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Hoy ofrezco algunos tragos selectos (o, más bien, aquellos que pude paladear) del reciente Festival de La Habana. Comencemos por los cócteles del patio:

La mujer salvaje, de Alán González (2023): Tengo mis reparos hacia películas con relatos previsibles que devienen una suerte de muestrario de clichés sobre el tan llevado y traído cubano de a pie. Ahora bien, este no es el caso, como no lo fue la Conducta de Daranas. Una y otra retratan a gente humilde enfrentada a las adversidades consustanciales tanto a la precariedad material como a la maleabilidad ética, pero a través de historias bien urdidas, con personajes sólidos, multifacéticos, no meras caricaturas. Muy poderosa es aquí la Yolanda de Lola Amores, tanto en la tozudez con que persigue su objetivo (encontrar al hijo) como en sus vulnerabilidades y venganzas, e incluso cuando cambia de registro para flirtear con el botero encarnado por Perugorría o se finge inocente para rebasar barreras. Ya nos mostró antes su calibre en el cine y el teatro, sobre todo en Santa y Andrés de Lechuga; tuve la suerte de contar con ella para un brevísimo papel en mi cortometraje Dominó (2017), y es su personaje de los que más se afianzan en la memoria.

El viaje de Yolanda, casi en tiempo real, enfrentada a toda suerte de obstáculos (vencidos unos, pospuestos los otros) es también un descenso a círculos cada vez más profundos del Infierno, y su salida de él no en términos geográficos sino emotivos. Los vecinos a un paso de emprender su linchamiento, los ultrarreligiosos hipócritas, la prima casada con un italiano, están todos encajados en sus nichos, sintiéndose seguros a cambio de convenientes reajustes morales. El video, presuntamente condenatorio, que pende sobre la cabeza de la mujer salvaje, apunta además a ese Leviatán que alimentamos día a día y al cual a menudo concedemos un crédito que no merece: las redes sociales.

Buen guion, personajes de carne y hueso, estupendas interpretaciones (ojo con el niño debutante, Jean Marcos Fraga), fotografía funcional e inesperada ternura: mucho más puede decirse del largometraje de Alán, pero por ahora concluiré recomendándola.

Aislados (2022), largometraje a cargo de cuatro realizadoras —Maritza Ceballos, Zenia Veigas, Sailin Carbonell y Yoe Pérez—, fue la otra pieza cubana que pude ver… aunque a poco de comenzada la cuarta historia se fue la luz en el Chaplin y nos hicieron salir precipitadamente sin explicar lo sucedido.

Lo primero que hay que aplaudir aquí es la tenacidad del equipo, que filmó en plena pandemia, lo que obviamente decuplicaba las dificultades que conlleva cualquier rodaje en Cuba (sé de lo que hablo: rodé La campaña en diciembre de 2020). En los cortos aparecen tanto actores de larga trayectoria como noveles, incluida Amelia Pérez, la niña del primer relato, Safari. Las historias y guiones provienen de Yoe Pérez, una de las directoras; junto al empleo del mismo equipo técnico para los cuatro, es un elemento que consolida la unidad estética del conjunto.

Ahora bien, como es lógico tratándose de una obra en que confluyen diferentes voces y voluntades a la hora de sustanciar las historias, hay resultados mejores que otros. Si me convencieron Safari y Lapsus, no lo logró del todo Si yo fuera tú. Me parece bien, porque se hace muy raramente, que se muestre que en la sociedad cubana coexisten diferentes estratos sociales, diferentes niveles de vida (y que disfrutar de uno bastante más elevado no implica necesariamente tener a un ministro en la familia o parientes que envían dinero: también hay profesionales que lo consiguen con su trabajo, o por lo menos lo conseguían antes de la pandemia y la presente crisis), pero en este caso concreto se retrata una existencia demasiado holgada para un diseñador con trabajo y una actriz sin él, abocados a un muy escaso (y artificial) conflicto.

Aislados asume, en general, un tempo lento, como corresponde a un periodo en que la vida de todos en el planeta dio en ralentizarse. Con sus desbalances y virtudes, es una obra que visibiliza a cuatro realizadoras que tendrán mucho que decir. Y seguramente lo dirán.

Desgraciadamente, no he visto el resto de las producciones cubanas en el Festival. Me interesaba en particular Una noche con los Rolling Stones, de Patricia Ramos: fui miembro del Jurado que premió el guion en 2019, y es natural el deseo de ver finiquitado un proyecto que se ha conocido —y disfrutado— sobre el papel. En fin, ya hablaré de esa y otras propuestas nacionales cuando se presente la oportunidad. En cambio, quiero referirme a otros tres néctares paladeables: tres películas, dos de ellas no latinoamericanas, que sí conseguí ver.

Cuando arranca Los delincuentes (2023), del argentino Rodrigo Moreno, parece tratarse de una historia más de robos de bancos. Sin dejar de serlo, se convierte en una especie de caja china donde nacen y se desarrollan historias que tributan, más que a la trama principal, a los personajes protagónicos. El gran tema pudiera ser la búsqueda del tiempo para disfrutar de la vida, y la imposibilidad de planificarlo. En una época en que, según palabras del director, «cada vez vemos más películas que se parecen a episodios de series», Los delincuentes nos devuelve el gozo del cine que se niega a ceñirse a géneros o hacerse previsible.

Visov (Desafío, 2023) de Klim Shipenko, es esa película rusa muchas de cuyas escenas fueron filmadas realmente, y por primera vez, en el cosmos, en la Estación Espacial Internacional. Tuvo una presentación única en el Festival, con la presencia de un cosmonauta que participó en el proyecto. Con una estructura muy hollywoodense, hay algo sin embargo profundamente ruso en este relato trepidante que hizo aplaudir masivamente al público, cuando (spoiler) el muchacho y la muchacha (magnífica Yulia Peresild como Zhenia) se besan al final. Esta pesadilla (o banquete, según se mire) para terraplanistas es un espectáculo imperdible, aderezado con estupendos toques de humor a menudo relacionados con el personaje de la madre de la protagonista…

Si les digo que me gustó una película coreana de algo más de dos horas, en blanco y negro y que se desarrolla en 1801 en una isla habitada por pescadores, muchos empezarán a pensar «este tipo…» Pues bueno, sí: me encantó Jasaneobo (El libro de los peces, 2021) de Lee Joon-ik (quien, por cierto, presentó la película en el Yara). La historia, basada en hechos reales, me recordó un poco a Il postino (1994), de Michael Radford, basada en una novela del chileno Skármeta, en el sentido de reflejar el aprendizaje en ambas direcciones entre un personaje culto y otro que, según los estándares académicos, no lo es. Humor, unas gotas de tragedia, buena fotografía y un rosario de interesantes caracteres secundarios aderezan este cóctel altamente estimable.

 Y ahora, a beber…

2 COMENTARIOS

    • La mujer salvaje es una de esas películas que ves con la respiración casi en suspenso, Yolanda logra que sientas en carne propia su tragedia y se agradece esa fotografía que consigue convertir a la ciudad en una suerte de laberinto desafiante como si de otro personaje se tratara. Tomamos nota de las otras sugerencias y se agradece poder encontrar éstas lecturas cada domingo.

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Eduardo Del LLano
Eduardo Del LLano
Escritor, guionista y director de cine cubano

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