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2025 no fue un año mejor. Cuba cierra estos 12 meses, una vez más, con indicadores nada alentadores. Los precios siguieron subiendo, el producto interno bruto volvió a decrecer, las horas de apagón no se redujeron y los jóvenes siguieron emigrando en busca de una vida mejor. Con el país a este ritmo de deterioro, se hace muy difícil fabricar esperanzas.
Quizá algo de la escasez se hubiera compensado si la política hubiera podido sostenernos, pero tampoco. Más allá de las frecuentes ineficiencias y esas decisiones que no pocos juzgamos mal tomadas, el caso del exministro de economía Alejandro Gil, una figura sumamente cercana al presidente, condenado por corrupción y espionaje sin mayores explicaciones, puso sobre la mesa la falta de transparencia que opera tanto en la política cubana —como en las recientes renuncias—. Al menos que sepamos, este episodio no ha servido para corregir, ni siquiera, la política de cuadros del Partido Comunista de Cuba, que, por cierto, ha ganado tiempo antes de la rendición de cuentas quinquenal, con la posposición del próximo Congreso. Y considerando cómo se está viviendo, era lo más decente, a no ser que asumiera un papel realmente transformador de la política.
Si fueran a marcarse los hitos de este año, o la lista negativa de políticos protagonizando escándalos, imposible eludir a la exministra de Trabajo y Seguridad Social que desató una polémica sobre pobreza y desamparo en el país, fenómenos en sostenido crecimiento y reproducción sin que sean visibles medidas mitigantes de dichas situaciones.
Tampoco parece que vaya a resolverse con el Programa de gobierno, aplicado durante un año sin que fuera público, y presentado tardíamente como objeto de debate.
Cuando más hace falta que la política cubana sostenga y acompañe, es cuando menos lo está haciendo. Sobre todo porque la distancia entre discurso y acción es cada vez más amplia. Ante cifras de mortalidad infantil más altas, un sistema de salud colapsado y una epidemia mal manejada, en lugar de generar una estrategia o algún plan para rescatar el sector, lo que se transmite en horario estelar son reportes de lo bien que marcha la informatización en hospitales cubanos. Con tantos hogares sin medicamentos donde se ha instalado el chikungunya, es difícil seguirle el paso a ese optimismo.
Pero algo político sí nos ha sostenido en gran medida: qué más político que las personas autoorganizadas para distribuir ayuda tras el paso de Melissa. Cuba entera movilizada es la evidencia de que todavía hay una capacidad de articulación para cooperar(nos), lo cual entraña una belleza particular porque significa que a pesar de todo, hay un sentimiento de colaboración susceptible de ser gestionado y convertido en accionar.
Ya dijimos antes que no se podía esperar más para hacer una reforma integral de la economía y para que emerja la voluntad política real de hacer cambios profundos. Volvemos a decirlo porque la vida no es, ni puede ser, resistencia constante. Llamar a la lucha perenne es muy falto de empatía. Si quienes hoy están frenando los cambios necesarios lo hacen en nombre de «salvar el socialismo», sepan que si las cosas continúan como van, habrá muy poco que salvar. Los que aún disfrutan del tiempo para darse el lujo de esperar, gozan de un privilegio que la mayoría no tiene. Pero es el estado de la mayoría el que debería estar dictando el sentido de la urgencia. La espera no puede seguir siendo una opción. El país merece más.


Ciertamente merece mucho más q la arenga política.