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Hay preguntas que son recurrentes en estos tiempos: ¿por qué los pobres, la clase trabajadora, la gente que peor la pasa vota por la derecha? ¿Por qué las teologías liberadoras hacen su opción preferencial por los pobres, y estos optan por las teologías de la prosperidad? ¿Por qué la solidaridad, la justicia, la cooperación, la comunidad son términos con poco asidero? ¿Cómo es posible que, a pesar de las catástrofes generadas, el discurso neoliberal seaatractivo?
La búsqueda de respuestas, lo cual nunca es simple, puede partir por afirmar que el sistema capitalista, en su molde neoliberal hace varias décadas, ha hecho bien su labor para llegar al interior de los seres humanos, ha instaurado una forma de ser y de pensar basada en los intereses de la acumulación ilimitada. Afirmemos que el neoliberalismo se hizo cultura, lo que significa que impregnó la subjetividad.
El neoliberalismo, más que una teoría económica, es toda una concepción de la sociedad, del ser humano, de la libertad, de los derechos. Pretende ser una cosmovisión que responda a las preguntas fundamentales sobre el sentido de la vida humana, la sociedad y sus principales subsistemas. Se ha convertido en la «razón instrumental» del capitalismo contemporáneo. Estructura, norma y organiza la acción de los gobernantes, así como la conducta cotidiana de los gobernados.
El carácter hegemónico del neoliberalismo implica que la racionalidad económica coloniza todas las prácticas sociales. Allí donde antes había valores relativos a la educación, el bien común, la seguridad o la belleza, ahora hay oferta, demanda y criterios de costo/beneficio hacia la mayor acumulación posible de capital. El neoliberalismo es una suerte de totalitarismo económico que impone un nuevo homo economicus.
En su condición de proyecto político/cultural, cuenta entre sus conceptos de base con cuatro ideas constituyentes: la sociedad no existe, solo los individuos (Margaret Tatcher); el fin de la historia y de las alternativas (Francis Fukuyama); la personalidad humana desarrolla un mercado interior (Milton Friedman); el Estado no es la solución, es el problema (Ronald Reagan).
Visto en su conjunto, resultaría que cada individuo es una empresa que debe competir y realizar su interés propio, guiado por el criterio de maximización, el cual sirve para tomar cualquier decisión en la vida cotidiana; desde el empleo, el tipo de familia, las amistades, la relación de pareja, el tipo de consumo cultural, las opciones políticas, las leyes, la religión, etc.
Se gesta así una suerte de individuos empresarios de sí, quienes compiten en primer lugar consigo mismo para lograr ser un individuo exitoso;sujeto del rendimiento neoliberal que se explota voluntariamente, al tiempo que afirma en esta condición su libertad.
Al comprender que la subjetividad expresa el modo en que los individuos aprenden, incorporan y producen los referentes culturales de su época, dentro de los que prevalecen los de los grupos que detentan el poder, se puede afirmar que la subjetividad neoliberal asume el consumo como política cultural. Asegura un funcionamiento en el que se requiere tanto mercancías disponibles para su consumo como individuos disponibles para consumir. (Ver La subjetividad y su significación para el estudio de los procesos políticos: sujeto, sociedad y política, de Fernando González Rey)
Esta subjetividad potencia el egoísmo individual frente a la solidaridad colectiva. Transforma la responsabilidad social en responsabilidad individual. Considera la competencia como conducta universal (natural) de toda persona que busque prevalecer ante nuevas oportunidades de ganancia y acumulación.
El primer mandamiento de la ética de este individuo-emprendedor es «ayúdate a ti mismo». La gran innovación neoliberal consiste en vincular directamente la manera en que una persona «es gobernada» con la manera en que «se gobierna» a sí misma.
Para Frank Hinkelammert, el proyecto neoliberal contó con una operación teórica de deshumanización y conversión de los seres humanos en meros factores del mercado. En este proceso se ha llevado al paroxismo una religión que ha creado una teología secular y hasta profana; religión de la cotidianidad con dioses falsos: la propiedad, el dinero y el Mercado; su culto de adoración es el consumo y sus templos de alabanzas los centros comerciales.
Esta operación teórica de deshumanización interioriza la culpa: «si no tengo trabajo es porque no soy suficientemente emprendedor» o «hay mucho desempleo porque faltan emprendedores». En esta nueva «tecnología del yo», el problema social de la falta de empleo se interioriza y se asume como un problema personal de incapacidad.
El sujeto se someta interiormente, velade manera constante sobre sí mismo.Mediante el aprendizaje continuo acepta la mayor flexibilidad requerida por los cambios incesantes que imponen los mercados. La economía se convierte en una disciplina personal.
La oferta de sentido neoliberal niega que las personas resultan de su entorno socioeconómico. Por el contrario, se les considera plenamente responsables de sus elecciones. Los problemas económicos se reducen a problemas psíquicos: insuficiente dominio de sí mismo y de la relación con los demás. Suerte de «privatización» de la conducta, porque la vida se presenta solo como resultado de elecciones individuales.
La enfermedad, el paro, la pobreza, el fracaso escolar, la exclusión, las dificultades de la existencia, la desgracia, etc., son considerados consecuencias de malos cálculos individuales, son fracaso de esa gestión, por falta de previsión, de prudencia, de no haberse asegurado frente a los riesgos.
En la sociedad del cansancio, como la define Byung-Chul Han, en lugar de la alienación y explotación ajena, se sucede la autoexplotación voluntaria. Paradójicamente, el explotado se convierte en explotador de sí mismo. La explotación de sí mismo es más eficiente que la ajena porque va unida a la idea de libertad.
Los subsistemas en los cuales se expande la oferta cultural del neoliberalismo describen la amplitud e integralidad de su alcance. En este esquema ha sido preciso pensar e instalar los tipos de educación del espíritu, de control del cuerpo, de organización del trabajo, de reposo y de ocio, basados en un nuevo ideal del ser humano, al mismo tiempo individuo calculador y trabajador productivo.
Por ejemplo, en el ámbito de la ley, se consagra por encima de cualquier otro referente la vigencia de la propiedad privada, el contrato para concurrir en «igualdad» al mundo de la oferta y la demanda, y, por consiguiente, al mercado. Todas las leyes están a su disposición.
La pedagogía, los modelos educativos, añaden otro ámbito al conjunto. La idea es educar individuos competitivos, habilitados para concurrir al mercado, con una visión técnica de la realidad y desprovistos de pensamiento social crítico. La escuela neoliberal alimenta, entrena y potencia el individuo empresa de sí mismo. El objetivo está claro: no se trata solo de la conversión de los espíritus, se necesita la transformación de las conductas. (Ver más en La educación de la nueva subjetividad neoliberal, de Enrique Javier Díez-Gutiérrez.)
La hegemonía neoliberal lleva consigo el ocaso de la política que entraña, organiza y potencia al conjunto de los actores sociales. La ciudadanía/consumidora no juzga a las instituciones y las políticas desde el interés de la comunidad política, sino en función de su interés personal. Resulta radicalmente transformada la definición misma del sujeto político, lo cual se verifica en el bloqueo del conflicto social.
Este ocaso resulta, en lo esencial, del cuestionamiento de lo público como freno a la prosperidad, obstructor de las virtudes de la sociedad civil y de los valores morales tradicionales.
Acontece una completa inversión de la crítica social que veía el paro, las desigualdades sociales, la inflación, la alienación en relación directa con el capitalismo. La narrativa neoliberallos atribuye al Estado. La victoria ideológica del neoliberalismo consiste en «desideologizar» las políticas que lleva a cabo, hasta tal punto que ya no deben ser ni siquiera objeto de debate.
Este andamiaje cuenta con una moderna industria del ocio y el entretenimiento que actualiza aquella idea romana de pan y circo. Espectáculos alucinantes, artistas y deportistas como ídolos del éxito (acumulación y consumo). Narrativas sobre el esfuerzo personal por encima de la producción social permean el imaginario del individuo sin sociedad. Materiales audiovisuales, series y películas que narran vidas, relaciones e historias cada vez más desconectadas de la realidad, hacen parte de la oferta.
Los medios de comunicación son un instrumento imprescindible en la operación de conversión de los seres humanos en meros factores del mercado. Condicionan la asimilación de un modelo de consumo, de expectativas, deseos y esperanzas. En todo el entorno social se contribuye a crear, mantener, justificar y sostener el pensamiento único que alimenta el mercado total.
Las redes sociales virtuales son quizás el espacio donde más se evidencia el culto al consumo y el desdén por lo social. En ellas se muestran simulacros de éxito como consumidor, pero muy poco de su condición laboral, social, comunitaria, colectiva. Al parecer, los logros consumistas compensarían la pérdida de los derechos laborales o cívicos, la precariedad de la vida, el disminuido apetito por la democracia, la libertad o la justicia.
Individuo sin sociedad
El análisis de la subjetivación neoliberal no puede hacerse fuera del marco de la revolución tecnológica de los medios digitales. El poder fáctico se sirve de las nuevas tecnologías de control con la finalidad de que la creciente precariedad no se canalice en protesta y desobediencia.
Al mismo tiempo, la comunidad virtual y digital que ha generado la revolución tecnológica proporciona la ilusión de vivir fuera del espacio, cuando en realidad es el resultado de la escisión entre la situación local del usuario de la realidad virtual y su localización técnica.
Este diseño de orden social genera malestar, ha implicado un sujeto cansado por el esfuerzo de integración, reconocimiento y gestión de la vida como camino al éxito, ha implicado sufrimiento psíquico, el otro lado del sujeto del rendimiento (Ibarra). Esto revela por qué en épocas de crisis, en vez de llenarse los sindicatos con trabajadores y trabajadoras para luchar por sus derechos, son las consultas de psiquiatrías (para quienes las pueden costear),las que se llenande individuos con sentimientos de fracaso y desvalorización personal.
La presión social y cultural para este sujeto ha generado individuos depresivos, agotados, ansiosos, que a su vez cuenta con una industria farmacéutica compensatoria, incluso con las drogas, con las que se pretende una vida más soportable.
El individuo empresa agotado cuenta, además, con una importante industria de autoayuda, gurús del alma, guías para la felicidad, que una vez más pone la solución en sí mismo, al ofertar felicidad sin sociedad. Se reproduce así el espejismo de celebrar la felicidad desatendiendo problemas estructurales como la violencia, la precariedad laboral, el desempleo, la desigualdad social y la marginación.
La oferta de individuo empresa sin sociedad y sin alternativa, acosado por el espacio público, ha traído como resultado un panorama desolador: destrucción de buena parte de los bienes naturales, la inestabilidad económica, desempleo y pauperización, creciente precariedad social e inseguridad laboral, dislocación de las comunidades, corrupción en los gobiernos, mayor concentración de la riqueza e incremento de las desigualdades. Modelo del capital que, en esencia, continúa su atentado contra las dos condiciones de vida básicas: la naturaleza y el ser humano. (Ver Neoliberalismo, subjetividad y malestar, de Luis Henríquez Ruitor)
Esta lógica describe, al decir de Hinkelammert, una profunda crisis antropológica: la negación de la primacía del ser humano. La religión del mercado se impone a la humanización de la praxis.
En su fase actual, y dado lo insostenible se sus postulados y lo grosero de sus resultados, emergen conductas fundamentalistas, lo que implica, esencialmente, la aniquilación de sus opuestos. Más en concreto, el fundamentalismo ataca los contenidos de la emancipación humana: la cuestión femenina, la clase trabajadora, los grupos raciales, la diversidad sexual, la naturaleza. Arremete, de igual manera, desde todos los subsistemas desde los que se reproduce y en los que se enfrenta a la indignación, la rebeldía, las luchas y las alternativas.
En este cometido, se tergiversan los significados tradicionales de las palabras: las guerras son defensas, los odios son amor, la ciencia es negocio, el genocidio es la victoria de los derechos humanos, la pobreza es ineficiencia económica, las subjetividades son objetividades, etc.
La buena noticia es que, a lo largo de la historia, todo orden de opresión social ha nacido impugnado, cuestionado, y en batalla permanente contra sus alternativas. El neoliberalismo no escapa a este hecho.
La actitud como alternativa
La superación de estas condiciones parte, de un lado, del pensamiento crítico que acompaña los procesos de concientización, organización y producción de otras ofertas culturales (políticas, económicas, éticas). Tal pensamiento se constituye desde la emancipación humana: las relaciones humanas mismas y con la naturaleza. De otro lado, parte de comprender que la esencia humana no es inherente a cada individuo, sino el conjunto de las relaciones sociales.
La alternativa al orden neoliberal en particular, y a los órdenes opresivos en general, se manifiesta en permanente disputa dentro de los subsistemas que sustentan un orden social u otro.
A un diseño económico que lleva al límite la existencia se le opone una producción social responsable con la vida. A la Ley del mercado se le opone una ley donde la centralidad es el ser humano. A la pedagogía de la obediencia y la eficiencia se le opone la pedagogía liberadora y cooperativa. A la felicidad hedonista se le opone un sentido de libertad que contiene la libertad del otro y la otra. Al fundamentalismo se le opone la radicalidad. Al ecocidio se le opone el sentido de la naturaleza como sujeto de derecho. Al entretenimiento enajenado se le opone el arte como creación de belleza colectiva. Al culto al mercado se le opone amar al prójimo como a ti mismo. A la idolatría del consumo se le opone la celebración de la vida. A la atomización del individuo se le opone la socialización de sus condiciones de existencia.
La creación y expansión de alternativas no se agota en declaraciones generales. Exige de métodos y principios para la acción. Anótese, como cuestión básica, que la emancipación político-económica de las clases subalternas es imposible sin su emancipación cultural, sin la conquista de la subjetividad.
Anótese, también, que una parte importante de nuestro futuro es ancestral. La historia social humana cuenta con muchísimos ejemplos de resistencia y producción de alternativas. Los movimientos cristianos de base dan cuenta de ello. También la tradición comunitaria de los pueblos originarios americanos y su vínculo con la naturaleza; las expresiones de colectividad de los pueblos africanos, puestas a prueba en quilombos y palenques; el acumulado de comunas y consejos venidos de Europa y Asia; la conjunción en modelos diferentes del autogobierno, la autogestión y la autoestima.
Desde el proyecto ético de Jesús de Nazaret, la comprensión del Ubuntu surafricano, la visión de minga, el sentido ecuménico, el comunismo de Marx, la idea de igualdad, libertad y fraternidad, etc., abundan referentes para la humanización, los que deben ser abrazados una y otra vez en su complementación. No olvidemos que el materialismo histórico y la teología contextual se necesitan para vencer a sus oponentes.
En el aquí y ahora de la opresión del capital, es importante negarse a ser empresa de sí, de acuerdo con la norma de la competencia, contraponiendo relaciones de cooperación, de puesta en común y de compartir el saber y cuestionar la «propiedad intelectual». La economía social y solidaria puede esbozar otra razón del mundo.
La superación de la nueva precariedad exige una crítica radical del tiempo productivo cuantificable, medible en dinero. La búsqueda de alternativas debería estar unida a una nueva concepción del tiempo que humanice el sentido de nuestra existencia.
Dentro de este desafío, la redefinición de la política implica sentir y pensar lo político como una práctica educativa, un aprendizaje de la realidad, en sentido socializador.
Ahora bien, la producción de alternativas es una idea trunca sin la conducta ética, estética y de fe que la encamine. La conducta es aquí y ahora, como alternativa a cualquier orden social de opresión. Si comprendemos que la cultura fragua en la subjetividad, al tiempo que esta se realiza en la conducta cotidiana, anotemos algunas ideas que, en su conjunto, marcarían ciertos contenidos para la alternativa.
Es un imperativo, como afirmara el sociólogo Darcy Ribeiro, no ponernos al lado de los que nos derrotaron. Esto significa no reiterar sus métodos, no naturalizar sus categorías, negar de manera permanente que el fin justifica los medios. Implica renunciar al «pragmatismo», eufemismo de quienes se disponen a hacer concesiones de principio.
Afirmemos, con José Martí, que no son inútiles la verdad y ternura. La verdad como semilla de mostaza que expande la libertad. La verdad que reconoce que «el rey está desnudo». Crecer es directamente proporcional a la cantidad de verdad que podamos soportar, tanto individual como colectivamente. Junto a ella, la ternura como un tipo de relación con el mundo que implica desistir de agarrar, poseer, conquistar, someter.
No separemos la política de la mística. La política como vocación de servicio que desmonte su sentido de profesión o como el «arte» de aniquilar. Una política que nos integre en el bien común, modo de manifestar la mística, el misterio que conecta la sociabilidad del espíritu humano y su vínculo con la existencia toda.
Nuestra actitud alternativa pasa por hermanar ciencia y amor. La sed de saber, los modos diversos de llegar al conocimiento se estrechan con el amor como verbo, el que implica conocer, respetar lo conocido, cuidar lo conocido y asumir la responsabilidad que implica conocer.
El poder y la compasión no pueden ser extraños entre sí. La capacidad de hacer valer los intereses que sustentan un orden social humanizado, la correlación de fuerzas favorables para encaminar proyectos de justicia y dignidad, se condicionan en la compasión con el que sufre, el que no comprende, con el que se rinde, incluso con quienes resulten en la derrota.
La economía y la sensibilidad han de ser inseparables. La ciencia de administrar la casa, lo común, lo de todas y todos, es «la más moral de todas las ciencias», ahí donde es sensible al dolor, a la exclusión, a la muerte.
Afirmemos en actitud el vínculo entre democracia y poesía. Esa relación que naturaliza la humildad de reconocer al otro y la otra para hacer obra común desde los derechos consustanciales a la vida en comunidad. La poesía como el modo en que se narra la espiritualidad, en esa capacidad infinita de hallar la belleza, aún en el horror.
La revolución y la pasión se condicionan. Revolución en sentido de permanente ensanchamiento de las libertades conquistadas, lo cual valdría poco sin la pasión que mueve a la emancipación.
Todo esto tendría poco camino sin una dimensión elemental: creer; sobre todo creer, parafraseando al poeta, en la razón del equilibro, en el delirio, en la esperanza, creer en lo más puro, en lo más duro, en cada herida, en quien me escucha, creer en lo que lucha. ¿Qué cosa fuera si no creyera?


umm…, he ahí la razón de la sinrazón… si hubiera un mejor, crítico y detallado análisis sobre porque no funciona quizás se podrían sentar las bases de un modelo de desarrollo social superior al neoliberalismo.., pero colocando la crítica fuerte en el modelo AL que todos huyen y la poesía en el modelo del que SE escapan, evidentemente no se logrará dar el más mínimo paso.
El arte es inherente al ser humano, hay arte en cualquier modelo de desarrollo social, así como colaboración, solidaridad, el egoísmo, la recompensa, el individualismo, etc. Colocar esos principios solo en un modelo «colectivista» no solo es un error, es el gran error, porque no permite comprender donde se esta parado en este preciso momento.
…
Es decir, querido autor, relatos como este que publica hemos leído desde tiempos ancestrales (Platón por ejemplo), cuentos maravillosos que llenan el corazón de ternura en su lectura.., pero.., tal y como escribiese el apóstol:
«Ganado tengo el pan: hágase el verso»
pd: Le regalo este otro (http://www.cubadebate.cu/especiales/2024/06/19/ganar-el-pan-y-hacer-el-verso/) y sus comentarios.
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Y este otro
https://segundacita.blogspot.com/2025/07/el-autoengano-la-traicion-mas-intima.html
Especificamente:
…
«En creencias religiosas o ideológicas
Ejemplo: Aferrarse a creencias pese a evidencia en contra diciendo “es una prueba de fe”, aunque internamente surjan dudas importantes.
Consecuencia: Conflictos cognitivos no resueltos, aislamiento. Aplicación: Explorar modelos como el de diálogo ciencia-fe, que permiten integrar conocimiento sin negar lo espiritual.
Ejemplo: Creer que “el otro lado” político es completamente corrupto y el propio siempre actúa con moralidad.
Consecuencia: Polarización, intolerancia. Aplicación: Reconocer falacias de pensamiento como la del sesgo de confirmación, y fomentar el pensamiento crítico.»
…..
Insisto.., se requiere una crítica DESTRUCTIVA al modelo que permita concebir otro modelo superior.
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El Socialismo pierde contra todos los demás ismos porque no da paso a otro ismo superior, lleva directamente a la Comunidad Primitiva.
Ojalá todos practicasen la idea de q le poder y la compasión deben ir de la mano, así como q la economía y las sensibilidad deben estar unidas. Ese sería un estado digno de alabar y respetar… Pero lamentablemente solo existe en nuestros sueños de justicia y dignidad Gracias por sus reflexiones.