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En la obra escrita de Antonio Guiteras compuesta por manifiestos, declaraciones, entrevistas y documentos, es posible apreciar una formación nutrida por valores revolucionarios y radicales, aunque apegados a los preceptos sociales, humanistas y democráticos del republicanismo. Dicha realidad, permite apreciar en el corpus de sus alegatos e intervenciones públicas, la reivindicación con frecuencia de concepciones, como: república, fraternidad, democracia, socialismo y libertad.
La peculiaridad de su pensamiento radica en el conocimiento profundo de la realidad nacional, impregnada de modo referencial por los principios rectores del pensamiento martiano, que exigían un inevitable enfrentamiento con los intereses intervencionistas e imperiales del capital y la política estadounidense hacia Cuba, al concebirla como Estado tutelado-dependiente en su proyecto de expansión territorial.
El fundador de la «Joven Cuba» comprendió con una claridad meridiana desbordante para su época, que la implementación viable de esos ideales resultaba irreconciliable con los preceptos de apego a un republicanismo conservador y oligárquico, enteramente alineado a los designios norteños, como lo manifestaron en sus mandatos los distintos jefes presidenciales durante la denominada «república neocolonial» (1902-1934).
El tránsito por dicho sendero de servidumbre política señalaba una trayectoria que conducía a un escenario de alta dependencia económica, al tiempo que pretendía naturalizar las distorsiones generadas por un modelo mono-productor y subdesarrollante, legitimador de las desigualdades y la extensión de la pobreza en las clases populares, mientras la riqueza campeaba con el derroche más irracional e insensato en los salones aristocráticos de la burguesía insular.
La firmeza de sus ideales lo convirtió en uno de los luchadores más incansables contra ese paradigma extranjerizante que pretendían imponer los enemigos (nacionales y foráneos) de la independencia cubana. Este hecho, recurrente durante la época en la mayoría de los territorios latinoamericanos del continente, coartaba el funcionamiento de los sistemas democráticos y soberanos en complicidad con las élites locales. También implicaba la frustración de una contienda revolucionaria y anti-colonial que luchó por la liberación nacional y la instauración de regímenes de igualdad al interior de los Estados nacionales, por el que se consagraron los libertadores más notorios del continente.
En tal sentido, Guiteras se proyecta como heredero natural en esa dimensión nutrida por el imaginario mitológica-ancestral del relato nacionalista, compuesto por el ciclo de epopeyas precedentes que forman parte de la historia de una nación en su constante batallar por la libertad.
La fiereza con la que defendió el sentir de sus convicciones, poniendo en peligro de forma reiterada su integridad física, demostró que estaba dispuesto a pagar con su vida, de ser preciso y necesario, la corporalidad de una existencia marcada por el enfrentamiento incansable, contra los enemigos que lastraban el proceso de radicalización democrático en la Isla.
El regreso a la clandestinidad y la lucha armada como prédica revolucionaria
El golpe de Estado llevado a cabo el 15 de enero de 1934 liderado por Fulgencio Batista marca el ocaso de la revolución, a partir del ascenso de una serie de mandatarios en contubernio con los intereses de la embajada norteamericana y el respaldo del ejército presidido por la figura del ex sargento taquígrafo.En ese contexto, Guiteras pasó nuevamente a la oposición y fue considerado como una de las personalidades más «peligrosas» de la Isla, sobre el que se cernió una intensa persecución pública que no culminaría hasta su muerte.
De tal forma, se vió obligado a regresar a la clandestinidad, aunque ello no fue estorbo para el mantenimiento de la lucha violenta contra las estructuras de poder, serviles a los designios del capital bancario e industrial. Para ello, creó a inicios de 1934 la organización TNT, que tenía como objetivo la intensificación de las acciones de combate a través de actos de sabotaje, explosiones y asaltos que se multiplicaron por decenas en la capital cubana, con la intención de provocar una situación revolucionaria que sumara a las masas al derrocamiento del régimen de facto, designado con la aprobación de los Estados Unidos.
De acuerdo al historiador José Antonio Tabares del Real, entre los objetivos principales de TNT se encontraban las residencias de los esbirros, las oficinas de los oligarcas, las empresas norteamericanas y los periódicos reaccionarios.[1] A pesar de ello, en mayo de 1934 Antonio Guiteras y sus miembros consideraron que los principales propósitos de la organización habían sido cumplidos, de manera que procedieron a su disolución.
El programa de la «Joven Cuba» en sus postulados de transformación estructural
De acuerdo a los estudios de la historiadora Ana Cairo Ballester,[2] si bien es difícil precisar fecha exacta, la «Joven Cuba» se constituyó en el mes de septiembre de 1934 y su programa se publicó el 24 de octubre en el periódico Ahora. Este documento, que contó además con los aportes de un conjunto de colaboradores, constituye uno de los manifiestos más exhaustivos de su tiempo, no solamente por la descripción de los males y problemáticas que aquejaban a la República; sino además, por las propuestas de solución enfocadas en el establecimiento de una salida soberana y socialista, que permitiera fortalecer las bases constitucionales que obstruían la consolidación de la democracia en el país, a través de la participación de todos los sectores de la sociedad.
El programa se caracterizó por su dimensión antimperialista, su fuerte carácter redistributivo y una concepción republicana de la democracia, defensora de las instituciones públicas del Estado como salvaguarda ante los derechos de la ciudadanía, la justicia social y el bienestar. Su contenido estaba separado en varios epígrafes que poseía un conjunto de propuestas y medidas esenciales para la transformación estructural de la Isla. En el ámbito político exigía varias reformas divididas entre orden interior y exterior.
En su primer acápite el documento destacaba entre los más relevantes: la sustitución de la diplomacia cortesana por una de interés cultural, la reducción del servicio diplomático a cifras concordantes con la capacidad económica del país, la denuncia de todo tratado o convenio que perjudicase a la nación, así como el repudio a toda deuda exterior ilegítima. Respecto al orden interior, proclamaba la necesidad de implantar el voto electoral para todo ciudadano mayor de 18 años e incluir a la mujer en el goce de los mismos derechos electorales que los hombres. Además, sugería la reorganización de las fuerzas militares y navales, la descentralización administrativa y la promulgación inmediata de amnistía para todos los casos judiciales resueltos o pendientes, motivados por cuestiones político-sociales u obreras.
El programa de la «Joven Cuba» contenía en sus postulados la implementación de una reforma jurídica que proclamaba la organización del poder judicial, mediante el nombramiento de funcionarios capaces de comprender y viabilizar la transformación cubana; así como la creación de tribunales de justicia penal revolucionaria para sancionar todos los actos delictuosos realizados al amparo del poder público. A su vez, consideraba necesario la reforma de los sistemas procesales y penitenciarios, modernizándolos a través de la incorporación en su funcionamiento de una estructura de carácter social.
Adicionalmente, su propuesta programática apostaba por sancionar la autorización a todo particular para comparecer en su propia defensa ante tribunal, sin necesidad de asistencia de abogado, procurador o mandatario. De igual forma, demandaba la nacionalización de los registros concernientes al estado civil de las personas (en poder de la Iglesia Católica), la conformación de tribunales de menores y familia, así como la creación de Jurados de Inscripción y Registros.
En el acápite de la reforma social, «Joven Cuba» exigía la declaración de la igualdad civil, económica y política de la mujer, la abolición de los monopolios, la implantación de una reforma tributaria integral de tendencia social impositiva, cuyo peso tributario recayese sobre las clases acomodadas del país. En adición, decretaba la ampliación de los servicios de sanidad a los pobres, la supresión de la herencia colateral sin vínculos de consanguinidad, la reglamentación restrictiva de la profesión clerical y la aplicación de sanciones contra adulteradores de artículos comestibles y medicinales.
Las reformas concernientes al apartado económico, financiero y fiscal, se encontraba separado por varios epígrafes que abarcaban tópicos como la tierra, la industria, el comercio, el trabajo, el crédito y la tributación. Entre los aspectos más relevantes, destacaba la nacionalización del litoral de la República y las riquezas del subsuelo. Sobre la agricultura, reclamaba la implantación de una reforma agraria, la creación de cooperativas de agricultores, la concesión de las tierras pertenecientes al Estado para el campesinado pobre y medio, con énfasis en las formas colectivas de producción y la institución del crédito agrícola.
En cuanto al sector industrial, proponía la nacionalización o municipalización de los servicios públicos. Además, se centraba en la estimulación de la pequeña industria, con la protección de las que ofrezcan participación a los trabajadores, mientras se ilegalizaban aquellas que no asegurasen la adecuada subsistencia de sus empleados y la creación de formas cooperativas de producción, velando además por evitar la excesiva concentración monopólica, a través de la mediación del Estado.
En lo concerniente al comercio, contemplaba la creación de la Marina Mercante, la regulación del comercio exterior acorde a los intereses generales del territorio nacional, la declaración de libertad de comercio en los bateyes, la creación de economatos o cooperativas de consumo en los centros de industrias rurales fiscalizadas por la Secretaría del Trabajo y por los sindicatos de los trabajadores, así como la prohibición de toda materia prima que pueda ser fabricada en Cuba.
En lo referente al empleo incluía la regulación de la inmigración, el reconocimiento de los derechos de los trabajadores y protección a sus organizaciones defensivas, la elevación de sus condiciones de vida, la conformación de consejos municipales para dirimir los conflictos entre el capital y el trabajo, la sindicalización forzosa de los empleados (públicos y privados) por ramas de la profesión o industrias, la promulgación de un «Código del Trabajo» que regulase la jornada máxima diurna y nocturna, el jornal mínimo, los derechos de la mujer y el menor de edad, así como todo lo relativo a los accidentes, vacaciones, descanso, jubilaciones, pensiones y retiro.
Entre las medidas proclamadas del título referido a los ámbitos del crédito y el capital, estaba la creación de la Banca Nacional bajo el control del Estado, la creación de un Instituto Hipotecario para la defensa de la pequeña propiedad y para rescate de las fincas e industrias sometidas a la acción absorbente del capital financiero. Por otro lado, se proponía la creación de Bancos Agrícolas refaccionarios y de préstamos, la estimulación de las formas mutualistas y cooperativas de crédito, la regulación de la emigración y exportación de capitales para retener o acrecentar las reservas de oro, la regulación del interés acompañado de la legislación contra la usura y la absorción con impuestos de los rendimientos desmedidos que fueran resultantes del crecimiento exagerado del capital.
En la esfera económica y financiera, se hallaba el epígrafe vinculado a las disposiciones en materia de tributación. Este decretaba la implantación generalizada del impuesto progresivo sobre la venta, la adopción de un impuesto especial sobre los solares yermos en poblaciones superiores a veinticinco mil habitantes, la entrada en vigor del impuesto sobre el valor de las herencias con límite máximo de 50 %, la participación del Estado en el incremento no ganado del valor de los bienes inmuebles y la creación de un departamento autónomo de recaudación de rentas públicas.
La organización política demandaba a su vez la implantación de una reforma educacional que en su seno agrupaba importantes medidas como: la obligatoriedad en el uso del presupuesto del Estado referente a educación, cuyo monto bajo ningún concepto debía ser inferior a cualquier otro rubro o sector. Incluía además la intensificación de la lucha contra el analfabetismo, la manutención por el Estado del niño pobre durante el período de su instrucción, la reorganización de las escuelas normales, la segunda enseñanza y los aumentos de institutos, el estímulo a la creación de ciudades escolares, así como las residencias estudiantiles y lugares de recreo. Con respecto a los docentes, abogaba por la depuración del magisterio y la organización del seguro de vida para los trabajadores de la enseñanza, lo que incluía el mejoramiento de sus condiciones de vida, la fijación de sueldos en relación con su antigüedad, así como el pago regular de jubilaciones y pensiones.
El último acápite del programa exigía la entrada en vigor de una reforma sanitaria, la cual se mostraba como vehículo para la puesta en marcha de una nueva reestructuración de la salud pública en el país, alcanzable a través de la materialización de medidas como: la conformación de un Consejo Nacional de Sanidad, en tanto prescribía la modificación de la legislación sanitaria. En sus postulados ordenaba también el implemento de una legislación regulatoria sobre mutualidades sanitarias —entidades, sin ánimo de lucro, que gestionan la Asistencia de salud—, farmacias, alimentación, medicinas y productos biológicos, el mejoramiento de hospitales públicos, reformatorios y asilos; así como la intensificación de la lucha contra las enfermedades de mayor mortalidad en Cuba: paludismo, fiebre tifoidea, tuberculosis, avariosis, entre otras. Por último, instaba a la organización científica de los servicios de higiene a través de la Secretaría del Trabajo.
En conclusión, se trataba de un amplio programa de reestructuración de la sociedad cubana enmarcado en una dimensión humanista con alto contenido social. Dicha concepción se encontraba en las antípodas de las propuestas tecnocráticas esgrimidas por la Comisión de Asuntos Cubanos en su estudio titulado Problemas de la nueva Cuba (1935), constituido en gran medida por expertos extranjeros, que proponían una renovación de los vínculos económico-comerciales con los Estados Unidos.
En dicho documento se abordaba la situación de dependencia, estancamiento, monoproducción exportadora, pobreza y desempleo predominante en la Isla, aunque no examinaba las condicionantes históricas de colonialismo, neo-colonialismo y relaciones económicas, comerciales y financieras asimétricas que pesaban sobre la Mayor de las Antillas bajo falsos tratados de reciprocidad. Por el contrario, proponía salidas reformistas al modelo de capitalismo existente, alejado de la radicalidad social y el contenido antimperialista esgrimido en el programa de la «Joven Cuba».
El líder revolucionario en el pensamiento y la memoria de la tradición socialista cubana
Por su intransigencia y batallar incansable hacia la materialización de los ideales de justicia que movilizaron su sentir político desbordante, Antonio Guiteras no solo fue uno de los líderes más influyentes de su tiempo; se convirtió además en ícono del proceso de emancipación histórico cubano, a través de la lucha intransigente contra el imperialismo como condición indispensable para la conquista de los derechos sociales, civiles y políticos negados a las grandes mayorías. La disposición de enfrentar hasta las últimas consecuencias la raíz de sus convicciones, lo inmortalizaron para la eternidad; a partir de la estela que fue la obra de su vida, generadora de las más disímiles polémicas, análisis y discursos en torno a su legado como parte integrante de la tradición socialista cubana.
De acuerdo a esa realidad fenomenológica, su trayectoria existencial no es solamente objeto de serias consideraciones críticas y disputas; sino además de reivindicaciones memorables, biografías intelectuales y contribuciones literarias o poéticas encargadas de eternizar su trascendencia. Así lo certifican las declaraciones de Eduardo Chibás (1907-1951) publicadas el 12 agosto de 1934 en la revista Bohemia, al resaltar la honradez del político cubano:
Combatí a Guiteras durante el gobierno de Grau, pero en todo momento —como revolucionario— merece el respeto de los hombres que sean dignos de vivir en Cuba después de la caída de Machado. Llegó a la Secretaría de Gobernación porque se le pidió que la ocupara y no porque anduviera solicitando el puesto. Tuvo muchos errores en el desempeño de su cargo, pero sólo lo animó en su función la pasión revolucionaria, sin descender jamás a la politiquería y al mezquino sectarismo. Aceptaba lo mismo a un abecedario o un nacionalista, a cualquiera, siempre que fuera revolucionario. Vivió y sintió la Revolución. Fue engañado por algunos falsos revolucionarios en quienes depositó su confianza «y que robaron». Pero lo que más admiro en Guiteras —lo único que admiro en él, además de su condición de revolucionario— es haber salido de la Secretaría tan pobre como entró.[3]
En uno de los homenajes más conocidos por la hermosura de su prosa y la exactitud de las palabras en describir la huella indeleble de Guiteras, su contemporáneo y compañero de lucha Pablo de la Torriente Brau (1901-1936) escribió con hondura desde New York, sobre la magnitud y el impacto del joven revolucionario, al proclamar:
(…) Era como un hombre que, despierto, quisiera realizar lo que había concebido soñando. Y muchas veces no conoció a los hombres, e hizo confianza en quien no la merecía y llamó a su amigo a quien sería traidor y supuso talento en algún cretino. Tuvo, arrastrado por su fiebre, el impulso de hacerlo todo. E hizo más que miles. Y tenía el secreto de la fe en la victoria final. Irradiaba calor. Era como un imán de hombres y los hombres sentían atracción por él. Les era misteriosa, pero irresistible, aquella decisión callada, aquella imaginación rígida hacia un punto: la revolución. Tuvo también defectos. El día del castigo no hubiera conocido el perdón. Era un hombre de la revolución. Tampoco tuvo nada de perfecto.[4]
Desde México, el 8 de mayo de 1936, su madre Marie Theresse Holmes, consciente de la inmortalidad de su alma, así como del fragor eterno de sus combates ante el devenir futuro de la nación, declaró con ímpetu a la prensa:
Un año hace que Toni Guiteras y Carlos Aponte fueron asesinados en El Morrillo y muy poco o nada hemos hecho en la práctica para lograr la liberación económica y política de Cuba; la causa por la que ellos y tantos otros dieron la vida y en la que estamos empeñados todos. Esto debe probarnos, tanto como la experiencia de otros países, que las izquierdas deben unirse contra la reacción y el imperialismo si quieren realmente dar cima a la tarea y no vivir empeñados en pequeñas querellas de grupos y partidos que no le interesan al pueblo de Cuba. Luchar por el frente único antimperialista es luchar por la Revolución.[5]
El destacado líder estudiantil, académico eminente y pensador de inspiración marxista Raúl Roa García (1907-1982), le dedicó a Guiteras varios de sus análisis en su prolífica obra intelectual, dada la relevancia de su personalidad como adalid del proceso de liberación contra los factores heterogéneos que lastraban el desarrollo del país, el bienestar de sus habitantes y el funcionamiento democrático de las instituciones republicanas. En una entrevista realizada por Ambrosio Fornet Frutos (1932-2022), publicada en la revista Cuba en octubre de 1968, el entonces canciller cubano expresó:
Temerario, indoblegable, austero, lúcido, apasionado, generoso, taladrante, Antonio Guiteras nació para morir combatiendo de cara al enemigo (…) El más completo «hombre de acción» fue Antonio Guiteras. Más que palabras, basta con recordar que vivió y murió en la primera línea de batalla, oponiendo la violencia revolucionaria a la violencia contrarrevolucionaria. Inspiraba pavura a sus enemigos.[6]
En otra ocasión, aunque mediado por la concepción teleológica y mesiánica de la historiografía cubana en los relatos predominantes sobre el proceso revolucionario triunfante de 1959, Raúl Roa reivindicó nuevamente su figura, como parte de la trayectoria que inspiró los valores ético-políticos que movilizaron los ideales contra la dictadura de Fulgencio Batista. Su pronunciamiento tuvo lugar desde su condición de ministro de Relaciones Exteriores en la ceremonia de entrega de los restos de Antonio Guiteras y Carlos Aponte, cuya intervención fue publicada por el diario Granma el 27 de febrero de 1970. En ella manifestó:
Guiteras constituye con [Julio Antonio] Mella y Rubén Martínez Villena la egregia trilogía de conductores revolucionarios de toda una época de nuestra historia. Alzado en San Luis varios meses antes del derrocamiento de Machado y manteniendo el pregón de que sólo la vía armada era la solución a la problemática cubana, Guiteras entronca a los revolucionarios de 1930 con los de la Sierra Maestra.[7]
Si bien Guiteras jamás se reivindicó como «comunista», ni el precepto en alusión al modelo imperante en la Rusia soviética formaba parte de su imaginario teórico-político, a lo largo de su vida trató de establecer coaliciones importantes con los partidarios de esta ideología; dadas las confluencias en la agenda común que formaba parte del pensar colectivo, como corrientes alternativas al capitalismo colindantes en la tradición socialista.
Sin embargo, ello no fue impedimento para que el guerrillero y pensador marxista Ernesto Che Guevara (1928-1967), convertido posterior a su muerte en símbolo del movimiento comunista internacional, lo considerase precursor de la lucha revolucionaria contra los poderes imperiales en la Isla; dedicado además a la consagración de los anhelos de igualdad y dignidad humanas, como parte del proceso de liberación cubano y transfronterizo-continental, al decir:
Antonio Guiteras representó, pues, la idea internacional de nuestra lucha antimperialista y americana, que reúne en Cuba, siempre generosa, a todos los hombres del mundo dispuestos a pelear en cualquier terreno por un ideal que no tiene fronteras y que no puede encerrarse en las estrechas limitaciones de la patria, por importante y profunda que sea esa palabra. Antonio Guiteras representa al más puro luchador antimperialista, y al precursor de la nueva etapa, de la lucha guerrillera, de la utilización del campo como factor fundamental para desarrollar la pelea contra todos los agentes del imperialismo.[8]
En resumen, Antonio Guiteras constituye una de las figuras más importantes del proceso revolucionario de los años 30, cuyas medidas impulsadas como «hombre de Estado» desde su puesto en la Secretaría de Gobernación, trataron de materializar los ideales de la rebelión popular anti-machadista; a través de la concepción «leninista» de la toma del poder, en aras de la transformación participativa de la sociedad en la toma de decisiones, siempre enfocadas en la restitución de los derechos ciudadanos y la materialización reparativa de sus demandas históricas.
Dicha característica le permitió convertirse en uno de los escasos líderes de su tiempo que, proveniente del seno de las luchas obreras, accedió a puestos de gobierno. Y desde estos espacios de poder trató de implementar directrices dirigidas a quebrantar el esquema oligárquico, conservador y elitista que imperaba en aquel entonces.
Su apego a los principios de la democracia, influenciado por una formación socialista autónoma, no subordinada a los designios exteriores de corriente verticalista alguna, le permitieron gozar de plena independencia en la toma de decisiones, apegadas a los conocimientos más agudos de la realidad del país. El legado de su transcurrir es motivo de orgullo dentro de la tradición nacionalista, siendo este un hecho que lo convirtió en referente indiscutible del pensamiento revolucionario cubano, apegado a los principios socialistas y democráticos del republicanismo radical, aunque amparado en un portentoso cimiento de sólidas bases populares.
La monumentalidad de su figura, consecuente a una vida de sacrificios y entrega inigualable por la soberanía, desafía las barreras del tiempo y la finitud de la existencia humana, para adquirir una dimensión imperecedera ante la memoria histórica; lo que a su vez le permite traspasar los estrechos márgenes que conforman las fronteras nacionales de la Isla, para adquirir una valiosa condición de trascendencia regional.
[1] José A. Tabares del Real: ob. cit., p. 433.
[2] Ana Cairo (selección): Antonio Guiteras. 100 años, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2007, p. 372.
[3] Eduardo Chibás: «Dos casos sintomáticos: Hoffman y Guiteras», Bohemia, 12 de agosto de 1934. Tomado de Ana Cairo (selección): ob. cit., p. 57.
[4] Publicado en Pensamiento Crítico, No. 17, enero de 1968, tomado de Ana Cairo (selección): ob. cit., p. 89-90.
[5] Bohemia, 7 de mayo de 1971.
[6] «Tiene la palabra el doctor Roa», revista Cuba, octubre de 1968. Tomado de Raúl Roa García: La revolución del 30 se fue a bolina, Instituto del Libro, Ediciones Huracán, La Habana, 1969, pp. 306-307.
[7] Palabras de Raúl Roa, ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Revolucionario, en la ceremonia de entrega de los restos de Guiteras y Aponte, Granma, 27 de febrero de 1970, p. 3.
[8] Ernesto Che Guevara: «Fragmento del discurso “Antonio Guiteras”», en Obras. 1957-1967, tomo 2, Casa de las Américas, La Habana, 1970, pp. 620-624. Tomado de Ana Cairo (selección): ob. cit., p. 155.

