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Fueron noticia las condenas por posesión, comercialización y distribución de drogas en Cuba.
Los juicios, otra vez calificados como «ejemplarizantes» por las autoridades, ponen de manifiesto la complejidad del fenómeno, que incluye la introducción de drogas sintéticas como el «químico» y el uso de redes organizadas para su distribución.
El Coronel Juan Carlos Poey Guerra, jefe del órgano antidroga del Ministerio del Interior (Minint), resaltó en intervención en la Mesa Redonda que las drogas como los cannabinoides sintéticos (CS) están generando un impacto alarmante en la sociedad, especialmente entre los jóvenes. Este tipo de sustancias, fáciles de producir y de bajo costo, resultan altamente adictivas y peligrosas. Además, el incremento de recalos en costas cubanas y el uso de métodos novedosos para introducir drogas al país agravan la situación.
En una reciente emisión del programa Hacemos Cuba, el Jefe del Estado Mayor de la Dirección de Tropas Guardafronteras, primer coronel Ybey Daniel Carballo, se refirió a las vías de comunicación que existen alrededor de la Isla para la entrada de estupefacientes. «Al sur se encuentran los países mayores productores de drogas y al norte el mayor consumidor, en este caso, los Estados Unidos», precisó. En opinión de Carballo, solo por la vía de los recalos, «entre 2023 y 2024 se han asegurado aproximadamente 2, 66 toneladas de drogas».
No obstante, «el problema más grande con las drogas en Cuba actualmente está relacionado con las dobles operaciones de tráfico de personas y de drogas, con el empleo de lancha rápida que proviene del exterior con el interés de introducir droga y sacar personas», explicó Poey.
«El comportamiento del traficante y la forma de apreciar la prueba cambiaron; antes un traficante era considerado por los volúmenes de droga; hoy, sin embargo, tenemos que ir a las dosis, por el grado de contaminación». «La estrategia cubana es lograr un equilibrio entre las acciones de prevención y enfrentamiento», explicó Poey.
«Hoy hay circulados 23 cubanos con difusión roja con la Interpol, eso quiere decir que puede traerse al país para que sea juzgado y sancionado, la mayor parte de ellos están en Estados Unidos». Precisamente la cooperación para el tema del narcotráfico ha sido uno de los pocos temas en los cuales los dos países han logrado mantener un diálogo bilateral sostenido y llegar acuerdos de interés mutuo.
A nivel social, el consumo de «químico» y otras drogas sintéticas ha tenido repercusiones significativas en las escuelas, donde están involucrados adolescentes de secundaria básica y técnico-profesional . Según estadísticas presentadas, el 47 % de los hechos relacionados con el consumo y tráfico de drogas en lo que va de año corresponden a este tipo de sustancias. La escuela, la familia, los servicios de salud y la sociedad en general están llamados a desempeñar un papel crucial en la prevención y atención de estos casos.
Esto significa que Cuba enfrenta un desafío cada vez mayor en el control del tráfico de drogas, una problemática que no solo afecta la seguridad nacional, sino también la salud pública, especialmente de la población joven. El uso de redes sociales para la venta de drogas y la introducción de nuevas rutas de tráfico aéreas y marítimas han intensificado la necesidad de operaciones conjuntas entre el Minint y otras instituciones como la Aduana General de la República.
Cuba es signataria de tratados de extradición con otros países y de asistencia jurídica en su concepción de tolerancia cero a las drogas. Sin embargo, la detección de las sustancias que se utilizan para fabricar los llamados canabinoides sintéticos requiere un alto nivel técnico y logístico que ha puesto en jaque los sistemas de alerta, incluso de países desarrollados. El principal problema radica en que se trata de un grupo de productos que por separado no producen ese efecto: se entran al país por diferentes vías, y se fabrica la preparación final en casas.
Según un artículo del doctor Carlos Alberto Gonzáles, «para que puedan ser consumidos, es necesario la presencia de un “vehículo vegetal”, que pueden ser picadura de cigarro o algún tipo de planta, como el orégano, al que se le administran los CS en forma de aceites, esparciéndolos por medio de atomización aérea».
El llamado «químico» resulta una de las sustancias más populares entre las capas más empobrecidas de la población, pues por lo general tiene bajos precios en comparación, incluso, con sustancias recreativas lícitas como el ron. Reportes de prensa afirman que un cigarro con esta sustancia impregnada puede costar alrededor de unos 200 pesos, lo mismo que una cerveza o una bolsa de panes.
Sin embargo, su bajo precio es directamente proporcional con los efectos que provoca en el organismo. El antes citado doctor afirma que «se sabe que los CS son entre 2 y 100 veces más potentes que la marihuana debido a su alta afinidad por los receptores de los Canabinoides endógenos». Los efectos más visibles «son los que aparecen en el sistema nervioso o neuropsicológicos, como la psicosis, que dicho en palabras llanas es la pérdida de contacto con la realidad: vuelve “locos” a los pacientes. También encontramos ansiedad, agitación, irritabilidad, confusión, conductas suicidas, alteraciones de la memoria, ataques de pánico, agresividad, comportamiento y pensamiento desorganizado, alucinaciones y delirio…».
La alta dependencia de esta sustancia también podría estar relacionada con el aumento de delitos violentos cometidos por los adictos con el objetivo de tener los medios necesarios para adquirir la droga. Por lo tanto, el incremento del consumo lo convierte en un problema para toda la sociedad.
Nuestra opinión es que la lucha contra el tráfico y consumo de drogas en Cuba debe ser una prioridad nacional que integre esfuerzos multidisciplinarios. Aplaudimos las medidas de rigor aplicadas en los procesos judiciales y el compromiso mostrado por las autoridades educativas y sanitarias para abordar este problema desde la raíz. Sin embargo, es fundamental el trabajo en la prevención, reforzar las campañas de concienciación en las comunidades, redes sociales, así como garantizar un mayor acceso a programas de rehabilitación y apoyo para los jóvenes y sus familias.
Asimismo, es necesario explorar con más atención la interrelación entre el consumo de este tipo de sustancias y otras problemáticas sociales como la pobreza. No es casualidad que el aumento del consumo y el tráfico de estas sustancias aumente en un momento en que el país vive una de las peores crisis socioeconómicas de su historia luego de 1959. Una mirada interseccional al fenómeno también debe incluir explorar sus raíces más profundas.
El tráfico de drogas no solo es una amenaza penal, sino un problema que atenta contra la vida de los cubanos, sobre todo de los jóvenes.

