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Fue noticia que exfuncionarios del gobierno de Barack Obama, entre ellos diplomáticos y asesores, enviaron una carta al presidente Joe Biden y a la vicepresidenta Kamala Harris instando a la administración a aprovechar las últimas semanas en la Casa Blanca para sacar a Cuba de la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo y permita la inversión y las operaciones financieras con empresas cubanas.
Entre los firmantes está el exasesor adjunto de seguridad nacional Ben Rhodes, quien fue líder clave en las conversaciones que conllevaron a los anuncios históricos del 17 de diciembre, que cumplen ya una década. También en la lista de firmantes está la exjefa de misión en La Habana, Vicki Huddleston.
«Como ustedes saben, la red energética del país está fallando, la desnutrición infantil está aumentando, los servicios básicos se están deteriorando y la mayoría de los cubanos han perdido la esperanza, precipitando el mayor éxodo de migrantes de Cuba en su historia», afirman en el reporte del medio estadounidense The Hill.
Los firmantes señalan la responsabilidad del gobierno en la actual crisis que vive Cuba por sus incoherentes políticas de reformas.
«Pero también creemos que la actual política de Estados Unidos ha empeorado la crisis que sufren los cubanos, y por eso, respetuosamente, solicitamos que tome una serie de acciones durante las semanas que le quedan a su administración para aliviar estos desafíos, por la seguridad nacional de Estados Unidos y en apoyo al pueblo cubano».
La misiva destaca el sinsentido de mantener a Cuba en la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo: «Como muchos de nosotros hemos dicho públicamente, no hay evidencia creíble de que Cuba apoye el terrorismo internacional».
De hecho, según agrega The Hill, muchos observadores de este tema, incluyendo acérrimos críticos del gobierno cubano, han señalado los peligros de sumar a Cuba en esa lista de regímenes que, según ellos, sí apoyan el terrorismo activamente.
«EE.UU. sabe que Cuba no patrocina el terrorismo. Pero también conoce perfectamente bien el daño que es capaz de causar manteniéndole en la lista y ese es el propósito que ha perseguido», aseguró recientemente Carlos Fernández de Cossío, viceministro encargado de Estados Unidos en la cancillería cubana.
La carta de los exfuncionarios menciona que «nuestros más cercanos aliados de la región han solicitado repetidamente que quitemos a Cuba de esa designación para disminuir los impactos regionales de la creciente migración cubana, y estamos seguros de que Estados Unidos será mundialmente aplaudido por tomar esta decisión basada en hechos».
La crisis que vive Cuba es una de las más severas de su historia, y ha causado una ola migratoria sin precedentes que pone en tensión a las naciones que son parte de la ruta irregular de los migrantes.
La difícil situación económica, reconocida hasta por los altos funcionarios del gobierno cubano, ubica a la Isla entre los países con mayor contracción económica. O sea, es lo mismo que decir que la gran mayoría de la gente vive peor, come peor y tiene menos posibilidades de salir de su condición de pobreza.
Según la CEPAL, Cuba y Haití son los únicos dos países de la región que reportan una contracción económica en los últimos tres años, lo cual muestra los efectos de la pandemia, la máxima presión de Trump, y la inercia de Biden, junto a las reformas tímidas, inconexas, ineficientes, ineficaces y desestimulantes del gobierno cubano.
La misiva destaca por su precisión en lo que piden al presidente, porque solicitan algo posible para la administración dentro de los marcos del estricto régimen de sanciones: piden que el gobierno envíe ayuda humanitaria a la Isla caribeña, considerando los huracanes y terremotos que han golpeado al país.
Van más allá, los firmantes solicitan a Biden que ordene a la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) guiar a las instituciones financieras que lo deseen para que ofrezcan servicios a los ciudadanos cubanos sin salirse del estrecho canal que dejan las sanciones. Esta es una petición que tiene mucho sentido debido a que si bien, en teoría se permitió, la realidad es que es muy difícil que los bancos norteamericanos quieran lidiar con ciudadanos cubanos debido al riesgo que implica.
Los firmantes concluyen la misiva aseverando que se debe prestar atención a este tema para mitigar las posibles implicaciones que tendría un estado fallido a solo 90 millas de las costas estadounidenses.
Esta noticia significa que Biden, recordemos, vicepresidente de Obama, recibe peticiones que responden a una lógica aplastante y que ha de ser de sumo interés para su propio gobierno, pero que durante cuatro años ha desoído en cada oportunidad. Ben Rhodes y otros que conocen muy bien el tema cubano y las diferentes posiciones internas sobre la Isla, solicitan solo aquello que ha de ser prioridad para la administración, posible en su margen de acción, y urgente debido al problema colosal que supondría una huida más masiva de Cuba, en comparación con la ya producida en los últimos tres años fiscales. Fuentes aseguran que superan ya 600 mil cubanos y todos ellos tienen derecho a regularizar su situación migratoria debido a la vigencia de la Ley de Ajuste Cubano.
Esta noticia no significa que la administración vaya a tomar alguna acción. Cuba no es prioridad.
El gobierno cubano reconoció que le preocupan los efectos que una nueva administración de Trump tendrá sobre la economía, según dijo Cossío en reciente intercambio con la prensa.
De igual forma, afirmó que los escenarios más catastrofistas que se están diseñando para Cuba durante otra administración de Donald Trump son los deseados por sectores del exilio en La Florida, pero declaró que «no ha de ser de interés para la nación norteamericana en su conjunto» que se materialice un aumento de la inestabilidad y la violencia en la Isla.
Cossío, un experimentado diplomático que ha sido embajador en varias capitales representando a Cuba, contradijo la afirmación del exjefe de misión estadounidense en La Habana durante los años de Obama, Jeffrey de Laurentis, quien en reciente entrevista dijo que el gobierno cubano se sintió «incómodo» con el acercamiento.
«Cuba cumplió con todos los compromisos que asumió, puesto que era nuestro objetivo el avance. El Gobierno de EE.UU. los incumplió casi todos. Entonces es muy difícil decir que la incómoda era Cuba cuando eso sucedió», dijo Cossío probablemente respondiendo a una línea de crítica que muchos sostienen al afirmar que el gobierno cubano no abrió todas las posibilidades disponibles para hacer más concreto el deshielo y por tanto más difícil de desmontar.
Mientras tanto, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, llamó a una «marcha del pueblo combatiente» al finalizar las sesiones de la Asamblea Nacional el viernes 20 de diciembre. Según afirmó el primer secretario del Partido Comunista de Cuba, la demostración será frente a la Embajada de Estados Unidos en La Habana y se propone condenar el bloqueo así como «la permanencia de Cuba en la ilegítima lista de países patrocinadores del terrorismo».
La marcha se convoca en un contexto muy particular, en el décimo aniversario del acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, cuando se aproxima una administración que será, sin dudas, muy hostil. Cuba vive una crisis de combustible sin precedentes, lo cual suscita críticas por parte de muchos internautas.
Nuestra opinión es que la misiva enviada por exfuncionarios a Biden responde a una narrativa que muchos expertos en el tema de las relaciones Cuba y Estados Unidos han señalado por años. Estos firmantes intentan utilizar su perfil público para llamar la atención sobre el hecho de que Cuba ha de ubicarse como prioridad, y que el daño que ha hecho la inercia de Biden alimenta una crisis migratoria que terminará, nadie lo dude, siendo un problema para Estados Unidos.
Más allá de apelar a la lógica y la decencia que indican que esas políticas tienen su mayor efecto en el pueblo cubano, que ve su plato más vacío y sobrevive a una crisis con el combustible que va desde la gasolina, hasta el gas licuado para cocinar, esta carta intenta apelar al pragmatismo estadounidense: cambiar el curso es esencial porque una Cuba inestable es un problema de seguridad nacional para Estados Unidos.
La llamada a la marcha el próximo viernes tendrá un efecto poco significativo sobre el estado general de cosas en Cuba. Si bien la condena a una política que afecta a los cubanos merece ser expresada, muchas otras preocupaciones que ponen en tensión a los cubanos no pueden expresarse en una marcha pública. Cuál será el rédito político de esta demostración, está por verse. Por su parte, ya la Embajada estadounidense ha pospuesto las citas de visas de migrantes agendadas para ese día y ha responsabilizado al presidente cubano por convocar a un acto político que hará difícil el acceso al edificio norteamericano.
Nuestra opinión es que Biden se va de la Casa Blanca habiendo perdido la inmensa oportunidad de hacer algo verdaderamente decente y productivo para la agenda de acercamiento con Cuba, cuyos beneficios vio cuando era vicepresidente. No es Cuba el único país con el que el que la administración demócrata se ha equivocado en términos de política exterior, pero en este caso ha fallado Biden en ver más allá de las presiones internas de los republicanos en el Senado, o el condenado por corrupción Bob Menéndez, y complacer a una agenda de «espera y aguarda a que se caiga el gobierno» mientras eso no pasa y el pueblo cubano sufre las consecuencias.
Perdió la oportunidad también de empoderar y fortalecer la fuerza de cambio más importante que hay en Cuba en estos momentos: el sector privado. Estos, en diferentes escalas, crean empleo, solucionan problemas, promueven la resiliencia y enfrentan las sanciones de Estados Unidos. Con esfuerzos propios son hoy uno de los principales suministradores de bienes y servicios en la Isla.
Biden termina su administración sin ningún resultado que responda a los propósitos de la promoción del cambio en Cuba.

