La perreta de Marco Rubio: más de lo mismo

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La noticia es que la primera gira del nuevo secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, por Centroamérica confirma que la hostilidad extrema ha regresado a las relaciones entre Washington y La Habana.

Así puede concluirse de sus opiniones sobre Cuba, Venezuela y Nicaragua.

«No tengo ninguna intención de ir a La Habana con este régimen en el poder, salvo para hablar de cuándo se marcharán», comentó a Fox News el jefe de la diplomacia estadounidense.

Rubio, quien ha construido su carrera política sobre la larga lucha infructuosa de políticos floridanos de tumbar al gobierno de La Habana, ya demuestra coherencia con su discurso hostil hacia Cuba, constante en toda su carrera como Senador, y que continuará ahora como secretario de Estado: «Ese régimen es un desastre, ha destruido el país. Es un régimen hostil a los Estados Unidos», dice sin explicar ni ser cuestionado.

Muy fácilmente se contagia del discurso radical y absolutista de Trump al afirmar que Venezuela, Cuba y Nicaragua son enemigos de la humanidad.

«Si no fuera por esos tres regímenes no hubiera una crisis migratoria», agregó Rubio.

Sin embargo, varias fuentes indican que ninguno de esos tres países han sido los emisores principales de migrantes hacia Estados Unidos en el último quinquenio. Los principales grupos de nacionales que ingresan como emigrantes a Estados Unidos son mexicanos, colombianos y guatemaltecos. Así ha sido en los últimos 10 años. Cuba nunca supera el número siete u ocho de esa lista, lo cual indica que es falso afirmar que es responsabilidad de estos tres países la crisis migratoria que golpea a la frontera sur estadounidense.

Según las afirmaciones de Rubio en conferencia de prensa en San José, Costa Rica, las razones por las que las personas emigran de Cuba o Venezuela son las mismas: políticas, por falta de libertades. Sin embargo, él mismo se ha quejado más de una vez de que buena parte de los cubanos que emigran a Estados Unidos y aplican a los beneficios migratorios que ofrece ese país, poco tiempo después de un año en el país, visitan su país de origen para vacacionar o ver familia, lo cual supone una contradicción.

Por supuesto, en ningún momento se refiere al peso de las sanciones contra Cuba como causa de esa crisis migratoria. Pero si algo hace este grupo político que está en el poder en Washington es repetir bulos sin que les pesen los cuestionamientos de periodistas, y sin ninguna vergüenza por ofrecer información inexacta y manipulada políticamente frente a los ojos de todos.

Mientras tanto, ya llegaron a la Base Naval estadounidense en territorio ocupado en Guantánamo los primeros migrantes detenidos, una decisión política que fue criticada por el gobierno de La Habana.

El presidente cubano Miguel Díaz Canel Bermúdez reaccionó a la decisión de Washington de utilizar las prisiones de la Base Naval de Guantánamo para encarcelar migrantes apresados en Estados Unidos. El mandatario lo calificó como «un acto barbárico» y afirmó que representa una amenaza a la seguridad nacional de Cuba y de la subregión, al recordar que el enclave militar ocupa ese territorio en contra de la voluntad del pueblo cubano.

«Para Cuba representa inaceptable la discriminación violenta e indiscriminada de migrantes de Estados Unidos».

Esta noticia significa que la administración Trump continúa un camino divisionista, transaccional, y que retrotrae a Estados Unidos a un recuerdo del pasado que ya no existe, en que se expandía como imperio de forma violenta, invadiendo, colonizando o comprando porciones de tierra. En esta fase de retro-futurismo, el gobierno estadounidense ubica a Cuba en un rol similar a los tiempos de la más álgida guerra fría.

En el deber ser, las voces de los diplomáticos suelen transmitir los intereses de los países que representan, pero con filtros de un lenguaje que se pretende respetuoso y socialmente aceptado: este no es el caso de la diplomacia trumpista. Ofensas, insultos, datos no confirmados o flagrantes mentiras pululan en los discursos de quien se dice ser jefe de la diplomacia.

Nuestra opinión es que el gobierno de Donald Trump, y sin sorpresas, su secretario de Estado, regresan a una política de máxima presión que no le hará favor a nadie, más que a los que se benefician de un discurso duro que se ha practicado antes con altísimos costos para el pueblo cubano y sin los resultados prometidos.

Igualmente, y de manera muy irónica, esta administración se ha tomado muy en serio el encargo social de poner a Estados Unidos en un rol de víctima, del que otros países se benefician, como México, Canadá o China, y como reacción, entonces prefieren el camino de la hostilidad a diestra y siniestra.

Si Cuba no fuera una obsesión de Rubio, este debería comprender que no es más el senador de los cubanoamericanos, sino el jefe de la diplomacia de un país que es miembro de la OTAN y que tiene fuertes intereses en Medio Oriente, una guerra en Ucrania que es realmente entre Occidente y Rusia, y muchas otras prioridades.

Cuánto tiempo sostendrán esta hostilidad extrema y cuánto del discurso irá a la acción, todavía está por verse, pero hasta ahora la Administración Trump ha demostrado su disposición para entregar a los electores la narrativa prometida, aunque sea violatoria del derecho internacional, como la deportación masiva e indiscriminada, o la guerra de tarifas que terminarán pesando sobre el consumidor y los negocios estadounidenses.

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Redacción
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