Fernando Pérez: Diálogo y nación

Transcripción del capítulo ocho y final de La Sobremesa 2

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[Música]

Mariana Camejo (MC): Hola a todos los que nos están viendo, o nos están escuchando a través de las plataformas de audio. Bienvenidos a este último episodio de la segunda temporada de La Sobremesa, un pódcast de La Joven Cuba, donde hablamos con la ligereza y el desparpajo de quien está en la sala de su casa.

Jorge Bacallao (JB): En la pasada temporada de La Sobremesa tuvimos una buenísima entrevista cuyo tema era el cine, con Iván Giroud. Hoy tenemos aquí una figura importantísima en el cine cubano y vamos a aprovechar para hablar con él no solo de cine, sino un poco más allá.  

(MC): Efectivamente. Y el cine vuelve a aparecer porque el cine es un termómetro magnífico para medir la temperatura de la Cuba actual.

(JB): Exactamente. En toda Cuba se habla de cine, desde una bodega hasta una academia y empiezas hablando de cine y terminas hablando de «la cosa».

(MC): Y, además, tenemos a la persona indicada.

(JB): Así que no se mueva de ahí, que se pierde el principio.

[Música]

(MC): Y para este último episodio tenemos con nosotros a un Premio Nacional de Cine, que ha dirigido películas emblemáticas como Clandestinos, Suite Habana o El ojo del canario. Estoy segura de que usted ya sabe quién es. Bienvenido a La Sobremesa, Fernando Pérez.

Fernando Pérez (FP): Gracias.

(MC): Fernando, vamos a ir directo al grano. ¿Cómo vivir en medio de tanta crisis?

(FP): Mira, me viene a la mente una cita de Sigmund Freud que dijo que él quería cuando se muriera, que le pusieran en el epitafio: «Fui un hombre feliz, nada en la vida me fue fácil». Y yo comparto esa idea. Creo que las crisis pueden tener también una parte positiva, de que uno tiene que enfrentar en la vida muchos obstáculos y eso te hace crecer en la medida en que tú luchas por llegar a algo y cambiar las cosas, ¿no?

Yo recuerdo que yo entré en el ICAIC con 17 años, en plena Crisis de Octubre, así que empecé desde temprano a vivir y compartir las crisis hasta hoy. Y yo lo que siento es que cuando una crisis no tiene respuesta o uno siente que no tiene posibilidad de cambio, entonces es cuando la crisis puede convertirse realmente en algo inmóvil que no te ayuda a la evolución, porque la contradicción forma parte justamente de eso que llamamos la evolución y el crecimiento. Entonces, yo creo que nosotros ya, no solamente yo, creo que la mayoría de los cubanos de mi generación y los más jóvenes, hemos vivido de crisis en crisis.

(MC): Totalmente.

(FP): Y en este momento estamos en una crisis, yo creo, donde se ha tocado fondo en la parte no solo económica, sino en el resultado social, cómo eso se ha convertido realmente en una crisis, en una crisis social que, bueno, podría ser para bien si uno sabe que la puede cambiar. El problema para mí, desde mi perspectiva, no soy sociólogo, es que el discurso oficial frente a esa crisis sigue siendo el mismo y eso es para mí lo crítico, porque no permite sentir hacia dónde vamos realmente.

(JB): Bueno, Fernando, si la cosa está difícil simplemente para vivir, cómo no será para hacer cine. Entonces, yo quisiera que nos hablaras un poco de cuáles son las condiciones actuales para hacer esa parte del cine cubano que se hace aquí en la Isla.  

(FP): Mira, el cine cubano en este momento yo pienso que está viviendo una fractura, una fractura que está provocada por dos cuestiones: una política cultural que no ha cambiado en un punto esencial, que ha sido un punto de discusión permanente entre los cineastas y las autoridades, que es una política cultural que no tiene posibilidad de censura y eso no ha cambiado.

Yo pienso que es una política cultural donde la libertad de expresión se limita en algunos motivos y esa fractura se expresa también, pienso yo, en el no reconocimiento, la exclusión de determinados y determinadas cineastas jóvenes que no son reconocidos ni por su obra ni por su estatus. Entonces, hasta que eso no se produzca, yo creo que eso que Juan Antonio García llama tan bien, y con tanta profundidad, «el cuerpo audiovisual de la nación», le falta algo y no se reconoce algo que va por debajo.

Entonces, se pueden seguir haciendo películas, se puede seguir manteniendo una producción, digamos, dentro del Instituto de Cine, pero la dinámica, la diversidad, la complejidad de lo que el cine cubano en este momento es capaz de expresar como reflejo de la realidad complicada que estamos viviendo, no existe, es decir, no existe esa mirada y no existe esa dinámica para que realmente se llegue a esa solución de la crisis.

Desde hace un año y medio, dos años, hubo un hecho concreto que fue la prohibición de un documental sobre Fito Páez que hizo Juan Pin, Juan Pin Vilar, y eso provocó la creación de un segundo periodo de una Asamblea que ya había sido creada, creo que fue en mayo. Y digo mayo porque realmente esa Asamblea se fundó en mayo. Después hubo otro hecho importante que fue El Cardumen, de la Muestra de Cine Joven que también se escribió en mayo y eso me recuerda a mí el Mayo francés, como idea, como cambio, y es muy lindo, ¿no?

La Asamblea, esta segunda etapa de la Asamblea, no se creó en mayo, pero sí en junio. Llegó unos días un poquitico más tarde, pero creo que la define también ese espíritu del Mayo francés, de que todo cambio es posible. Entonces, eso motivó que nuevamente, pero esta vez fundamentalmente por jóvenes, se creara una nueva Asamblea. Esa Asamblea en sus reclamos, que eran fundamentales: libertad de expresión, inclusión política, política cultural inclusiva, logró una situación que fue para mí memorable.

Hubo un día donde las autoridades culturales y de gobierno en el Cine Chaplin organizaron un encuentro de todos los cineastas, donde ahí pudieron ir todos los cineastas, no solamente los reconocidos o los autorizados o los no marginados. Allí pudo estar Miguel Coyula, otros cineastas que no eran reconocidos y realmente durante ocho horas se plantearon abiertamente muchos de los problemas, las inquietudes, demandas. Fue un momento realmente memorable, no libre de contradicciones, de discusiones, de enfrentamientos, de confrontaciones, pero es que eso es lo que mueve realmente la realidad nuestra.

Esa reunión terminó con la posibilidad de crear comisiones para atender estos problemas. Hoy en día eso no ocurrió. Lo que pasó después que un poco eso se diluyó, ¿no? Sí, porque no se les dio participación a todos los cineastas. Se crearon esas comisiones, pero entonces podían ir los designados, los que estaban seleccionados. Ya empezó nuevamente…

(JB): Lo que había pasado, lo que se había alcanzado con esa reunión donde estaba todo el mundo…

(FP): Volvió a ser lo mismo. Entonces, estamos en un punto en que, bueno, los que fuimos elegidos como representantes de esa Asamblea, estamos en un limbo donde no estamos prohibidos, porque no nos han prohibido la existencia, aunque ya no podemos hacerlo, digamos, en un recinto como el Cine 23 y 12, es decir, existimos, pero más en las redes, en espacios virtuales, etc. Esa no es reconocida, pero es ignorada totalmente.

Todos los reclamos que nosotros hemos hecho y hemos enviado cada uno de nuestros argumentos, de nuestras apelaciones, de nuestras ideas, porque creo que, si algo define a esta nueva Asamblea, aparte de haber sido impulsada por jóvenes, es que nosotros estamos planteando pensamiento, ideas para enfrentar justamente esta complejidad en la que estamos viviendo. Al no ser reconocida, pues nosotros hemos decidido seguir existiendo. No nos reconocen, pero estamos ahí.

A mí personalmente, lo que me ocurre es y ya no lo hablo como miembro de la Asamblea, lo hablo a tono individual, es que esta experiencia nuevamente a mí me ha hecho pensar o dejar de creer en la posibilidad de un diálogo, porque no existe.

Creo que a lo largo de la historia de la discusión de cineastas en la otra Asamblea, cuando ocurrió, me acuerdo, eso fue un hecho memorable en los años 90, la prohibición de Alicia en el pueblo de maravillas, que fue una discusión fuerte donde nos reunimos 19 cineastas que en ese momento estábamos en el ICAIC, y logramos que no se disolviera el ICAIC, que un decreto que había salido incluso en el periódico Granma se anulara a partir de esa decisión, pero el reclamo ante la posibilidad de una política cultural que no censure y que sea inclusiva, la respuesta sigue siendo la misma. Es decir, para mí la voluntad de diálogo ya no existe. Entonces, lo que estamos reclamando es la discusión.

(JB): Se pone difícil dialogar con alguien que tiene los audífonos puestos.

(FP): Efectivamente.

(MC): Yo creo que un episodio importante fue precisamente el cierre de la Muestra y hablamos un poco con Iván Giroud de eso en la temporada anterior, pero quiero preguntarte, para ti, ¿cómo crees que eso influyó, o sea, el cierre de la Muestra de Cine Joven, ¿cómo influyó para la formación de jóvenes cineastas que han venido y que siguen viniendo después? Y, por otro lado, para el ecosistema creativo, cultural, artístico en Cuba.

(FP): Mira, la Muestra de Cine Joven, yo creo que ha sido uno de los eventos que ha marcado justamente la evolución más positiva y las miradas más complejas sobre el cine cubano. Fue un fenómeno que durante sus 17 ediciones, pero sobre todo en las primeras, comenzó con un equipo creativo, claro, dentro del ICAIC, porque era una Muestra no independiente, pero era una Muestra abierta con perspectivas de que en cada edición.

Yo recuerdo cuando yo empecé a trabajar siempre decíamos: «En esta edición vamos a correr un poco más la cerca a ver hasta dónde se puede llegar», porque ciertamente había algunas limitaciones, pero para mí los tres años que yo estuve en la Muestra fueron los años más dinámicos que yo recuerdo, aparte de los años 60 en el ICAIC, porque allí se movían muchas ideas, muchos planteamientos y cada año llegaba siempre una obra que complejizaba la realidad.

Pero llegó un punto, yo recuerdo, primero fue con Los aldeanos, y logramos que se pusiera la película, pero ya en el tercer año hubo un documental que no era tan logrado, digamos, artísticamente, pero sí motivaba a la discusión y no fue admitido. Entonces yo decidí, en ese momento, renunciar a la Muestra, pero también con una idea más clara que era que hasta ese momento siempre era un cineasta o un crítico de una generación anterior quien asumía, digamos, la conducción de la Muestra. Pero a partir de ese momento sí se logró que fueran los jóvenes los que estuvieran al frente y diseñaran la perspectiva, pensamiento y desarrollo de la misma Muestra. Duró poco.

Duró muy poco, porque realmente vivieron lo mismo que nosotros como generación. Es decir, podías llegar hasta un punto, pero no más allá. Y realmente ya era necesario en la situación en la que el país había llegado y el cine que se estaba haciendo, que no podía existir una Muestra. Una Muestra, quiero decir, que fuera auspiciada por un ICAIC que no se renovara como pensamiento, que es el ICAIC de hoy. Es decir, el ICAIC mira más hacia el pasado que hacia un futuro, que es los jóvenes quienes lo están haciendo, pero ese ideario no forma parte de esa voluntad, digamos, de ir más allá y de cambio profundo.

Pero la Muestra dejó para mí algo fundamental que fue justamente en la penúltima un texto escrito por los jóvenes que se llama El Cardumen, que además como metáfora de grupo es muy linda, ¿no? Es una imagen muy linda. Y en ese Cardumen yo creo que está, yo quisiera tenerlo como la Biblia de nuestro cine, no como creencia religiosa, sino como ánimo para abrir un pensamiento realmente abierto. Y es un texto fundamental para definir, digamos, la perspectiva del cine cubano que yo me imagino que está ahí latente, pero no se reconoce. Y el cine cubano al que aspiramos es el de ese texto del Cardumen.

Yo tengo aquí, lo traje en el teléfono, deja ver si lo puedo abrir. Dice así, termina más o menos con esto: «Nuestras películas gestadas en la Isla y más allá seguirán hablando y resonando, aunque intenten ponernos mordazas. Hablarán por ellas mismas y serán nuestras voces las voces de muchos. Encontraremos palabras nuevas, frases nuevas, lenguajes nuevos para contarnos. Pero nunca guardaremos silencio». Yo creo que eso es un… no un horizonte, creo que es la brújula que guía el cine cubano que desde la Asamblea también estamos defendiendo.

Es un cine inclusivo, un cine que no margine, un cine que no excluya. Porque muchas veces yo he dicho y se piensa que es una simplificación, pero yo no creo que lo sea, que la libertad de expresión es libre o no es libertad. Entonces, tú no puedes decir: sí, para esto sí, pero para esto no. Tú no puedes excluir nada que no sea… creo que el pensamiento es libre y tiene derecho.

(JB): Y la creación evidentemente no admite corsé ni camisa de fuerza.  

(FP): En absoluto. Yo creo que la discusión es lo que mueve justamente el pensamiento.

(MC): Y la creación artística.

(FP): Pero nunca marginarlo. Yo creo que es un reflejo también de cómo se mueven los medios en Cuba, porque no es solamente el cine. Yo creo que nuestros medios de prensa también tienen una mirada y una perspectiva que ya es la misma y la misma y la misma.

(MC): Es que se han quedado rezagados en el tiempo totalmente.

(FP): No creo que sean solamente rezagados. Es como la confirmación de una mirada que ya elude realmente la realidad. Entonces, el reflejo de la realidad o el enfrentamiento de la realidad va por un lado y la realidad va por otro, que yo creo que esa separación es lo que realmente provoca una crisis, una crisis de credibilidad.  

(MC): Fernando, a pesar de todo, esto que estás compartiendo que realmente es duro, no es fácil, porque es entender todas las dimensiones de un contexto en crisis, ¿no? Pero yo siento que a pesar de todo tú eres el tipo de persona que puedes hablar con una institución o hablar con las personas que protestan frente a la institución. Entonces, yo me pregunto, ¿cómo a pesar de todo eso tú puedes seguir manteniendo esa postura? ¿Cómo es que no te has polarizado y por qué?

(FP): Mira, yo en este momento no hablo con la institución, a partir justamente de lo que ha pasado, del no reconocimiento a la Asamblea. Y, a ver, yo siempre he defendido el cine independiente porque creo que ha sido el fenómeno que le ha dado un rostro al cine cubano de hoy.

En los años 2000 empezó el cine independiente como un posible horizonte hacia donde iba el cine cubano. Después ese horizonte se convirtió en una realidad y hoy en día yo creo que el rostro fundamental se encuentra en ese cine. Entonces yo recuerdo que hubo muchas discusiones porque incluso al principio hablar de cine independiente, decir independiente era incómodo. Tú no podías mencionarlo. Se hablaba: «cine no estatal», «cooperativa no sé qué», era una cosa absurda, ¿no? Pero se logró hablar de cine independiente y yo dije, bueno, si yo estoy defendiendo esto en teoría, tengo que demostrarlo en la práctica.

Ya yo estaba en edad de jubilación y decidí decir, bueno, yo quiero hacer también una película independiente, pero para hacerla independiente yo no podía estar ya o seguir en la nómina del ICAIC. Y creo que fue cuando hice La pared de las palabras, así que me jubilé. Es decir, ya me jubilé, hice La pared de las palabras, independiente, pero eso no significaba tampoco que no hiciera una película con el ICAIC, porque creo que también tiene que haber una institución, no es solamente una sola parte.  

(MC): O sea, no queda por ti cerrar la puerta.  

(FP): Ahora, seguía haciendo también películas con el ICAIC, hice cine independiente, pero ya con lo que pasó en la Asamblea, yo siento que es una relación en términos psiquiátricos: esquizofrénica, porque o uno existe como es con todo lo que uno significa o no existes. Entonces no puede haber dos Fernando Pérez. Y aunque en dos o tres ocasiones me han convocado de las instituciones para participar en eventos de expertos, etc., mi respuesta ha sido que no, porque hay uno solo, no solo el Premio Nacional de Cine, sino también el que es representante de la Asamblea de Cineastas Cubanos. Y hasta que ese no sea reconocido, el otro tampoco existe.

(JB): Fernando no se puede fracturar como le ha pasado al cine.

(FP): Entonces esa es, digamos, la coherencia que yo trato de mantener y por eso en este momento, aunque defiendo el ideario en nuestra Asamblea, yo no creo que de inmediato se va a lograr un diálogo. Ya yo no creo que incluso en nuestros documentos, esas son las discusiones internas y al menos mi posición en esas discusiones, es no aspirar al diálogo, sino a señalar los problemas que están incidiendo en nuestro cine y por extensión en nuestra realidad. Y quizás eso no es para hoy, pero es para mañana. Yo creo que sí, que el cambio es necesario. Absolutamente. Ese cambio lo van a traer los jóvenes. No sé cómo. Yo quisiera estar todavía para participar y estar en eso.

(JB): Y la Asamblea siempre va a mantener su disposición al diálogo.

(FP): Bueno, sí, siempre y cuando venga, pero no creo que vaya a venir. Quiero ser…

(MC): ¿Eres pesimista?

(FP): No, ni pesimista ni optimista. Trato de ser realista porque no ha sido nunca la respuesta. Eso sí sería el principio de un cambio. Si llaman un diálogo, sería el principio, pero de un cambio fundamental que no implica solamente el diálogo, sería el cambio de una mentalidad en la sociedad cubana y en la oficialidad cubana para pensar en otro país. Yo creo que eso sí sería el primer paso. Pero no lo veo tan cercano.   

(JB): El 27 de noviembre de 2021, un grupo de jóvenes y no tan jóvenes intentó iniciar un infructuoso diálogo con el Ministerio de Cultura, diálogo que, bueno, falló. ¿Cómo viviste tú ese día y cuál fue tu postura allí?

(FP): Yo escribí una vez, lo único que escribí sobre el 27N y para mí, en el orden personal, lo viví como un hecho político, pero poético, que para mí eso es importante, porque allí de pronto los jóvenes que se reunieron frente al Ministerio de Cultura reclamando lo mismo que estamos reclamando ahora en la Asamblea y en otros espacios abiertos que es la libertad de expresión frente a la complejidad de nuestra realidad.

Recuerdo que cantaban canciones y esperaban allí cantando, reuniéndose. Había una atmósfera de, no sé, de ilusión de que algo podría pasar. Y recuerdo que tuve el privilegio de que el grupo que estaba al frente de esa convocatoria me permitiera a mí entrar con los 31 que entraron a la discusión dentro del Ministerio. Cuando salimos ya de…

Yo allí escuché jóvenes decir cosas de manera brillante y profunda, pero en el orden personal, no solamente como, qué sé yo, como teóricos, sino de vivencias, de contradicciones que tenían ellos con la realidad, pero de verdad de una manera bien profunda y bien humana. Y cuando salimos, recuerdo que espontáneamente cantamos el Himno Nacional y, bueno, eso es una emoción, es algo que siempre va con uno. Lamentablemente, el 27N queda también como, en la historia de la cultura cubana, ese paso que no condujo tampoco al diálogo.

(MC): ¿Qué queda hoy de ese espíritu? ¿Queda algo?

(FP): Yo creo que sí, pero no lo estoy diciendo de una manera optimista, no lo pienses. Pero yo sí creo que, en Cuba, dentro y fuera de Cuba, hay una sensibilidad en los jóvenes que me hace vislumbrar esa Cuba que yo quisiera. Pero es a un nivel de emoción y yo comparto mucho con los jóvenes y quizás no sea algo que se define en palabras, pero es eso, es justamente eso y creo que eso va a llegar mucho a través de la cultura también y del arte, porque hay mucha creatividad y se va renovando constantemente.

Mira que son muchos artistas jóvenes que han emigrado, no sé cuántos hay en Madrid, me los encuentro, no sé cuántos hay en cualquier lugar del mundo tú te los encuentras, pero incluso cuando hay muchos de ellos que su relación con Cuba les resulta dolorosa y difícil, tú sientes que ese nexo no ha sido roto y está ahí y algo va a pasar.

Yo pienso incluso, pienso mucho en los cineastas jóvenes, que hay muchos que están fuera y estoy seguro que se van a reunir. De ahí, de esa diáspora va a salir una, dos, tres, cuatro películas, no sé cuáles, no sé si será mañana, pero sí la van a hacer.

(MC): Vamos a hablar un poquito más de eso después del café.

(JB): Sí, nos merecemos un café. Nos hemos ganado un café.

[Música]

(JB): Bueno, y después del café, Fernando, yo quisiera que nos hablaras un poquitico más sobre ese cine cubano que se está haciendo fuera de Cuba, el cine de la diáspora.

(FP): Mira, es un cine cubano muy diverso que va por caminos de la experimentación. Un cineasta como Alejandro Alonso, por ejemplo, yo digo que es un poco como el Lezama Lima de nuestro cine, ¿no? Va por crear documentales y obras incluso de ficción que te envuelven en una atmósfera. Otro que es un cine directo, más político, etc., pero en general es un cine muy diverso.

Pero, ¿qué ocurre? Es un cine que prácticamente no se ve aquí, no existe. Existía un poco en la Muestra, pero también era el espacio que estaba para ellos. Entonces ahí, mira, miradas que van al pasado, como El caso Padilla, de Pavel Giroud, que yo recuerdo cuando eso ocurrió, yo estaba en la universidad, y claro, no iba a la UNEAC, no participaba en nada de eso y para mí era algo que estaba ocurriendo allá y salió un poquitico en la prensa, pero ver a Heberto Padilla haciendo lo que hizo ahí en el salón de la UNEAC, fuera del contexto de la época, realmente fue muy impactante.

Incluso, creo que se iba a poner en la Facultad de Comunicación y después nunca la pusieron y ahí es donde tendrían que haberla puesto realmente para ver cómo la reevaluación del pasado de cosas que no pueden ocurrir nuevamente la trae ese cine también. Y, sin embargo, esa mentalidad, digamos, que no lo admite, cierra ese camino.

Yo acabo de ver un documental, que como cine también es muy inquietante por lo logrado que está en recursos de imaginación, que es Crónica de un absurdo, de Miguel Coyula, donde no hay imagen prácticamente porque son grabaciones, y sin embargo, tú logras ver los interrogatorios, los rostros de los interrogatorios a los que están sometidos los personajes de la película, que son Miguel, Lynn, el hermano de Ana de Armas. Y realmente es un testimonio inquietante, brutal, de métodos que son inaceptables, de exclusión y de marginación dentro de la cultura cubana y de la creatividad cubana. Es un cine en ese sentido, creo yo, muy motivador, pero que no se ve, no está. Y eso forma parte de la fractura.

¿Qué problema habría en que se discutieran esas películas? Vamos a discutir, vamos a ver qué pasa.

(JB): Está al alcance de muchas personas que lo busquen específicamente a través de las redes y eso, pero no existe.

(FP): Entonces, estamos viviendo otra realidad esquizofrénica. Existe, pero no existe en el discurso oficial, en la Cuba o el pensamiento que está, digamos, en los medios de Cuba. Luego fuera de Cuba también. A ver, la Asamblea logra expresarse a través de las redes, eso es verdad, pero yo no soy muy dado a las redes. Yo creo que las redes son muy importantes como evolución, pero también corren el riesgo de convertirse en un espacio donde lo banal, lo superficial, predomine y hay muchas tendencias extremistas de un lado y otro.

Frente al secretismo, digamos, de la prensa cubana, el extremismo de otros medios, de las redes. Pero sí, bueno, hay que agradecer a las redes que, por lo menos el pensamiento de la Asamblea, puede estar a través de una revista que va por el tercer número que es alterna y es difícil mantener la continuidad de la revista, pero eso sí creo que se pueda lograr.

Yo también recuerdo con mucho afecto cómo estudiantes de Comunicación Social me localizaban a mí hace tiempo, varias generaciones y entonces me iban a hacer entrevistas ahí al parque de la Normal y muchos de ellos terminaron creando un periodismo muy interesante como Periodismo de Barrio, El Estornudo. Y sí, esa es la parte de las redes, pienso yo, que…  

(MC): Ahora, precisamente en las redes, también hablabas de esas voces extremistas que las hay, o sea, uno se encuentra ese entorno tan polarizado y a veces las voces más inconformes tienen la opinión, por ejemplo, de que todo aquello que no sea suficientemente crítico con el Estado y con el gobierno, hay que cancelarlo todo, hay que eliminarlo. ¿Cuál es tu opinión sobre eso?  

(FP): Es otra expresión de dogmatismo, de extremismo, porque excluyen, se eliminan y por lo tanto no abren el espacio a tratar de discutir con el otro. Yo creo que eso lo provoca la polarización misma de la realidad cubana de un lado y de otro. Entonces, va a pasar un tiempo para que eso realmente cobre su nivel y el verdadero pensamiento ocupe su lugar.

(MC): ¿Tú dirías que ese clima también enrarece las condiciones para un diálogo?

(FP): Totalmente. Totalmente, porque no hay diálogo ni de un lado ni de otro. Pero también hay que preguntarse qué tipo de diálogo tú quieres, porque si hay diálogos falsos, diálogos que lo que hacen es mantener un status quo y no llegan realmente a cambios esenciales, tú dices: «No, mira, no participo en eso». Es verdad. Es lo que nos está pasando ahora a nosotros.  

(JB): Como la foto que te tiras para guardarla y no verla nunca más.

(FP): Yo no puedo participar en algo que sé que el discurso sigue siendo A … y no veo una señal que va a decir B. De construir realmente a partir del resultado un cambio real, de realmente escuchar y encontrar un camino…

(MC): Consensuado.

(FP): Sí, consensuado y que parta de principios. Yo creo que el diálogo tiene que partir de principios, y uno dice, estos son principios inalienables para tener un diálogo, si no…

(JB): Para poder hablar sobre algo tenemos que estar de acuerdo en una base.

(FP): En una base. Si no, no se llega absolutamente a nada.

(JB): Fernando, mira, de uno y otro lado en los extremos del del espectro político, del pensamiento político, nos encontramos con que hay exigencias al arte de que milite, de posturas militantes. ¿Qué pasa con ese arte que quiere no tener esas posturas, aunque su creador sí pueda tenerla, pero se exprese de una manera diferente?  

(FP): El arte es libre. El arte es un hecho individual y eso es lo que realmente le da sentido. Entonces, no puede haber… Yo recuerdo una vez en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños estábamos (me gusta poner ejemplos para no ser abstracto) discutiendo los trabajos de clase. Eso fue en los años 80 y tanto, 87, 88 y había muchos estudiantes latinoamericanos, etc., y había un alumno cubano que presentó su documental sobre el pasado de su familia, que tenía un origen árabe y eran todas las memorias…

Era un documental realmente muy bello en su fotografía, en la en la imagen y en la mirada, pero, de pronto en la discusión, los propios alumnos latinoamericanos empezaron a reclamarle: «No, pero tú eres cubano, ¿por qué no saliste a filmar la realidad que nosotros hemos salido a filmar?» Y yo recuerdo que yo tuve que salir al paso y decirle: «No, él tiene el derecho a hablar de la Arabia feliz y de lo que quiera». Eso no es ninguna obligación, ¿no? Y eso es lo que determina justamente la diversidad.

No puede haber una programación ni una exigencia para una obra artística, porque la mirada del arte siempre va a ir a lo mínimo, a lo individual, no a los grandes acontecimientos, no a las miradas desde un punto de vista histórico. Hay para mí una novela, o más de una, que en ese sentido expresan lo importante que es la mirada del arte, que es una de Evelio Traba, que se llama La Concordia, que tiene un capítulo que es la quema de Bayamo, pero está el hecho histórico y lo cuenta.

Pero además del hecho histórico están las individualidades. La persona que no quería irse de su casa porque ahí tenía su piano y su recuerdo y no quería que se lo quemaran. Y el que se aprovechó de eso para robar, para hacer otras cosas, es decir, el factor humano está y eso forma parte de la mirada del artista.

(JB): Como ver con lupa, una cosa que de lejos se ve de una manera, cuando uno se acerca la ve.

(FP): Y esa es la mirada que tuvo Martí, pienso yo, porque Martí fue pensador, patriota, filósofo, escritor, fue poeta de versos. Pero yo creo que lo que hace grande a Martí es su sensibilidad poética, no solo por escribir versos, sino ver la realidad a través de la sensibilidad.

(MC): ¿Por ahí va tu concepto de la libertad de expresión en el arte, esa mirada individual?  

(FP): Claro, ahí es donde está. Porque cuando uno dice: «La libertad de expresión es libre, o no es libertad», ya no admite límites. Porque tú no puedes tener una mirada únicamente desde el punto de vista de la moral, de la ética, etcétera. Y yo pienso que es sentir la naturaleza del «yo», del individuo frente a una realidad, frente a un hecho, de la manera en cómo la ve. Por eso las grandes utopías en general son muy difíciles de concretar. Y creo que eso también lo decía Martí, no lo voy a decir aquí porque no lo puedo citar textualmente, pero no puede existir una utopía que el sueño sea colectivo. Tiene que ser el resultado de cada sueño individual y eso es muy difícil de lograr. Eso sí lo dijo Martí.

Ensayos ha habido en la vida, pero es muy difícil lograrlo. Pero de todas maneras uno tiene que pensar que sí, que alguna vez, por lo menos tratar de que eso sea. Y justamente el arte, el arte sin límites, sin muros que lo limiten, es lo que puede contribuir a esa diversidad de miradas, a entender al otro, a saber, por qué los demás piensan de una manera que no tiene que ser necesariamente la mía y eso enriquece, pienso yo.  

(JB): El respeto por la forma en que cada persona decide coger el camino de su vida, y en el caso de los creadores, el que decide quizá no ocuparse tanto de su familia y dedicarse al arte y quien decide poner el arte a un lado a veces y, o sea, son posturas respetables.

(FP): Y eso abriría, como dice Juan Antonio García, a tener realmente una cultura, en este caso una cultura artística que refleje todos los rostros de nuestra identidad, que no se define de una sola manera y de una sola línea y entonces ahí tienen espacio, pienso yo, todas las miradas. Es muy difícil que eso se entienda.

(MC): Sin embargo, Fernando, tenemos un país donde la mayoría de los jóvenes solo piensan en emigrar y yo me pregunto, bueno, entonces, ¿quién se va a quedar aquí en el futuro a reconstruir el país, a reconstruir el ecosistema creativo crítico?

(FP): No, los hay, todavía quedan. Yo me los encuentro por la calle y me reconocen no solo por las películas, sino porque me hacen una entrevista en la televisión y me reconocen y me hablan: «No, mire, estoy haciendo este tipo de fotografía, estoy buscando tal cosa», y te los encuentras en cualquier lugar. Yo pienso que, y no estoy idealizando, hay una cantera de jóvenes que sí, que incluso, están pensando en irse, pero están soñando con otra cosa distinta para este país. Y si no lo tienen claro exactamente qué es lo que quieren, sí tienen muy claro lo que no quieren. Entonces, eso sí es lo que los une a partir de lo que no quieren. Después vamos a ver cómo se construye todo lo demás, pero en eso sí muchos están de acuerdo. Un primer paso.  

(JB): Fernando, a riesgo de que esta se torne una pregunta un tanto personal, de todas formas, yo la voy a hacer. ¿Qué es lo que hace que Fernando, que se está encontrando probablemente muchísimos de los problemas que hay para hacer cine en Cuba y que quizás tenga la posibilidad de hacerlo con más comodidad desde fuera del país, siga escogiendo este lugar como un nicho para seguir trabajando aquí?

(FP): Mira, porque, bueno, es mi vida, no sé, no puedo explicarlo desde un punto de vista conceptual, sino más bien emocional. Pero yo realmente aquí es donde me siento creativo, porque me siento, como he vivido aquí 80 años, responsable de todo. Yo camino por las calles y me siento responsable de todo lo que está pasando, lo bueno y lo malo, porque lo comparto y todo me pertenece críticamente y también no críticamente y eso es lo que me nutre.

He tenido oportunidad de filmar fuera de Cuba. Me han hecho propuestas que no me han motivado y al no motivarme, pues las he rechazado. Incluso, económicamente, podrían haber sido muy positivas para mí, pero bueno, no era lo que me interesaba. Yo hago cine porque, no sé, es mi manera de expresar lo que en palabras me cuesta más trabajo.

Entonces sí tengo que identificarme con cada película que hago, tenga resultados artísticos logrados, o no. Pero nunca he hecho una película en la cual no haya creído y aquí es donde estoy y «lo que me queda por vivir», como cantaría Omara Portuondo, sería aquí, haciendo lo que realmente pueda hacer. Vamos a ver. Estoy escribiendo ahora un guion para un nuevo proyecto que vamos a ver qué va a salir.

(MC): Fernando, ahora a riesgo yo de ser repetitiva. Una última pregunta para ir cerrando. ¿Qué país tenemos para que los cineastas del presente y del futuro hagan cine sobre el momento actual?

(FP): ¿Qué país tenemos?

(MC): ¿Cómo lo describes?

(FP): Es bien difícil describirlo con palabras. Yo pienso que esa respuesta la van a dar los jóvenes cineastas en los que yo sí creo. Yo no soy capaz de describir la complejidad de lo que estamos viviendo en palabras, pero sí creo que pertenece a los jóvenes cineastas el poder expresarlo, más que reflejarlo, en toda su complejidad, en ese cine que sí se va a hacer.

(MC): Bueno, ¿vamos al tiroteo?

(JB): Vamos a ponernos dinámicos ahora.

(MC): Vamos al tiroteo.

(JB): ¿Empiezo yo?

(MC): Sí, dale tú.

(JB): Fernando, en la entrevista con Iván, yo le pregunté: «Iván, si tú tuvieras que montarte en un bote y llevarte una sola película cubana y salvarla, porque las demás…» Iván se sentó y me dijo: «No me pidas eso, no me pidas eso».

(FP): Para mí es lo mismo, porque yo soy cineasta, pero soy muy cinéfilo. Es decir, a veces yo hago listas de las películas, pero una película cubana, imagínate tú.

(JB): Entonces, si te pedimos una ahora mismo, ¿una que ningún cubano debería dejar de ver?

(FP): Memorias del subdesarrollo.

(MC): Vamos a la segunda.

(FP): Y se me queda Lucía ahí.

(MC): Si la Muestra de Cine Joven volviera a abrirse, en una oración, ¿cómo quisieras que fuera?

(FP): Libre. Sin muros. Independiente.

(JB): Y terminamos. ¿Qué quiere Fernando Pérez para Cuba? En pocas palabras.

(FP): Quiero un país donde cada individuo tenga el derecho a expresarse y no ser reprimido. Un país, cuya imagen en la cultura sea una imagen donde no haya ni muros, ni limitaciones, ni represiones. Donde cada uno pueda tener espacio para expresar sus ideas, y un país en el cual todos tengan los mismos derechos. Eso es para mí lo fundamental.   

(MC): Muchas gracias, Fernando. Gracias por haber estado con nosotros hoy.

(JB): Muchísimas gracias.

(MC): Y así, con Fernando Pérez, terminamos este último episodio de la segunda temporada de La Sobremesa, un pódcast de La Joven Cuba, donde hablamos con la ligereza y el desparpajo de quien está en la sala de su casa.

(JB): Ahora sí se acabó.

[Música]

5 COMENTARIOS

  1. Hay que tener el corazón muy duro para no compartir los sentimientos de Fernando. Pero hay que ser también muy ingenuo para creer en la posibilidad real de esa Cuba que él y no pocos más sueñan. Esa Cuba nunca existió ni existirá. Siempre permanecerá como un desiderátum. Fernando habló desde su humanismo como artista. Pero la política REAL sonríe condescendiente al escuchar tales cosas. No obstante, vale la pena aproximarse todo lo posible a esa utopía. No hacerlo, implicaría interiorizar lo que según Dante está inscrito a la puerta del infierno: “Vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza”. No, hay que sostener la esperanza. Ya eso es bastante. Pero nada más.

  2. DIALOGO CON QUIEN? CON UN SORDO ? POR FAVOR, UN POCO MÁS DE SERIEDAD. ALGUIEN DEL GOBIERNO HA DICHO QUE QUIERE DIALOGAR CON LOS DESCONTENTOS DEL PAIS?

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