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Es útil observar la realidad, sus procesos, temas y contradicciones. Pronunciarse sobre ella es un ejercicio de responsabilidad social, ética y política permanente. Diagnosticar, describir, narrar lo que acontece es un paso previo para promover, proponer, aportar; lo cual concreta la utilidad de la participación en el espacio público en general, y el diálogo como medio permanente, en particular.
De un tiempo a esta parte, LJC ha propiciado el análisis, la divulgación, el debate y la toma de conciencia sobre el fenómeno del extremismo político. Su historia, las mediaciones que lo condicionan, sus manifestaciones, la relación con otros fenómenos sociales, así como su verificación en actuaciones políticas.
El proyecto abordó el extremismo político como «el posicionamiento, ya sea de un sector de la sociedad, un partido político, un grupo de poder o un individuo, en una postura totalmente distanciada del diálogo o el respeto al otro». Durante los dos años se analizaron diversas aristas del extremismo político en Cuba, en ese tiempo se observó un aumento del uso de expresiones violentas y discurso de odio, sobre todo en entornos digitales, que no solo deterioran el debate público, sino que refuerzan posturas intolerantes que lastran el desarrollo democrático del país.
Asimismo, se abordó el fenómeno vinculado a otros temas clave, como las medidas unilaterales coercitivas de Estados Unidos, las redes sociales digitales, la polarización, la censura en espacios de la producción artística y los medios de comunicación; se incluyen entre estos fenómenos la migración, las crisis sociopolíticas, entre otros aspectos.
Este tiempo de análisis permite afirmar, grosso modo, que:
- Las cubanas y los cubanos vivimos circunstancias que son caldo de cultivo para actitudes y comportamientos extremos. Nuestra realidad nacional no es ajena a un mundo que, en los cuatro puntos cardinales, exhibe conductas políticas (privadas y públicas) de esa índole.
- Los extremos que se develan en el mapa político cubano son parte del problema y no de la solución en el empeño de superar la crisis estructural que vivimos en la Isla.
- El extremismo está condicionado por ofertas de sentidos sociales rígidas: el individualismo, el patriarcado, la cultura de la inmediatez y la brevedad; la competencia como regulador social en la que unos individuos vencen y otros pierden; las tensiones que sufren las minorías frente a modelos excluyentes de género, raza, religión, orientación sexual, ideología, origen clasista o territorial.
- Sus discursos reducen la complejidad de los acontecimientos y aportan interpretaciones incompletas o distorsionadas de las cosas: ideas rígidas de cómo debería funcionar la sociedad, propuestas de soluciones simples para problemas complejos; a su vez, asume como método tomar un elemento particular de la realidad para convertirlo en un todo; explican el mundo a través de una sola doctrina: filosófica, política, económica, racial, clasista o religiosa.
- Lejos de contrapuntar con las ideas, su enfoque está en denigrar, destruir la moral, desestabilizar emocionalmente, así como «linchar» en público a las personas de posición contraria, o sencillamente diferente.
- El extremismo político se muestra como una suerte de fórmula que, básicamente, combina la ignorancia de algunas personas y la vocación de dominación de otras. En última instancia, el extremismo manifiesta proyectos de exclusión, explotación, segregación y negación de derecho.
Hacer frente a los extremismos emerge como imprescindible en la intención de edificar órdenes sociales que propicien la convivencia justa entre los seres humanos, entre los pueblos, las naciones, las culturas, las religiones. Órdenes donde se vinculen la democracia y los derechos, el desarrollo y la igualdad, el crecimiento económico sin exclusión
Si bien es cierto que el diálogo es un medio, no un fin, este se constituye en brújula para la superación del extremismo. Dicho de otro modo, si bien no es el objetivo final de la política, se constituye en medio que la encamina, cuando por el fin de esta se entiende la búsqueda del bien común, y por tanto, se pretende encaminarla para remover las asimetrías de poder e impulsar el desmontaje de desigualdades y exclusiones históricamente creadas.
El diálogo político, si bien es un medio para construir ciudadanía, es decir, vínculos democráticos entre el individuo y la colectividad, la comunidad y el conjunto social, al mismo tiempo tendrá límites claros si no contribuye a remover las diferencias estructurales entre la ciudadanía poseedora y la «ciudadanía» desposeída, con accesos desiguales a la participación política, los medios económicos para la reproducción de la vida, los derechos y la justicia.
Ante la crisis estructural que enfrentamos en Cuba, la emergencia de pluralidad cada vez más acentuada, y la presencia de actores sociales diversos, debemos dar vía expedita al diálogo. Debemos hablar, ponernos de acuerdo, exponer sentimientos e ideas. Debemos conversar para pactar. El diálogo es un antídoto al odio y a la represión; al tiempo que contribuye a desarmar al extremismo.
El diálogo es condición de los proyectos colectivos, de la socialización del saber y del poder. Viabiliza la justicia, la equidad, facilita las enmiendas a los pactos sociales y sugiere profundidad política en el tratamiento a los asuntos privados y públicos.
El diálogo político, en última instancia, es la capacidad de los actores sociales para intercambiar comprensiones y propuestas en el proceso de resolución de problemas, diferencias o conflictos políticos. Tiene como condición el reconocimiento de las partes implicadas y la creación de condiciones comunes mínimas para el proceso de intercambio.
Asumir el diálogo como parte del metabolismo político cubano es el cambio estructural más significativo que demanda el actual contexto de la Isla, así como la cotidianidad del gobierno público y la sostenibilidad del proyecto nación.
En el sentido de observar la realidad en tanto ejercicio de responsabilidad social, ética y política permanente, LJC asume, como parte del camino de reflexión abierto con el tema del extremismo la intención de encaminar un proceso de análisis que permita una descripción más amplia y sintetizada sobre el diálogo político, sus condiciones, alcances y particularidades, los sujetos implicados, así como las comprensiones y métodos que lo viabilizan dentro del escenario nacional.
En término de objetivo mayor, LJC apunta a potenciar el diálogo político como condición de sostenibilidad para cualquier programa que apueste por la justicia social, política, económica y cultural en Cuba.
Por tanto, el proyecto que hoy se abre pretende contribuir a que el diálogo político sea un tema permanente en los ámbitos cotidianos de la realidad cubana, al tiempo que sistematizar pautas que tomen en cuenta sus diferentes dimensiones.
Que el diálogo sea contenido y método recurrente en las agendas políticas diversas, en los grupos y sectores emergentes, tanto institucional como informales, desdobla el objetivo mayor.
Una meta clara de este proyecto lo es, además, se propone potenciar una mayor conciencia a nivel social sobre los alcances y mecanismos del diálogo, para lo cual la divulgación, las presentaciones, los talleres, la elaboración de pautas generales podrían ser de utilidad.
Algunas preguntas encaminan los ejes de esta reflexión, las que, en su conjunto, permiten anotar el carácter sistémico e integrador que entrañan los procesos de diálogo, a saber:
- ¿Qué relación existe entre el diálogo y la democracia?
- ¿Cómo el ordenamiento jurídico puede encaminar los procesos de diálogo?
- ¿Qué implicaciones tiene este para el diseño de las políticas públicas?
- ¿Qué comprensiones sobre la comunicación social viabilizan su posibilidad?
- ¿Qué lugar tiene en la configuración de una convivencia interreligiosa?
- ¿Qué exigencias pedagógicas tendría el diálogo para formar valores de solidaridad, cooperación, creación de saber colectivo?
- ¿Qué implicaciones tendría para el intercambio entre saber diferentes, con alcances y complejidades diferentes?
El diálogo como camino implica esclarecer y compartir comprensiones, esbozar concreciones de manera colectiva, pautar la utilidad política que entraña el diálogo para el desmonte de los extremismos y la creación de bases más fecundas de un orden social de justicia, soberanía y derechos.


Profesor, esto me parece un remake y bastante poco feliz para serle honesto de un artículo suyo que recordé haber leído y lo busque, articulo “Dialogo y Soberanía” 18/08/2021 / en OnCuba, articulo como respuesta de las protestas masivas ocurridas un mes antes y que me pareció muy interesante, usted nos decía y lo recupero para nuestro intercambio.
– “Asumir el diálogo como parte del metabolismo político cubano es el cambio estructural más significativo que demanda el actual contexto de la Isla.”
Y este cambio sigue pendiente 2 años y miles de horas de apagón mas.
– “El diálogo es un antídoto al odio y a la represión; desarma tanto al fundamentalismo como a su hermano menor, el sectarismo. El diálogo es condición de los proyectos colectivos, de la socialización del saber y del poder. Viabiliza la justicia, la equidad, facilita enmiendas a los pactos sociales y sugiere profundidad política en el tratamiento a los asuntos de la nación.”
– “No perdamos de vista que la falta de diálogo sostenido, plural y naturalizado dentro del ordenamiento cubano, también es causa del estallido social del 11 de julio.”
Y será claramente el detonante del proceso de implosión social a que la clase política única está llevando el país.
– “Reconozcamos con humildad las meteduras de pata, las descalificaciones a las ideas divergentes, la censura, la criminalización y el agravio moral a personas patriotas —sí o sí— que defienden líneas de pensamiento variadas, incluso de raíces socialistas y comunistas.”
Acá solo me queda reírme de tan infantil pensamiento, la humildad nunca ha sido comportamiento público de los dirigentes de “La Continuidad”, los históricos dirigentes podríamos inclusive tener cierto nivel de dudas cuestionables por al siempre vestir uniformes militares y pocas veces mostrarse en eventos de alta sociedad y eventos sociales exclusivos, pues pasaban, pero en la era digital y la social media a pulso, estos “cuadros” actuales por figura y peso corporal son muy destacados en ser exactamente lo contrario a esto que usted sugiere.
“Aupemos la existencia de espacios diversos como han sido Pensamiento Crítico, el CEA, Revista Temas, Espacio Laical, Cuba Posible, Articulación Plebeya, La Tizza, etcétera; voces de la nación, pero ninguna la nación toda.”
“Asumamos en rigor qué significa dialogar para el partido único de la nación, cómo encarar ese desafío sin mesianismos, con pluralidad y con encuentros de base que alberguen todos los pensamientos de la nación soberna.”
Dos años después de este articulo usted acomodo el lenguaje y publica esta segunda versión mucho menos confrontacional, aunque el país ha seguido hundiéndose aceleradamente. Pero sus oferentes no han acomodado una sola de las cosas que usted sugiere como válidas para salir de la hoy ya irreversible crisis económica-política y ya hoy bastante moral por la reiterada inoperancia y resultados que el gobierno sigue exponiendo.
Cómo proponen ustedes que debe realizarse ese diálogo tan insistentemente referido? Cómo organizar las partes que lo realizarían?
[…] Dialogue is the way forward for Cuba, writes Ariel Dacal Díaz at La Joven Cuba. […]