|
Getting your Trinity Audio player ready...
|
Apenas cae la primera llovizna que trae el huracán Rafael, Vivian desmonta de su lugar en el patio la hornilla de carbón y la emplaza en el pasillo frente al baño, sobre un viandero de metal que desde hace mucho no usaba. Luego saca los muslos de pollo que quedan en el congelador y antes de ponerlos en la olla los huele uno a uno, porque han pasado 17 horas desde la última vez que hubo electricidad en el barrio y teme que ya estén podridos. Aunque al parecer se conservan, saca con un jarrito agua de la cubeta y los enjuaga en el fregadero, por si eso ayudara en algo. En la mañana del día anterior entró un hilito de agua y pudo rellenar los envases, por suerte.

Con la más reciente crisis del gas, el precio del botellón saltó de 3000 a 5000 pesos, y aun así no aparece por ningún lado. Por suerte, el esposo de su nieta consiguió un saco de carbón a 1000 pesos, lo que significa una rebaja de 500 en su precio habitual. Encenderlo es un fastidio. El exceso de humedad en el ambiente no contribuye. Rocía alcohol sobre los tizones negros, lanza un fósforo encendido y casi de inmediato abanica con un pedazo viejo de plástico. Lo hace con energía, manteniendo el ritmo, como si quisiera desplazar el tiempo a cada manotazo y regresar o, mejor, avanzar hacia una época donde pueda vivir en mejores condiciones.

Pero manipular de ese modo el tiempo, no está en las manos de las miles de Vivian de este pueblo; no es un don al alcance de los ciudadanos comunes. Los de arriba son los únicos con ese poder. En el mundo donde ellos viven solo transcurren uno o dos días, mientras acá en la tierra pasan décadas. Así ha sido la generación eléctrica, la producción de alimentos, la construcción de casas… en fin: generaciones completas han visto la luz y cerrado los ojos sin que ninguno de esos asuntos se resolviera. ¿Cuántos abanicazos más sobre el carbón harían falta? ¿Cuántas desconexiones totales del sistema electroenergético nacional? ¿Cuántos ciclones? ¿Cuántos años tras las rejas?

Vivian tose un poco, porque un velo de humo sale de los carbones y se esparce por la casa. Su nieta cierra los cuartos y lleva a los niños al portal. No soplan aquí los vientos huracanados de Rafael, y la neblina demora en disiparse. Sobre los techos, aceras y jardines llueve otra vez, llueve sobre mojado. Vivian no habla, está concentrada en su tarea inmediata, quizá construyendo algo nuevo, algo mejor y más justo para ella y sus hijos, nietos y bisnietos donde único puede: en la imaginación. Por ahora, solo le pone a esa vida ficticia lo mínimo imprescindible: agua y electricidad constantes. De conseguir comida se encargará ella, como siempre lo ha hecho, aunque a cada segundo que pasa duelen más sus 70 años y la rodilla amenaza con dejar de responderle cualquier día de estos.

Fuera, en las calles de la ciudad, el aguacero arrastra las bolsas de basura acumuladas en las esquinas o en el espacio que quedó después de derrumbarse una casa. Al otro día saldrá el sol, de algún modo. Vecinos como Vivian van a rebelarse contra el tiempo impuesto por los de arriba como único pueden: de un modo divertido y solidario. Pondrán en un gran caldero todos sus deseos y las viandas y la carne antes de que se echen a perder, y bailarán alrededor de la fogata, de la caldosa. Se escuchará música infantil y reguetón, Van Van y Willly Chirino. «Ya viene llegando», corean. Ah, y Trump que ganó las elecciones y el parole que ya ni existe y el tiempo otra vez de esperar por algo bueno que no sucede.



Sobra desesperanza en su escrito como para ser mas incisivo, un solo detalle que creo, no solo usted, la inmensa mayoria de esas Vivian, y José, y otros tantos cubanos están equivocados sobre el poder de decir NO MAS, cuando usted menciona.
“Pero manipular de ese modo el tiempo, “Avanzar hacia una época donde pueda vivir en mejores condiciones”. no está en las manos de las miles de Vivian de este pueblo; no es un don al alcance de los ciudadanos comunes.”
SI lo esta, es solo decir basta no aguantamos mas y con la misma serenidad que abanica el carbón para que no se riegue el fuego y el humo por toda la casa, acompañar con la voz y la protesta pacifica para que “los de arriba” se vayan pal carajo y entre todos poner el hombro en reconstruir el desastre que han dejado de herencia maldita, el PCC unico y el socialismo tropical totalitario.
Buen fin de semana para todos.