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-A fuer de honestos, tengo que admitir que yo no estaba presente cuando sucedió la siguiente anécdota, pero el realizador me la contó tiempo después durante otro día de filmación, así que vale.
Se rodaba Madagascar (1994), de Fernando Pérez, un mediometraje originalmente concebido como parte de una trilogía con Melodrama, de Rolando Díaz, y Quiéreme y verás, de Daniel Díaz Torres; luego, por diferentes razones, los tres relatos crecieron y se desligaron. Le tocaba el turno a un breve plano en que la protagonista, interpretada por Laura de la Uz, camina sobre el muro del Malecón. Es un momento que refleja la borrasca interior del personaje, su inseguridad, la búsqueda de verdades. Era una tarde tormentosa, así que el nerviosismo cundía. Fernando ordena «¡acción!», la actriz avanza, una figurita moviéndose de derecha a izquierda de cuadro en un plano general… y de pronto, a lo lejos, centellea un relámpago, justo cuando Laura acaba de pasar. En esa época los VFX no constituían una herramienta en el cine cubano, pero el rayo de marras cayó en el momento y lugar precisos, como encajado ahí durante la posproducción, ilustrando la angustia interior del personaje. Pueden verlo a los 27: 39.
«Estoy convencido de que Dios me lo mandó», dijo Fernando al relatarme la historia. Intervención divina o no, es un buen ejemplo de que, por muy rigurosamente calculado y preparado que esté todo, el azar y los, eeh, milagros juegan un papel significativo durante un rodaje.
-Como he dicho antes, en Perfecto amor equivocado (2004) de Gerardo Chijona, fui guionista e interpreté un pequeño papel como maletero del aeropuerto.
Es sabido que una de las cosas en que se trabaja durante la prefilmación es en el diseño de vestuario, así que a los actores se les cita para una o varias pruebas al efecto. Bueno, resulta que el día que me tocó vestir el uniforme aeroportuario fueron convocados también otros figurantes y extras. Dado que no venía al caso, no les comenté que yo era el guionista de la película, así que se franquearon conmigo como con un extra más, como si fuera uno de esos eternos aspirantes a papeles memorables. En particular, recuerdo a un tipo sesentón que me dio una serie de consejos para aparecer en pantalla, para que en la edición final no cortaran mis planos: «si es una escena en que aparece mucha gente, trata de situarte lo más cerca posible del protagonista, porque a él no lo cortan, me dijo, tienes que entender la lógica de lo que se cuenta, y resaltar sin sobreactuar, porque si algo no soporta el director es a un extra que dé la nota. Mírame a mí, que he trabajado en más de 40 películas y nunca han podido cortarme», pontificó desde su veteranía.
Es un mundo interesante, ese de los extras.
Por cierto, ese mismo año filmé Monte Rouge, mi primer trabajo como director.
-Durante 2006 fui contratado para escribir el guion de una película española, Óscar: una pasión surrealista, así que durante ese año viajé varias veces a Tenerife para encontrarme con Lucas, el director. La cosa iba sobre Óscar Domínguez, un pintor tinerfeño que había integrado el grupo surrealista y de cuyo nacimiento se cumplía un centenario; el proyecto navegó con relativa suerte, incorporando sobre la marcha a Victoria Abril, Emma Suárez, Jorge Perugorría, Kira Miró, Paola Bontempi y, en el papel principal, al lusitano Joaquim de Almeida.
Fui a los rodajes en tres o cuatro ocasiones. Recuerdo cuando me presentaron a Joaquim, a quien ya había visto en Desperado (1995) de Robert Rodríguez, con Antonio Banderas y Salma Hayek, y Behind enemy lines (2001), de John Moore, con Owen Wilson y Gene Hackman. Era, no sé si una estrella, pero desde luego el primer tipo con carrera en Hollywood que conocía, y aunque traté de mostrar el aplomo de quien toda la vida se ha codeado con celebridades, no podía creérmelo. Ese día se filmó una pequeña escena en la que varios miembros del grupo surrealista conversaban en un café parisino (en realidad, un edificio abandonado en Santa Cruz de Tenerife). Casi puedo jurar que por unos segundos estuve, de verdad, en el mismo espacio que los auténticos artistas, escuchándoles. Bueno, escuchándoles en español, no en francés, pero esa es la ilusión del cine…
Luego de su estreno en 2008, la película fue bastante vapuleada por una parte de la crítica. A mi modo de ver, no es ni mucho menos una obra maestra, pero tampoco nada de qué avergonzarse.
-En 2012 se presentó en el festival de Cine Latinoamericano de La Habana Días de pesca, la más reciente realización del argentino Carlos Sorín. Aunque mi pieza favorita entre las suyas sigue siendo La película del rey (1986), me encantó Días… y se la recomendé a un montón de gente. Bueno, unas horas después estaba en los jardines del Hotel Nacional, donde suelen vivaquear los delegados al Festival, y he aquí que veo al actor protagonista, Alejandro Awada.
Tal vez esto sorprenda a algunos, pero no soy exactamente el individuo más sociable que pueda concebirse; sin embargo, ese día, al descubrir al tipo solo y mansito, me animé a acercarme para decirle cuánto me habían gustado su interpretación y la obra en conjunto… cuando de pronto me ve ¡y se acerca a mí para felicitarme! Resulta que el día anterior se había presentado, fuera de competencia, mi mockumentary La verdad acerca del G2 (2012), para una concurrencia de cuatro gatos, y el argentino no solo fue uno de dichos felinos, sino que mi trabajo le pareció divertidísimo, y me lo dijo, y lo repitió varias veces. Claro que aquello me hizo muy feliz, pero una parte de mí quería interrumpirle: «Chico, aquí la figura eres tú, déjame admirarte como es debido…». Cuando al fin pude hablar le dije lo que pensaba, si bien temo que, a esas alturas, mis elogios le habrán parecido mera formalidad. En fin, en medio de la abigarrada programación que tiene (o solía tener) el Festival, de tantas cosas para ver en tan poco tiempo, lo sucedido fue una coincidencia notable que, al menos a mí, me alegró el día…
Sigo recordando cosas, material para futuros Rodajes.
¿Seguimos?


Si por favor, siga contando…se agradece.