Los desconocidos de nunca

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Tomo como punto de partida el título de una película de Mario Monicelli, I soliti ignoti (Los desconocidos de siempre, 1958) para hablar de Bob Dylan y Led Zeppelin.

Robert Zimmermann (nombre verdadero del trovador) ha tenido una relación fortuita pero sistemática con el cine. En varias ocasiones actuó y escribió música para la pantalla, en otras alguien intentó interpretarlo; un par de veces, incluso, se posicionó tras las cámaras para dirigir piezas fílmicas. Al cabo, sigue igual de inasible y misterioso.

Entre las películas que intentaron descifrarle están Don´t look back (D. A. Pennebaker, 1967), que recoge momentos de su gira británica dos años antes y nos ofrece tanto apariciones públicas como descargas privadas con Joan Baez, Donovan, Alan Price y Marianne Faithfull; No direction home: Bob Dylan (2005) y Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story (2019), ambas de Martin Scorsese, quien jamás ha ocultado su pasión por las grandes figuras del rock y consigue, en la primera, una entrevista íntima entreverada con estupendas imágenes de archivo, y en la segunda un documento igualmente excepcional de la gira de 1975, con un Dylan enmascarado y ubicuo; I´m not there (Todd Haynes, 2007), donde varios actores y actrices se turnan para encarnarle en diversas etapas de su vida, siendo Cate Blanchett quien entrega, a mi juicio, la caracterización mejor.

Zimmermann ha aparecido como actor en varias películas. Mencionemos solo Pat Garrett & Billy The Kid (Sam Peckinpah, 1973) para la cual además compuso la música, recogida en el álbum homónimo, donde aparece una de sus piezas más conocidas, Knockin´ on heaven´s door (versionada luego por muchísima gente, del calibre de Eric Clapton y los Guns ´n´Roses). En la película interpreta a un personaje enigmático, apropiadamente nombrado Alias, para el cual no habrá debido esforzarse mucho.

Mención aparte merece un extraño metraje de Dylan y John Lennon compartiendo un taxi en 1966, donde el primero, volao como una cafetera, habla todo el tiempo, provoca a Lennon y desgrana todo un catálogo e incoherencias, mientras el Beatle se muestra lacónico y estoico. Fue filmado para el documental Eat the document (1966) dirigido por el propio trovador aunque filmado por el ya mencionado Pennebaker. Dylan también dirigió Renaldo & Clara (1975), una película rarísima de cerca de cuatro horas, con escenas de conciertos y pasajes surrealistas.

 A complete unknown (James Mangold, 2024) ha venido a revolver las cosas.

Me parece tremendamente injusto que, pese a sus ocho nominaciones a los Óscars del 2025, no haya ganado en ninguna categoría. A ver, no voy a detenerme en cada premio y hasta qué punto fue acertado o no, pero repito que la pieza de marras, que retrata al artista adolescente en los primeros años 60, merece todos los reconocimientos posibles.

Timothée Chalamet no es un retrato de Dylan, sino una hipótesis de Dylan. Un Dylan posible, incluso probable. Canta muy parecido a él, se ríe como él, tiene sus gestos y su esprit, pero no pretende diseccionar al trovador, empeño imposible incluso para el propio Bob. Lo que sí consigue es hechizarnos, meternos en ambiente, y desde luego hacernos correr, apenas concluido el visionado, a poner música del genio de Minnesota e intentar descifrar su dicción imposible.

Elle Fanning como Sylvie Russo (en realidad Suze Rotolo, la novia de Dylan por entonces, pero el propio cantautor pidió cambiar el nombre en la película), Monica Barbaro como Joan Baez, Dan Fogler encarnando a Albert Grossman, el manager del músico, Boyd Holbrook como Johnny Cash, están todos muy bien, pero si tengo que quedarme con una interpretación, por encima incluso de la de Chalamet, escojo el Pete Seeger de Edward Norton. Como Timothée y la Barbaro en sus personajes, Norton canta realmente las canciones de Seeger. Y toca el banjo, por añadidura. La gestualidad del gran cantante folk (quien, detalle significativo, cuenta entre sus grabaciones con una interesante versión de… La guantanamera), su aire de infante súbitamente crecido, su buen humor, su bondad y sus enojos están ahí, en la estupenda caracterización de Norton. Este es, a mi modo de ver, uno de esos casos en que ni el propio retratado sería tan convincente haciendo de sí mismo.

A fuer de puristas, hay que decir que no todo lo que se cuenta en A complete unknown sucedió precisamente así, ni muchísimo menos: Mangold recoloca hechos, legitima algún mito, elude ciertos momentos y mete cañonas en otros. No importa: funciona. La ficción no es un documental o un libro de Historia, y ni Salieri mató a Mozart como sugirió Forman, ni Hitler terminó acribillado en un teatro, ni Sharon Tate sobrevivió al ataque de Charles Manson y sus seguidores como quiere Tarantino (y muchos de nosotros con él). Por otra parte, hay desvíos de la realidad que se perdonan y otros que no, y en mi caso puedo digerir perfectamente los de la cinta de Mangold pero no, sin ir más lejos, todos los de Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, Dexter Fletcher, 2018). Más allá de las actuaciones y el guion, virtudes no desdeñables de A complete unknown son su retrato de época, su fotografía apastelada, la edición y, naturalmente, la banda sonora.

Las primeras veces que uno escucha a Dylan se pregunta a qué vino tanto alboroto; luego el tipo te va ganando, y cuando entiendes las letras ya no hay vuelta atrás: cada vez que empiezo a creerme alguien especial, recuerdo que el trovador escribió A hard rain’s a-gonna fall con 21 años y aterrizo de nuevo. Era complicado, robaba melodías y discos, era altanero y mentiroso y su trato a las mujeres no constituía por cierto un modelo, pero se puede ser todo eso y carecer de talento, ¿no? Ah, y tampoco fue a recoger su Nobel.

El pollo del arroz con pollo es la traición al folk y a la canción protesta, acusación que cayó sobre el trovador al enchufar su guitarra. Bueno, si algo ha caracterizado desde siempre a Bob es su resistencia instintiva a los encasillamientos, su indocilidad ante el deber ser. En este sentido, se rebeló contra los rebeldes, ejerciendo su derecho a cantar sobre otros temas, incluyendo el amor, las desazones del hombre moderno y Jesús Nazareno, sin dejar de reflejar, esporádicamente, las injusticias sociales: a guisa de ejemplo escúchese Hurricane, del álbum Desire (1976). Y, en cualquier caso, cualquier cantautor folk daría su alma por haber escrito Masters of war, With God on our side, A hard rain’s a-gonna fall, Blowin´ in the wind y The times they are a-changin’.

Becoming Led Zeppelin (Bernard MacMahon, 2025) es el primer documental para el que todos los miembros de la banda accedieron a ser entrevistados. Bueno, el batería Bonham lleva 45 años muerto, y nadie es muy locuaz en esas circunstancias, pero resulta que una extensa interviú en audio al buen Bonzo fue exhumada en Australia, así que también él participa. La película abarca desde los comienzos de los cuatro músicos hasta poco después del lanzamiento de Led Zeppelin II a finales de 1969. Para ello el equipo de realización localizó fotos, grabaciones sonoras y videos en bóvedas y almacenes aquí y allá, de manera que complementaran e ilustraran las entrevistas actuales a Page, Plant y Jones, y la antigua al batería. El resultado es en verdad asombroso.

Resulta difícil sobreestimar a Led Zeppelin. Como Dylan, tomaron prestado mucho y sin permiso, y no corren absolutamente ningún riesgo de ser canonizados por buen comportamiento. ¿Y qué? ¿Alguien en su sano juicio puede imaginar la historia del rock sin ellos?

De hecho, la película fue anunciada en 2019, se presentó en el Festival de Venecia en 2021… y desapareció hasta ahora. Se supone que debió ser reeditada a solicitud de alguno de los músicos involucrados. En fin, ya está por acá. Algunos han criticado que no se habla nada de los problemas internos y los excesos a que la banda era proclive, o del misticismo y las lecturas satánicas de Page. Bueno, en ese caso, vale recordar que una palabra clave del título es Becoming. Asistimos a los antecedentes, el surgimiento y el ascenso de Led Zeppelin. El resto, como diría Hamlet, es silencio. El que quiera más, que reúna de nuevo a los músicos y les exija lo que falta.

5 COMENTARIOS

  1. Eres un Caballo ,como recreas nuestra ignorancia colectiva e individual, en el pais q ya debió ser el más culto del «mundo»(quien sabrá que cosa es el mundo», me maravilla con q delicadeza me gritas «burro», pa q no me ofenda,
    Jjjjjijjjjijjjjji, no puedo apenas leerte p q no tengo espejuelos para ver, ni neuronas más q para comer lo q ni te cuento p q es increíble, y además de burro me dirías mentiroso, y ni en las fábulas hay burros mentirosos, p q la barranca no los deja mentir, soy de donde no nace ningún río y el agua corre pa arriba, de donde nació Perico u si no sabes donde es pregúntale al Ministro de Cultura o al propio Diaz -Canel, q vieron allí una escultura al susodicho q más q un burro es un Conejo.
    Te pego una cosa q me mandó el Manco, q todos debiéramos saber, q es más fácil de entender por los mortales y que en esta «La era IMBECIOLITICA», esta por ver.
    Sigue riéndote de la animalancia q te rodea y cuando puedas llora.
    Un abrazo de BURRO.

  2. Jajaja, en mi barrancia, olvide pegar lo q te anuncie.
    ¿Y si volvemos?
    —¿Y si volvemos, amigo Sancho, a esa aldea sin nombre?
    Me agobia el sonido de los gritos,
    las mentiras que ocultan la razón
    como la piel de una granada agria.
    No hay vencedores en estas batallas
    ni refugio en estas calles asfaltadas
    de negro alquitrán,
    solo gritos y odios tras cada palabra pronunciada,
    con una trinchera en cada esquina.

    No quiero enarbolar ninguna bandera,
    si he de disparar un fusil.
    —¿Volver a dónde, amigo Alonso?
    No hay escapatoria,
    mira esa gente
    que arrastra cadenas,
    lanzan piedras
    sin esperar razones.
    ¿No ves los duros olivos secos?
    ¿De dónde arrancará la paloma la rama,
    si la lluvia no la hace crecer?
    ¿Acaso crece la vida en el alquitrán
    o bajo los adoquines ensangrentados?
    —No me digas eso, Sancho, amigo.
    No te rindas, que eres mi sostén.
    Si lo haces,
    ¿quién romperá las cadenas de esta prisión?
    Miénteme,
    dime que en España habrá paz,
    que Caín y Abel,
    no andan a garrotazos,
    sin esperanza
    de escapar de las garras
    de esas dos Españas
    que han de helarnos el corazón…
    —Olvídate, Alonso,
    Esta tierra se ha olvidado la dirección,
    queriendo ir a la catedral,
    llegó al camposanto.

    Esta España se olvidó de que cada palabra
    trabaja más que el cañón que dispara la bala.
    Se arrodillan a rezar,
    y no saben lo que es perdonar.
    No, amigo Alonso,
    No te voy a engañar.
    Si quieres volvemos a nuestro lugar,
    pero no allí encontrarás la paz,
    ni aunque te marches a la cara oculta de la luna,
    lo has de lograr.

    —Dame tu bota de vino acedo,
    Lo beberé con ansia,
    que no me he de emborrachar,
    y si lo hago,
    me olvidaré de esta tierra
    que tanto me ha desilusionado.
    Necesito huir,
    para no sentir este dolor
    que me parte el corazón
    desde que amanece,
    hasta después de esconderse el sol,
    desde que la luna sale,
    hasta que el arrebol de la madrugada
    tiñe de rojo la esperanza.
    —¡Vámonos!
    Aunque, Alonso, no esperes escapar,
    esto se llama España,
    y ni en la más recóndita aldea,
    hay refugio ni escapatoria.
    Resulta inútil huir,
    somos unos cafres
    de bocas desaforadas,
    cerebros que se olvidaron de pensar
    y corazones que se olvidaron de sentir.
    Esto, querido amigo,
    no lo remedia ni el bálsamo de Fierabrás.
    —Tal vez, amigo Sancho,
    la huida no nos traiga la paz,
    ni en la cara oculta de la luna,
    pero lo que tengo seguro
    es que nunca serán las balas,
    los gritos,
    las mentiras
    o las peleas,
    las que nos den tranquilidad.
    —Sin saber rezar,
    no teniendo nada que añadir,
    ni reconociendo otro dios
    que el sentido del poco conocimiento que tengo,
    no siendo objetivo,
    como no lo son quienes se cargan de razón,
    por quijotear algo,
    siendo Sancho,
    solo puedo decir, y digo, amigo Alonso:
    ¡Amén!
    —Y yo,
    para tener la última palabra,
    no por ser tú escudero
    y yo caballero,
    sin tener vocación
    de predicador de ningún dios,
    te digo amigo Sancho:
    Amen, amen…
    Así, sin tilde ni peros…
    O mejor,
    como dicen que dijo un tal Jesús:
    Amaos los unos a los otros…
    Porque sólo el amor nos traerá la paz.
    ¡Amén!

    A @todos quienes disfrutan con la obra de Miguel de Cervantes.
    ©Paco Arenas a 9 de abril de 2023

    Paco Arenas-Escritor

    Paco Arenas, sus libros y relatos…

  3. Oiga profe, disfruto cualquier aproximación que se hace a ésa parte de la historia de la música porque siempre descubro cosas o me hace pensar en otras; también fui ésa adolescente que pensó que ése tipo llamado Bob no era para tanto, que Dios y la corte celestial perdonen mi soberbia adolescentaria y de los Óscar ’25 no quiero ni hablar, pero Edward Norton…brutal!!! Seguro que no era el propio Pete Seeguer en la película???

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Eduardo Del LLano
Eduardo Del LLano
Escritor, guionista y director de cine cubano

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