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En un cuarto de edición en el ICAIC, y gracias a la gentileza de la directora, acabo de ver Estrés, la nueva película de Marilyn Solaya. Me interesó mucho y tendría bastantes cosas que decir al respecto, pero como aún no se ha estrenado —de hecho, ni terminado del todo: si bien el corte es definitivo, el sonido no pasa todavía de un work in progress— no puedo contar la historia ni entrar en demasiados detalles, tarea que habré de emprender a su debido momento. Solo adelantaré que el elenco es estupendo —Verónica Lynn, Luis Alberto García, Héctor Noas, Mario Limonta, Isabel Santos, Aramís Delgado, Patricio Wood…—, que tiene una estructura coral y que (esto sonará raro) me dejó un sabor parecido al del cine asiático, de esas películas coreanas y chinas con historias intimistas, que te hacen sentir poco menos que un voyeur asomando la nariz en la vida privada de gente sencilla, esas piezas que se van levantando despacio pero con aplomo y que luego se resisten a caer de tu memoria.
Aunque Estrés se desarrolla en el presente (más o menos), no hace foco en escaseces, estados de opinión y reparto de culpas y justificaciones, sino en lo que se ha dado en llamar Lebenangst; esto es, las angustias cotidianas del individuo, el carácter efímero y aun endeble de la felicidad, las miserias y miedos que nos invaden (al envejecimiento y la muerte en primer lugar) y las corazas del amor para resistir tantos embates. Claro que en buena medida esa angustia tiene un origen social, pero también sicológico y biológico, y la directora lo sabe. Es un drama duro, con alguna que otra escena difícil de ver, pero de que te agarra, te agarra. Un buen indicador de cuánto se te adentra la película es que varias veces prorrumpí en exclamaciones del estilo «pero, ¿ese tipo es comemierda?» o «sí, así mismo es, una vez yo pasé por eso».
Como cualquier otro arte, el séptimo puede reflejar la realidad inmediata y cotidiana en narraciones rabiosas y directas, pero este no debería ser el único camino. A mi modo de ver, si bien es importante hacer cine para el cubano de aquí y ahora, conseguir que la narración también conecte con espectadores de otras latitudes (sin que esto signifique exclusivamente «miren qué dura es la situación en mi país, pobrecitos nosotros, miren lo que nos hacen»), o que la película siga teniendo sentido dentro de 50 años, es alcanzar un escalón superior. No se trata de refugiarse en una torre de marfil, sino de intentar que tu arte sea universal, que le hable al ser humano esencial y lo fuerce a cuestionarse cosas. Intentarlo, repito. No todo el mundo consigue escribir El Quijote y lograr que un viejo loco se erija en paradigma eterno de luchar por tus sueños.
Creo que Estrés va por ahí.
El primer largometraje de Marilyn Solaya, Vestido de novia (2014), título por demás tomado de un trascendental poema de Norge Espinosa, resonó en el público y la crítica cubanos y tuvo un buen recorrido internacional. Su reflejo del machismo y la hipocresía concomitante a la hora de aceptar la diferencia estaba en el camino del clásico Fresa y chocolate (Tomás G. Alea y Juan Carlos Tabío, 1993). Ahora bien, Vestido… daba otra vuelta de tuerca para abordar el tema de la transexualidad, la intolerancia, el sexismo que se autolegitima. En realidad, los temas relacionados con el género y los derechos relacionados con él (tanto los que sobran como los que faltan) son recurrentes en la obra de Solaya, en piezas como el documental En el cuerpo equivocado (2010). El feminismo, la lucha de la mujer por la igualdad, permea también su proyecto de largometraje de ficción, acariciado por varios años y aún no filmado pese a haber obtenido cierto importante premio financiero, acerca del movimiento sufragista en la Cuba de la primera mitad del siglo XX, tema que ya abordara en el documental En busca de un espacio (2019). Debió ser su segundo largo; esperemos que sea el tercero, o por lo menos que sea…
Por cierto, ya que mencionamos Fresa y chocolate, fue allí precisamente donde, en su faceta de actriz, Solaya encarnó a Vivian, la jevita de David cuya inocencia fingida pronto cedía para revelar la auténtica entraña del personaje. No ha sido ni mucho menos su única interpretación en la pantalla. Recordaré aquí a Vera, su contrabajista cubana en Despabílate, amor (1996) de Eliseo Subiela; uno diría que le van los personajes cuyo nombre empieza con V. Conviene puntualizar que Subiela fue un director prácticamente de culto entre la cinefilia cubana que formaba molotes para entrar a los cines durante el Festival de diciembre, Festival en que la presencia física del argentino no era infrecuente. Y la edición suiza del DVD muestra en portada, precisamente, a Vera, tocada con una boina y enfrascada en la ejecución de un pasaje en su instrumento.
Para hacer cine hay que contar, de entrada, con dos cosas: una cruzada personal e imaginación. Bueno, y dinero, así que serían tres. Y no hay que olvidar la tecnología, claro, y un buen equipo artístico y técnico, y una distribución a posteriori garantizada, porque de lo contrario nadie se entera… En fin, volvamos a lo de la cruzada. No cabe duda de que Marilyn abrazó la suya desde el principio: es feminista y su obra va por ahí. Imaginación tampoco le falta, desde luego. Ahora bien, tan peligroso como no tener nada que decir es especializarse en un tema o enfoque al punto de no salirse de él, riesgo que ha conjurado ahora con Estrés, porque esta es una película desde la sensibilidad femenina y con excelentes personajes femeninos pero que, como decíamos al principio, abarca un espectro mucho mayor de criaturas humanas, con ese tono amargo y tierno, salpicado en ocasiones de un humor funcional, que resulta tan difícil de lograr.
Diez años entre su primer y segundo largometrajes de ficción… eso asumiendo que el segundo sea estrenado este año y no se retrase por suspicacias o eventualidades reales o inventadas. Una década para sacar adelante un proyecto mientras se dilata la materialización de otro. Más de un año solo en la posproducción de Estrés. Y luego todavía hay quien dice que los cineastas la tenemos fácil…


Me gusta lo que hace M. Solaya, me gusta que sea incómoda y arriesgada. Ha insistido y sin aspavientos ahí está contra viento y marea, esperemos el estreno, muchas gracias por escribir sobre su obra.