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El 16 de septiembre, en acto nacional celebrado en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (CUJAE), se inicia el nuevo curso académico 2024-2025.
Algunas de las preguntas e inquietudes de la población concernientes a este nuevo período lectivo fueron abordadas por el ministro de Educación Superior Dr. Walter Baluja y otros directivos del MES en la Mesa Redonda los días 10 y 11 de septiembre.
Entre las explicaciones de los directivos se refirieron en general a las condiciones de algunos centros de educación superior para comenzar el período; el estado de la incorporación de estudiantes de primer año y de los continuantes; las expectativas y proyectos acerca de la actividad científica, la extensión universitaria y la preparación del pregrado para la inserción laboral. También se comentaron cuestiones relacionadas con los resultados de las pruebas de ingreso y el otorgamiento de carreras del curso anterior, comparándose someramente con el año 2024-2025, y la participación de las universidades en el desarrollo local y de los territorios.
Según la doctora en ciencias pedagógica y directora general de Pregrado del Ministerio de Educación Superior, Deysi Fraga Cedré, las universidades están listas para el curso ya que está garantizada la base material de estudio y de vida, así como el claustro para afrontar el proceso de formación. Se prevé una matrícula de 221 274 estudiantes, de ellos 59 430 de nuevo ingreso.
Uno de los puntos más interesantes de las intervenciones es que este curso será uno con características atípicas en cuanto a su cronograma, ya que se pretende transitar al calendario académico tradicional, vigente antes del período 2019-2020.
La brecha temporal y los ajustes académicos necesarios durante la cuarentena por la covid modificaron sustancialmente el período lectivo de la educación cubana en todos los grados. Los niveles primario, medio, preuniversitario y politécnico ya realizaron esa transición. Para hacerlo en educación superior, confluirán en este período dos cursos asincrónicos: el que inicia en primer año con 42 semanas y el de los continuantes, que culmina en octubre y comenzará su nueva edición de 38 semanas para terminar, ambos, en julio de 2025.
Podría ser un reto importante para la educación superior cubana, pero no es el único, ni siquiera el principal ante una crisis que abarca prácticamente todas las áreas del desarrollo y la cotidianidad nacionales. Por esa razón, resulta inquietante que en espacios donde los directivos hablan de las condiciones para el inicio del curso, apenas se mencionen otros obstáculos y las posibles medidas para compensarlos o vencerlos.
Retos para la educación superior en el nuevo curso
Son muchos los factores culturales, económicos y políticos que atraviesan la educación superior y pueden potenciar o comprometer sus resultados. Aunque se ha dicho por parte de funcionarios y profesores en espacios televisivos y de prensa nacional que están aseguradas todas las condiciones, la realidad es que este 16 de septiembre arranca con grandes zozobras para alumnos, profesores y familias.
El factor económico es fuente de no pocas incertidumbres. Ya en cursos anteriores problemas como el déficit y precio del transporte, la mala calidad de las condiciones de vida en centros de educación superior, alojamientos estudiantiles y alimentación, la inseguridad en el fluido eléctrico, el acceso limitado a tecnología, y las insuficientes prácticas preprofesionales y de laboratorio, fueron señalados en diferentes espacios estudiantiles y docentes como obstáculos serios para la formación.
Desde hace al menos cuatro cursos se unen otros como la necesidad del estudiantado de incorporarse al trabajo fuera del horario docente, paralela a la necesidad del claustro de pluriemplearse, la actual ola migratoria, la urgencia de implementar políticas al interior de universidades que transversalicen el enfoque de género y diversidad, la carente preparación de los estudiantes para enfrentar las demandas de la formación superior y la profundización de la brecha económica que aumenta las desigualdades.
Se unen otros como la necesidad del estudiantado de incorporarse al trabajo fuera del horario docente, paralela a la necesidad del claustro de pluriemplearse.
No son pocos los estudiantes que precisan trabajar para sostenerse mientras cursan la carrera, y podría especularse que una cifra importante prefiere el trabajo no estatal. Algunos viven solos, ocasionalmente en condiciones precarias, con sus parejas o en alquileres. Otros, además, son el sostén económico de sus familias. Todas estas, presiones adicionales que se suman a las del estudio, y que plantean en el orden personal y docente, dificultades que pueden comprometer la permanencia y promoción de los jóvenes en la educación superior.
Las experiencias para los estudiantes universitarios con el trabajo informal y por cuenta propia son muy variadas. Algunas son positivas, pero estas pasan por la disposición real, en los emprendimientos, de los jefes y equipos de trabajo, y en la universidad, de los profesores, a permitirle al estudiante que ajuste horarios, plazos y tareas para cumplir sus responsabilidades en ambos espacios: el laboral y el estudiantil.
Se trata de un tema complejo porque a menudo los estudiantes cargan con dobles y triples jornadas muy exigentes que se complejizan más en medio de un contexto de inflación, precios crecientes y déficit severo de transporte, vivienda y condiciones de vida. La combinación de la universidad con el trabajo doméstico, sumado responsabilidades como servir en barras de bar, mesas de restaurante, peluquerías, cuidados (de infantes, perros, ancianos), enseñanza privada, secretaría informal, venta de mercancías, mensajería, custodia nocturna de medios e instalaciones, entre otras, formales o informales, compromete seriamente la permanencia del alumnado en las aulas. Y ya que muchos también gestionan su propia contratación o emprendimientos, terminan priorizando sobre la carrera el empleo que les proporciona independencia económica.
Una parte del claustro universitario, sobre todo el más joven, también afronta la necesidad de pluriemplearse y lo hace a menudo en actividades que no se relacionan con su área de formación.
El enfoque de género y diversidad en la universidad cubana no plantea retos nuevos, sin embargo, existen muchos problemas que aún no se abordan con la sistematicidad y profundidad que se requiere para garantizar al estudiantado la seguridad y estabilidad necesarias.
El enfoque de género y diversidad en la universidad cubana no plantea retos nuevos.
Entre esos podemos señalar la conformación de familias durante la carrera o el ejercicio de cuidados a personas vulnerables de su grupo familiar, que afecta sobre todo a las estudiantes. En caso de ser cuidadoras primarias de ancianos o personas en situación de discapacidad o enfermedad, o madres, y a la luz de la precarización de los servicios, las dificultades para conseguir cuidadores para sus hijos o plazas en el sistema de círculos infantiles, han visto mermadas las posibilidades de continuar con su formación pregrado.
A pesar de que la Resolución 172/2021 señala como requisito para el otorgamiento de Círculos Infantiles que la madre sea estudiante o trabajadora, independientemente del sector de la economía donde labore y de su lugar de residencia, y aunque en algunas universidades como la de Camagüey y Guantánamo se han creado guarderías infantiles, la demanda continúa siendo mayor que el servicio.
Por otro lado, el hecho de que aún algunas carreras no tengan curso a distancia no permite que, por ejemplo, una estudiante de psicología cambie de modalidad de estudio para contar con tiempo para vencer sus asignaturas y ejercer la maternidad y los cuidados en mejores condiciones.
Otros elementos, que en este caso constituyen obstáculos para el acceso, desempeño y permanencia de estudiantes en situación de discapacidad, son las condiciones constructivas de los centros de formación y práctica, a menudo con barreras arquitectónicas y de acceso, la carencia de transporte, recursos, preparación de profesores y espacios adaptados.
También se suman las dificultades para la permanencia de estudiantes mujeres en algunas carreras tenidas tradicionalmente como masculinas. Sin embargo, este problema es de esos que podemos calificar «de larga data», aún no resueltos.
Se ha visto un aumento en la matrícula en áreas STEM (inglés, ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), especialmente en ciencias naturales y matemáticas. Sin embargo, en carreras de ingeniería y tecnología, la representación femenina sigue siendo baja. Aunque, si se compara con la situación una década atrás, se observa un aumento discreto de mujeres en el alumnado de estas carreras.
Tecnología y accesos: otra variable
La brecha económica entre estudiantes coloca a algunos en posiciones desventajosas para acceder a tecnología que facilite su preparación. En ese caso la institución debería contar con alternativas para quienes no tengan dispositivos o acceso a internet, pero he aquí que no siempre la universidad puede suplir esta carencia. En algunas, los equipos de cómputo y los servidores son viejos, prácticamente obsoletos; sufren fluctuaciones en el servicio eléctrico que hacen difícil el uso y mantenimiento de los equipos y, en ocasiones, no cuentan con estabilidad en el acceso a internet.
También está la situación de los laboratorios especializados y los centros laborales para la práctica estudiantil que no siempre disponen de la organización y los equipos necesarios, e incluso son insuficientes los recursos materiales para operar en ellos.
Como respuesta a esta carencia es loable mencionar de la empresa privada πlares (Pilares) Construcciones, que convoca hace tres años a su programa gratuito de pasantía, «Ando de π», para estudiantes de Arquitectura e Ingeniería Civil. El programa no solo abarca estancias en talleres, industrias o espacios a pie de obra; incluye además actividades alineadas con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible. Otras empresas estatales y privadas ofrecen oportunidades parecidas, pero se necesitan más de estas alternativas para cubrir la demanda de la formación.
Otro factor que se agrava cada curso, es la migración fuera del sector (o del país) de parte del claustro de profesores, sobre todo de los jóvenes. Esto provoca una sobrecarga en los colectivos de trabajo, cuya carga docente y responsabilidades de asesoría, tutoría e investigación les dejan poco tiempo para su preparación y vida personal. También hay una sobrecarga del trabajo administrativo y directivo; se hace común a un profesor con tres o más responsabilidades de dirección de procesos diferentes. El desgaste derivado, unido al bajo poder adquisitivo del salario y las condiciones de trabajo lejos de lo ideal, suelen conducir a la desmotivación y el consecuente abandono del sector.
Otro factor que se agrava cada curso, es la migración fuera del sector (o del país) de parte del claustro de profesores, sobre todo de los jóvenes.
En el orden de la preparación de los estudiantes para la formación, persisten las carencias previas de una escolarización preuniversitaria no del todo idónea. Por ejemplo, el plan E, el cual desde el inicio de su implementación en el año 2016 ya planteaba limitaciones a los estudiantes de nuevo ingreso para adaptarse al sistema de estudio, en el caso del primer año que comienza, las dificultades que plantea podrían ser mayores, tomando en cuenta que es el grupo estudiantil que en peores condiciones ha llevado la escolarización previa debido a la covid y los posteriores ajustes de tiempo, método y contenido.
Los obstáculos y retos a analizar son más de los que directivos han mencionado en los medios de prensa. Muchos alumnos, familias y profesores son conscientes de ellos porque son parte de su día a día. Y algunos, sobre todo aquellos que pretenden llevar una carrera a término y no abandonar el recinto universitario, se preguntan cuándo serán analizados a profundidad, honesta y proactivamente, y cómo se resolverán.


La universidad debería ser un espacio donde los estudiantes encuentren motivación y reciban mentoría real, que en términos prácticos les permita enfocarse y prepararse para la vida después de su graduación. Sin embargo, la realidad es que ni la motivación ni la mentoría se pueden obtener de profesores desmotivados, sin experiencia ni conocimientos especializados. Muchas veces, las aulas están a cargo de «especialistas» cuyo único fundamento es un libro leído, sin ninguna experiencia práctica. Es común encontrar profesores de administración de empresas que jamás han dirigido una, o docentes de comercio electrónico que no conocen la diferencia entre una tarjeta de crédito, débito o prepago, y nunca han abierto una cuenta en PayPal. Los ejemplos son innumerables. ¿Qué clase de mentoría, motivación o liderazgo pueden ofrecer? Ninguno. Para muchos, la universidad en Cuba se ha convertido en un simple trámite para obtener un título, con la esperanza de ejercer la profesión fuera del país. No existe una expectativa real de graduarse y generar valor con los conocimientos adquiridos.