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Todos los años se repite. Ya casi parece un ritual que cada inicio de curso los medios se llenen de fotos de pioneros felices que retornan a las aulas y noticias de algunas figuras públicas (políticas) que se involucran en este primer día. Después del entusiasmo de la arrancada, como tema de debate en la agenda mediática estatal suele diluirse la reflexión de en qué condiciones transcurre, una vez más, otro período lectivo en las escuelas cubanas. Pudiéramos restarle importancia si no fuera por la deterioradísima infraestructura, la falta de maestros, la imposibilidad de cubrir algunas asignaturas, los salarios bajos de los docentes, los uniformes que no alcanzan o los almuerzos de arroz y chícharo, y pan en días de suerte.
¿Existirá algo que escape de la crisis económica que vive Cuba? Difícilmente. Hoy las autoridades reconocen que «la situación es compleja» y por supuesto que tiene su impacto en el sistema educativo. La comparecencia en la Mesa Redonda de Naima Trujillo Barreto, ministra de educación, y los reportes del noticiero estelar han hecho alusiones a ese «estado de cosas», aunque prevaleciendo siempre la óptica optimista —cuando menos— y triunfalista —cuando más— a la que ya estamos acostumbrados.
El discurso se ha centrado sobre todo en la implementación del Tercer Perfeccionamiento y los cambios que implica, estrategias ante la falta de maestros, el trabajo político ideológico, la descolonización y la vinculación estudio – trabajo.
Sin embargo, poco o nada se dice de las condiciones de los centros escolares. De sobra es sabido que, más allá de la decoración de murales, la iluminación, la pintura, o el arreglo de ventanas, en la práctica todo esto depende de las capacidades agenciales de madres y padres, y no precisamente del Ministerio de Educación.
Las escuelas no producen valor monetario, no venden productos, no recaudan fondos, de manera que recae sobre el Estado el peso de sostenerlas y garantizar que el espacio que debe ser de crecimiento y desarrollo esté aclimatado para ello. No se trata de pedirle peras al olmo por la situación del país, pero sí urge que se exploren vías para contrarrestar el deterioro de cada vez más centros docentes. Por esta razón cuesta entender que las partidas del presupuesto estatal destinadas a invertir en educación ocupen siempre un lugar tan en lo último, y como contraparte, no haya en el entorno público una estrategia palpable, y con tiempos y objetivos definidos, encaminada a revertir el panorama.
Urge que se exploren vías para contrarrestar el deterioro de cada vez más centros docentes.
Por supuesto que una de las vías para revitalizar la escuela pudiera ser mediante alianzas público privadas, tal como hizo el bar paZillo con el círculo infantil Albas del Mañana, según informó el medio estatal Cubadebate, en un publirreportaje. «Bar» y «círculo infantil» suenan lo suficientemente desconectados para ganarse la crítica de buena parte de la ciudadanía, la misma a la que el Estado le ha prometido brindar servicios públicos gratuitos y de calidad, que cada vez cuestan más y garantizan menos.
En este caso al menos un círculo infantil ha logrado un vínculo donde son beneficiados niños, padres e institución. Y si bien eso indica que en este tipo de alianzas hay posibilidades de resolver asuntos relacionados con las condiciones para el aprendizaje de manera puntual, también deja entrever la inequidad de posibilidades entre territorios, pues no es casual que este pacto se haya producido en uno de los municipios más favorecidos del país. ¿Qué hace el círculo infantil de un entorno periférico que no encuentre un privado con suficiente capital como para realizar una inversión en sus áreas? Si bien las alianzas público-privadas pueden ser una alternativa para resolver asuntos medulares relacionados a infraestructura, no lo resuelve todo, ni para todos; menos aún en un sistema que durante mucho tiempo renegó de estas formas de propiedad, y hoy la acepta a regañadientes y con múltiples trabas que limitan su crecimiento.
Si bien las alianzas público-privada pueden ser una alternativa para resolver asuntos medulares relacionados a infraestructura, no lo resuelve todo, ni para todos.
Corresponde entonces al Estado y sus instituciones incentivar alianzas con otros actores que repercutan de manera positiva en los centros escolares, pero desde una mirada que comprenda las desigualdades socioeconómicas que impactan a los ciudadanos y que busque reequilibrar las fracturas territoriales.
Se entiende que Cuba no pueda proyectar hoy instituciones donde el diseño y la arquitectura estén optimizados para el proceso educativo, pero no pueden naturalizarse los baños sucios, sin privacidad, con mal olor y tazas que no descargan, las paredes descascaradas, aulas mal iluminadas, las ventanas, mesas y sillas rotas, el calor porque los padres no pueden garantizar un ventilador, y los almuerzos que están lejos de suplir las necesidades proteicas que requieren las primeras edades.
En medio de ese panorama, es comprensible que el sector de la educación no sea atractivo para atraer personal. «Yo lo que quiero es jubilarme —se queja una maestra procedente de Granma que ahora trabaja en la capital—. ¿Tú crees que esto es para que esté así? A nadie le importa nada, los padres no cooperan, y los niños na ma hablan de irse pal yuma».
«La educación es gratuita pero cuesta», y cada vez más
En la actualidad, el costo no se trata únicamente de financiamiento, sino también de cómo el presente estado de cosas moldea las subjetividades de los estudiantes. La cuestión de que se asocie el socialismo con pobreza y necesidad constante de resistencia, y capitalismo con horizonte de posibilidades y sueños cumplidos, no va a solucionarse simplemente con hablar de descolonización cultural en las escuelas, o «reforzar» el trabajo político ideológico. Primero porque tiene que ver con el imaginario popular; ya sabemos que la escuela no educa sola, sino que ella se inserta en un entorno con circunstancias particulares que incide en cómo los sujetos interpretan su cotidianidad, forman creencias e imaginan futuros.
Lamentablemente, el descontento por las condiciones de vida, las precariedades o dificultades en sentido general, que impacta hoy los hogares cubanos no deja intactos a niños y adolescentes. Ellos también escuchan, saben, perciben, sienten.
Tampoco el trabajo político ideológico tal y como se concibe hoy resolverá la carencia de maestros o las insatisfacciones de muchos padres con la realidad de las escuelas.
No obstante, no todos los casos son iguales, «la escuelita Frank País [Cerro] tiene las plazas docentes cubiertas como ya no suele ser común, y mejor, en su mayoría son maestras de cierta edad y experiencia, lo que se traduce en calidad de enseñanza», cuenta un papá visiblemente aliviado. «La maestra de mi hija da muy buenas clases. El año pasado llegó una niñita que estaba en una escuela donde no tenía maestra y por tanto recibía una clase de pascuas a San Juan, cuando a alguien se le ocurría o un maestro podía entrar al aula. La niña vino aquí con muchas lagunas, como es de suponer, apenas sabía calcular o leer, y ha adelantado cantidad».
Nibia*, sin embargo, afirma que su hijo durante todo tercer grado en la primaria Josué País (Boyeros) no recibió clases de inglés. «Como madre, me preocupa que los niños no aprendan, lo que obliga a muchos padres a tener que calzar esas deficiencias con maestros particulares que no todos podemos pagar».
Algo que se repite mucho estos días es que el Tercer Perfeccionamiento incluye actualizaciones importantes sobre el entorno digital y el énfasis en el aprendizaje de idiomas, pero lo cierto es que muchas escuelas no tienen capacidades para educar en ninguna de esas áreas. Así lo cuenta el padre de una alumna de la escuela primera Pedro Véliz, del Wajay: «Ni en tercero ni en cuarto tuvo maestro de inglés. El inglés que sabe se lo he enseñado yo» afirma tajante y agrega en tono irónico: «Imagínate, si da más resultado irse pal turismo que estar pasando trabajo frente a una pila de muchachos».
Ya no tiene sentido vanagloriarse de televisores en las aulas y teleclases cuando los niños no tienen cómo aprender computación porque las computadoras están rotas, y en caso de arreglo, resultan obsoletas. El Inglés y las habilidades para el espacio digital son parte del skill set que cualquier profesional debe tener, no ya en el futuro, sino en el presente, sin embargo, son conocimientos que las escuelas no pueden cubrir, sencillamente, porque no tienen las capacidades.
Ya no tiene sentido vanagloriarse de televisores en las aulas y teleclases cuando los niños no tienen cómo aprender computación.
Claro que siempre habrá quien pueda tener tablet, computadora, horas online —aunque no necesariamente aprovechadas—, y en consecuencia la posibilidad de desarrollar habilidades. También quien pueda pagar maestros particulares. De cualquier forma, implica que parte significativa del conocimiento que deberían recibir en centros educativos, se está completando fuera de ellos.
Esta problemática no solo sedimenta accesos desiguales para niños y niñas que dependen de la economía de sus hogares para adquirir habilidades básicas que necesitarán para su desempeño educativo y profesional, sino que termina duplicando el proceso docente, y por tanto, obliga, a quienes tienen la posibilidad de asistir a repasos privados, a emplear tiempo que debería ser de juego y esparcimiento en aprender lo que debieron enseñarle en horario escolar.
En resumen, la educación es gratuita, pero cuesta, y nos está costando a todos.
El sistema educativo que queremos: un debate público
Una de las críticas que se le hace al sistema educativo cubano tiene que ver con la carga ideológica y política que tienen los programas curriculares. Sobre esto hay que decir, en primer lugar, que no hay sistema educativo exento de ello; la enseñanza y las elecciones sobre pedagogía y aprendizajes están sustentadas en sistemas de ideas y matrices ideológicas. Decir otra cosa es pecar de ingenuos, más allá de que el caso cubano tenga particularidades propias que dan para un texto en sí mismo.
Ahora bien, con el Tercer Perfeccionamiento del Sistema de Educación, sorprende que a las alturas del siglo XXI los cambios en estos programas no conduzcan a un debate público. Por solo poner un ejemplo, no hace mucho el caso de México ocupaba titulares y fervientes polémicas que trascendían más allá del país. ¿Por qué las decisiones sobre los conocimientos socialmente necesarios que deben incluirse en la formación educativa no ameritan un debate entre expertos seguido abiertamente por los medios? ¿Por qué la polémica y el intercambio de ideas para llegar a un consenso no tributa a la formación misma de opiniones en la ciudadanía? ¿Acaso es utópico, descabellado, pensar siquiera en esa posibilidad?
Por el contrario, la comunicación que acompaña al Tercer Perfeccionamiento es meramente divulgativa: «están los libros para tales grados», «se avanza con tales estudiantes», «llegaron los materiales», pero no existen espacios de diálogo sobre qué educación queremos y necesitamos como país
Sin embargo, sí hubo otras noticias relacionadas a actualizaciones del sistema educativo que merecen atención, pues según Karenia Marrero Arrechea, directora general de Educación en La Habana, se ha organizado una estrategia específica relacionada con el cambio «que tenemos que lograr en el estudiante» para el vínculo del estudio y el trabajo.
«Estamos retomando una escuela en el campo diferente —explicó—, donde el estudiante se sienta vinculado a tareas de impacto. Vamos a iniciar con octavo, onceno, segundo año de la ETP, en un periodo de 15 días, donde el estudiante, además de trabajar en organopónicos del municipio, va a estar vinculado al trabajo en tarjas, monumentos». Además, pueden incluirse labores de higienización o trabajo en SAF, lo cual estaría diseñado de manera diferente entre municipios, pero el estudiante siempre estaría dentro del radio de acción de su propio territorio.
A Rolando, padre de Cristina* (octavo grado) le anunciaron que su hija estaría trabajando en el organopónico de su barrio de 8 am a 10 am. «Si tres décadas atrás no funcionaron las escuelas al campo, ¿por qué ahora tiene que ser diferente? ¿Con qué cuenta el país para que sea diferente? No entiendo por qué tiene que trabajar en un organológico que no sirve, no tiene ninguna estructura de siembra, no vende y no produce. Es pura yerba. ¿Qué piensan? ¿Levantar el organopónico con los niños? Una niña de 13 años debería estar aprendiendo materias. El trabajo de los niños de 13 años es estudiar. No otro».
Si tres décadas atrás no funcionaron las escuelas al campo, ¿por qué ahora tiene que ser diferente? ¿Con qué cuenta el país para que sea diferente?
El énfasis Marrero Arrechea en la Mesa Redonda en la vinculación estudio – trabajo, más allá de enfocarse en cómo se implementaría, careció de fundamentación, de explicar en primer lugar la necesidad del cambio, por qué los grados seleccionados para comenzar y cuáles serían los indicadores de su efectividad, preguntas clave para formarse una opinión sobre la nueva medida.
La flexibilización en el currículo, el espacio para la innovación, la posibilidad de ajustes dentro de las propias instituciones para que el hecho educativo suceda, son, en teoría, buenas nuevas para el sistema educativo cubano, que lo necesita, y constituyen piezas fundamentales del Tercer Perfeccionamiento, según la ministra. Pero falta por ver en el tiempo si las alianzas entre diferentes actores sociales que mejoren el estado de las escuelas podrá convertirse en regla para dejar de ser excepción, cómo la carencia de oportunidades para estos vínculos será atendida por el Estado para evitar que mientras algunos centros mejoran no se profundicen las desigualdades que ya existen entre territorios citadinos y periferias, o a partir de cuándo y cómo podrá aumentarse el presupuesto estatal que se dedica a educación.
La flexibilización en el currículo, el espacio para la innovación, la posibilidad de ajustes dentro de las propias instituciones para que el hecho educativo suceda, son buenas nuevas para el sistema educativo.
También es importante recordar que en Cuba existen escuelas internacionales para hijos de personal diplomático y residentes de otros países con un altísimo nivel, y cuyos maestros no son extranjeros; en algunas incluso las clases se dan en inglés y hay posibilidades de estudiar otro idioma. Quizá pueda argüirse que es una comparación desleal porque la matrícula tiene un costo altísimo, impensable para la mayoría de los cubanos, y por tanto cuentan con muchísimas condiciones para su efectividad, pero evidencia que una parte importante del problema tiene que ver con incentivos monetarios y recursos destinados al desarrollo de la educación.
Por las interrogantes que aún quedan sin responder, y porque es un asunto medular para el desarrollo de Cuba y sus familias, debatir sobre el sistema educativo en conversación franca y abierta no debería ocurrir solo en momentos puntuales o únicamente para difundir avances y noticias positivas, sino que resulta un asunto para atender de cerca por medios, autoridades y ciudadanía en espacios fértiles para el diálogo y el cuestionamiento, tan saludables y necesarios para el progreso de un país.
Debatir sobre el sistema educativo en conversación franca y abierta no debería ocurrir solo en momentos puntuales o únicamente para difundir avances y noticias positivas.
Al final, cada inicio de curso escolar evidencia que de un año a otro hay una serie de urgencias no resueltas, y a pesar de los intentos por implementar mejoras y ajustes, la falta de recursos, la creciente profundización de la crisis económica y las desigualdades que de ella se generan, siguen impactando negativamente la calidad del entorno educativo.
Mientras estos problemas permanezcan insolubles, los alumnos cubanos enfrentan graves limitaciones para su aprendizaje y para capacitarse con conocimientos y habilidades socialmente necesarios en el mundo actual. Lograr un cambio que sea sostenible en el tiempo y que aborde el entorno y el hecho educativo de manera integral, depende sobre todo de que las autoridades lo conviertan en prioridad, y más allá de en discursos, en políticas, financiamientos y estrategias efectivas para revitalizar el sector. Solo así podrá garantizarse que las transformaciones sean perdurables.
Nota: Los nombres que tienen un asterisco (*) fueron cambiados para proteger la identidad de las personas entrevistadas o aludidas.


La gangrena de la isla avanza. Es triste.