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La noticia es que la nueva administración del presidente reelecto Donald Trump tendrá como figuras claves al menos a tres funcionarios con un largo historial de diseño, promoción e implementación de políticas contra Cuba.
Sin dudas, el nombramiento de más relevancia es el del senador de origen cubano, Marco Rubio, republicano de línea dura que ha sostenido durante años un discurso no solamente hostil contra el gobierno, sino también contra privilegios migratorios que obtienen los cubanos que llegan a la Florida.
Rubio ha sido un mitómano obsesionado con encajar en el discurso más rancio del exilio cubano que partió de la Isla en la década de los 60 del siglo pasado. Durante años incluyó en su biografía un episodio de ficción: que sus padres habían huido de la Revolución cubana, cuando realmente habían abandonado La Habana años antes, durante la dictadura de Fulgencio Batista.
El republicano ha alcanzado el puesto más alto que un latino ha adquirido en la institucionalidad de la política exterior de Estados Unidos, y será un implementador clave de las políticas de Trump. Este último ya ha anunciado propósitos controvertidos, sino imposibles, como acabar de un zarpazo la guerra en Ucrania, hacer que los aliados de la OTAN paguen más en armamento, o deportar a sus países de origen a millones de migrantes.
Esta designación a un descendiente de cubanos ofrece legitimidad a un comportamiento político transaccional y que se sostiene la máxima presión sobre un país que no es ni de cerca un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos. Rubio se ha ganado un lugar como heredero de la clase floridana que ha obtenido poder político y tracción económica en ese estado sureño por su posición contra el gobierno antillano. Y ese dinero ha sido utilizado como un recurso, por ambos partidos, para ganar al que fue, en algún momento, un estado péndulo.
«Él ha alcanzado el pináculo del poder y una posición en el gobierno estadounidense y la usará para demostrar su reputación como extremista de línea dura con la Isla», así lo explicó Peter Kornbluh, uno de los expertos más importantes sobre Cuba en Estados Unidos, a CNN hace algunos días. «Podría ser el último clavo en el ataúd de lo que ya es una profunda tumba para Cuba», agregó.
No obstante, según los expertos en política exterior estadounidense, Ben Rhodes y Tommy Vietor en el podcast Pod Save The World, la elección de Rubio demuestra que para Trump esa cartera no es prioridad, y por eso pone a un político de la extrema derecha tradicional, pero que en contraste con los otros nominados para posiciones clave, luce normal y hasta sensato. El presidente electo parece estar interesado más en el Departamento de Justicia, el FBI, y la comunidad de inteligencia y menos en el resto de los departamentos. Varios de sus otros nombramientos han estado marcados por el escándalo, incluyendo un candidato a fiscal general que tuvo que retirarse de la carrera por una investigación que lo acusa de uso ilícito de drogas, pago a prostitutas y relaciones sexuales con menores.
Si bien Rubio no tiene un historial tan florido, que se sepa, no es la única mala noticia para los que quisieran ver una mejor relación con América Latina y especialmente con Cuba.
El segundo cubano-americano de mayor influencia en la política exterior estadounidense en esta nueva temporada de Trump en la Casa Blanca será Mauricio Claver-Carone. MCC trabajó muy cerca de Trump en la presidencia anterior, y es uno de los diseñadores clave de la política de máxima presión contra Cuba.
Claver-Carone, nacido en la Florida en 1975, y descendiente de una familia cubano-española, fue el principal asesor de Trump en la Casa Blanca para los temas de América Latina. Poco antes de concluir la administración del republicano, el cubanoamericano fue despedido del cargo. Según análisis políticos del momento, las razones pudieran ser que los resultados prometidos no sucedieron, dígase la caída de Maduro y de Díaz Canel, y que MCC abogó por cambios en la política migratoria hacia América Latina.
Claver-Carone manejaba como posibilidades el rechazo y la deportación de cubanos, lo cual hubiese sido un cambio significativo de estrategia migratoria hacia Cuba, que se ha caracterizado por la promoción de la migración por dos vías: atrayendo cubanos que pueden regular su situación migratoria sin peligro en Estados Unidos, y profundizando la crisis interna que ha provocado en diferentes ciclos varias migraciones masivas.
Tras terminar su trabajo como asesor de la Casa Blanca, Claver Carone fue propuesto para liderar el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en octubre de 2020, y tras una votación por teléfono fue elegido. Era la primera vez que un estadounidense lideraba el Banco, debido a la falta de consenso entre los otros países miembros.
Pero la historia no terminó bien. Del BID fue destituido escandalosamente por una investigación ética que ofreció como resultado que el cubanoamericano había tenido una relación romántica con una subordinada, lo cual está prohibido por las reglas de la institución, y que además le había otorgado varios aumentos salariales durante el tiempo en que estuvieron juntos.
Esta historia, en vez de alejar a Claver-Carone de cualquier promoción como cuadro político, lo regresó al menú de opciones de Donald Trump, y ahora ha sido nombrado enviado especial del Departamento de Estado para América Latina.
Este cargo le dará acceso a información, le permitirá orientar a los diplomáticos de la región, y a implementar una política hacia América Latina que debe tener como prioridad enfrentar la migración y fortalecer posiciones con gobiernos aliados. El tema de Cuba debe seguir la ruta de los prejuicios, del llamado a no negociar a menos que el gobierno cubano se doblegue por completo, y de una política de máxima presión en la que va quedando menos por ensayar, debido a los intensos años de Trump en términos de sobrecumplimiento de medidas sancionatorias y represivas a cualquier respiro de la economía cubana.
Pero, desgraciamente, este no es el único nombramiento de funcionarios que tienen una posición declaradamente hostil con Cuba. Como segundo de Marco Rubio, Trump ha nombrado a Christopher Landau, quien fuera su Embajador en México. Antes de servir al republicano como diplomático, Landau ejerció como abogado durante 30 años, con experiencia de trabajo en las oficinas de jueces de la Corte Suprema.
Si bien esta posición, como la de Rubio, debe ser confirmada por el Senado, no se prevén dificultades en las audiencias de confirmación.
Landau tiene un vínculo con Cuba poco conocido, representando a una de las compañías que, acogiéndose a la activación del Título III de la Helms Burton, demandaron a compañías cuyas propiedades, o espacios en uso fueron nacionalizadas por el gobierno revolucionario.
El Título III, dormido desde la aplicación de la Helms Burton en 1996, fue puesto en vigor durante la primera temporada trumpista, y abrió la puerta para demandas en cortes estadounidenses a empresas que utilicen los predios de otras que hace 60 años operaron en esos mismos espacios.
Así hizo Havana Dock Corporation, que tenía un usufructo sobre el uso del puerto de La Habana por una duración de 99 años que debía haber vencido en el año 2004, pero cuyos actuales representantes, familiares de los dueños de esa compañía, hicieron uso de esta prerrogativa excepcional y completamente anormal en la esfera jurídica de cualquier país del mundo.
Los descendientes de los dueños de Havana Docks Corporation, cuyos dueños originales no eran ciudadanos estadounidenses, y además no eran propietarios de ese espacio, sino usuarios por un tiempo definido, llevaron a juicio a las compañías de cruceros que traían turistas a La Habana. Esta es una medida que, si bien no ha tenido un final en el complicado litigio, ha sido disuasoria y grandes compañías de cruceros como Norwegian y Carnival dejaron de visitar La Habana, y con ellas se fue un ingreso fundamental para varias ciudades.
Pues el abogado que representó a Havana Docks Corporation en este caso fue nada menos y nada más que el ahora segundo de Rubio en el Departamento de Estado, el mismísimo Christopher Landau.
Esta noticia significa que el gabinete de Trump ya se parece a lo que él cree necesitar: funcionarios fieles, de extrema derecha, y dispuestos a casi todo por cumplir los caprichos de un presidente que tiene una predilección por el entretenimiento y la sorpresa en casi toda política o decisión.
Significa además que varios funcionarios que han tenido una participación en la ejecución de políticas contra Cuba tienen como una marca de legitimidad ante los ojos del núcleo duro de la extrema derecha, de las visiones más hawkish o imperialistas al interior de la maquinaria de poder de Estados Unidos.
Significa también que Trump ha puesto a conducir la política exterior, como asesores o jefes, a personas que tienen una comprensión del tema Cuba que ha demostrado estar equivocada y que no ha respondido a los intereses de Estados Unidos. Una estrategia que ha probado no tener el resultado previsto, y cuyas consecuencias terminan regresando en forma de grupos de migrantes a Estados Unidos, y en un empobrecimiento de la vida de los cubanos que además han sido golpeados por sismos, huracanes, y la decadencia de su Sistema Electroenergético Nacional.
Esta selección de funcionarios asegura que Cuba estará en la mesa de discusión, no como un ejercicio de debate colectivo en cuanto a cómo cambiar una política fracasada, sino sobre cómo hacerla más hostil para quienes pagan el mayor costo: los cubanos en condiciones de vulnerabilidad.
Marco Rubio tendrá prioridades más urgentes, como el conflicto israelo-palestino, o la crisis ucraniana, o la súper prioridad de Trump: enfrentar el avance desenfrenado de China en la economía mundial. Si Rubio opta por continuar emitiendo soliloquios hablando de Cuba y los riesgos que supone para Estados Unidos caería en un inequívoco ridículo, por decir lo mínimo.
Incluso, Claver-Carone no debería enfocarse en la Isla, considerando que en América Latina hay otros países que son de mayor interés, tanto como emisores de migrantes como por su peso económico.
Esta noticia significa también que en el tema Cuba todo ha vuelto sobre la mesa, incluso asuntos que han sido intocables por décadas, como la Ley de Ajuste Cubano, un privilegio para los nacionales de la mayor de las antillas que ha promovido la migración a Estados Unidos, o el programa de reunificación familiar, el cual ya estuvo detenido antes.
Marco Rubio, más de una vez, se ha referido al «estatus especial de los cubanos». Durante su fallida campaña para la candidatura del partido republicano en 2016, dijo que «un año y un día después, no importa cómo has venido, se les autoriza a convertirse en residentes», y abusan de la Seguridad Social, porque regresan [a Cuba] utilizando fondos del gobierno americano.
«Tenemos a gente en Cuba viviendo de los beneficios de la Seguridad Social [estadounidense]. Esto es un abuso escandaloso».
Aún no ha llegado Trump a la Casa Blanca y ya el flujo migratorio del parole humanitario, que ofrecía una posibilidad de emigrar de forma segura, no está beneficiando a los cubanos. En noviembre llegaron 50 personas beneficiadas por el parole humanitario, sin embargo, ninguno fue cubano, según informó la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, que sitúa la cifra de cubanos que ha llegado a ese país desde enero de 2023 en 110, 240 personas.
Nuestra opinión es que este grupo de personas hará un uso indiscriminado de las políticas de máxima presión, cuyas consecuencias no derrocarán al gobierno cubano, sino que pondrá mayor presión y austeridad sobre los hogares cubanos.
Además, puede ser que muchos de los privilegios que han tenido los migrantes cubanos, así como las posibilidades de entrada a Estados Unidos, se cierren o limiten.
La pregunta que surge es hasta qué punto estarán dispuestos a sancionar a Cuba, y si realmente derrocar al gobierno cubano es algo que conviniese a esa clase política que tanto se ha beneficiado del conflicto. De no existir, se quedan ellos sin catapulta política, sin fondos de «cambio de régimen» para toda la politiquería que se mueve en La Florida con el tema Cuba. Lo peor es que los hacedores e implementadores de estas políticas no muestran interés en el costo que tienen las sanciones para las personas vulnerables, las más empobrecidas, las que viven con discapacidad, las que sobreviven enfermades crónicas con pocos medicamentos o ninguno… Pero en caso de que lleven esta política hasta las últimas consecuencias, ¿estarán preparados por tener a un país inestable a 90 millas? Si se quedan sin villano, ¿sobrevivirán como clase política?


Terminen de una vez de justificar al desastroso gobiernos cubano, en ese gobierno nadie sabe lo que hace, están tirando piedras haber si adivinan;las políticas de Trump no fueron tan desastrosas para Cuba como dicen, con Trump en el 2017 fueron a Cuba más de 600 mil turistas americanos, y el PIB de Cuba en el 2018 fue de más de 100 millones de dólares, eso no habia pasado antes,y muchos cubanos viajaron a Cuba desde los EEUU con 9500 dolares, viajaban vía Europa o Turkia, así lo pude ver en un programa de aeropuertos y fronteras en el Discovery Channel, después entraban por la terminal 3 donde hay más corrupción y no eran controlados, Cuba puede liberar las fueras productivas, liberar los precios, ta pronto ven a alguien prosperar le ponen la soga al cuello como han hecho con los importadores mayoristas, son un desastre.
Cuba no es un «gran» peligro para EEUU, pero el gobierno de Cuba si es una desgracia para el pueblo cubano.