Mayra Espina: Pobreza en Cuba

Transcripción del tercer episodio de La Sobremesa 2.

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Mariana Camejo (MC): Hola a todos los que nos están viendo o nos están escuchando a través de las plataformas de audio. Esto es La Sobremesa, un pódcast de La Joven Cuba donde hablamos con la ligereza y el desparpajo de quien está en la sala de su casa.

Jorge Bacallao (JB): Como siempre, sus anfitriones habituales: la periodista y directora de La Joven Cuba, Mariana Camejo, y un servidor, que no pertenece a La Joven Cuba, pero colabora a ratos, Jorge Bacallao.

MC: A pesar del estilo distendido de conversación que solemos usar aquí, se puede decir que los temas a tocar en esta temporada mantienen un nivel de importancia social que no baja en toda la temporada.

JB: Exactamente. Tenemos economía, política, enfoque histórico… y hoy no es una excepción. Hoy en La Sobremesa vamos a hablar de pobreza en Cuba, así que no se mueva de ahí, que se pierde el principio.

MC: Hoy tenemos con nosotros a una doctora en Ciencias Sociológicas, profesora, investigadora asociada al Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo, y con varias investigaciones en un tema muy polémico en los últimos tiempos: pobreza y desigualdad. Bienvenida, Mayra Espina.

Mayra Espina (ME): Muchas gracias.

MC: En Cuba siempre hubo diferencias sociales, siempre hubo gente que pudo darle regalos a un médico, siempre hubo barrios mejores que otros, pero también todo el mundo iba a las mismas escuelas. Yo creo que hemos llegado a un punto donde las clases sociales se sienten mucho más y son mucho más diferenciadas. ¿Cuáles son esas clases sociales hoy?  

ME: Sí, obviamente el proceso del proyecto socialista podemos decir que mitigó las diferencias clasistas, atenuó esa estratificación fuerte por muchas vías conocidas: reforma urbana, reforma agraria, nacionalización de grandes propiedades. Y se puede decir, por los que estudian esto con un enfoque histórico, que hasta los años 80 ese proceso que atenuó y modificó la estructura social cubana fue muy fuerte, aunque eso no significa esas declaraciones que a veces uno lee o escucha de que en esa época se terminaron las clases sociales, se terminó la discriminación racial, en fin, eso no era exactamente así. Hay un proceso que en Sociología se llama desestratificación, es decir, la pirámide social empieza a tomar una forma de meseta. La distancia entre la base y la cima disminuye y la movilidad social entre uno y otro es un poco más fluida. Y eso ocurrió, los datos están ahí, a partir del mejoramiento de los sectores populares y de grandes mayorías, pero incluso en los mejores momentos de ese avance de igualdad se conservaban desigualdades importantes, desventajas que en aquel momento parecía más bien una cuestión de tiempo y recursos, pero no era exactamente así. Para superar desigualdades muy profundas se requieren también políticas que modifiquen el punto de partida y las políticas igualitaristas tienen un potencial, pero tienen también puntos ciegos. Digamos que la gente que está en una situación de mayor desventaja, pues no logra…

MC: La trayectoria es más larga.

ME: Exactamente. Es más larga y menos fluida. Y bueno, luego en los 90 con un debilitamiento de las políticas públicas que de alguna manera alimentaban esos procesos de movilidad social ascendente, esos procesos se interrumpen. También el paquete de medidas para manejar la crisis de esos años empieza también a crear espacios más ventajosos a los que todo el mundo no puede llegar. Un poco en miniatura es lo que pasa ahora, pero ya empezaba a verse y se le ha llamado a ese proceso también de reestratificación social, digamos, se interrumpe el proceso de desestratificación y reestratifica, con el agravante de quienes avanzan hacia las nuevas posiciones que representan oportunidades mejores casi siempre son grupos que históricamente estaban mejor.

Se ha escrito que la crisis de los 90 tiene ganadores y perdedores. Es una lógica que también sirve ahora. Gente que pudo enfrentar mejor esos momentos y que aprovechó las oportunidades que aparecieron. Entonces, sí, claro que hubo clases sociales, las sigue habiendo y hay un momento en que esa división clasista se fortalece. Es lo que estamos viviendo. A mí me gusta usar una visión de clase más bien a lo Bourdieu, no tan de esa estructura rígida de posición ante la propiedad de los medios de producción, lugar en la organización de la producción. Eso está ahí y es parte de la teoría de Bourdieu. Pero este autor trabaja más también con una visión de capitales de diferente naturaleza, así que puede ser también económico, pero puede ser político, puede ser social. Y yo creo que ahora mismo es un autor muy útil porque realmente vemos eso, ¿no? Como clases que se configuran y reproducen sobre la base de diferentes tipos de capitales, las más de las veces articulados, pero uno sirve para potenciar al otro.

MC: ¿Cuáles son esas clases?

ME: No me gusta ni siquiera nombrarlas porque yo creo que el esquema tradicional es decir clase baja, clase media, clase alta, y esa es una denominación que tiene que ver con el nivel de ingreso, es decir, es una definición de clase un poco más suave y se refiere solo a ingreso. Si usáramos esa, pues claro que está totalmente reconstituida esa idea. A mí me gusta más decir grupos por niveles de ingreso, está claramente configurada en nuestra sociedad.

JB: Cuba, además, tiene unas complejidades tremendas. Yo solía decir en uno de mis monólogos que yo era clase media alta porque tenía moto eléctrica. Y la verdad es que eso separa a muchísimas personas y suele suceder también que hay personas que han tenido un capital tremendo de toda la vida y que tienen un basurero en la esquina que no se lo pueden quitar de ninguna manera. También sucede otro fenómeno interesantísimo que no tiene que ver con el ingreso. Hay personas que, si se le hiciese un análisis de ingreso por el salario que tienen o, incluso, si se le revisase la billetera no tendrían mucho. Pero a nivel de influencia…

MC: Claro, tiene que ver con capital político también.

ME: Capital político, capital social, las relaciones que tú tienes, a dónde te llevan. Esta es una circunstancia donde esos capitales están muy relacionados, pero obviamente no necesitas un solo tipo de capital para clasificarte. Ahí hay una maraña. Claro, ahora tú con la moto eléctrica sigues teniendo un buen estatus, pero te hace falta la planta eléctrica. Ya ese es el objeto icónico, ¿no? Eso es muy interesante porque en la Sociología de la desigualdad y la pobreza muchas veces se hace set de objetos. ¿Qué tú necesitas tener para una vida mínima adecuada.

MC: Para la canasta básica.

ME: Exacto. Y luego por ahí para arriba. Es una mirada muy materialista del asunto, pero bueno, funciona, ¿verdad? Y tiene que ver, porque ahora mismo una planta eléctrica que solo lo puede tener un grupo reducido de personas, pero está muy ligada a necesidades básicas de la vida cotidiana, algo que parece un lujo, pero en realidad es para satisfacer cosas a veces muy básicas. Exactamente.

JB: Bueno, siempre hubo gente buscando en la basura, siempre hubo personas en situación de calle. Pero ahora a nivel popular yo creo que es más que evidente que ha aumentado ese número drásticamente. Lo estamos viendo todos los días, y ese es el punto de partida de la pregunta que quiero hacerte. ¿Cómo podemos estimar y cuál sería ese estimado de las cifras de pobreza en Cuba ahora?

ME: Sí, efectivamente, es cierto que no se eliminó totalmente a las personas deambulando, o sin techo, o como queramos llamarle, ni a quienes buscaban en los basureros. Pero eso hubo momentos en que era casi mínimo, en los 80 era una rareza que asombraba. En los 90 eso emergió fuerte, pero yo creo que ahora es la coronación de ese tipo de vida muy en el fondo, ¿verdad? De hecho, esas personas que viven en condición de calle, eso sí es casi una explosión increíble. La importancia de medir la pobreza es que te permite ver la magnitud del problema y a las políticas les permite tener una idea de qué monto de recursos haría falta para ir solucionando en diferentes escalas esa situación. Entonces sí, es un dato imprescindible. Desde hace años no es público. Yo creo que la última, el último dato público se publicó hacia los años 2000.

MC: 2019 son las últimas cifras.  

ME: A ver, vamos a entenderlo. Yo me estoy refiriendo a la medición de pobreza de ingresos. Que es algo diferente.

MC: No es pobreza multidimensional, es diferente.

ME: Exactamente. Y ahí hay algo que es un matiz muy diferente. Digamos que en la confrontación entre Ciencias Sociales críticas y una vertiente neoliberal que creció mucho en los 90 en América Latina y en el mundo, muy interesada en medir pobreza solo o fundamentalmente a partir de los ingresos de los hogares. Pues esta corriente, con toda lógica decía, no es lo mismo una persona de ingresos bajos, pero que tiene acceso por una vía no monetaria a otras prestaciones. Para Cuba hasta los años 80 eso yo creo que tenía una lógica muy fuerte. Es verdad que los ingresos salariales y de otro tipo eran bajos, pero las prestaciones sociales estaban compensadas de una forma. Si sacamos cuenta de cuánto uno gastaría en la educación de los hijos, en un ingreso hospitalario, MC: La libreta de abastecimiento garantizaba una serie de cosas.

ME: ¿Y cuál es la diferencia? Que, en aquellos momentos, obviamente, esas prestaciones cubrían un nivel de vida, de dignidad muy decoroso y por eso en esos momentos tendría sentido medir la pobreza multidimensional. Bueno, de hecho, una prueba es el Índice de Desarrollo Humano, que es una medida que usa Naciones Unidas y donde Cuba, a pesar de que ha bajado mucho —creo que en la última medición estábamos en el lugar 83, que nos hemos despeñado desde un 50 y pico, 70 y pico, ya vamos por 83— pero todavía nos mantenemos en un nivel medio, ya no sé ni cómo, pero bueno, ahí nos mantenemos.

Pero lo que pasa ahí es que ese es un índice que pondera un conjunto de factores como esperanza de vida, mortalidad infantil, escolarización, que nos ponen en una mejor situación.

JB: Al ser la pobreza un fenómeno tan multifactorial, o sea, la mejor manera o las mejores maneras de medirlo son con constructos, no con mediciones directas.

ME: Exactamente. Ahora viene mi punto. Yo considero que ahora mismo es mucho más importante una medición de pobreza por ingresos. ¿Por qué motivo? Porque las prestaciones sociales se han debilitado, están por debajo de la demanda en cantidad y en calidad, y los ingresos de las familias y las personas marcan la diferencia real. Esa afirmación que en los años 80 podía ser muy contundente ha perdido valor. Entonces, en las Ciencias Sociales seguimos reclamando la necesidad. Esa medida a la que yo me refiero de inicios de los 2000 era una medición de pobreza a partir de línea de necesidades básicas insatisfechas, pero a partir de cuánto necesitas tener para satisfacer…

MC: ¿Qué organismo la hacía en Cuba?

ME: Eso lo hacía el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas del Ministerio de Economía y Planificación, y no lo puedo aseverar, pero entiendo que lo siguen haciendo. O lo estuvieron haciendo hasta hace muy poco, aplicando encuestas de hogares, pero ya no es público.

JB: A mí me chocó muchísimo. Hace como 10 años yo estuve trabajando para la OPS en Perú, en la oficina de Lima y allí uno de los trabajos que hice fue recopilar datos para comparar, era sobre todo desigualdades de salud, pero por supuesto que la pobreza tenía que… y Cuba era incomparable en cuanto a que no había datos. Cuando uno revisaba, no encontraba datos y eso podía pasar en algún país de forma aislada. «Oye, a este le falta el dato de acceso al agua potable». Pero a Cuba le faltaban sistemáticamente todos esos datos. Y el otro comentario es que hace también como 15 años en un país como México, que en aquel momento también tenía zonas de mucha pobreza, uno podía ver al salir del metro personas en situación de calle, —un ejemplo que pongo porque lo viví, regalando pomos de una marca nueva de mayonesa—. Ninguna de esas personas se levantaba a recoger mayonesa, ni los que pasaban por ahí rumbo a su trabajo decían: «Espérate, déjame coger un pomo de mayonesa». Yo decía: párese aquí en Miramar, en los barrios de lujo y póngase a repartir mayonesa para que veas que se quedan vacíos los centros de trabajo. Eso es una cosa. Y la persona que hacía malabares en un semáforo tenía celular, cuando aquí todavía no se podía. Entonces, son cosas que marcan diferencias en cuanto a cómo se manifiesta la pobreza en determinados países.

MC: Mayra, pero volviendo al tema, pudiéramos establecer un estimado de cantidad de pobres en Cuba o de personas en situación de vulnerabilidad.

ME: Sí, como la investigación no puede detenerse, pues no me ha quedado más remedio que hacer algunos estimados que aclaro aquí que son riesgosos.

MC: Claro, un margen de error.

ME: Exactamente. Y, además es algo que estoy intentando perfeccionar con ayuda de matemáticos y demógrafos a ver cómo con data proxy podemos llegar un poquito a una idea mejor de cuánto hay. Según mis estimados, que es un estimado de bodega, digamos, ¿no? Que quiere decir que reúno todos los datos que hay sobre pensiones, salarios del sector estatal, ingresos del sector privado y una canasta básica que uso, sobre todo, de los estimados de Omar Everleny sobre qué necesita uno para vivir decorosamente. Pues haciendo eso: quita, pon, lo estoy develando para no dar una falsa idea de que yo tengo el gran dato. Para intentar comprender lo que pasa en la sociedad cubana actual, hago esos estimados y para mí entre un 40 y un 45% de la población cubana está en una situación de pobreza de ingresos. ¿Qué quiere decir esto? Que con los ingresos familiares no logra cubrir siempre las necesidades básicas. Dentro de ese 40-45% hay unos que están muy mal y hay otros que están ahí alrededor de esa línea. Eso en dependencia de qué dato tomamos de cuántos habitantes somos en total, somos ocho (millones) y tanto o nueve y tanto, pero hay alrededor de 3 millones y medio o 4 millones de personas, un poquito más, que están en una situación muy seria, en una por debajo de una vida digna. Y yo creo que no hay que tener un doctorado en Sociología para eso.

MC: Mayra, pero fíjate, me llama mucho la atención que tu estimado lo estás marcando por debajo de la mitad poblacional. Entonces, amplíame un poco cuáles son las condiciones que tendríamos que tener en cuenta para pensar en esa cantidad de personas que están en esa línea de pobreza.

ME: Sí, mira, sigo insistiendo en que es un estimado. ¿Por qué? Porque las mediciones de pobreza técnicamente tienen muchos requisitos, digamos, eso parte, uno, del identificar las llamadas necesidades esenciales. ¿Qué cosa es esencial? Para reproducirte primero casi biológicamente, ¿no? Y, por supuesto, algunos componentes que tienen que ver con el ser humano, su cultura. Podíamos hablar ahí de comida, salud. Siempre se pone comida, salud, vivienda, agua potable… Son sets que se van moviendo y tú puedes construir un set de necesidades básicas muy amplio que luego vas disminuyendo, porque todo puede ser también disminuido. Eso es lo primero. Y segundo, luego ves qué dinero se necesita para cubrir esas necesidades. Y ahí también entra esto: si hay prestaciones sociales que cubren parte de esas necesidades, con lo cual tu dinero propio disminuiría la cantidad que necesitas.

Esa es, digamos, como la técnica para hacerlo y aunque se trata de que sean medidas más bien estandarizadas, pues claro que tienen componentes de la sociedad de que se trate. En un lugar el precio del maíz es importantísimo y en Cuba el arroz es recontra importante, ¿verdad? Porque eso hay que llevarlo a objetos, a productos concretos, su presencia en el mercado. Es decir, que eso tiene… construir esa canasta y cómo se accede a ella tiene muchos ingredientes.

MC: Claro, no es lo mismo, o sea, la familia o el núcleo familiar o incluso un adulto mayor que viva solo, pero que tenga la entrada de una remesa que le mande un hijo que está fuera, a una persona que no tiene nada de eso.

ME: Incluso, fíjate, estas complicaciones llegan a un punto en que de hecho se hacen canastas para diferentes tipos de familia. Familias con niños, familias de ancianos, familias con personas en situación de discapacidad, familias de adultos jóvenes solos. No es lo mismo lo que necesitas. Porque cada situación que complica la vida familiar suele requerir un ingreso mayor.

JB: Lo rural y urbano también.

ME: Exactamente. Entonces, aunque en las medidas se busca un estándar como ese que Everleny nos ha dicho, no es lo mismo si tienes niños pequeños, donde las necesidades esenciales tienen otros componentes o donde tienes ancianos o personas con enfermedades, padecimientos crónicos, todo eso añade complicación y una expresión en términos de ingreso, sobre todo ahora en nuestra sociedad donde es obvio que el ingreso cuenta y hace la diferencia.

MC: Incluso para garantizar salud, más allá de que tenemos derechos garantizados, si no tienes dinero, no puedes ir al mercado informal a buscar los medicamentos que no tienes cubiertos en la farmacia, ese tipo de cosas.

JB: O agarrar el carro para llegarte al hospital.

MC: Entonces, digamos que en esa línea de pobreza está ese grupo de personas que no tienen esas otras cosas, esas posibles otras maneras de recibir ingreso. ME: ¿Cómo hacemos? ¿Qué bases yo uso para ese estimado? Porque por supuesto todo esto que he dicho se soluciona con la llamada encuesta de hogares, una muestra representativa territorial por grupos sociales. Los matemáticos saben hacer eso muy bien. Una herramienta homogénea donde a todo el mundo le preguntas lo mismo. Y luego tienes una base de datos en que sabes qué personas o hogares pueden acceder, a qué cosas y qué no. Y a partir de ahí ya tienes tu medición. En ausencia de eso, que no existe o al menos no es público, pues entonces empezamos a trabajar con este tipo de data proxy.

Hay ya construida una canasta, esta que ha hecho Omar Everleny, que tiene estas varias posibilidades.

MC: Que sitúa unos 24 mil pesos y algo para dos personas para asegurar la canasta de comida.

ME: Entonces a eso después tú le vas poniendo… bueno, si puedes comer ya estás bien adelantado, ¿no? Pero bueno, se sabe que no solo tienes que comer, tienes que vestirte, tienes que tener salud, una manera de moverte. Y entonces en la situación en que vivimos actualmente, a esa imagen le tienes que incorporar los elementos, digamos, informales, toda esta otra vida que transita, lo que tú estabas hablando. Imagínate tú, ahora no me acuerdo del dato exacto, pero yo creo que menos del 70% del cuadro básico de medicamento, eso es un dato oficial, no me acuerdo cuánto es, pero está cubierta menos de la mitad del cuadro básico de medicamentos y simplemente con coger tu teléfono y entrar a Facebook o a Revolico o a lo que se te ocurra, pues ves que hay un mercado muy bien establecido. Los grupos de WhatsApp de medicamentos. Entonces, ¿cómo vas a calcular esa canasta, por el precio oficial? No. Tienes que usar este otro tipo de precio y así pasa con todo, el transporte, los alimentos…

Complica la tarea, el hecho de que tienes que jugar también con este tipo de precio que es el que caracteriza un mercado no oficial, bueno, que se le suele llamar «negro», pero ya no tiene nada de «negro» porque es bien transparente. Entonces, siempre tienes que estar calculando esos precios de los productos que este mercado es el que está abasteciendo, y también el mercado está muy fragmentado, es muy heterogéneo. Tienes que jugar con todos esos factores para llegar a una idea de en qué rango se mueven los precios de los productos que satisfacen las necesidades esenciales y también, por supuesto, este es un tema que no se ha trabajado mucho y que a mí me interesa, pero tengo que construir herramientas para entrarle. ¿Qué es? Hay un mercado de muy bajo perfil: el de la croqueta que no tiene nada, del refresco de paquetico que tiene muy poquito «polvito» y que a veces en barrios periféricos tienen allí su lugar y que es un tipo de producto de muy baja calidad, pero que es con el que se va reproduciendo esa zona de gente.

Por ejemplo, hay una observación: si uno va caminando por Monte, por la calle Monte, ve una cantidad de cosas que se venden allí que parecería que es una feria ficticia, que no es real, pero yo he visto gente comprando zapatos muy viejos, ropa que ya casi no sirve, pero a un precio muy bajo. Y ¿por qué estoy haciendo eso? Porque cuando uno hace todos estos cálculos, a veces te preguntas, bueno, ¿y cómo vive la gente?

MC: Claro, ¿cómo vive la gente?

ME: Y la respuesta no es que todo el mundo se muere, que ya sabemos que no es cierto. Entonces, ¿qué quiere decir eso? Que hay un nivel de sobrevivencia muy bajito, muy peligroso para la salud, muy lejano de una vida digna, pero que es lo que hace que se reproduzca la vida.

MC: Mayra, antes de continuar, yo te invito a tomar un café. ¿Qué crees?

ME: Yo siempre acepto un café.

JB: Nunca se dice que no al café, ¿verdad?

ME: No, no, nunca lo digo.

JB: Bueno, quería decir que a tono con lo que tú estabas diciendo, pasó un señor vendiendo bocadito de helado. Se debe oír el pregón por el audio, porque parece ser que te estaba oyendo el hombre.

ME: A mí me hubiera gustado que saliera porque ese todavía, esos vendedores de calle no son el nivel más bajo, pero obviamente tampoco es el alto y permiten que en los barrios el niño se tome un bocadito de helado, el chivirico…

MC: Bueno, Mayra, vamos al café y usted suscríbase al canal, comente y dé like.

[Música]

JB: Mayra, a nivel de discurso oficial y de prensa, uno encuentra muy poco la palabra pobreza. Es más común encontrar cosas como vulnerabilidad. Yo tengo entendido que una cosa no es equivalente a la otra, así que quisiera que nos explicara cuál usar en su justa medida.

ME: Cierto. Bueno, aquí siempre ha habido un poco de alergia, digamos, a la noción de pobreza, a pesar de que se midió por un mandato gubernamental en los 90 y a inicios de los 2000, porque claro, el término en sí mismo tiene un filo crítico muy grande, es decir, que un proyecto que se basaba en equidad social, inclusión, mejoramiento de condiciones de vida para las grandes mayorías, tenga que reconocer que tiene personas en condición de pobreza es duro, ¿verdad?

Entonces, políticamente siempre se ha tenido, a mi modo de ver, muy erróneamente esa posición de evadirlo o mencionarlo ocasionalmente. Y claro, para muchos que se use el término vulnerabilidad es como una trampita.

MC: Eufemismo.

ME: Sí, exacto. Para usar una palabra que tiene menos peso crítico. No dudo que sea así, pero técnicamente no lo es. CEPAL, que ha impulsado mucho los estudios y mediciones de vulnerabilidad, considera la vulnerabilidad como una tercera generación de medidas de pobreza, es decir, como un mejoramiento de las mediciones de pobreza. No lo sustituye. Se considera que hay que saber cuánta gente es pobre y no tiene dinero para cubrir sus necesidades básicas y cuántas personas sufren pobreza multidimensional. Digamos, que hay muchas cosas que le faltan. Una no sustituye la otra, la vulnerabilidad incluye la pobreza, pero agrega otros matices, agrega, digamos, en qué áreas hay una desventaja mayor, qué tipo de familias tienen situaciones más desventajosas.

Además, es una medida como para ir escalando, porque se puede usar a nivel individual, a nivel de hogar, a nivel comunitario y nacional, entonces permite un diálogo. Esta familia tiene tales áreas de vulnerabilidad mayor y eso está en un contexto comunitario que también tiene tales vulnerabilidades.

JB: Para intervenciones específicas tiene que ser muy útil.

ME: Exactamente. Entonces, y yo creo que es un paso de avance que varias herramientas de las que se usan ahora en Cuba estén partiendo del enfoque de vulnerabilidad social o de situaciones de vulnerabilidad. Pues no es que tú seas vulnerable, es que la reproducción, el contexto estructural te ha colocado en situaciones de vulnerabilidad. Entonces sí, yo creo que podría ser más empático y que daría un realismo político mayor que se hablara de pobreza y que no se invisibilizara. Pero lo que quiero decir es que vulnerabilidad no es menor y si se usa con ese sentido falla, porque vulnerabilidad también es un término bien fuerte sobre desventaja socioeconómica.

MC: Mayra, en mi caso, por ejemplo, yo soy de una generación nacida en pleno Periodo especial, y yo crecí en un contexto de políticas igualitaristas que todavía heredamos hoy, aunque ya diferentes. Tenemos, por ejemplo, el caso que te ponía ahorita de la libreta: un dueño de mipyme, que puede tener muchos ingresos y muchas cosas resueltas, todavía tiene acceso a las pocas cosas que puede dar la libreta. Entonces, eso no es atender personas, eso sigue siendo hija y herencia de una política igualitarista. Yo te pregunto, ¿qué políticas públicas necesita Cuba, necesitaríamos, para realmente atender a aquellas personas que están siendo más impactadas por la crisis que tenemos hoy?

ME: Yo creo que más o menos desde el año 2019 se puede decir que Cuba ha ido transitando hacia lo que se llama políticas de inclusión, que son políticas diferentes al universalismo de igualdad de gratuidades, y que están encaminadas a encontrar desventajas más fuertes, necesidades y grupos que tienen que ser atendidos con prioridad. Y hay todo un set de eso y que tienen una redacción, si uno las lee, del nivel, digamos, de América Latina. Siguen pautas utilizadas por CEPAL, me refiero al Programa de lucha contra la discriminación y el racismo, el Programa para el avance de la mujer, el Programa integral de cuidado, no estoy diciendo los nombres que son, sino el tipo de objeto que atienden, el Programa para la atención integral de infancias, adolescencias y juventudes, el Programa de desarrollo territorial…

Todas estas políticas públicas tienen un componente en común que es que identifican desventajas mayores e intentan diseñar herramientas de priorización. Pero, por supuesto, ese es un tránsito difícil. Primero, porque hay mucha inercia de este otro pensamiento de que socialismo es que a todo el mundo se le da lo mismo. Hay mucha, digamos, también resistencia al cambio, porque si se implementan esas políticas como debería ser, hay otra manera de asignar los recursos, hay otra manera de tomar las decisiones, hay como una redistribución de poderes ahí donde también el nivel local tiene que jugar un mayor protagonismo, porque imaginen que estos son tipos de políticas que requieren cercanía, tienes que saber bien, no se hacen desde el centro del país. Desde los centros de poder, quiero decir. ¿A quién hay que darle tal cosa? Eso lleva conocimiento y empatía directa. Entonces, ese tipo de política, aunque no se dice, es un cambio, es una redistribución de poder y recursos que siempre tiene sus víctimas, a quién le tocó perder una cuota de poder.

Entonces, se ha avanzado en lo que es, digamos, la escala estratégica,

MC: La conceptualización.

ME: La conceptualización, pero se ha avanzado mucho menos en implementación, primero por estas resistencias al cambio y a una redistribución real de poder. Y segundo, porque la crisis es tan profunda que hay una restricción de recursos muy grande, hacer política social sin ningún economicismo.

Yo siempre me he opuesto a las ideas economicistas de que primero hay que tener un pastel para repartir el pastel. Eso es verdad, pero mientras construimos el pastel también vamos dando en cómo se construye de la manera más equitativa y cómo esos pedacitos de pastel lo repartimos de la mejor manera. Son cosas que tienen que ir al unísono. Entonces, alejándome de cualquier economicismo, de todas maneras, ahora la mejor y más importante política social es un rescate de la economía. Es imprescindible, porque la situación es demasiado profunda.

Las bases conceptuales están construidas, pero la voluntad política de implementarlas y de movilizar recursos de otra manera está muy retrasada con relación a esa visión conceptual.

JB: Cuando estamos viendo lo que está pasando en el país ahora mismo, debates en redes sociales, información que va llegando, a veces uno siente que la gente con poder de decisión está un poco distanciada de la realidad de la familia cubana. Tú has dicho en entrevista, has resaltado la importancia del diálogo entre la ciencia, los investigadores en Ciencias Sociales y las personas que toman las decisiones. Yo quería preguntarte, ¿cuál es el papel de la ciencia? ¿Qué puede hacer la ciencia? Y hasta qué punto eso es suficiente.

ME: Puede hacer mucho, pero no es suficiente. Bueno, de hecho, todo esto que hemos estado hablando de una oleada de nuevas políticas de inclusión que tienen un concepto de focalización y priorización, eso ha sido una producción en alianza con instituciones encargadas de servicios sociales y la Academia de Ciencias Sociales en el país. Hay, desde hace años, muchos espacios de diálogo, de discusión. En algunos espacios ha resultado mejor que otros, pero todas esas políticas tienen la impronta de los resultados de las Ciencias Sociales, que desde hace muchos años llaman la atención sobre esos procesos. Hay pobreza, hay desventaja, hay desventajas históricas, hay discriminación. Todo eso está puesto sobre la mesa por las Ciencias Sociales hace bastantes años y muy especialmente desde los 90, donde eso quedó claro. Muy claro ante los ojos de todo el mundo.

Estas políticas, estas formulaciones estratégicas tienen esa impronta de las Ciencias Sociales y de la colaboración con los que toman decisiones de instituciones que dan prestaciones sociales. Pero, ¿dónde eso empieza a fallar? Bueno, que muchas veces esas instituciones que dialogan con las Ciencias Sociales y que trabajan juntos, porque hay varias experiencias de trabajo juntos para lograr estas propuestas, pero la decisión final tiene otro techo hacia arriba y luego también hacia los costados. Entonces ahí empieza a tener fallos.

No quisiera dejar de decir que mi impresión más honesta también es que siempre los que toman las decisiones más altas en relación con lo que hablábamos ahorita de pobreza, vulnerabilidad, trabajan con diagnósticos por debajo de la gravedad de la situación. Entonces, trabajan con unas estadísticas para las cuales la canasta básica cuesta menos. Yo creo que la Tarea de Ordenamiento es un caso clásico de esto, de cálculos que estaban por debajo de la realidad.

Entonces, una política social de priorización y focalización que trabaje con un diagnóstico por debajo del problema real tiene mucha probabilidad de fallar y tiene poca empatía con las personas que luchan con los problemas cotidianos.

MC: Mayra, yo siento precisamente que la discusión pública sobre cómo salir de la crisis o de cómo mejorar condiciones de vulnerabilidad, no ya en los hogares, sino digamos a nivel comunitario, no es lo suficientemente pública, no es lo suficientemente inclusiva con la ciudadanía. ¿Cómo tú crees que pudiera impactar si esa discusión fuera más pública y cómo pudiera hacerse?

ME: Bueno, yo creo que hay una tradición de centralismo, de un poder central que es quien tiene la clave de los problemas y sus soluciones, de un enemigo externo que hace que todo deba ser más o menos secreto para que pueda tener éxito. Y con esa tradición, que a mí me parece muy negativa porque lastra lo fundamental de un proyecto como este, que es justamente la participación ciudadana, la diversidad democrática de opiniones, pues con esa tradición bregamos hasta ahora en las peores circunstancias. Entonces, si no se hacen públicos los problemas reales… quiero añadir algo que La Joven Cuba también ha trabajado y es el hecho de cómo se comunica el problema. Y en los últimos tiempos tenemos prueba de que siempre el mensaje es que ese problema lo resolvemos con control, con rigor, con sanción. Será la intención o no, pero acaba revictimizando y acaba haciendo…

MC: Es muy poco empático, además.

ME: Totalmente. Parecen delincuentes los que no tienen casa, los pobres, los que mendigan, etc. Yo creo que esa es una visión muy alejada de la vida cotidiana. Usamos de nuevo la palabra: muy poco empática con lo que está pasando realmente y está inspirada también en temores de naturaleza política. De que una impronta popular más fuerte en el debate y solución de problemas, puede modificar la ecuación que mantiene un determinado poder. Yo creo que esa es una visión muy errónea, y que conspira contra las soluciones. En mi experiencia, especialmente cuando trabajé con la Cooperación Suiza en el país, tuve la oportunidad de ver gente trabajando en la base donde, cuando se alineaban participación popular, recursos claros asignados para soluciones y diálogo entre actores: gobierno, universidades, comunidades, pues se llegaba a transformaciones verdaderamente potentes.

Recordando, hay un clásico que es la experiencia de presupuesto participativo en el territorio de la Oficina del Historiador. No recuerdo exactamente de cuánto fue el presupuesto, pero me parece que el proyecto de cooperación colocó como 200 mil euros o dólares, no me acuerdo cuál era la moneda, para que la comunidad tomara decisiones y la Oficina del Historiador, el Plan Maestro, organizó técnicamente las discusiones y el gobierno del municipio apoyó todo ese proceso de discusión y la gente participó muy bien. Había temores como: «a lo que van a ir es a hacer catarsis» o «van a primar intereses individuales porque la gente lo que va a querer…» Pues nada de eso. Las personas entendieron perfectamente que había un dinero que era un donativo y que había que tomar buenas decisiones colectivas y que beneficiaran a la mayoría.

Pues bueno, mira, de ahí salió una escuela, Chullima, en La Habana Vieja que llevaba muchos años sin dar servicio por temas constructivos. Esa fue la primera elección de la comunidad, que valoró en reuniones sucesivas como lo fundamental que ellos tenían eran los niños y los jóvenes y una escuela allí que permitiera que no se desplazaran tanto. Bueno, se hizo muy bien la tarea. Para mí fue una experiencia maravillosa y que además movilizó otros recursos entonces porque había otros objetos, una sala de terapia, no sé si un Hogar Materno, que también tuvieron una buena votación. Entonces el gobierno, el Ministerio de Educación, la Oficina del Historiador, buscaron recursos para tratar de satisfacer esas otras prioridades identificadas.

Había un recurso externo, pero hubo una identificación de prioridades muy clara y atenido a esa regla de un bien común. Y luego tengo otras experiencias, por ejemplo, en Sagua la Grande, en el proyecto Hábitat con la Universidad Central de cómo asignar subsidios para la vivienda. Ese es un tema muy complicado. Hay gente que cree que eso no ha resuelto mucho porque el subsidio es muy bajo, porque no hay materiales. Bueno, ahí hubo una experiencia bellísima que la Facultad de Construcciones diseñó una vivienda de bajo costo compartida, muy decorosa, muy bonita, con posibilidades de crecimiento y con el gobierno del municipio y los pobladores de ahí, de un lugar llamado La Laguna, que se inundaba y tal, pues se llegó a decisiones de qué hacer, derrumbar aquello, que la gente estuviera de acuerdo, irse uno para albergue, para casa de la familia, otro para no sé qué…

Yo no sé el final de esa experiencia, lamentablemente, pero el proceso para tomar buenas decisiones con actores articulados salió muy bien y yo creo que multiplica, potencia un recurso pequeño. Yo creo que se está desaprovechando exactamente el potencial de la participación.

JB: Bueno, Mayra, vamos a pasar a la parte más dinámica de esta conversación.

ME: Me asusta, porque yo soy un poco lenta.

JB: No, no, te apuras lo que puedas. Estas son preguntas para contestar con pocas palabras.

MC: Empieza tú.

JB: Empiezo yo. Si Mayra tuviera poder ejecutivo ahora mismo, dadas las condiciones que tenemos, ¿qué es lo que haría de inmediato para empezar a atacar el problema de la pobreza?

ME: Empezar a implementar realmente un paquete de propuestas de rescate de la economía, que muchos economistas cubanos han planteado y que para mí tiene varios asuntos como pagar la deuda, el paquete antiinflación que no es el que se está implementando o parece que se está implementando… tiene otros y eso, como dije antes, articulado con las nuevas políticas sociales de inclusión. JB: Perfecto.

MC: Mayra, en pocas palabras, ¿qué te motivó a estudiar la pobreza y la desigualdad?

ME: Eso es un clásico de la de la Sociología. La Sociología tiene también un componente ético muy fuerte. No soy totalmente consciente del proceso, pero me pareció casi natural. Es una profesión crítica, que tiene que ocuparse también de las desventajas y esa era mi vocación.

JB: Y, por último, ¿qué quiere Mayra para Cuba? En poquísimas palabras.

ME: Un país mejor. Eso, eso es lo que quiero. Una vida digna.

MC: Muchas gracias, Mayra, por haber estado aquí, por habernos acompañado hoy. Así termina este episodio de La Sobremesa, un pódcast de La Joven Cuba, donde hablamos con la ligereza y el desparpajo de quien está en la sala de su casa.

[Música]

3 COMENTARIOS

  1. Saludos. Alabo la idea de transcribir y compartir por correo La Sobremesa, sobre todo en las actuales circunstancias etécsicas. 👌👌👌👌

  2. Es un problema el asunto de ocultar las cifras, o camuflarlas.., permite mostrar algo que no es y por lo tanto.., poder decir que esta todo ok! y no hay nada que hacer al respecto.

    Este es un ejemplo en la prensa de hoy:
    http://www.cubadebate.cu/especiales/2025/07/23/que-trascendio-de-la-encuesta-de-ocupacion-en-cuba/

    Al leer el primer párrafo se destaca en negritas.. «el país registra una de las tasas de desocupación más bajas de la región: 1,7 %» (esto es pleno empleo, la locomotora funcionando al 100%)

    Sin embargo.., al leer los párrafos siguientes ya la cosa no pinta mal.., sino muy mal.

    (haga un pequeño análisis.., descubra los números ocultos)

    De esa forma, supongo que en unas horas más, alguien del comité central se aventurará a plantar que el trabajo esta garantizado y que hay esperanzas en el futuro…, y todos en el parlamento volverán a aplaudir(se) a si mismos por sus brillantes logros.., y luego.., veremos nuevamente caer la producción, continuar con la emigración y el descontento.., y nadie entenderá que es lo que sucede…

    Lo que sucede es que se ocultan y manipulan las estadísticas…
    Lo mismo con la pobreza.

    s2

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