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A estas alturas el tiempo no se cuenta en minutos, sino en horas o días sin electricidad.
La batería del teléfono, en rojo desde la noche anterior, me empuja a buscar un lugar donde recargar si quiero al menos mantener la comunicación con mi familia. Ellos, como casi toda Cuba, permanecen sin servicio eléctrico tras el colapso del sistema energético nacional (SEN) el viernes pasado.
Activo los datos móviles y para revisar el grupo familiar debo ignorar decenas de mensajes de amigos de dentro y fuera del país que me preguntan cómo estoy. A todos quiero responder «Bien», pero no puedo. No alcanza la batería ni la honestidad.
«Aquí me pusieron la corriente hace un rato. Vengan para acá».
El mensaje de mi hermana me devuelve un poco de calma. Agarro los cargadores, la laptop y la cámara y camino desde El Vedado hasta Centro Habana con las últimas luces del sol del sábado 19 de octubre, a cazar un poco de luz entre tanta oscuridad.
Aquí están algunos fragmentos del camino, de mi familia y mi ciudad.
Estas fotos del sábado serán publicadas un lunes, cuando el tiempo ya no se cuenta en horas sin electricidad, sino en comida descongelada y pudriéndose en el refrigerador. Y siguen pasando los días.



























