El Hammer que no da en el clavo

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La noticia es que el encargado de negocios de la embajada estadounidense en La Habana, Mike Hammer, anunció sanciones contra Cuba, y afirmó que sus recientes recorridos por el país «no violan la Convención de Viena», respondiendo así a críticas del gobierno cubano.

Durante las últimas semanas, Hammer ha visitado todas las provincias del país y se ha reunido con líderes religiosos, pequeños empresarios y familiares de presos políticos en una serie de encuentros que, según muestran diversos reportes en redes sociales, ha desarrollado con absoluta libertad.    

Además, ha sido noticia también su nombramiento como «Embajador del Exilio Cubano», en una ceremonia informal celebrada en Miami. Este título, de carácter no oficial, fue otorgado por un grupo de organizaciones de la emigración opositora cubana en Estados Unidos en reconocimiento, señalan, a la labor diplomática de Hammer en favor de los derechos humanos y la democracia en la Isla. Sin embargo, no ofrecen ejemplos concretos de cómo sus visitas y publicaciones en redes sociales contribuyen efectivamente a garantizar esos derechos.

Así, Hammer —quien no ha sido confirmado como embajador por su propio gobierno, como ningún jefe de misión en EE.UU. desde que la Sección de Intereses se convirtió en embajada en 2015— es ahora simbólicamente embajador de Miami ante Washington, en lugar de estar en Cuba representando oficialmente al gobierno estadounidense.

El nombramiento carece de validez formal, debido a que no son organizaciones civiles las que nombran embajadores, sino el Senado. Entre los firmantes de esta iniciativa están prominentes voces opositoras que tienen una visión marcadamente hostil como Rosa María Payá, hija del fallecido opositor Oswaldo Payá, y Orlando Gutiérrez Boronat, conocido promotor de la vía violenta para derrocar al gobierno cubano.

Sus recorridos comenzaron hace varias semanas, pero la escalada en la visibilidad y su intención de proyectarse como un «diplomático que dialoga» se acentuaron con un video en redes sociales muy inusual para un funcionario de su rango: «Si quieren conversar conmigo, conocerme, contáctennos», y ofreció un correo electrónico.

Desde ese momento, se ha intensificado su presencia en redes sociales, a través de intercambios en los que se desconoce cuál es el propósito real, más allá del punto de vista comunicativo.  

En un video filmado durante una visita que realizó a Santiago de Cuba, se le ve conversando con dos jóvenes y les pregunta, en un amago de sonar como un cubano: «tienen familiares en el yuma?». Un esfuerzo poco claro de diplomacia pública que habría que preguntarse qué efecto tiene en la sociedad cubana en general, no solamente la que él visita.

Desde entonces es amplio el número de personas con las que ha interactuado, desde líderes religiosos católicos, hasta pequeñas cuentapropistas a las que llama «microempresarias». También ha visitado a familiares de personas condenadas por delitos considerados por la oposición como políticos, incluyendo a la familia de José Daniel Ferrer, opositor santiaguero recientemente reencarcelado y una de las figuras más conocidas internacionalmente.

La acción de diplomacia pública más relevante hasta el momento que ofreció Hammer fue la conferencia de prensa, cuyo formato indica con claridad a quién le habla el veterano diplomático. El intercambio con periodistas se sostuvo en Miami, a pesar de que él es representante diplomático en La Habana, y solo convocó a periodistas de medios locales, ningún medio internacional, como Reuters, fue invitado, según una fuente a la que tuvo acceso La Joven Cuba.

Entre sus declaraciones más controversiales estuvo que él no está violando la Convención de Viena, que estipula los comportamientos del personal diplomático en todo el mundo.

Sobre el tema comentó en Facebook el ex embajador y diplomático retirado, Carlos Alzugaray, que «el Señor Hammer puede entrevistarse con quien quiera, pero para enterarse de los acontecimientos en el estado receptor e informar de ello a su gobierno. No es su función propagandizar todo lo que habla y mucho menos si son informaciones de grupos opositores que naturalmente presentarán la situación peor de lo que está». Así lo afirmó Alzugaray después de listar las prerrogativas que tienen los diplomáticos según la Convención de Viena, y que, a su juicio, el representante norteamericano viola.   

En opinión de Hammer, todas las personas con las que ha hablado a lo largo y ancho de la Isla confirman que «la Revolución ha fracasado». A lo que respondió el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío en la red social X: «Cuando representantes de EE.UU. acusan al gobierno cubano y al sistema socialista de fallidos, faltan a la verdad y actúan con cobardía. Levanten el bloqueo, pongan fin a la guerra económica despiadada, respeten el Derecho Internacional. Solo después, tengan la vergüenza de calificar».

Alzugaray incluyó en su comentario un matiz a lo afirmado por Hammer: «sé que un grupo de personas que se entrevistó con él le dijo rotundamente que se oponían a la política de guerra económica de Estados Unidos contra Cuba. Así que no, Señor Hammer, muchos cubanos rechazamos esa política y la culpamos en gran medida de nuestras dificultades, sin por ello exonerar al gobierno cubano de su responsabilidad, que la tiene».

Según el funcionario estadounidense, «no hay electricidad, ya ven los apagones, hay escasez de combustible, hay escasez de alimentos, hay escasez de medicamentos y la gente reconoce que los responsables son los del régimen cubano, que no tiene nada que ver con ninguna política de los Estados Unidos», lo cual es incierto si se considera que la economía cubana tiene un obstáculo para cada movimiento en el escenario global, y que a nivel interno tiene un impacto atroz, como han confirmado agentes externos e imparciales de las agencias de las Naciones Unidas o la reportera especial de la ONU, al referirse al impacto de medidas coercitivas unilaterales.

Hammer anunció que EE.UU. continuará con las sanciones contra Cuba. «Esta Administración está determinada a sancionar a los represores, va a haber consecuencias por sus acciones y no puedo adelantarme a más medidas que van a venir, pero vendrán, eso sí le puedo asegurar», afirmó al referirse a la prohibición de entrada al país contra tres jueces y un fiscal, acusados por Washington de participar en el encarcelamiento de opositores.

Acerca de sus recorridos por la Isla, Hammer se comparó con los funcionarios cubanos al afirmar que ellos lo hacen, «reuniéndose con quien quieran. Bueno, yo estoy haciendo lo mismo», aunque los cubanos viajan mucho menos que el actual estadounidense, y no se reúnen con activistas o figuras políticas que tienen como propósito público derrocar al gobierno cubano.

Asimismo, criticó la falta de libertades y derechos humanos en Cuba, y culpó al gobierno de la severa crisis energética y económica, pero se ha desplazado con absoluta libertad por el país, aunque confiesa que se sabe vigilado. «Cualquier Estado tiene la responsabilidad de proteger a cualquier diplomático extranjero y estoy seguro de que el Gobierno cubano va a cumplir con ello», expresó.

Históricamente, los diplomáticos estadounidenses deben notificar sus movimientos fuera de la provincia, y necesitan permisos para ingresar a edificios públicos, algo que también ocurre con la misión cubana en Washington. Sin embargo, sería difícil pensar que Hammer recibió ese permiso por parte del gobierno para acceder, por ejemplo, al Cementerio de Santa Ifigenia a rendir homenaje a José Martí en su tumba, uno de los cubanos que con más vehemencia denunció, cuando nadie lo alertaba, la voluntad expansionista de Estados Unidos sobre Cuba. 

Dijo que había visitado microemprendedores, a quienes considera que «merece la pena apoyarlos, sobre todo porque el Estado no lo hace», en referencia a un gobierno que ha tenido una relación cambiante en los últimos años con este sector, pero que legalizó las empresas privadas y ha visto crecer, como franca competencia a su alternativa estatal, a casi 10 mil empresas privadas.

En respuesta el Ministerio de Exteriores convocó el viernes 30 de mayo al encargado de negocios de los Estados Unidos «a fin de llamarle la atención, una vez más, sobre la conducta injerencista e inamistosa que ha asumido desde que llegó a Cuba, ajena a la que corresponde a un diplomático e irrespetuosa hacia el pueblo cubano», según afirma el comunicado oficial.

La misiva también agrega que «la inmunidad de la que goza él, como representante de su país, no puede usarla como cobertura para actos contrarios a la soberanía y el ordenamiento interno del país ante el cual está acreditado».

Esta noticia significa que el diplomático tiene un claro encargo por parte de la administración Trump de tensar las relaciones con el gobierno cubano y realizar una serie de acciones que son consideradas provocaciones, además de no ajustarse a las disposiciones de la Convención de Viena.

Entre las motivaciones detrás del despliegue de Hammer podría estar la intención de provocar una reacción del gobierno cubano que conduzca a expulsarlo del país, lo cual implicaría reciprocidad, dígase la expulsión de la embajadora cubana de Washington DC.

Este recorrido también parece orientado a identificar potenciales figuras o activistas opositoras en un escenario nacional donde faltan los líderes de la oposición, ya que los conocidos tienen poca o ninguna tracción dentro de la población cubana, ya sea porque son de una generación anterior, o porque usan métodos para conectar con las audiencias que no funcionan.

Ante esta carencia de activistas a los que enarbolar como figuras del cambio, Hammer parece estar en busca de nuevos perfiles que puedan ser promovidos. Su creciente visibilidad es muestra también de que hay una intención por mediatizarlo, hacerlo conocido, y, por tanto, accesible a más personas.

Pero, ¿accesible para qué? Y este es otro significado de este reciclado enfoque de diplomacia pública por parte de Hammer. Si bien otros embajadores son representantes de los intereses y prioridades de sus gobiernos en las capitales a los que son enviados, Hammer busca, y encuentra, narrativas de crítica extrema al gobierno cubano. Pero no parece dar voz a los que critican o mencionan el peso que tienen las sanciones sobre la vida de los cubanos.

El enfoque al que obedece Hammer comienza a restar puentes que ya eran levadizos e inseguros: la negativa de otorgarle visas al presidente del Comité Olímpico Cubano, Roberto León Richards, impide a Cuba participar en eventos deportivos de importancia en Estados Unidos y Puerto Rico.

El funcionario estadounidense hace uso de un método ya antes probado por otros diplomáticos en un mundo en que los ciclos cortos de los funcionarios extranjeros, junto a la combinación de cambios de gobierno, hace que el enfoque tome un matiz cíclico, sin lograr resultados coherentes con la agenda de Estados Unidos en Cuba. La obsesión por desacreditar a un gobierno, ha tornado a esta sede diplomática en un actor tóxico del que muchos escogen distanciarse, debido a los riesgos que trae. Si bien no todos, buena parte de las personas, colectivos, organizaciones, que tiene cerca el encargado de negocios suelen ser beneficiarios de programas de cambio de régimen, que son etiquetados por el gobierno cubano como programas intervencionistas o violatorios del derecho que tiene Cuba a defender su soberanía, lo sean o no.

En definitiva, más allá de los recorridos, las fotos y las historias de los intercambios en los que Hammer cuenta lo que quiere, habría que preguntarse cuál es el nivel de influencia real que puede tener este funcionario diplomático, y cuáles son las posibilidades de crear algún cambio en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, más allá del manido propósito de derrocar al gobierno cubano, objetivo que tampoco parecen estar más cerca de alcanzar conversando con la gente en pleno calor tropical.

Nuestra opinión es que insistir en negar la responsabilidad de las sanciones y culpar al gobierno de Cuba le resta credibilidad a este diplomático, que además va luego a rendir cuentas a Miami, lo cual tampoco le ofrece liderazgo real, porque se supone que sus jefes estén en Washington y no en la sureña ciudad floridana.

Esta postura, marcada por una narrativa desfasada, no ofrece oportunidades para la construcción de prácticas más democráticas, ni fortalece la lucha por los derechos humanos. Más bien, ensimisma más a las instituciones, sus operadores, y al gobierno en una mentalidad de «plaza sitiada», sin realmente promover confianza y laxitud para un cambio que pueda tener un impacto en el modelo político. Sus técnicas son tan viejas, y utilizadas hasta el cansancio sin éxito, que cabe preguntarse si de verdad buscan derrocar el régimen, o mantener el status quo de la maquinaria del lobby cubanoamericano, que sin un «régimen» en La Habana para derrocar no tendría sentido de existir.

Alzugaray sentencia con claridad prioridades que no están en la agenda diaria del representante estadounidense: «Señor Hammer, la temporada ciclónica está a punto de comenzar y ya el Instituto de Meteorología de Cuba y el Centro Nacional de Huracanes de la NOAA deben haber comenzado a intercambiar información. Esa colaboración es vital para evitar desastres naturales. Usted sabe que el gobierno cubano autoriza regularmente a aviones anti-huracanes norteamericanos a sobrevolar el territorio nacional para obtener la información más fidedigna posible sobre los huracanes que afectan el Caribe. Con todo respeto, es a eso a lo que debería estarse dedicando Usted».

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