Félix Varela: defensor de la Patria y de la Iglesia

Felix Varela concebía que el cristianismo no puede conciliarse con la falta de libertad

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Al valorar una personalidad de la magnitud histórica del presbítero Félix Varela, se impone desechar toda simplificación en el análisis, pues de otro modo resulta imposible comprender las ideas y la actuación del sacerdote católico, capaz de concebir el logro de la independencia de su patria mediante la guerra y, al unísono, dedicar su existencia a las labores eclesiásticas. En momento alguno abandonó sus ideales: fue patriota y religioso, pues no hay contradicción alguna entre ambos ideales.

El Padre Fundador sustentaba las concepciones políticas en su ética cristiana, criterios no compartidos por la alta jerarquía católica, que brindaba su apoyo al gobierno colonial. Concebía Varela que el cristianismo no puede conciliarse con la falta de libertad. [1] Aunque excluyente, pues sólo atribuía a los cristianos el alcance de sus aseveraciones, estas fueron suficientemente incisivas para provocar rechazo en los predios oficiales y de la burguesía esclavista, que percibían como subversivas las lecciones varelianas, pues cuestionaban al régimen totalitario y colonial español, su inmoralidad política, la carencia de principios humanos. [2]

El Padre Fundador sustentaba las concepciones políticas en su ética cristiana, criterios no compartidos por la alta jerarquía católica.

«Sólo es verdaderamente libre el que no puede ser esclavo, y esta prerrogativa solo conviene al virtuoso». FV: Obras, t. III, p. 37 Con estas enseñanzas, Varela enfrentaba al sistema impuesto a su patria, acusaba a los déspotas, que invocaban la religión para justificar su poder, y negaba el origen divino de los reyes: «han procurado los supersticiosos llamar a los reyes Dioses sobre la tierra», cuando en realidad «son hombres como todos los demás y muchas veces peores que todos los demás». FV: Obras, t. III, p. 131 y 138  

Estos argumentos fundamentan su defensa del derecho de los ciudadanos a rebelarse contra los tiranos. Ceder ante la fuerza sería «una obediencia supersticiosa, si tenemos la tontada de creer que es justo todo lo que manda un superior, sólo porque lo manda; y ya se echa de ver que una obediencia supersticiosa no es una virtud». FV: Obras, t. III, p. 142

Pero no en todo momento pudo expresarse con claridad frente a la represión colonial. Su trayectoria, política y religiosa, demuestra que en el despliegue de su estrategia llevó a cabo en cada ocasión lo que era posible realizar. En dependencia de las posibilidades de solución de los graves problemas enfrentados, de las circunstancias de cada etapa, actuaba en la búsqueda de la mejor opción para evadir los obstáculos hacia la independencia. [3]  

Durante su permanencia en Cuba, amante de la libertad, hizo cuanto estuvo a su alcance, desde la docencia, para desarrollar personas con pensamiento propio, capaces de actuar en beneficio de la patria. Comprendió que, ante el estado deplorable de la enseñanza en el país, debía propiciar su mejoramiento y extensión, para que de algún modo llegara hasta la población carente de instrucción, pues, como expresa Varona: «en todas las épocas tristes para la conciencia del hombre, observad que en el mayor número de ocasiones la causa principal proviene de los ignorantes». [4] Varela logró que algunos de sus discípulos llegaran a ser notables maestros, como el paradigmático José de la Luz y Caballero.

Amante de la libertad, hizo cuanto estuvo a su alcance, desde la docencia, para desarrollar personas con pensamiento propio.

Entre sus aportes novedosos a la enseñanza se encuentra la inclusión en los planes de estudio de las ciencias naturales experimentales, particularmente la Física. En Lecciones de Filosofía, dos de los cuatro volúmenes están dedicados a la aplicación de los conocimientos científicos, y en su etapa de destierro dedicó tiempo a la traducción al castellano de obras sobre estos temas.  

Incansable difusor de la cultura, además de sus labores docentes y religiosas, fundó la primera Sociedad Filarmónica de La Habana, en 1808; fue socio de número de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, más tarde designado Socio de Mérito. En 1811, tras ser ordenado presbítero, el obispo Espada lo nombró maestro de filosofía en el Seminario de San Carlos. También lo propuso para asumir la cátedra de Constitución, en 1821, recientemente creada en el Seminario, en la cual se destacó notablemente.  Ese año resultó elegido para diputado a Cortes, y se trasladó a España.

Son de esta etapa los proyectos sobre el gobierno de Ultramar y el reconocimiento de la independencia de América, que no fueron acogidos, así como la elaboración del proyecto y memoria sobre el establecimiento de una forma de autonomía para la Isla, así como la abolición de la esclavitud, que no pudo ser presentado.    

Momento crucial constituyó la firma, en junio de 1823, junto a otros diputados, de la invalidación del rey Fernando VII, quien desde tiempo atrás conspiraba y había pedido la intervención militar, realizada por el contingente del ejército francés conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, que tomó Madrid en mayo, lo que obligó a las Cortes a trasladarse, primero a Sevilla y luego a Cádiz, llevando consigo al monarca español.

A fines de septiembre la resistencia militar se hizo imposible, y se le permitió al rey marchar hasta las filas invasoras, a cuya protección se subordinó. De inmediato asumió como monarca absoluto, derogó la Constitución, disolvió las Cortes y decretó la pena de muerte contra quienes habían cuestionado su autoridad. Varela se refugió en Gibraltar, y se trasladaron a Nueva York a mediados de diciembre. [5]

Para el Padre Fundador, la permanencia en España, así como ser parte del final abrupto del constitucionalismo por la fuerza de un ejército extranjero, le demostraron de modo rotundo que de la metrópoli no podía esperarse modificación alguna del estado colonial de Cuba. Cerrada la vía del diálogo político, sólo quedaba la opción de obtener mediante la guerra lo que la monarquía negaba por la vía pacífica. [6]    

1824 marcó el inicio de veintinueve años de permanencia en Estados Unidos, pues le esperaba la pena de muerte si retornaba a la patria. Comenzó una labor divulgativa de sus ideas independentistas, basadas en dos principios que mantuvo hasta el final de su vida: Cuba debía ser totalmente independiente de cualquier otra nación, lograda solo con la actuación de los hombres y mujeres del país, sin intromisión alguna.

Con el transcurso del tiempo, se vería precisado a admitir la posibilidad de una invasión, de colombianos o mexicanos, como una ayuda que debía servir a los hijos de la Isla para alcanzar la libertad y establecer un gobierno propio. En ese año comenzó la publicación de El Habanero, del cual editó siete números, cuya circulación fue prohibida en la Isla. [7]

Consecuente con sus ideas sobre la educación de la juventud en principios éticos y patrióticos, se propuso influir en la formación de la libertad de pensamiento y, en 1835, publicó el primer tomo de Cartas a Elpidio, dedicado a la impiedad. Tres años después dio a conocer el segundo número de esta obra, cuyo tema central es el fanatismo; pero la falta de interés en la Isla lo hizo desistir del proyecto.

Consecuente con sus ideas sobre la educación de la juventud en principios éticos y patrióticos, se propuso influir en la formación de la libertad de pensamiento.

De modo simultáneo a estas ocupaciones de carácter político, y con similar entrega, se dedicó a la labor pastoral, sobre la cual es escasa la divulgación. Desde su llegada a la gran ciudad estadounidense fue acogido por los dignatarios de su religión. En 1826 fue nombrado sacerdote de la parroquia de San Pedro; con posterioridad ejerció como párroco en la Iglesia de Cristo, donde creó una escuela para niños. Tres años después recibió el nombramiento de Vicario General de Nueva York, y asistió al Primer Concilio Provincial de Baltimore.   Sus textos, y la participación en diversos debates, contribuyeron al esclarecimiento de temas teológicos, por lo que la Facultad de Teología del Seminario Santa María de Baltimore le otorgó, en 1841, el grado de Doctor en Teología. [8] 

Ante la intolerancia prevaleciente en el país, Varela defendió el catolicismo frente a sus antagonistas en la publicación The Protestant’s abridger and annotator. La polémica rebasaba las concepciones teológicas, pues grupos como la Sociedad Know-Nothing realizaban acciones criminales, como el incendio de un convento y el asesinato de una monja en Massachusetts, en 1834. [9] La persecución y el acoso eran particularmente graves con los inmigrantes irlandeses, quienes profesaban la religión católica. Varela los recibía y compartía cuanto poseía con los más necesitados.

Como Vicario General de Nueva York elaboró parte de la documentación teológica y canónica para los concilios fundacionales de la naciente Iglesia Católica en el país norteño. Escribió textos para publicaciones de la Arquidiócesis neoyorquina,y colaboró con las publicaciones The New York Weekly Register y Catholic Diary. En 1836 inauguró la Iglesia de la Transfiguración. Al año siguiente fue nombrado Divinity Doctor por el Saint Mary’s Seminary, y asistió al Tercer Concilio Provincial Católico, en Boston. Años después participó como teólogo en el Sexto Concilio Católico, en Maryland, en representación del obispado neoyorquino.

Fundó la New York Catholic Temperance Association, primera sociedad de su tipo en Estados Unidos. Sus inquietudes coincidieron con las del sacerdote Charles Constantine Pise, y lograron la publicación de la revista The Catholic Expositor and literary magazzine.

En 1847, ante el agravamiento de su salud, particularmente del asma, se trasladó de Charleston, y más tarde a San Agustín, Florida, lugar que le traería gratos recuerdos de la niñez. El clima más templado permitió prolongar su vida, pero en 1852 un exdiscípulo que lo visitó constató su estado crítico, y promovió entre sus amigos la recolección de recursos para ayudarlo. Fue demasiado tarde: falleció al año siguiente, el 25 de febrero. Fue enterrado en el cementerio de Tolomato, San Agustín.

***

Transcurrieron casi sesenta años para que los restos del Padre Fundador fueran trasladados a Cuba. El 6 de noviembre de 1911, sus restos se depositaron en un cenotafio en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, donde permanecen actualmente, que muestra una inscripción en latín que traducida expresa: «Aquí descansa Félix Varela. Sacerdote sin tacha, eximio filósofo, egregio educador de la juventud, progenitor y defensor de la libertad cubana quien viviendo honró a la Patria, y a quien muerto sus conciudadanos honran en esta Alma Universitaria en el día 19 de noviembre del año 1911. La Juventud Estudiantil en memoria de tan gran hombre». [10]


[1]  Ver Félix Varela y Morales: Obras, Eduardo Torres-Cuevas, Jorge Ibarra Cuesta y Mercedes García Rodríguez [compiladores:], La Habana, 2001, tomo III, p. 35 y 36. En lo adelante, inmerso en el texto, se citará por esta edición, con las palabras FV: Obras, seguidas de tomo y páginas.

[2]  Ver Jorge Ibarra Cuesta: Varela el precursor. Un estudio de época, La Habana, 2004, p. 296; y Eduardo Torres-Cuevas: Félix Varela. Los orígenes de la ciencia y con-ciencia cubanas, La Habana, 1995, p. 363-365.

[3] Ver E. Torres-Cuevas: Félix Varela. Los orígenes …, ob. cit., p. 162 y 294.

[4] Enrique José Varona: “Elogio de Félix Varela”,en: https://www.elcamaguey.org/varona-elogio-de-felix-varela.

[5] Ver “Cronología”, en FV: Obras, t. I, p. XLVIII-LIII.

[6] Ver Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal: “Acercamiento biográfico al Padre Félix Varela (1788-1853)”, en https://typeset.io/pdf/acercamiento-biografico-al-padre-felix-varela-1788-1853-3l7dst86dc.pdf.

[7] Ver Eduardo Torres-Cuevas: “Introducción”, en FV: Obras, t. I, p. XXXVIII y XXXIX; “Cronología”, ob. cit., p. LIII-LIV y LVI; y C. M. de Céspedes: ob. cit., p. 198-199.

[8] Ver Roberto Veiga González: “El padre Félix Varela, un humanista fundador de la nacionalidad cubana”, en Cuba Próxima, Cuaderno 16, 2023, p.13; y “Cronología”, ob. cit., p. LIV-LVI.

[9] Historia de la Iglesia Católica en los Estados Unidos, en https://www.usccb.org/es/about/public-affairs/backgrounders/historia-de-la-iglesia-catolica.cfm.

[10] Ver “Cronología”, en FV: Obras, t. I, p. XIL; y LVII-LIX; y C. M. de Céspedes, ob. cit., p.198-199.

1 COMENTARIO

  1. Buen artículo. Debería profundizarse en el hecho de que en tiempos de anticatolicismo rampante y sistemático, como el que ha habido en Estados Unidos casi hasta mediados del siglo XX, Varela debió haber sufrido mucho por la discriminación de sus feligreses. Por cierto, se debe indagar más en los motivos de Varela por los que tan pronto dejó de predicar el separatismo. Seguramente descubrió algo sobre la verdadera naturaleza de este movimiento durante su estancia en Norteamérica.

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Ibrahim Hidalgo Paz
Ibrahim Hidalgo Paz
Investigador Titular. Premio Nacional de Historia y de Ciencias Sociales.

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