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Este monólogo lo acabo de escribir hace una semana y lo acaba de estrenar Franklin López en el espacio La Risa por Delante. Se los dejo en un formato reducido y más literario. Que lo disfruten.
¿Alguno de ustedes ha estado alguna vez en una terapia de grupo? Son esos lugares en donde uno va a hablar de sus problemas, con gente que tiene problemas parecidos. Las hay de alcohólicos, de personas que han perdido un familiar, de enfermedades mentales, etc. Lo primero es presentarse, y reconocer ante el mundo los problemas que le están amargando la vida a uno. Bueno, ya que dejé claro esto, ahora sí vamos a empezar:
Hola, soy Franklin, vivo en un pasillo, y en El Cerro. Ante todo, quiero dejar claro que yo soy una persona honesta, me considero buena persona, y muy humilde. Como se suele decir: cubano de a pie. De a pie de verdad, no como esa gente que te dice que es cubano de a pie, y no solo que nunca lo ves a pie, sino que cuando lo ves en carro, no va manejando él, porque tiene chofer. Eso es cuando lo ves, porque la mayor parte de las veces el cristal oscuro esta subido. Al contrario, yo sí soy humilde. El más humilde de mis vecinos, y la vida me lo ha demostrado.
Hace como una semana se me perdieron 500 pesos en el pasillo. El viento se los llevó, los perdí de vista un momentico y ya no aparecieron más. Una hora entera los busqué y nada. Así que dije: bueno, que sea lo que la vida quiera, solo espero que se los encuentre el vecino más necesitado. A las dos horas pasé por allí y me los encontré yo mismo.
La situación de mi barrio esta difícil. Bueno, ¿Qué les voy a contar yo a ustedes? No los quiero torturar con mis desgracias porque dondequiera que hay varios cubanos y uno empieza a hablar de problemas, otro coge carga y suelta uno de él, y empieza una competencia de penurias que hace quedar corta a la Olimpiada de Paris. Solo tengo que recordarles que vivo en el municipio El Cerro y decirles que a mi pasillo no llega el agua. Y el día que llega, que es una vez cada dos o tres semanas, llega haciendo un esfuerzo tan grande…que llega muerta de cansancio, y hay veces que ha llegado con sed.
A la entrada de mi pasillo, como seguro hay en todos los de ustedes, hay una pilita de agua, que no es de nadie, pero es de todo el mundo. Hasta de gente de otros municipios que pasen por allí de casualidad. Esa pilita no es burda plomería. No. Esa pilita es un monumento, es un símbolo. Desde que se agravó la situación del agua, la gente pasa y le deja flores, velas encendidas y poemas: te queremos, vuelve por favor, nada es igual sin ti. La gente se sienta delante de la pilita a recordar buenos momentos del pasado. ¿Te acuerdas cuando uno llegaba sudado de la calle y se daba una ducha? ¿Te acuerdas cuando el baño descargaba halando una palanca y no con cubo? ¡Qué felices éramos y no lo sabíamos!
El otro día mi vecina Fefa estaba sentada en la punta del pasillo con su radiecito y empezó a sonar Maná con aquello de: «Como quisiera, poder vivir sin agua…» A Fefa le corrieron dos lagrimones y mirando al radio le dijo bajito: Y yo, Maná, y yo. Lo cierto es que si es verdad que en Marte se han descubierto indicios de que podría existir agua, ya Marte viene estando más adelantado que mi pasillo en El Cerro. Se nos ha hecho difícil mantener las tradiciones. Hasta aquel cubo de agua que se tiraba a la calle los 31 de diciembre, el año pasado tuvimos que poner un buchito cada casa y el presidente del comité, solemnemente, tiró el vaso de agua perteneciente al CDR 25, y se grabó con los celulares, para dejar constancia.
Hay niños chiquitos nacidos en El Cerro que han ido de visita a otros municipios, han visto la ducha funcionando y han salido corriendo emocionados a decirle a la mama: Mami, mami, que lindo, aquí llueve dentro de la casa.
Yo he pasado penas muy grandes, porque he tenido visitas, los he invitado a almorzar y han insistido en fregar. Ese intercambio de amabilidad tan común en Cuba. Y tú que no, y ellos que sí. Y tú que no hace falta y ellos que te dejes de bobería. Hasta que, en el desespero para no sufrir un gasto irreparable, se te va un: es que tú no sabes fregar. Te miran con condescendencia y te dicen: Yo llevo 25 años fregando en mi casa dos veces al día. Y tú le dices: pero eso es el Vedado, tú nunca has fregado en El Cerro. Y ellos: déjame probar, y tú cedes: bueno, dale, pero te vigilo. Y lo primero que hacen es estirar la mano para abrir la pila y se la aguantas, lo miras a los ojos y le dices, condescendiente tú ahora: ¡¿ves que no sabes?! Aquí se friega con palangana.
El agua nunca había faltado así de esta manera. Siempre ha habido problemas, pero así, qué va, así nunca. Yo tengo la teoría de que el agua está faltando así de esta manera, porque ve que la corriente hace lo que le da la gana y nadie le dice nada. Además, el agua también está viendo que el gas y el camión que recoge la basura también faltan y no pasa nada, y esa juntamenta no es buena. Dime con quien andas y te diré quién eres.
Creo que hay que cambiar cosas. Hay cosas que se deberían hacer ya. Cosas que se pueden hacer. Por ejemplo, la situación de El Canal del Cerro. La gente de aquí se siente orgulloso de su origen, y te lo dicen: yo sí soy del Canal. Fíjate que Donad Trump en su avaricia y prepotencia, ha dicho que tiene intenciones de quedarse con El Canal de Panamá. Pero con El Canal del Cerro, no se atreve, porque él sabe dónde se mete. Ahora, pregunto yo: ¿Qué sentido tiene tener un canal que no tiene agua? Yo propongo que se le done el Canal al Vedado. Lo mismo pasa con los nombres de algunas calles. La calle Agua Dulce, cuando tiene agua, es albañal, no dulce. Hay que respetar los nombres de las cosas. Yo soy incapaz de tirarme un peo en la avenida Buenos Aires.
Lo otro que en El Cerro es tremendo es el problema de los pregones. A mí me da curiosidad porque los pregones yo tengo entendido que son para vender más. Si tú pregonas y no te entienden, ¿cómo vas a vender? Por mi casa pasa todos los días un tipo que grita: el martillo de hielo, el martillo de hielo de laos. Tuve que pedirle que me enseñara el martillo, para que me dijera que era: el barquillo relleno, el barquillo relleno de helado.
También está el mismo pregón en tres maneras distintas: el Bocadito de Helado. Yo no sé en otros municipios, pero en El Cerro pasan tres tipos de vendedores que venden los mismos bocaditos, pero con tres tipos de pregones diferentes: digital (grabado y con bocina), analógico (él mismo lo grita) y con lambada y navidad. Yo ya siento la lambada y en vez de una mulata brasileña bailando, lo que me viene a la mente es un helado derretido, dentro de una panetela enchumbada.
Señores, El Cerro tiene que reencontrarse. El Cerro ya no tiene la llave. Bueno, la tiene, pero la llave que tiene es el café La Llave, y lo tiene bien caro en todas partes. La llave de abrir las puertas, esa no la tiene. El agua, la luz y el gas, tal vez, en su cansancio, están tratando de llegar, y no entran porque se encuentran la puerta cerrada, y sin la llave. Hay que concentrarse en eso, en recuperar la llave, que el que la tiene no la está usando bien.
Muchas gracias por escucharme. Me ha venido bien hablar y desahogarme. Estaba ahogado de problemas porque en mi situación ahogarse con agua es imposible. Ahora ya estoy mejor, así que a todos ustedes les deseo mucha felicidad, menos a los que vivan en un pasillo en El Cerro, a ustedes el pésame, que ya están embarcados.


La llave del Cerro NUNCA FUE la de abrir puertas. Es un error largamente arrastrado y todavía persiste en vallas y rótulos de entidades en esa zona.