La moda

Getting your Trinity Audio player ready...

Está de moda hacer un podcast. Dice Wikipedia que la moda es un conjunto de prendas de vestir, adornos y complementos basados en gustos, usos y costumbres que se utilizan por una mayoría durante un periodo de tiempo determinado y que marcarán tendencia según la duración del mismo. Y como decía, los podcasts están de moda, junto a las ventas de garage, las lycras que se sumergen en la profundidad, las aplicaciones de Facebook que ponen lindas hasta a las personas más feas, colgar un mono de peluche en las motos eléctricas y andar con una bocina grande que reproduce reparto a alto decibeles. Por cierto, teóricamente podrían reproducir música clásica, pero en la práctica nadie lo ha intentado nunca.

Tuvieron sus meses de gloria los spinners, las bolas de pelo aquellas que no recuerdo cómo se llamaban o si tenían nombre, que se colgaban en las carteras y que parecían un testículo amputado al abominable hombre de las nieves. Alcanzaron la fama los pullovers Supreme, pero desaparecieron más rápido que aquellos con la imagen de Elián a los que se les desbembaba el cuello a la primera marcha.

En algún lejano momento prosperó el uso del sustantivo «pepillo», del adjetivo «mortal» para garantizar la calidad de algo, y del término «elmío» (puede que se escriba separado, confieso mi ignorancia) para referirse a un ser allegado. Proliferaron los pulsos de cobre, las botas de agua, los cordones fosforescentes, pernoctar en G, una bebida que producía un hongo que se alimentaba con azúcar prieta, y los collares de semillas. Y ahora los podcasts

Internet precipitó todo. Se ha puesto de moda la necesidad de opinar sobre el asunto de turno, con una compulsión tal, como si le fuera a aparecer una culebrilla al que no opine. Pululan los dadivosos benefactores que se graban ayudando a los necesitados, para que la gente sepa lo buenos que son. Nos ahogamos en océanos de fotos de gimnasio constatando un progreso que llevaría tres años, alcanzado por el autor en 3 semanas, y en las fotoculos que aseguran que los abuelos deberían ser eternos.

Vuelve a cada rato con ciclo corto aquel post que asegura que la verdadera inclusión es un restaurante con carta en braille, o aquella exaltación a Judith Polgar (ni que le hiciera falta) que cuenta que le ganó a Kasparov, sin decir que el score total de victorias y derrotas fue algo así como 14 a 1 a favor del Ogro de Bakú. Nos empapamos en aguaceros de frases cheas atribuidas a Albert Einstein, Morgan Freeman y El Principito. Nos enfanga el pantano de los sistemas de ecuaciones de tres con tres, en donde aparecen frutas, delfines y un amplísimo loquesea. Ya cansan los tailandeses que hacen mansiones en la selva con un palo en la mano cada uno y las informaciones (porque noticias no son) de cómo se echó a reír la esposa de un reguetonero en una fiesta. Y además, los podcasts.

Aburren los clickbaits, las noticias trampa, las promesas del Iphone que te tocó, los niños de África que hacen un auto de tamaño real con pepinos de refresco vacíos, las señoras maduras calientes cerca de tu zona deseando conocerte, el señor que te quiere regalar dos millones porque tiene cáncer y las promesas de 5 000 pesos al día sin moverte de tu casa. Y los podcasts, sobre todo los podcasts.

Si usted le pasa igual que a mí y ya está hasta la saciedad de todo eso, solo me queda pedirle que se arme de paciencia, que aguante un poquito más y le dedique unos minutos a una propuesta que le tengo. A partir de mañana, junto a la editora de mis textos, Mariana Camejo, y bajo el auspicio de La Joven Cuba, empezamos un podcast.  

1 COMENTARIO

Deja una respuesta

Jorge Bacallao Guerra
Jorge Bacallao Guerra
Comediante, escritor y guionista

Más de este autor

Descubre más desde La Joven Cuba

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo