022). Fue director de la revista Somos Jóvenes. Ha publicado en revistas como Anfibia y The Clinic. Especialista en Comunicación Estratégica

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