«Echa pacá» tu solidaridad

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La expresión más autóctona de la solidaridad en Cuba es «echa pacá». En estas jornadas de crisis aguda abundan expresiones como: tengo un poco de corriente, «echa pacá»; me pusieron el agua, «echa pacá»; no han quitado el gas, «echa pacá»; estoy cocinando antes de que se ponga malo, «echa pacá»; no voy a botar lo que no puedo vender, «echa pacá»; me queda un ratico de planta, «echa pacá»… Seguro usted añadiría otras expresiones.

Es la frase más socorrida ahora, cuando la crisis no sabe qué más inventar para hacernos ver, al menos, que somos un pueblo hermoso, virtuoso, capaz. Es un modo campechano, natural, espontáneo de decir: aquí está mi mano para acompañar, para servir, para ayudar. Es un signo vital de esa solidaridad que, en su expresión más básica, implica socorrer y cooperar, aun cuando solo sea por ahora. Implica entender, o al menos sentir, que sin comunidad no hay sanación ni salvación posible.

También nos duele Guantánamo. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo mandar pallá lo que tenga? Una red solidaria, humana, comunitaria y sensible se mueve para servir, para dar, para ser útil, para compartir. Guantánamo toca el alma buena de muchísima gente. También la solidaridad se explaya de cara a esta tragedia, para ofrecer un techo un poquito más seguro, la gente dijo por allá: «echa pacá».

Es cierto que esta actitud de disponernos a ayudar no se da en una realidad químicamente pura, moralmente aséptica, en una sociedad sana. De todos modos, no perderé tiempo ni drenaré pasión en hablar del egoísmo, de esa gente que sale a cazar imágenes del caos, que busca los límites y no precisamente para empujarlos; de quienes optan por la rabia, las vestiduras desgarradas, el odio como única materia. Tampoco lo perderé en quienes niegan, silencian y reprimen. Esas personas, por favor, háganse a un lado, al menos en esta emergencia.

Del bloqueo salvaje, déspota y perverso sabemos suficiente. De la ineficiencia que vive en ese apetito burocrático por querer controlarlo todo, también. Tampoco de eso se trata ahora, al menos no en este texto.

Dice la RAE que solidaridad es la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. Aun ajustados a esta estrecha compresión, es una urgencia que seamos solidarios, solidarias. Tendamos la mano, no nos ensañemos con fronteras de clase, de región, de raza, de cultura, de ideologías, de espacios políticos. Pongamos todo el empeño, incluso el entusiasmo y el chiste salvador, en el goce de repetir esa maravilla que resulta de un pueblo que se cuida a sí mismo.

Las imágenes repetidas hasta el orgullo son muchísimas: la señora jubilada que ofrece sus maltrechos tomacorrientes para que alguien «cargue» lo que pueda; el muchacho «desvinculado» que saca agua de la cisterna para quien lo necesite; el «mypimero» de la cuadra que regala el helado; el funcionario que explica angustiado; el dirigente a quien también le duele; el policía que pide calma sin agraviar; los reclutas que se abrazan en el cambio de guardia; la maestra que, sobre las carencias, quiere saber de sus «niños»; las hermanas y hermanos que acompañan desde otros lares, mandando lo que pueden y como pueden; la otra solidaridad, de quienes creen en este pueblo sin ser hijos e hijas de él. Todas y todos somos nación en modo solidario. ¿Acaso habrá algo más apasionante, incluso esperanzador?

Cubanos recargan baterias de moviles y linternas en portal de la tienda Carlos III. Apagon general Cuba Octubre 2024 28
Foto: Alba León Infante

Son muchas las propuestas, además de la responsabilidad del Estado y el gobierno, que por vías y espacios diversos acopian, además de compasión, comida, ropa y medicinas para enviar a Guantánamo. Brota por todos lados y sin previo aviso la virtud, el afán de servicio, la coordinación que junta esfuerzos cuando la prioridad es ayudar y servir. No es la primera vez, no será la última.

Pobres quienes, en este humano instante, buscan, más que todo, méritos o control. No han entendido nada.

Ahora bien, si la opción no es quedarnos en la estrecha comprensión de la RAE, aprovechemos esta oportunidad para mirar más allá y actuar en favor de una solidaridad sostenible, más en términos de principio constituyente. Hablemos de las salidas infinitas y creativas de la actitud solidaria, de la bondad, de la vocación de servicio que este pueblo reserva para sí y para otros. Hablemos de los caminos para hacerlo más cotidianamente un hecho político. La solidaridad no como emergencia, sino como solución, como base para crear un mejor país, una sociedad más justa.

Miremos, por ejemplo, esa solidaridad que vive en los lugares que, sin crisis energética o climática agudizada, salva a la gente casi desconectada tanto de los servicios públicos en repliegue como de las pautas voraces del mercado. También es solidario conocer de esa solidaridad silenciosa, cotidiana y creadora; aprender de ella y descubrir, con humildad, la riqueza que entraña.

Guantánamo, por ejemplo, es un territorio donde proliferan experiencias de este signo. Es una buena oportunidad para enterarnos de que una respuesta a la prolongada pobreza de esa zona es, precisamente, la solidaridad, la comunidad, la cooperación, la ayuda mutua. La solidaridad, en esos términos, es una respuesta política concreta a problemas concretos.

Ojalá podamos notarlo cuando removamos los escombros dejados por el huracán. Ojalá comprendamos que nuestra compasión debería transformarse en gratitud por lo que de solidario resiste, vive y se propone también por esos sitios. Quizás un poco de vergüenza nos tocaría por ignorarlo, y valdría la pregunta, en última instancia: ¿quién sirve a quién?

Pensemos en la solidaridad no como inminente y esporádica respuesta a la crisis o disculpa momentánea de quienes tenemos algún privilegio, sino como estructura socioeconómica y política que haga sustentable la dignidad, la igualdad y el derecho a la vida plena. La economía popular y solidaria, tan extendida como desconocida, podría ser un buen punto a tener en cuenta.

Una vez más, del pecho de la gente buena salta ese hermosísimo instinto de «echa pacá», resolvamos juntas y juntos; podemos, con lo que tenemos, hacer más, con todos y todas. Solo desde esa vocación, también naturaleza humana, podemos dar otros saltos, mirar más allá, rescatar, sanar y salvar otros principios para el orden social. La solidaridad, además de un rasgo identitario de las cubanas y los cubanos, debería refrendarse como principio de la República.

Solidaridad, así entendida, es pensar y actuar en términos de comunidad; es la prioridad de la vida de todas y todos por encima de los privilegios de cualquier minoría; es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la exclusión, la negación de los derechos sociales, políticos y laborales. Solidaridad que alimenta y encamina una ética de la cooperación, interdependencia y corresponsabilidad humana.
Solidaridad que nos permita decir: «echa pacá», hagamos un país mejor. Juntas y juntos podemos cocer el pan e hilar toda la belleza que vive en el pueblo.

6 COMENTARIOS

  1. Muy bonito artículo q hace renacer la fé y la esperanza de un mañana mejor. Gracias. Ayudemos tanto como nos sea posible a quienes lo han perdido todo.

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Ariel Dacal Díaz
Ariel Dacal Díaz
Escritor y educador popular. Doctor en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana

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